Los dudosos honores del científico colombiano Raúl Cuero
El investigador no trabaja en la NASA ni tiene las patentes que dice tener, según concluye una investigación de exprofesor de la U. Nacional.
Rodrigo Bernal* / Especial para El Espectador
El precario estado de la ciencia en Colombia y la pobre percepción que de ella tiene la sociedad se han puesto en evidencia en los últimos años, con el endiosamiento que los medios de todo el país han hecho del científico colombiano Raúl Cuero. Numerosos periodistas han escrito impresionantes panegíricos sobre este científico, sin el menor espíritu crítico y sin verificar fuentes, basados únicamente en la información suministrada por él mismo. Lo cual no sería problema si esa información fuera exacta. Pero no lo es. ( Vea la respuesta de Raúl Cuero)
La primera vez que oí mencionar a Raúl Cuero fue en un artículo de prensa en el que hablaban de sus innumerables logros científicos. Lleno de orgullo nacional corrí a buscar en Google para conocer más sobre ese compatriota genial, que dejaba tan en alto el nombre de Colombia. Fue así como llegué a su propia página de internet (www.raulcuerobiotech.com). Pero a medida que la examinaba en detalle, empecé a descubrir, con profunda frustración, que los logros científicos de Cuero son mucho menos grandiosos de lo que se nos ha hecho creer; que se ha construido de él una imagen gloriosa, enriquecida con mentiras, verdades a medias y distorsiones, que no resisten un análisis minucioso. (Vea la galería: Lo que dijeron los medios sobre Raúl Cuero)
Creí justo dar a conocer la verdadera dimensión del ídolo, para que la admiración que se le brinde sea una opción informada. Así que realicé una investigación minuciosa sobre su producción científica, y en julio de 2012 escribí un artículo, que finalmente archivé. Al ver la entrevista que la periodista María Isabel Rueda acaba de hacerle en El Tiempo al científico y leer su pregunta de si aspira alguna vez a ganarse el Premio Nobel, entendí que el mito de Cuero se había desbordado. El despropósito de asociarlo con un Premio Nobel me produjo una confusa mezcla de lástima por el investigador, vergüenza ajena por la periodista y desolación por Colombia toda y su ciencia, manejada por los medios con la misma ligereza con la que se manejan las trivialidades de la farándula. Así que decidí publicar el artículo. Sé que al hacerlo me expongo a duras críticas, pero qué le vamos a hacer: yo me limito a presentar los hechos.
Para comenzar, la lista de publicaciones científicas que Raúl Cuero presenta en su página de internet es una confusa mezcla en la que es difícil discernir lo publicado de lo soñado, lo escrito por él de lo escrito sobre él, lo relevante de lo irrelevante. Incluye, por ejemplo, una nota acerca de uno de sus inventos, que apareció en el Houston Chronicle, un diario de Texas, y otra que salió en el Wall Street Journal, en la que Cuero no es siquiera el personaje central. El modo como Cuero cita las publicaciones es ya de por sí sospechoso para quien esté familiarizado con la literatura académica. Pero a cambio de esto, la página está llena de honores y reconocimientos de toda clase, y muchas, muchas notas de prensa que hablan de su grandeza. Da la impresión de que el doctor Cuero gasta más tiempo en ocuparse de su imagen de gran científico, que en hacer verdadera ciencia. Baste con decir que es una de las pocas personas del mundo que ha escrito dos autobiografías.
La última de ellas, De Buenaventura a la NASA (Intermedio Editores, 2011), lo presenta como “uno de los científicos más importantes del mundo, aunque prácticamente desconocido en su patria”. Genio de la NASA, lo llamó en 2012 una periodista de El Tiempo. La glorificación ha sido tal, que incluso la Universidad de Caldas y la Universidad de Antioquia le han conferido sendos títulos de Doctor Honoris Causa. ¿Acaso esas instituciones no revisaron en detalle su hoja de vida antes de tomar tal decisión?
Veamos cuáles son las mentiras, distorsiones o imprecisiones que Raúl Cuero les ha presentado a los colombianos y que la prensa ha magnificado. La más llamativa, por supuesto, el cuento de la NASA: que Cuero salió de la pobreza y llegó a ser uno de los grandes científicos de la agencia espacial norteamericana. Aclaremos: el doctor Cuero no trabaja en la NASA. El doctor Cuero es profesor e investigador de la Prairie View A&M University, una universidad en Texas que ocupa el puesto 1.211 en la calificación de las universidades de los Estados Unidos y el puesto 41 entre las universidades de Texas.
