Una y mil guerras de Víctor Carranza
No es la primera vez que el zar de las esmeraldas afronta la violencia. Ha sobrevivido a varios hechos de la guerra verde.
Redacción Judicial
La pregunta obligada hoy en el Meta es: ¿quién atentó contra el zar de las esmeraldas Víctor Carranza Niño en el kilómetro 24 de la vía que une a los municipios de Puerto Gaitán y Puerto López? Unos dicen que detrás del ataque perpetrado hacia las nueve de la noche del pasado sábado podría estar Daniel El Loco Barrera. Otros dicen que se está desatando una disputa por tierras. Lo cierto es que la acción criminal puso una vez más en evidencia a uno de los personajes más enigmáticos de la historia reciente.
Nacido el 8 de octubre de 1935 en Guateque (Boyacá), desde su juventud Carranza Niño ha estado asociado con la historia de la explotación esmeraldífera en el occidente del departamento. Según los especializados en el tema, su nombre apareció por primera vez hacia 1961 como uno de los beneficiarios de la mina de Peñas Blancas, ubicada entre los municipios de Muzo y Quípama. Para la época, esta región de país ya comenzaba a ser el epicentro de una confrontación armada entre bandas delincuenciales.
Primero fueron los hermanos Efraín y Valentín González, quienes consolidaron su poder a sangre y fuego. Después vino la leyenda negra de Humberto El Ganzo Ariza, quien también impuso la ley con el poder de su revólver. Durante varios años, las labores de guaqueo en las minas de esmeraldas derivaron en una violencia selectiva que se llamó la “Guerra Verde”. Muchos nombres quedaron registrados como agresivos contendientes, mientras el Estado buscaba la forma de legalizar la actividad.
Francisco (Pacho) Vargas, José Ruperto Córdoba Mariño, conocido como El Colmillo, Carlos Murcia Chaparro, alias El Garbanzo, o Luis Murcia Chaparro, alias El Pequinés, formaron parte de esta terrible lista. Según el escritor Perdo Claver Téllez, en su libro La guerra verde, hacia 1964, el presidente Guillermo León Valencia divulgó una investigación judicial, en la cual reseñó a varios individuos como gestores de la violencia en el occidente de Boyacá. Entre los nombres apareció el de Víctor Carranza.
En julio de 1973, el gobierno de Misael Pastrana Borrero optó por cerrar las minas y abrir una licitación pública para su explotación legal. Tres empresas fueron beneficiarias de la concesión: Esmeracol, a la cual le correspondieron las minas de Coscuez; Coexminas, que se hizo cargo de las vetas de Peñas Blancas, y Tecminas, que se hizo cargo de la explotación en el sector de Quípama. En esta última empresa sumaron sus intereses los nuevos zares del negocio y sobrevivientes de la primera guerra: Gilberto Molina Moreno y Víctor Carranza Niño.
Aunque la violencia no se extinguió completamente, sí sobrevino una etapa de relativo control en la zona minera. No obstante, a mediados de los años 80, la guerra volvió a convulsionar la zona. Esta vez por un nuevo factor de desestabilización: el narcotráfico. El detonante de la crisis fue la presencia de un nuevo actor del negocio: José Gonzalo Rodríguez Gacha, quien inicialmente fue socio y amigo de Gilberto Molina y sus pares, pero después se transformó en su peor enemigo y con los días, su verdugo.
La segunda guerra verde arrancó hacia 1985, y para finales de la década ya había dejado centenares de víctimas. El peor momento se desató a comienzos de 1989, cuando hombres de Rodríguez Gacha, más conocido como El Mejicano, asesinaron a Gilberto Molina y más de 20 de sus guardaespaldas, en una masacre perpetrada en Sasaima (Cundinamarca). A partir de ese momento quedó claro que si uno de los contendientes era El Mejicano, el otro era, ni más ni menos, que el ya conocido zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño.
La guerra llegó hasta Bogotá y durante sucesivas semanas de 1989, los principales bienes y algunos familiares de Carranza fueron blanco de los ataques terroristas de El Mejicano. La sede de Tecminas fue atacada con explosivos. La misma suerte corrió su empresa Ganaderías Nare. Un sobrino y el contador de algunos de sus negocios cayeron en la arremetida de Rodríguez Gacha. El zar de las esmeraldas sobrevivió, pero empezaron sus dilemas con el poder judicial, en especial en el Meta.
