Psychobilly, la reencarnación de Elvis
El psychobilly es una mezcla entre rock and roll, música country y punk. En el país, los escasos seguidores han comenzado a aumentar. Esta cultura evoca la estética de los años 50 y le añade elementos oscuros y terroríficos.
Diego Alejandro Alarcón
Los transeúntes que pasan por la esquina del barrio Chapinero de Bogotá, en la que Maximiliano Domínguez espera de pie, miran al joven con extrañeza. Llaman la atención sus zapatos, de cuero blanco y negro, de punta achatada y suelas altas. A su look se le suma un copete frondoso arriba de la frente. Aunque a primera vista pareciera estar siguiendo la imagen de Elvis, su pantalón entubado, la camiseta negra de estampados y la chaqueta de cuero lo hacen lucir mucho más cercano al punk.
La espera termina cuando Nicolás Rivero, amigo de Domínguez, llega a recogerlo en un carro. Su aspecto también es llamativo: en sus pies lleva puestas unas botas texanas de color negro, la hebilla de su cinturón es un águila grande con las alas abiertas, y su corte de pelo es más radical que el de su compañero. Además de conservar el copete, Nicolás optó por afeitar el resto de su cabeza.
Montados en el vehículo, los dos jóvenes se dirigen hacia una casa del barrio San Luis, donde vive Jaime Torres, el único miembro que hace falta para reunir a los tres Helldogs.
Los Helldogs son una banda de psychobilly, un género musical en el cual se mezclan los ritmos y la estética de varias corrientes. Se conservan los zapatos cocacolos y el peinado del rock and roll. El country aporta las botas texanas y las hebillas grandes. Por último, el punk da el toque negro y rebelde con pantalones entubados y chaquetas de cuero.
Ya sentados en la sala de la casa de Jaime, los tres revelan sus profesiones. Nicolás, de 23 años, es el baterista y acaba de graduarse como publicista. Maximiliano, de 25, cantante y guitarrista, es operador de audio. Y el dueño de casa, Jaime Torres, es un ingeniero de 27 añosque en el grupo se dedica a tocar el contrabajo.
Según ellos, los seguidores colombianos del psychobilly son pocos. Sin embargo, se precian de ser los pioneros del movimiento en la escena local, y de acuerdo con sus afirmaciones, de dos años para acá el interés ha aumentado bastante y los adeptos se van sumando lentamente.
Descifrando el psychobilly
Tratando de explicar el surgimiento de la tendencia psychobilly, los Helldogs comienzan a hacer un relato conjunto hasta que, finalmente, la historia parece quedar clara.
El psychobilly es una estética y un género musical que nació en Inglaterra entre finales de los años 70 y comienzos de los 80. Su aparición fue producto de mezclas. El rock and roll y la imagen de Elvis se unieron a la música country en la década de los 50 dando origen al rockabilly. Este género fue adoptado por una banda inglesa llamada The Meteors, encabezada por Paul Fenech, quien optó por incluir en su música elementos representativos de la ya establecida cultura punk y osó bautizar su nueva propuesta con el nombre de ‘Psychobilly’.
Jaime, enfrente del computador en uno de los costados de la sala, busca en internet videos de The Meteors para ejemplificar que la idea de Fenech era la de oscurecer un poco la estética y la cultura del rockabilly. Según él, el músico creyó que el
toque agresivo del rock y el punk era el mejor camino, aunque con una estricta exigencia: estaba prohibido hablar de política y de religión. Por esa razón, el género comenzó a incluir en sus líricas temas terroríficos representados en las películas de horror de entonces (Halloween, las andanzas sangrientas de Freddie Kruger, zombies, calaveras, entre otras), y el llamado cine clase B americano, de muy bajo presupuesto.
“Michael Myers está de vuelta otra vez, con todos sus problemas y trayendo todo el sufrimiento. Anda sin consciencia, mente ni razón. Él odia a la humanidad”. Ese es un ejemplo, un fragmento de una canción de The Meteors en la que se cuenta la historia de Michael Myers, el célebre asesino de la saga Halloween.
La imagen psychobilly también vino acompañada de toda una onda retro en donde se mostraba admiración por los carros antiguos modificados con motores de mayor potencia y diseños de coloridos fuertes, una forma ruda de presentar los automóviles que también se extendió al terreno de las motocicletas.
Los tres jóvenes se lamentan de los contratiempos que tienen que afrontar los psychobillies criollos para conseguir su indumentaria. El primer problema es que viven en una cultura que todavía no ha desembarcado en Colombia. Por ejemplo, a estas alturas del siglo XXI, conseguir un par de zapatos cocacolos en una tienda o en un centro comercial es poco menos que imposible. La única salida que les queda es el encargo de mercancías por internet, y es así como han logrado recolectar sus artilugios.