La NASA ha puesto dinero para las investigaciones del doctor Cuero, para lo cual se firma un contrato, pero eso no quiere decir que el doctor Cuero trabaje en la NASA. Como no trabajan en Colciencias ni en la National Geographic los científicos que hacen investigación con dinero de esas organizaciones, y que también firman contrato con ellas. Los investigadores consiguen recursos para sus pesquisas de múltiples instituciones, sin que eso quiera decir que trabajen allí.
La otra historia de Cuero con la NASA es la de los premios que ha recibido de esa agencia, y que han dejado boquiabiertos a todos los periodistas. La realidad es mucho menos impresionante, según me lo aclaró en julio de 2012 Jesse Midgett, jefe técnico de la Junta de Inventos y Contribuciones de la NASA, que es la encargada de dar los reconocimientos. Esa junta, me explicó Midgett, otorga de manera rutinaria a cada invención que resulte de investigaciones financiadas por la NASA, un Certificado de Reconocimiento en el que consta que el invento en cuestión fue presentado para solicitar una patente. Dicho certificado va acompañado, de manera automática, por una pequeña suma de dinero, que en el caso del doctor Cuero fueron 500 dólares por un invento que hizo en colaboración con David McKay, del Centro Espacial Johnson. Pero son reconocimientos rutinarios para cada una de las patentes que, por centenares, solicita cada año la NASA. En 2008, el año en que Cuero recibió el suyo, la agencia solicitó 529 patentes. Para el invento más impactante de todos existe un premio de verdad, el Premio al Invento del Año (Invention of the Year Award), ese sí seleccionado minuciosamente de entre todas las invenciones del año.
El otro reconocimiento del que Cuero se vanagloria es aún más trivial. A raíz del invento mencionado atrás, Cuero y McKay escribieron para la revista NASA Brief Tech Magazine, que es una publicación divulgativa de esa agencia (no una revista científica), una nota de catorce líneas sobre su invención. Y cada autor que escribe una nota como esa recibe, también de manera rutinaria, el NASA Brief Tech Award, que no es otra cosa que un certificado, acompañado, cuando Cuero lo recibió, de una bonificación de 350 dólares. En la actualidad el certificado ya no va acompañado de dinero.
Entre certificaciones de patentes en trámite y artículos para NASA Brief Tech Magazine, la NASA entregó en 2008, además del que le dio a Cuero, otros 2.103 reconocimientos. Así que los famosos premios de Cuero en la NASA son simples bonificaciones de rutina. De hecho, esos reconocimientos son, en todo, equivalentes al puntaje o la bonificación que nuestras universidades le otorgan a cada investigador por sus publicaciones o sus patentes. Y ningún científico colombiano sale a alardear de esos reconocimientos.
Pero Cuero sabe cómo presentar la información para que suene más impresionante, conocedor de la admiración reverencial que la gente del común siente por la NASA. “Colombiano Raúl Cuero recibe otro premio de la NASA”, rezaba un titular de El Tiempo a mediados de junio de 2012. Cuando le pregunté a Jesse Midgett, de la Junta de Inventos y Contribuciones, por este nuevo premio, el 3 de julio de 2012, me respondió que los únicos reconocimientos a Cuero de los que él tiene noticia son los dos mencionados atrás. Me pregunto de qué premio se trataría, entonces, si el jefe técnico de la junta encargada de otorgarlos no tenía noticia.
Los inventos del doctor Cuero tampoco resisten un análisis detallado. Aunque hace unos días le dijo a María Isabel Rueda (y lo ha dicho a todo el que ha querido escucharlo) que tiene 13 patentes concedidas, la realidad es que sólo dos inventos suyos han sido patentados en los Estados Unidos, donde trabaja (patentes 5830459 de 1998 y 7309437 de 2007), y dos más fueron presentados para obtener una patente (solicitudes 10/740514 del 22 de diciembre de 2003 y 12/288818 del 23 de octubre de 2008), pero ambas solicitudes fueron abandonas al no responder el inventor a los requerimientos adicionales de los evaluadores, según consta en la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de los Estados Unidos. ¿Y los otros inventos? Cuando muestre documentos, sabremos. Por ahora no son más que nombres pomposos: Producción de nanopartículas naturales; Producción de una batería natural. Sin más información; sin al menos una breve explicación del invento. De esta manera es difícil saber de qué se trata. Mientras uno no muestre una patente, aunque sea en trámite, o una publicación que describa su invento, uno puede decir que inventó cualquier cosa.