Para la época, Carranza había situado su centro de actividades en Puerto López (Meta), y a esa región llegaron las autoridades para probar que el polémico esmeraldero estaba también vinculado con las actividades del paramilitarismo. Gracias a las delaciones de un individuo conocido con el alias de Travolta, el DAS descubrió varias fosas comunes con cadáveres de personas asesinadas, y durante varios meses Carranza tuvo que dar explicaciones a la justicia sobre los macabros hallazgos.
Con el paso del tiempo y en razón al fallo absolutorio de una jueza del Meta, quien después fue destituida, Carranza fue absuelto de cargos. Entonces aprovechó la situación para convertirse en el promotor de un proceso de paz para el occidente de Boyacá. Con el apoyo y mediación del obispo de Chiquinquirá, monseñor Álvaro Jarro Tobos, se abrió paso el acuerdo de paz, cuyo pacto final se suscribió en 1990, en la sede de la empresa Tecminas, ubicada en el municipio de Muzo, también en Boyacá.
Sobrevino un nuevo momento de desahogo para el polémico Carranza, tiempo durante el cual se dio a conocer como un exitoso exportador y promotor de la bolsa mundial de esmeraldas. No obstante, hacia 1993, por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito, narcotráfico y conformación de grupos paramilitares, nuevamente fue requerido por la Fiscalía General de la Nación. En menos de un año ya había saldado su problema y nuevamente era un apreciado negociante invitado a acreditadas reuniones de carácter empresarial.
A finales de diciembre de 1997, esta vez a petición de un fiscal de Barranquilla, por tercera vez Víctor Carranza fue cobijado con una orden de captura, esta vez por el presunto delito de conformación de grupos de justicia privada en el Cesar. El 24 de febrero de 1998 fue detenido al nororiente de Bogotá y permaneció privado de la libertad hasta diciembre de 2001. Catorce meses después, un juzgado lo absolvió de todo cargo, medida que fue respaldada por el Tribunal de Bogotá en marzo de 2004.
Enseñado a las guerras y a las confrontaciones judiciales, Carranza decidió demandar al Estado. El pasado 7 de mayo de 2008, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dio la razón y condenó a la Fiscalía por la privación injusta de su libertad. A la espera de un fallo en el Consejo de Estado para dejar saldada su situación jurídica, por donde menos lo esperaba, a Carranza le apareció un nuevo acusador, esta vez, el jefe paramilitar Freddy Rendón, alias El Alemán, quien lo sindicó de patrocinar grupos paramilitares.
Además, El Alemán aseguró que Carranza se reunió varias veces con Carlos Castaño y que, hacia 2001, a través del esmeraldero Yesid Nieto, asesinado tiempo después, se determinó la creación de un bloque en Boyacá, que ayudaron a financiar los comerciantes de esmeraldas. Casi de inmediato, Carranza salió a desmentir las acusaciones y se declaró dispuesto a comparecer incluso ante las autoridades de Estados Unidos para aclarar su situación judicial, de nuevo en entredicho.
De esto hace a penas un mes. Pero este fin de semana, el nombre del zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño, vuelve a aparecer en un violento escenario. Esta vez en calidad de víctima. Dos de sus escoltas perdieron la vida y según las autoridades se utilizó un carro tanque de transporte de petróleo para facilitar la acción. Las autoridades recaudan pruebas y tratan de establecer qué factores nuevos están reencauchando la violencia en esta zona del Meta. ¿Está empezando una nueva guerra verde? Todo está por verse y aclararse.
¿Un asesinato en el exterior que crea secuelas en Colombia?
El 17 de octubre de 2007, en Guatemala, fue asesinado Yesid Nieto, un próspero comerciante de esmeraldas que se había consolidado como el nuevo zar del negocio. A partir de ese asesinato se han registrado otros episodios similares, incluso en la capital de la República. Se cree que el asesinato de Nieto es el detonante de la nueva violencia que se vive en el interior de esta actividad comercial.
