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La tan humana costumbre de usar nombres de animales para agredir a las demás personas es una de esas viejas prácticas que hay que acabar cuanto antes. Un reflejo del aire de superioridad que ha llevado a los humanos, también animales, a creer que están por encima de absolutamente todo en el mundo que habitan, como si no hubiese pruebas suficientes de la interdependencia de las especies y la necesidad de caminar hacia posturas cada vez más respetuosas con la naturaleza.
Colombia y su “humor” animal.
Un alcalde escribe en redes sociales, como Twitter, que sus contradictores políticos son “gallinas”. Una periodista no baja de “lagarto” a un colega al que grita sin descanso en plena entrevista. A los policías en las marchas del año pasado no paraban de gritarles “cerdos” con la intención de significar que no merecen aprecio y a algún expresidente le dijeron lo mismo, pero para recordarle cómo lo dibujan ciertos caricaturistas.
Y no solo pasa en política.
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El que se equivoca es burro y quien roba es una rata. Y si se equivoca y roba es rata de dos patas. Habla de más el sapo, no es de fiar el alacrán y hay que matar culebras o nos comerá el caimán.
¿Por qué esa agresión desde el lenguaje y con claro irrespeto a las personas y a los animales? Dicen que algunos pelean como perros y gatos, que se dan el abrazo del oso y luego caen como buitres tras algún beneficio. Que hay personas más peligrosas que una anaconda y que a las tatacoas es mejor ni arrimarse.
¿Cuántas veces ha usado o validado usted expresiones de este tipo? Antes de contestar que ninguna, piense en los chistes de familia, o los de la empresa en la que trabaja. O en los lugares que frecuenta. Por ejemplo, ¿le gusta el fútbol? Si es así, ha de identificar en medio de ese maravilloso universo que - como diría Javier Marías- nos devuelve a la infancia en cada fecha, al verdadero reino de los apodos o remoquetes y, por ende, del irrespeto entre jugadores, aficionados y periodistas. El chigüiro, la rata, la rana, el perro, el león, el aguilucho y tantos más hacen parte de ese mundo.
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Tenga en cuenta que muchas veces los apodos son usados para burlarse de características físicas de las personas y que por muy tierno que lo pronuncie, hay un mensaje implícito cada vez que le dice ballena o zancudo a alguien.
Los animales no pueden quejarse por ello y esa debe ser la razón por la cual esta reprochable práctica sigue en boga, pero en varios países ya se comienza a avivar el debate sobre por qué no está bien usar los nombres de otras especies para denominar y agredir a personas. Eso ni les hace justicia a los animales, ni es respetuoso con las personas aludidas.
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En otras palabras, es una práctica violenta. Y hay ejemplos que lo demuestran con mayor contundencia que otros. Como cuando, en un pasado no muy lejano, ciertos grupos sociales usaban el nombre de algún animal para referirse a las personas LGBTI. Más reciente aún es el vergonzoso caso que, por cierto, derivó en anuncios de investigación formal de la justicia contra la agresora- en el que una simpatizante del uribismo apareció en un video diciendo que la vicepresidenta de la República, Francia Márquez, no tenía derecho a hacer parte del gobierno “porque es un simio”.
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Son prácticas y comportamientos que hay que desaprender cuanto antes porque también suelen estar acompañados de una carga de discriminación. Por cualquier cosa: por nivel socioeconómico, por región de procedencia, por el lugar en que se habita, por raza. ¡Por género! Una cosa es que al tipo promiscuo le digan perro, zorro, lobo o gato y otra es que conviertan las expresiones al femenino en un caso similar. El poder de la palabra, dirían los expertos.
Mientras al hombre que es “perro” se le ve en ciertos contextos con aire de éxito o hasta de grandeza, a la perra, que es la mujer que está con más hombres, se le denigra y se le juzga.
¿Quiénes protestan por el uso de nombres de animales para insultar?
No es un debate nuevo. En otras partes del mundo ya se había planteado y cuestionado el uso de animales como insultos. Según una cita del 2017 del medio El Español a la Asociación SVF, Ser Vegan es Fácil, el ser humano también hace parte del reino animal y no se debería utilizar a los animales como objetos, desde utensilios clínicos hasta, en este caso, insultos.
“Todos los seres capaces de sentir -seres con consciencia-, humanos o no humanos, tienen el derecho básico de no ser explotados como una propiedad o un recurso”, mencionó la Asociación SVF.
En el 2021, PETA, Personas por el Trato Ético de los Animales, criticó el uso de palabras como “Gallina” para denotar cobardía, o “rata” para hablar de un ladrón. Señalan que utilizar estas expresiones en el lenguaje solo ayuda a darle más fuerza a la idea de que los animales son seres inferiores a los humanos.
Uso de animales para destacar virtudes
Es natural para el ser humano nombrar las cosas, objetos y seres a su alrededor para referirse a hechos y acontecimientos, eso hace que el lenguaje crezca y evolucione.
En la jerga que se utiliza coloquialmente también están presentes los animales para denotar cosas positivas. Al de buenos reflejos se le dice “abeja” o “águila”, al que ve una oportunidad económica en cualquier momento se le dice que tiene “mente de tiburón”, al que después de un accidente grave sale ileso se le dice que tuvo “suerte de gato”.
Es importante analizar de manera crítica el lenguaje que se usa a diario y como este influye en cómo vemos el mundo a nivel social.
El debate está abierto. Es algo que se debería plantear constantemente como las discusiones sobre el lenguaje cuando se habla en clave de derechos humanos, de la guerra, de la comunidad LGBTIQ+ y, desde hace algún tiempo, sobre feminismo. El lenguaje cambia constantemente, se va adaptando a las necesidades del hablante y al entorno en el que se mueve. ¿Qué otros cambios harán falta por estos días?