El año pasado anduvo Cuero deslumbrando a periodistas incautos, y a través de ellos a los colombianos todos, con la historia de la supuesta proteína que creó, que permitirá desarrollar vida en Marte. Un descubrimiento de semejante magnitud ameritaría, por lo menos, una solicitud de patente y un artículo en alguna de las revistas científicas más prestantes del mundo, como Nature o Science. Pero nada de eso se ve por ninguna parte. ¿Por qué? Porque una patente o un artículo científico están sujetos a una minuciosa evaluación por parte de investigadores de alto nivel, que revisan en detalle cada afirmación, cada proceso, cada resultado. Así que es más fácil irse a Colombia y presentar los inventos en las páginas de un diario, a través de periodistas que se limitan a repetir todo lo que Cuero les diga, sin preguntarle a nadie más, sin profundizar en el asunto.
También afirma el doctor Cuero en su página de internet que es investigador principal del SynBERC, el Centro para la Investigación en Ingeniería de la Biología Sintética, una prestigiosa alianza de renombradas universidades que incluye al MIT, Stanford, Harvard y la Universidad de California en Berkeley. Sin embargo, su nombre no aparece por ninguna parte en la página de internet de ese centro (www.synberc.org), ni como investigador principal, ni como investigador afiliado ni como nada. “El doctor Cuero hizo parte del SynBERC por varios años” —me respondió diplomáticamente el Dr. Jay Keasling, director de ese Centro, cuando le pregunté en junio de 2012—, “pero ya no recibe fondos de nosotros”. No sé si al SynBERC le importe saber que el doctor Cuero anda por ahí presentándose como uno de sus investigadores principales sin serlo.
Pero la más inexacta de todas las afirmaciones de Cuero es la de las publicaciones científicas, que en el mundo de la ciencia son uno de los indicadores universalmente usados para reconocer a los investigadores. En un ensayo que escribió para la Universidad de Antioquia, Cuero dice que el número de artículos publicados por él en revistas científicas es de más de 90. Pero después de espulgar minuciosamente su página de internet, y tras una búsqueda exhaustiva en las más importantes bases de datos de literatura científica del mundo, he podido rastrear sólo 24 artículos científicos y once capítulos de libros colegiados, es decir, un total de 35 publicaciones científicas escritas por Raúl Cuero a lo largo de 34 años. Y sólo ocho de ellas fueron producidas en los últimos catorce años. Cifras bastante bajas para un científico, incluso bajo los estándares de Colombia. Pero si sólo ha publicado 35 artículos, entonces ¿dónde están los otros 55 de los que Cuero habla? Se trata en realidad de resúmenes presentados en congresos, informes técnicos inéditos, guías de laboratorio, un artículo de prensa y otras cosas por el estilo.
Pero tan grave como los 55 artículos que no aparecen por ninguna parte son los artículos de su supuesta autoría que están citados en su página en internet, pero que aparentemente no existen. En vano he tratado de localizar dos de ellos: incluso le envié un mensaje al propio doctor Cuero pidiéndole una copia de cada uno, práctica común en el medio académico, pero no obtuve respuesta.
La hoja de vida de Cuero está desfigurada, incluso, en los reconocimientos y honores recibidos, a los que él les da tanta importancia. Un ejemplo es la supuesta Medalla de la Orden Simón Bolívar, Título de Caballero, que según su página web le fue concedida por el Congreso de Colombia el 21 de mayo de 2004, “en reconocimiento a sus invenciones, su brillante carrera científica y su contribución a la sociedad”. Pues bien, cuando investigué el asunto en la Cámara de Representantes, la corporación que otorga esa medalla, no lograron encontrar en los archivos ninguna resolución que le otorgara a Cuero esa u otra distinción.
¿Corresponde el perfil académico que acabo de presentar al de uno de los científicos más importantes del mundo? Un investigador que publica ocho artículos científicos en catorce años es visto en los círculos de la ciencia como alguien que ya prácticamente no investiga más. Para poner en contexto la producción científica de Cuero, tomemos como ejemplo a una colega suya de la Universidad de Antioquia, la doctora Lucía Atehortúa, quien ha recibido cuatro patentes de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de los Estados Unidos, sólo en los últimos cinco años. Es que de eso se trata en gran medida la biotecnología: de inventar. Y los inventos se patentan, porque si no, es como si no existieran. Y un colega de Cuero en la Universidad de Berkeley, el doctor Jay Keasling, ha publicado 166 artículos científicos sólo en los últimos siete años, lapso durante el cual nuestro potencial Premio Nobel publicó tres. Pero ni el doctor Keasling ni la doctora Atehortúa alardean. Prefieren invertir el tiempo en investigar.
No pretendo decir que el doctor Raúl Cuero es un mal científico o que no ha hecho nada en su carrera académica. Ya sus colegas juzgarán si su trabajo es bueno o malo. Lo que quiero es poner las cosas en su justa dimensión; señalar lo grave que es construir el prestigio de nuestros científicos sobre mentiras o tergiversaciones, como se construyen tantas otras cosas en Colombia; resaltar el peligro que representa para el futuro de la ciencia en el país el que los científicos maduren a punta de periódico, como los aguacates, y no con base en sus verdaderos logros. No puede ser ese el mensaje que les demos a los jóvenes investigadores que serán los científicos de mañana.