Lo mismo sucede con cosas pequeñas como el wax, la gomina que usan para acicalarse el cabello. En Estados Unidos, un tarro cuesta aproximadamente cinco dólares, pero después de acarrear con todos los gastos de envío, la suma, en moneda colombiana, asciende a los 35 mil pesos. Por si fuera poco, no basta con importarlo, pues su componente graso es tan alto que para retirarlo con agua se necesita un champú especial vegetal que tampoco existe en la ciudad.
Sin embargo, más allá de las complicaciones, los Helldogs se mantienen firmes en su posición de pioneros, a pesar de que las adversidades en ocasiones les hagan más difícil su idea de ser psychobillies. “No se consiguen los accesorios, no hay buen rock en las rocolas, no hay carros de época en los autódromos y nadie arregla un carro al estilo 50. Y si alguien lo hace, no se conecta con la cultura. Todo eso dificulta que la gente se interese en esto”, explica Nicolás Rivero.
¿Tribu urbana?
Cuando Jaime, Nicolás y Maximiliano escuchan el término ‘tribu urbana’, guardan cierto recelo. “Generalmente, al referirse a tribus urbanas se entiende una especie de rivalidad entre subculturas radicales que más parece una guerra de pandillas. En ese sentido, no lo somos. Pero si pensáramos en que simplemente es el seguimiento a una estética que no tiene enemigos, ni metaleros, ni punkeros, ni raperos, ni skinheads, entonces sí se podría hablar de tribu”.
Concuerdan en que su subcultura es abierta y tolerante. No hay que ser un psychobilly de imagen para poder disfrutar la música. Quizás en lo único que son radicales es en exigir respeto de las demás tribus hacia ellos, no sólo hablando de conflictos, sino de no invasión de su movimiento. “No queremos escuchar a alguien decir que se inventó un ‘ska-billy’ o algo
por el estilo. El psychobilly es uno solo. Somos los primeros en incursionar en esto y por eso queremos que la gente que se sume, lo haga de la mejor manera, como debe ser, sin violencia ni significados trascendentales. Es un gusto por la estética, las canciones y nada más”, son las exigencias de Jaime.
Maximiliano sostiene que dicha corriente tiene numerosos adeptos en Europa y en Estados Unidos. No obstante, si se compara con los fanáticos de otras tendencias mucho más arraigadas, se sigue hablando de una minoría. Él atribuye la causa a algo sencillo: “Los jóvenes generalmente tienden a identificarse con una línea política, o se es de derecha o se es de izquierda, y tratan de refugiarse en corrientes afines a su pensamiento. El psychobilly, en cambio, es diversión pura”.
La palabra ‘psychobilly’
La primera vez que en el mundo se escuchó el término ‘psychobilly’, fue gracias a Jhonny Cash, el símbolo más representativo de la música Country estadounidense.
En una canción, titulada One piece at a time, compuesta por Wayne Kemp, se hablaba de un Cadillac antiguo de los años 50 equipado con un motor 20 años más moderno y otros accesorios. El relato cuenta que un vaquero decidió emprender un viaje en el vehículo, pero en plena carretera, distraído por el atractivo del automovil, se le acabó la gasolina.
Después de analizar cada una de las partes de la máquina, aquel hombre concluyó que ese carro debería ser apodado “Psychobilly Cadillac”, dando a entender que mezclaba la locura con la vaquería.
Posteriormente, en Inglaterra, fue Paul Fenech quien utilizó la palabra para fundar su propio género musical. Su idea era la misma, pero hablando en términos musicales. ‘Psycho’ (locura), se refería a la rebeldía del punk, y el ‘Billy’, lo extrajo del rockabilly, un ritmo que le encantaba pero que consideraba muy suave y poco rudo.
Pin-up girls, carros y contrabajo
Las mujeres que adoptan la tendencia psychobilly están influenciadas por el estilo de las pin-up girls o chicas de calendario de los años 40 y 50. Mujeres que posaban ante los lentes antiguos con vestidos de baño de piezas grandes en marcos llenos de coquetería y seducción.
Estas modelos, generalmente correspondían a los llamados “chicos malos” que tenían carros lujosos y modificados de la época: Chevrolets, Cadillacs, Packards, Chryslers y Buicks de chasises enormes, motores poderosos y pinturas agresivas.
El instrumento musical psychobilly por excelencia es el contrabajo. La explicación se debe únicamente a la búsqueda de Paul Fenech, el padre del psychobilly, por una diferenciación de los demás géneros. Sin embargo, este estilo musical le debe mucho a ese mastodonte de cuatro cuerdas. El sello particular del ritmo lo entrega la forma de tocarlo, un estilo que en el argot musical se conoce como ‘slap’ y consiste en golpear las cuerdas en vez de hacerlas vibrar de la forma tradicional, algo que no se puede obtener, con la misma fuerza, en un bajo eléctrico convencional.
