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Desde 1950 cuando el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg reveló que había encontrado una zona en la pared interior de la vagina que bajo un estímulo adecuado lograba desencadenar orgasmos extremos e incluso en serie, la búsqueda del punto G, como se nombró, se convirtió en la obsesión de millones de hombres.
En el largo camino de rastreo de esa estructura biológica femenina, los científicos decidieron explorar también la anatomía masculina. Y fue entonces, cuando los doctores John Perry y Beverly Whipple dijeron haber descubierto en los varones una zona que otorga similar explosión de placer.}
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En ellas, se ha dicho durante 60 años, ese extraño espacio de éxtasis estaría ubicado en la parte posterior del hueso púbico y el cérvix a lo largo de la uretra. En su libro La Ciencia del Orgasmo, Whipple detalla: “No es un órgano particular, sino una zona rugosa, que se encuentra aproximadamente a cinco centímetros de la entrada de la vagina, en la pared frente a la vejiga” y cuenta la forma de estimularlo.
¿Dónde queda y cómo encontrar el punto G?
El de ellos, según los médicos, no es ni más ni menos que la próstata, un órgano glandular, de tamaño similar al de una nuez, que se encuentra debajo de la vejiga y delante del recto. Llegar a él, sin embargo, no es tarea fácil. “Se tiene que explorar la zona anal para llegar a la próstata, una zona con muchas terminaciones nerviosas que con una suave caricia puede provocar una buena erección”, explica la uróloga Vanessa Serrano.
Agrega la especialista que los masajes deben realizarse desde la periferia hasta la zona central y que es posible que este movimiento provoque una contracción del músculo que rodea la próstata, lo que intensifica el placer masculino. “Esas contracciones despiertan de un modo reflejo otros músculos de la zona como vesículas seminales, recto y pene, que desencadenan sensaciones muy placenteras”, dice Serrano.
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A pesar de toda la literatura plagada de testimonios que garantizan un “placer indescriptible”, son muy pocos los hombres que permiten que sus parejas exploren esa zona. “Se encuentra ubicada cerca del ano y culturalmente está mal visto tocar ahí, pues se relaciona directamente con la pérdida de masculinidad. El hombre colombiano es reacio a experimentar esos placeres”, explica el sexólogo Javier Fernández.
El pudor masculino
Pero esto no solo se limita a los nacionales. Un estudio realizado en el Reino Unido y Estados Unidos reveló que solamente un 10% de los encuestados está dispuesto a buscar su punto G. El 88% confesó que no creía en la existencia de dicho lugar.
“Muchas veces cuando los hombres vienen al proctólogo para el examen rectal y se les palpa la próstata se producen eyaculaciones espontáneas, por la estimulación del llamado punto G masculino”, asegura el sexólogo Fernando González, quien con un tono muy comprensivo dice: “Esto causa mucha vergüenza en los hombres, que no saben el por qué de esa reacción. Sencillamente, es un reflejo muscular que se provoca en la zona, una reacción física sin ningún contenido erótico”.
Para la psicóloga y sexóloga uruguaya, Miranda Suárez, son pocas las personas que han encontrado su punto G. “Llevo años de consulta y muy poca gente confiesa haber encontrado ese lugar, creo que es porque cada persona es un mundo diferente y todos podríamos tener mil puntos o no tener ninguno”, explicó, al tiempo que nos remite a un artículo publicado por la revista Journal of Sexual Medicine (JSM) que tira a la basura años de investigaciones y búsqueda.
“Del punto G no hay ni rastro”, concluyen investigadores consultados por la revista. Según Michael Karling, psicólogo del King’s College de Londres, es bastante irresponsable asegurar que existe dicha zona y presionar a miles de hombres y mujeres que piensan que no alcanzan el clímax por la ausencia de dicho punto.
“El sexo no tiene puntos, tiene sentidos, olores, sensaciones… El punto G es como un extraterrestre sexual, un OVNI: todos hablan de él, algunos dicen haberlo encontrado, pero no hay evidencias de su existencia”, concluye.