Y los periodistas tienen aquí una gran responsabilidad, pues son ellos quienes han propalado la grandeza del doctor Cuero sin una rigurosa pesquisa independiente. De hecho, la investigación para este artículo debería haberla hecho un periodista, no yo. Pero ellos han preferido tomar el camino fácil de la adulación. En vano traté de animar en 2011 a una periodista de El Tiempo que ha escrito sobre Raúl Cuero, a que profundizara en las inconsistencias que yo había detectado en sus afirmaciones.
Lo más grave de este asunto es que precisamente el doctor Raúl Cuero es el fundador del Parque Internacional de la Creatividad (www.parquedelacreatividad.org), una institución que además de mantener el mito de grandeza del científico, desarrolla talleres de creatividad para jóvenes inventores en varias partes del país. Pero también en ella se ven cosas extrañas. En la página de internet del parque se afirma que “la prestigiosa revista Discovery Magazine (sic) presentó varias de nuestras tecnologías desarrolladas en el Parque de la Creatividad”. En realidad se trata al parecer de un anuncio pagado, de página entera y a todo color, en la revista Discover, una publicación popular sobre ciencia, de amplia difusión en los Estados Unidos. La publicación de un anuncio de estas características en esa revista cuesta actualmente 49.000 dólares. Toda una inversión. Si el Parque Internacional de la Creatividad se dedica en verdad a formar inventores, resulta preocupante que tanto joven prometedor se forme al lado de alguien propenso a distorsionar la realidad, el objeto mismo de estudio de la ciencia. ¿Es ese el ejemplo que queremos darles a las nuevas generaciones? ¿La jactancia en vez de la verdadera investigación? ¿La distorsión en vez del rigor académico?
Pero como ya endiosaron al doctor Cuero, así haya sido con base en méritos inflados, ahora lo consultan para todo. Escribió, por ejemplo, un ensayo para la Universidad de Antioquia sobre la educación, en el contexto del programa de gobierno departamental “Antioquia la más educada”, el cual apareció publicado en la revista Debates a comienzos de 2012. Es una pieza que vale la pena leer. Contiene frases como esta: “Hoy en día, en el paso de la antología a la epistemología, tiene que haber una praxia” (sic). Yo tampoco entendí, pero intuyo que no es nada muy profundo, a pesar de la jerigonza.
Hasta de nutrición humana le consultan ahora. El Tiempo publicó el 29 de junio de 2012 un artículo en el que un periodista habla con él sobre el tema, creyendo, doble ingenuidad, que uno de los mejores científicos del mundo “es el personaje indicado para definir una dieta balanceada”. Y Cuero, muy orondo, se explaya hablando sobre el tema, y hasta describe la que él llama la ‘dieta especial intelectual’.
Lo más triste de todo es que el doctor Cuero no necesitaría distorsionar la verdad para ganarse la admiración de sus compatriotas y ser un paradigma de verdad. Salir de la Buenaventura de los años cincuenta y llegar a ser profesor de una universidad en los Estados Unidos, publicar artículos científicos en revistas de prestigio y patentar inventos son grandes logros, que requieren de una enorme capacidad académica y un gran tesón. Pero inflar ese mérito atribuyéndose más producción científica de la que tiene y magnificar hasta la distorsión los alcances de su investigación para engañar a una sociedad incauta, son acciones que desdicen de su calidad de académico y lo desprestigian como científico. Al doctor Cuero le podría pasar como al noni: le atribuyeron tantas virtudes medicinales que no tiene, que al final la gente acabó por no creer ni en las que sí tiene. Y pasó al olvido.
Los artículos publicados por el Dr. Cuero
Al rastrear en bases de datos las publicaciones científicas de Raúl Cuero, sólo aparecieron 22 artículos. Al preguntarle por el resto de las 90 de las que dice ser autor, nos remitió un listado con cada una de ellas.En la ciencia, el valor de una publicación depende de la calidad de la revista donde se publica (que sea una revista indexada) y su impacto en la comunidad científica.
En el listado enviado a El Espectador por Raúl Cuero, el número de artículos científicos publicados es 24. Once de las referencias que envió corresponden a capítulos de libros. El número de resúmenes o presentaciones en congresos es de 43. Las guías de laboratorio, informes técnicos o manuscritos inéditos suman cuatro. Tiene además: libros autopublicados (uno), conferencias magistrales (una), artículos de prensa (uno) y documentos repetidos (uno).
