Modelos innovadores para ofrecer educación superior
Hoy, de una manera más exigente, la mirada de un estudiante y de su familia está puesta en cuál es el tipo de educación que requiere. De eso reflexiona el rector de la Uniminuto, el Padre Hárold Castilla Devoz.
Padre Hárold Castilla Devoz, rector general Uniminuto
Hace algunos días llegó a mis manos un informe de The economist Intelligence Unit (the EIU), brazo de investigación de The Economist Group, editor de The economist, respecto a un tema que en el actual contexto del servicio de la educación superior se convierte en un insumo importante para dimensionar lo que significa la innovación en perspectiva educativa, a propósito de las nuevas escuelas de pensamiento y los modelos innovadores para ofrecer este servicio educativo. El estudio fue patrocinado por la Fundación Qatar y los hallazgos se basan en una serie de entrevistas realizadas a finales de 2019 y en una revisión de una literatura al respecto por parte de expertos investigadores en el área.
La pregunta inicial del estudio se concentra en: ¿Cuál debe ser el propósito fundamental del quehacer de las instituciones de educación superior (IES)? ¿Están llamadas las IES a formar con garantía los aprendizajes de los estudiantes y futuros graduados que se requieren para el mundo del trabajo de hoy? ¿La tarea de las IES es garantizar la generación de un conocimiento que permita las apuestas de desarrollo de ciencia, tecnología e innovación? Todo esto y más: ¿es tarea de las IES? Finalmente, las presiones desde diversas perspectivas retan a todas las instituciones de educación a plantearse y responder las preguntas de qué enseñar y cómo hacerlo.
En este sentido, el estudio nos coloca en una profundización de los modelos que deben contener las definiciones o conceptualizaciones de lo que una IES está llamada a ser y poder responder a los momentos de contextos que vive la sociedad: la de la “nueva normalidad”. El desafío es poder configurar ese nuevo modelo de educación superior que impacte en el desarrollo humano y social integral de las personas.
Somos conscientes de los impactos que en el corto, mediano y largo plazo nos ha traído la emergencia sanitaria en términos de capacitación efectiva a través de programas y cursos alusivos a estos (calidad); de igual manera, en la perspectiva de precios de matrículas también han existido desafíos dada la presión de los estudiantes exigiendo alivios o las becas para el pago de la admisión, y también desde el punto de vista de las capacidades tecnológicas y de conectividad hay retos que hacen más compleja la tarea. Todas estas consecuencias, que, aunque preexistentes y sistémicas en el sector de la educación superior, llaman a una toma de conciencia más radical de las IES en su manera de concretar sus modos de entregar sus servicios educativos, para que estos redunden en aprendizajes de sus estudiantes y en el fortalecimiento de su comunidad académica a través del conocimiento generado.
Hoy, de una manera más exigente, la mirada de un estudiante y de su familia está puesta en cuál es el tipo de educación que requiere obtener los elementos de formación que les permitan ser competitivos en un medio donde el conocimiento es la clave para el desarrollo personal y profesional, todo sin dejar de lado la formación humanista, ética y ciudadana.
Lo más importante es que cualquiera que sea el modelo de educación (en línea, de “clúster”, el experimental, el de asociación, etc.), las IES están llamadas a comprender que su misión está más allá de una mirada pragmática y apostar por una formación que permita el desarrollo de los anhelos profundos de sentido de vida. Que la dinámica formativa lleve a un mayor compromiso ciudadano de los graduados y estudiantes, porque solo la participación en la vida de las comunidades y regiones de una manera informada, comprometida y constructiva podrá ayudar al cumplimento de un ideal de desarrollo sostenible y de bien común para todos.
Hace algunos días llegó a mis manos un informe de The economist Intelligence Unit (the EIU), brazo de investigación de The Economist Group, editor de The economist, respecto a un tema que en el actual contexto del servicio de la educación superior se convierte en un insumo importante para dimensionar lo que significa la innovación en perspectiva educativa, a propósito de las nuevas escuelas de pensamiento y los modelos innovadores para ofrecer este servicio educativo. El estudio fue patrocinado por la Fundación Qatar y los hallazgos se basan en una serie de entrevistas realizadas a finales de 2019 y en una revisión de una literatura al respecto por parte de expertos investigadores en el área.
La pregunta inicial del estudio se concentra en: ¿Cuál debe ser el propósito fundamental del quehacer de las instituciones de educación superior (IES)? ¿Están llamadas las IES a formar con garantía los aprendizajes de los estudiantes y futuros graduados que se requieren para el mundo del trabajo de hoy? ¿La tarea de las IES es garantizar la generación de un conocimiento que permita las apuestas de desarrollo de ciencia, tecnología e innovación? Todo esto y más: ¿es tarea de las IES? Finalmente, las presiones desde diversas perspectivas retan a todas las instituciones de educación a plantearse y responder las preguntas de qué enseñar y cómo hacerlo.
En este sentido, el estudio nos coloca en una profundización de los modelos que deben contener las definiciones o conceptualizaciones de lo que una IES está llamada a ser y poder responder a los momentos de contextos que vive la sociedad: la de la “nueva normalidad”. El desafío es poder configurar ese nuevo modelo de educación superior que impacte en el desarrollo humano y social integral de las personas.
Somos conscientes de los impactos que en el corto, mediano y largo plazo nos ha traído la emergencia sanitaria en términos de capacitación efectiva a través de programas y cursos alusivos a estos (calidad); de igual manera, en la perspectiva de precios de matrículas también han existido desafíos dada la presión de los estudiantes exigiendo alivios o las becas para el pago de la admisión, y también desde el punto de vista de las capacidades tecnológicas y de conectividad hay retos que hacen más compleja la tarea. Todas estas consecuencias, que, aunque preexistentes y sistémicas en el sector de la educación superior, llaman a una toma de conciencia más radical de las IES en su manera de concretar sus modos de entregar sus servicios educativos, para que estos redunden en aprendizajes de sus estudiantes y en el fortalecimiento de su comunidad académica a través del conocimiento generado.
Hoy, de una manera más exigente, la mirada de un estudiante y de su familia está puesta en cuál es el tipo de educación que requiere obtener los elementos de formación que les permitan ser competitivos en un medio donde el conocimiento es la clave para el desarrollo personal y profesional, todo sin dejar de lado la formación humanista, ética y ciudadana.
Lo más importante es que cualquiera que sea el modelo de educación (en línea, de “clúster”, el experimental, el de asociación, etc.), las IES están llamadas a comprender que su misión está más allá de una mirada pragmática y apostar por una formación que permita el desarrollo de los anhelos profundos de sentido de vida. Que la dinámica formativa lleve a un mayor compromiso ciudadano de los graduados y estudiantes, porque solo la participación en la vida de las comunidades y regiones de una manera informada, comprometida y constructiva podrá ayudar al cumplimento de un ideal de desarrollo sostenible y de bien común para todos.