Los transeúntes que pasan por la esquina del barrio Chapinero de Bogotá, en la que Maximiliano Domínguez espera de pie, miran al joven con extrañeza. Llaman la atención sus zapatos, de cuero blanco y negro, de punta achatada y suelas altas. A su look se le suma un copete frondoso arriba de la frente. Aunque a primera vista pareciera estar siguiendo la imagen de Elvis, su pantalón entubado, la camiseta negra de estampados y la chaqueta de cuero lo hacen lucir mucho más cercano al punk.
La espera termina cuando Nicolás Rivero, amigo de Domínguez, llega a recogerlo en un carro. Su aspecto también es llamativo: en sus pies lleva puestas unas botas texanas de color negro, la hebilla de su cinturón es un águila grande con las alas abiertas, y su corte de pelo es más radical que el de su compañero. Además de conservar el copete, Nicolás optó por afeitar el resto de su cabeza.
Montados en el vehículo, los dos jóvenes se dirigen hacia una casa del barrio San Luis, donde vive Jaime Torres, el único miembro que hace falta para reunir a los tres Helldogs.
Los Helldogs son una banda de psychobilly, un género musical en el cual se mezclan los ritmos y la estética de varias corrientes. Se conservan los zapatos cocacolos y el peinado del rock and roll. El country aporta las botas texanas y las hebillas grandes. Por último, el punk da el toque negro y rebelde con pantalones entubados y chaquetas de cuero.
Ya sentados en la sala de la casa de Jaime, los tres revelan sus profesiones. Nicolás, de 23 años, es el baterista y acaba de graduarse como publicista. Maximiliano, de 25, cantante y guitarrista, es operador de audio. Y el dueño de casa, Jaime Torres, es un ingeniero de 27 añosque en el grupo se dedica a tocar el contrabajo.
Según ellos, los seguidores colombianos del psychobilly son pocos. Sin embargo, se precian de ser los pioneros del movimiento en la escena local, y de acuerdo con sus afirmaciones, de dos años para acá el interés ha aumentado bastante y los adeptos se van sumando lentamente.
Descifrando el psychobilly
Tratando de explicar el surgimiento de la tendencia psychobilly, los Helldogs comienzan a hacer un relato conjunto hasta que, finalmente, la historia parece quedar clara.
El psychobilly es una estética y un género musical que nació en Inglaterra entre finales de los años 70 y comienzos de los 80. Su aparición fue producto de mezclas. El rock and roll y la imagen de Elvis se unieron a la música country en la década de los 50 dando origen al rockabilly. Este género fue adoptado por una banda inglesa llamada The Meteors, encabezada por Paul Fenech, quien optó por incluir en su música elementos representativos de la ya establecida cultura punk y osó bautizar su nueva propuesta con el nombre de ‘Psychobilly’.
Jaime, enfrente del computador en uno de los costados de la sala, busca en internet videos de The Meteors para ejemplificar que la idea de Fenech era la de oscurecer un poco la estética y la cultura del rockabilly. Según él, el músico creyó que el
toque agresivo del rock y el punk era el mejor camino, aunque con una estricta exigencia: estaba prohibido hablar de política y de religión. Por esa razón, el género comenzó a incluir en sus líricas temas terroríficos representados en las películas de horror de entonces (Halloween, las andanzas sangrientas de Freddie Kruger, zombies, calaveras, entre otras), y el llamado cine clase B americano, de muy bajo presupuesto.
“Michael Myers está de vuelta otra vez, con todos sus problemas y trayendo todo el sufrimiento. Anda sin consciencia, mente ni razón. Él odia a la humanidad”. Ese es un ejemplo, un fragmento de una canción de The Meteors en la que se cuenta la historia de Michael Myers, el célebre asesino de la saga Halloween.
La imagen psychobilly también vino acompañada de toda una onda retro en donde se mostraba admiración por los carros antiguos modificados con motores de mayor potencia y diseños de coloridos fuertes, una forma ruda de presentar los automóviles que también se extendió al terreno de las motocicletas.
Los tres jóvenes se lamentan de los contratiempos que tienen que afrontar los psychobillies criollos para conseguir su indumentaria. El primer problema es que viven en una cultura que todavía no ha desembarcado en Colombia. Por ejemplo, a estas alturas del siglo XXI, conseguir un par de zapatos cocacolos en una tienda o en un centro comercial es poco menos que imposible. La única salida que les queda es el encargo de mercancías por internet, y es así como han logrado recolectar sus artilugios.