* Ingeniero agrónomo de la U. Nacional y Ph.D. en Ciencias de la U. Aarhus, Dinamarca. Profesor del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia entre 1984 y 2007. Actualmente es consultor independiente.
El precario estado de la ciencia en Colombia y la pobre percepción que de ella tiene la sociedad se han puesto en evidencia en los últimos años, con el endiosamiento que los medios de todo el país han hecho del científico colombiano Raúl Cuero. Numerosos periodistas han escrito impresionantes panegíricos sobre este científico, sin el menor espíritu crítico y sin verificar fuentes, basados únicamente en la información suministrada por él mismo. Lo cual no sería problema si esa información fuera exacta. Pero no lo es. ( Vea la respuesta de Raúl Cuero)
La primera vez que oí mencionar a Raúl Cuero fue en un artículo de prensa en el que hablaban de sus innumerables logros científicos. Lleno de orgullo nacional corrí a buscar en Google para conocer más sobre ese compatriota genial, que dejaba tan en alto el nombre de Colombia. Fue así como llegué a su propia página de internet (www.raulcuerobiotech.com). Pero a medida que la examinaba en detalle, empecé a descubrir, con profunda frustración, que los logros científicos de Cuero son mucho menos grandiosos de lo que se nos ha hecho creer; que se ha construido de él una imagen gloriosa, enriquecida con mentiras, verdades a medias y distorsiones, que no resisten un análisis minucioso. (Vea la galería: Lo que dijeron los medios sobre Raúl Cuero)
Creí justo dar a conocer la verdadera dimensión del ídolo, para que la admiración que se le brinde sea una opción informada. Así que realicé una investigación minuciosa sobre su producción científica, y en julio de 2012 escribí un artículo, que finalmente archivé. Al ver la entrevista que la periodista María Isabel Rueda acaba de hacerle en El Tiempo al científico y leer su pregunta de si aspira alguna vez a ganarse el Premio Nobel, entendí que el mito de Cuero se había desbordado. El despropósito de asociarlo con un Premio Nobel me produjo una confusa mezcla de lástima por el investigador, vergüenza ajena por la periodista y desolación por Colombia toda y su ciencia, manejada por los medios con la misma ligereza con la que se manejan las trivialidades de la farándula. Así que decidí publicar el artículo. Sé que al hacerlo me expongo a duras críticas, pero qué le vamos a hacer: yo me limito a presentar los hechos.
Para comenzar, la lista de publicaciones científicas que Raúl Cuero presenta en su página de internet es una confusa mezcla en la que es difícil discernir lo publicado de lo soñado, lo escrito por él de lo escrito sobre él, lo relevante de lo irrelevante. Incluye, por ejemplo, una nota acerca de uno de sus inventos, que apareció en el Houston Chronicle, un diario de Texas, y otra que salió en el Wall Street Journal, en la que Cuero no es siquiera el personaje central. El modo como Cuero cita las publicaciones es ya de por sí sospechoso para quien esté familiarizado con la literatura académica. Pero a cambio de esto, la página está llena de honores y reconocimientos de toda clase, y muchas, muchas notas de prensa que hablan de su grandeza. Da la impresión de que el doctor Cuero gasta más tiempo en ocuparse de su imagen de gran científico, que en hacer verdadera ciencia. Baste con decir que es una de las pocas personas del mundo que ha escrito dos autobiografías.
La última de ellas, De Buenaventura a la NASA (Intermedio Editores, 2011), lo presenta como “uno de los científicos más importantes del mundo, aunque prácticamente desconocido en su patria”. Genio de la NASA, lo llamó en 2012 una periodista de El Tiempo. La glorificación ha sido tal, que incluso la Universidad de Caldas y la Universidad de Antioquia le han conferido sendos títulos de Doctor Honoris Causa. ¿Acaso esas instituciones no revisaron en detalle su hoja de vida antes de tomar tal decisión?
Veamos cuáles son las mentiras, distorsiones o imprecisiones que Raúl Cuero les ha presentado a los colombianos y que la prensa ha magnificado. La más llamativa, por supuesto, el cuento de la NASA: que Cuero salió de la pobreza y llegó a ser uno de los grandes científicos de la agencia espacial norteamericana. Aclaremos: el doctor Cuero no trabaja en la NASA. El doctor Cuero es profesor e investigador de la Prairie View A&M University, una universidad en Texas que ocupa el puesto 1.211 en la calificación de las universidades de los Estados Unidos y el puesto 41 entre las universidades de Texas.
La NASA ha puesto dinero para las investigaciones del doctor Cuero, para lo cual se firma un contrato, pero eso no quiere decir que el doctor Cuero trabaje en la NASA. Como no trabajan en Colciencias ni en la National Geographic los científicos que hacen investigación con dinero de esas organizaciones, y que también firman contrato con ellas. Los investigadores consiguen recursos para sus pesquisas de múltiples instituciones, sin que eso quiera decir que trabajen allí.
La otra historia de Cuero con la NASA es la de los premios que ha recibido de esa agencia, y que han dejado boquiabiertos a todos los periodistas. La realidad es mucho menos impresionante, según me lo aclaró en julio de 2012 Jesse Midgett, jefe técnico de la Junta de Inventos y Contribuciones de la NASA, que es la encargada de dar los reconocimientos. Esa junta, me explicó Midgett, otorga de manera rutinaria a cada invención que resulte de investigaciones financiadas por la NASA, un Certificado de Reconocimiento en el que consta que el invento en cuestión fue presentado para solicitar una patente. Dicho certificado va acompañado, de manera automática, por una pequeña suma de dinero, que en el caso del doctor Cuero fueron 500 dólares por un invento que hizo en colaboración con David McKay, del Centro Espacial Johnson. Pero son reconocimientos rutinarios para cada una de las patentes que, por centenares, solicita cada año la NASA. En 2008, el año en que Cuero recibió el suyo, la agencia solicitó 529 patentes. Para el invento más impactante de todos existe un premio de verdad, el Premio al Invento del Año (Invention of the Year Award), ese sí seleccionado minuciosamente de entre todas las invenciones del año.
El otro reconocimiento del que Cuero se vanagloria es aún más trivial. A raíz del invento mencionado atrás, Cuero y McKay escribieron para la revista NASA Brief Tech Magazine, que es una publicación divulgativa de esa agencia (no una revista científica), una nota de catorce líneas sobre su invención. Y cada autor que escribe una nota como esa recibe, también de manera rutinaria, el NASA Brief Tech Award, que no es otra cosa que un certificado, acompañado, cuando Cuero lo recibió, de una bonificación de 350 dólares. En la actualidad el certificado ya no va acompañado de dinero.
Entre certificaciones de patentes en trámite y artículos para NASA Brief Tech Magazine, la NASA entregó en 2008, además del que le dio a Cuero, otros 2.103 reconocimientos. Así que los famosos premios de Cuero en la NASA son simples bonificaciones de rutina. De hecho, esos reconocimientos son, en todo, equivalentes al puntaje o la bonificación que nuestras universidades le otorgan a cada investigador por sus publicaciones o sus patentes. Y ningún científico colombiano sale a alardear de esos reconocimientos.
Pero Cuero sabe cómo presentar la información para que suene más impresionante, conocedor de la admiración reverencial que la gente del común siente por la NASA. “Colombiano Raúl Cuero recibe otro premio de la NASA”, rezaba un titular de El Tiempo a mediados de junio de 2012. Cuando le pregunté a Jesse Midgett, de la Junta de Inventos y Contribuciones, por este nuevo premio, el 3 de julio de 2012, me respondió que los únicos reconocimientos a Cuero de los que él tiene noticia son los dos mencionados atrás. Me pregunto de qué premio se trataría, entonces, si el jefe técnico de la junta encargada de otorgarlos no tenía noticia.
Los inventos del doctor Cuero tampoco resisten un análisis detallado. Aunque hace unos días le dijo a María Isabel Rueda (y lo ha dicho a todo el que ha querido escucharlo) que tiene 13 patentes concedidas, la realidad es que sólo dos inventos suyos han sido patentados en los Estados Unidos, donde trabaja (patentes 5830459 de 1998 y 7309437 de 2007), y dos más fueron presentados para obtener una patente (solicitudes 10/740514 del 22 de diciembre de 2003 y 12/288818 del 23 de octubre de 2008), pero ambas solicitudes fueron abandonas al no responder el inventor a los requerimientos adicionales de los evaluadores, según consta en la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de los Estados Unidos. ¿Y los otros inventos? Cuando muestre documentos, sabremos. Por ahora no son más que nombres pomposos: Producción de nanopartículas naturales; Producción de una batería natural. Sin más información; sin al menos una breve explicación del invento. De esta manera es difícil saber de qué se trata. Mientras uno no muestre una patente, aunque sea en trámite, o una publicación que describa su invento, uno puede decir que inventó cualquier cosa.
El año pasado anduvo Cuero deslumbrando a periodistas incautos, y a través de ellos a los colombianos todos, con la historia de la supuesta proteína que creó, que permitirá desarrollar vida en Marte. Un descubrimiento de semejante magnitud ameritaría, por lo menos, una solicitud de patente y un artículo en alguna de las revistas científicas más prestantes del mundo, como Nature o Science. Pero nada de eso se ve por ninguna parte. ¿Por qué? Porque una patente o un artículo científico están sujetos a una minuciosa evaluación por parte de investigadores de alto nivel, que revisan en detalle cada afirmación, cada proceso, cada resultado. Así que es más fácil irse a Colombia y presentar los inventos en las páginas de un diario, a través de periodistas que se limitan a repetir todo lo que Cuero les diga, sin preguntarle a nadie más, sin profundizar en el asunto.