Lo mismo sucede con cosas pequeñas como el wax, la gomina que usan para acicalarse el cabello. En Estados Unidos, un tarro cuesta aproximadamente cinco dólares, pero después de acarrear con todos los gastos de envío, la suma, en moneda colombiana, asciende a los 35 mil pesos. Por si fuera poco, no basta con importarlo, pues su componente graso es tan alto que para retirarlo con agua se necesita un champú especial vegetal que tampoco existe en la ciudad.
Sin embargo, más allá de las complicaciones, los Helldogs se mantienen firmes en su posición de pioneros, a pesar de que las adversidades en ocasiones les hagan más difícil su idea de ser psychobillies. “No se consiguen los accesorios, no hay buen rock en las rocolas, no hay carros de época en los autódromos y nadie arregla un carro al estilo 50. Y si alguien lo hace, no se conecta con la cultura. Todo eso dificulta que la gente se interese en esto”, explica Nicolás Rivero.
¿Tribu urbana?
Cuando Jaime, Nicolás y Maximiliano escuchan el término ‘tribu urbana’, guardan cierto recelo. “Generalmente, al referirse a tribus urbanas se entiende una especie de rivalidad entre subculturas radicales que más parece una guerra de pandillas. En ese sentido, no lo somos. Pero si pensáramos en que simplemente es el seguimiento a una estética que no tiene enemigos, ni metaleros, ni punkeros, ni raperos, ni skinheads, entonces sí se podría hablar de tribu”.
Concuerdan en que su subcultura es abierta y tolerante. No hay que ser un psychobilly de imagen para poder disfrutar la música. Quizás en lo único que son radicales es en exigir respeto de las demás tribus hacia ellos, no sólo hablando de conflictos, sino de no invasión de su movimiento. “No queremos escuchar a alguien decir que se inventó un ‘ska-billy’ o algo
por el estilo. El psychobilly es uno solo. Somos los primeros en incursionar en esto y por eso queremos que la gente que se sume, lo haga de la mejor manera, como debe ser, sin violencia ni significados trascendentales. Es un gusto por la estética, las canciones y nada más”, son las exigencias de Jaime.
Maximiliano sostiene que dicha corriente tiene numerosos adeptos en Europa y en Estados Unidos. No obstante, si se compara con los fanáticos de otras tendencias mucho más arraigadas, se sigue hablando de una minoría. Él atribuye la causa a algo sencillo: “Los jóvenes generalmente tienden a identificarse con una línea política, o se es de derecha o se es de izquierda, y tratan de refugiarse en corrientes afines a su pensamiento. El psychobilly, en cambio, es diversión pura”.
La palabra ‘psychobilly’
La primera vez que en el mundo se escuchó el término ‘psychobilly’, fue gracias a Jhonny Cash, el símbolo más representativo de la música Country estadounidense.
En una canción, titulada One piece at a time, compuesta por Wayne Kemp, se hablaba de un Cadillac antiguo de los años 50 equipado con un motor 20 años más moderno y otros accesorios. El relato cuenta que un vaquero decidió emprender un viaje en el vehículo, pero en plena carretera, distraído por el atractivo del automovil, se le acabó la gasolina.
Después de analizar cada una de las partes de la máquina, aquel hombre concluyó que ese carro debería ser apodado “Psychobilly Cadillac”, dando a entender que mezclaba la locura con la vaquería.
Posteriormente, en Inglaterra, fue Paul Fenech quien utilizó la palabra para fundar su propio género musical. Su idea era la misma, pero hablando en términos musicales. ‘Psycho’ (locura), se refería a la rebeldía del punk, y el ‘Billy’, lo extrajo del rockabilly, un ritmo que le encantaba pero que consideraba muy suave y poco rudo.
Pin-up girls, carros y contrabajo
Las mujeres que adoptan la tendencia psychobilly están influenciadas por el estilo de las pin-up girls o chicas de calendario de los años 40 y 50. Mujeres que posaban ante los lentes antiguos con vestidos de baño de piezas grandes en marcos llenos de coquetería y seducción.
Estas modelos, generalmente correspondían a los llamados “chicos malos” que tenían carros lujosos y modificados de la época: Chevrolets, Cadillacs, Packards, Chryslers y Buicks de chasises enormes, motores poderosos y pinturas agresivas.
El instrumento musical psychobilly por excelencia es el contrabajo. La explicación se debe únicamente a la búsqueda de Paul Fenech, el padre del psychobilly, por una diferenciación de los demás géneros. Sin embargo, este estilo musical le debe mucho a ese mastodonte de cuatro cuerdas. El sello particular del ritmo lo entrega la forma de tocarlo, un estilo que en el argot musical se conoce como ‘slap’ y consiste en golpear las cuerdas en vez de hacerlas vibrar de la forma tradicional, algo que no se puede obtener, con la misma fuerza, en un bajo eléctrico convencional.