También afirma el doctor Cuero en su página de internet que es investigador principal del SynBERC, el Centro para la Investigación en Ingeniería de la Biología Sintética, una prestigiosa alianza de renombradas universidades que incluye al MIT, Stanford, Harvard y la Universidad de California en Berkeley. Sin embargo, su nombre no aparece por ninguna parte en la página de internet de ese centro (www.synberc.org), ni como investigador principal, ni como investigador afiliado ni como nada. “El doctor Cuero hizo parte del SynBERC por varios años” —me respondió diplomáticamente el Dr. Jay Keasling, director de ese Centro, cuando le pregunté en junio de 2012—, “pero ya no recibe fondos de nosotros”. No sé si al SynBERC le importe saber que el doctor Cuero anda por ahí presentándose como uno de sus investigadores principales sin serlo.
Pero la más inexacta de todas las afirmaciones de Cuero es la de las publicaciones científicas, que en el mundo de la ciencia son uno de los indicadores universalmente usados para reconocer a los investigadores. En un ensayo que escribió para la Universidad de Antioquia, Cuero dice que el número de artículos publicados por él en revistas científicas es de más de 90. Pero después de espulgar minuciosamente su página de internet, y tras una búsqueda exhaustiva en las más importantes bases de datos de literatura científica del mundo, he podido rastrear sólo 24 artículos científicos y once capítulos de libros colegiados, es decir, un total de 35 publicaciones científicas escritas por Raúl Cuero a lo largo de 34 años. Y sólo ocho de ellas fueron producidas en los últimos catorce años. Cifras bastante bajas para un científico, incluso bajo los estándares de Colombia. Pero si sólo ha publicado 35 artículos, entonces ¿dónde están los otros 55 de los que Cuero habla? Se trata en realidad de resúmenes presentados en congresos, informes técnicos inéditos, guías de laboratorio, un artículo de prensa y otras cosas por el estilo.
Pero tan grave como los 55 artículos que no aparecen por ninguna parte son los artículos de su supuesta autoría que están citados en su página en internet, pero que aparentemente no existen. En vano he tratado de localizar dos de ellos: incluso le envié un mensaje al propio doctor Cuero pidiéndole una copia de cada uno, práctica común en el medio académico, pero no obtuve respuesta.
La hoja de vida de Cuero está desfigurada, incluso, en los reconocimientos y honores recibidos, a los que él les da tanta importancia. Un ejemplo es la supuesta Medalla de la Orden Simón Bolívar, Título de Caballero, que según su página web le fue concedida por el Congreso de Colombia el 21 de mayo de 2004, “en reconocimiento a sus invenciones, su brillante carrera científica y su contribución a la sociedad”. Pues bien, cuando investigué el asunto en la Cámara de Representantes, la corporación que otorga esa medalla, no lograron encontrar en los archivos ninguna resolución que le otorgara a Cuero esa u otra distinción.
¿Corresponde el perfil académico que acabo de presentar al de uno de los científicos más importantes del mundo? Un investigador que publica ocho artículos científicos en catorce años es visto en los círculos de la ciencia como alguien que ya prácticamente no investiga más. Para poner en contexto la producción científica de Cuero, tomemos como ejemplo a una colega suya de la Universidad de Antioquia, la doctora Lucía Atehortúa, quien ha recibido cuatro patentes de la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de los Estados Unidos, sólo en los últimos cinco años. Es que de eso se trata en gran medida la biotecnología: de inventar. Y los inventos se patentan, porque si no, es como si no existieran. Y un colega de Cuero en la Universidad de Berkeley, el doctor Jay Keasling, ha publicado 166 artículos científicos sólo en los últimos siete años, lapso durante el cual nuestro potencial Premio Nobel publicó tres. Pero ni el doctor Keasling ni la doctora Atehortúa alardean. Prefieren invertir el tiempo en investigar.
No pretendo decir que el doctor Raúl Cuero es un mal científico o que no ha hecho nada en su carrera académica. Ya sus colegas juzgarán si su trabajo es bueno o malo. Lo que quiero es poner las cosas en su justa dimensión; señalar lo grave que es construir el prestigio de nuestros científicos sobre mentiras o tergiversaciones, como se construyen tantas otras cosas en Colombia; resaltar el peligro que representa para el futuro de la ciencia en el país el que los científicos maduren a punta de periódico, como los aguacates, y no con base en sus verdaderos logros. No puede ser ese el mensaje que les demos a los jóvenes investigadores que serán los científicos de mañana.
Y los periodistas tienen aquí una gran responsabilidad, pues son ellos quienes han propalado la grandeza del doctor Cuero sin una rigurosa pesquisa independiente. De hecho, la investigación para este artículo debería haberla hecho un periodista, no yo. Pero ellos han preferido tomar el camino fácil de la adulación. En vano traté de animar en 2011 a una periodista de El Tiempo que ha escrito sobre Raúl Cuero, a que profundizara en las inconsistencias que yo había detectado en sus afirmaciones.
Lo más grave de este asunto es que precisamente el doctor Raúl Cuero es el fundador del Parque Internacional de la Creatividad (www.parquedelacreatividad.org), una institución que además de mantener el mito de grandeza del científico, desarrolla talleres de creatividad para jóvenes inventores en varias partes del país. Pero también en ella se ven cosas extrañas. En la página de internet del parque se afirma que “la prestigiosa revista Discovery Magazine (sic) presentó varias de nuestras tecnologías desarrolladas en el Parque de la Creatividad”. En realidad se trata al parecer de un anuncio pagado, de página entera y a todo color, en la revista Discover, una publicación popular sobre ciencia, de amplia difusión en los Estados Unidos. La publicación de un anuncio de estas características en esa revista cuesta actualmente 49.000 dólares. Toda una inversión. Si el Parque Internacional de la Creatividad se dedica en verdad a formar inventores, resulta preocupante que tanto joven prometedor se forme al lado de alguien propenso a distorsionar la realidad, el objeto mismo de estudio de la ciencia. ¿Es ese el ejemplo que queremos darles a las nuevas generaciones? ¿La jactancia en vez de la verdadera investigación? ¿La distorsión en vez del rigor académico?
Pero como ya endiosaron al doctor Cuero, así haya sido con base en méritos inflados, ahora lo consultan para todo. Escribió, por ejemplo, un ensayo para la Universidad de Antioquia sobre la educación, en el contexto del programa de gobierno departamental “Antioquia la más educada”, el cual apareció publicado en la revista Debates a comienzos de 2012. Es una pieza que vale la pena leer. Contiene frases como esta: “Hoy en día, en el paso de la antología a la epistemología, tiene que haber una praxia” (sic). Yo tampoco entendí, pero intuyo que no es nada muy profundo, a pesar de la jerigonza.
Hasta de nutrición humana le consultan ahora. El Tiempo publicó el 29 de junio de 2012 un artículo en el que un periodista habla con él sobre el tema, creyendo, doble ingenuidad, que uno de los mejores científicos del mundo “es el personaje indicado para definir una dieta balanceada”. Y Cuero, muy orondo, se explaya hablando sobre el tema, y hasta describe la que él llama la ‘dieta especial intelectual’.
Lo más triste de todo es que el doctor Cuero no necesitaría distorsionar la verdad para ganarse la admiración de sus compatriotas y ser un paradigma de verdad. Salir de la Buenaventura de los años cincuenta y llegar a ser profesor de una universidad en los Estados Unidos, publicar artículos científicos en revistas de prestigio y patentar inventos son grandes logros, que requieren de una enorme capacidad académica y un gran tesón. Pero inflar ese mérito atribuyéndose más producción científica de la que tiene y magnificar hasta la distorsión los alcances de su investigación para engañar a una sociedad incauta, son acciones que desdicen de su calidad de académico y lo desprestigian como científico. Al doctor Cuero le podría pasar como al noni: le atribuyeron tantas virtudes medicinales que no tiene, que al final la gente acabó por no creer ni en las que sí tiene. Y pasó al olvido.
Los artículos publicados por el Dr. Cuero
Al rastrear en bases de datos las publicaciones científicas de Raúl Cuero, sólo aparecieron 22 artículos. Al preguntarle por el resto de las 90 de las que dice ser autor, nos remitió un listado con cada una de ellas.En la ciencia, el valor de una publicación depende de la calidad de la revista donde se publica (que sea una revista indexada) y su impacto en la comunidad científica.
En el listado enviado a El Espectador por Raúl Cuero, el número de artículos científicos publicados es 24. Once de las referencias que envió corresponden a capítulos de libros. El número de resúmenes o presentaciones en congresos es de 43. Las guías de laboratorio, informes técnicos o manuscritos inéditos suman cuatro. Tiene además: libros autopublicados (uno), conferencias magistrales (una), artículos de prensa (uno) y documentos repetidos (uno).
* Ingeniero agrónomo de la U. Nacional y Ph.D. en Ciencias de la U. Aarhus, Dinamarca. Profesor del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia entre 1984 y 2007. Actualmente es consultor independiente.