Recientemente, Víctor Carranza aseguró que Yesid Nieto sólo llevó problemas al sector porque introdujo la corriente del narcotráfico. Hasta comentó que él mismo lo denunció y entregó pruebas a las autoridades de la región donde estaban localizados los cultivos ilícitos, materia prima de la nueva incursión del narcotráfico en el comercio de las esmeraldas.
Sobre Yesid Nieto, alias ‘El Alemán’ aseguró que fue uno de los promotores para la incursión del paramilitarismo en Boyacá. Hoy las autoridades tratan de relacionar lo sucedido el pasado fin de semana entre Puerto Gaitán y Puerto López, en el departamento del Meta, con el imperio ilegal que quiso consolidar Nieto.
La pregunta obligada hoy en el Meta es: ¿quién atentó contra el zar de las esmeraldas Víctor Carranza Niño en el kilómetro 24 de la vía que une a los municipios de Puerto Gaitán y Puerto López? Unos dicen que detrás del ataque perpetrado hacia las nueve de la noche del pasado sábado podría estar Daniel El Loco Barrera. Otros dicen que se está desatando una disputa por tierras. Lo cierto es que la acción criminal puso una vez más en evidencia a uno de los personajes más enigmáticos de la historia reciente.
Nacido el 8 de octubre de 1935 en Guateque (Boyacá), desde su juventud Carranza Niño ha estado asociado con la historia de la explotación esmeraldífera en el occidente del departamento. Según los especializados en el tema, su nombre apareció por primera vez hacia 1961 como uno de los beneficiarios de la mina de Peñas Blancas, ubicada entre los municipios de Muzo y Quípama. Para la época, esta región de país ya comenzaba a ser el epicentro de una confrontación armada entre bandas delincuenciales.
Primero fueron los hermanos Efraín y Valentín González, quienes consolidaron su poder a sangre y fuego. Después vino la leyenda negra de Humberto El Ganzo Ariza, quien también impuso la ley con el poder de su revólver. Durante varios años, las labores de guaqueo en las minas de esmeraldas derivaron en una violencia selectiva que se llamó la “Guerra Verde”. Muchos nombres quedaron registrados como agresivos contendientes, mientras el Estado buscaba la forma de legalizar la actividad.
Francisco (Pacho) Vargas, José Ruperto Córdoba Mariño, conocido como El Colmillo, Carlos Murcia Chaparro, alias El Garbanzo, o Luis Murcia Chaparro, alias El Pequinés, formaron parte de esta terrible lista. Según el escritor Perdo Claver Téllez, en su libro La guerra verde, hacia 1964, el presidente Guillermo León Valencia divulgó una investigación judicial, en la cual reseñó a varios individuos como gestores de la violencia en el occidente de Boyacá. Entre los nombres apareció el de Víctor Carranza.
En julio de 1973, el gobierno de Misael Pastrana Borrero optó por cerrar las minas y abrir una licitación pública para su explotación legal. Tres empresas fueron beneficiarias de la concesión: Esmeracol, a la cual le correspondieron las minas de Coscuez; Coexminas, que se hizo cargo de las vetas de Peñas Blancas, y Tecminas, que se hizo cargo de la explotación en el sector de Quípama. En esta última empresa sumaron sus intereses los nuevos zares del negocio y sobrevivientes de la primera guerra: Gilberto Molina Moreno y Víctor Carranza Niño.
Aunque la violencia no se extinguió completamente, sí sobrevino una etapa de relativo control en la zona minera. No obstante, a mediados de los años 80, la guerra volvió a convulsionar la zona. Esta vez por un nuevo factor de desestabilización: el narcotráfico. El detonante de la crisis fue la presencia de un nuevo actor del negocio: José Gonzalo Rodríguez Gacha, quien inicialmente fue socio y amigo de Gilberto Molina y sus pares, pero después se transformó en su peor enemigo y con los días, su verdugo.
La segunda guerra verde arrancó hacia 1985, y para finales de la década ya había dejado centenares de víctimas. El peor momento se desató a comienzos de 1989, cuando hombres de Rodríguez Gacha, más conocido como El Mejicano, asesinaron a Gilberto Molina y más de 20 de sus guardaespaldas, en una masacre perpetrada en Sasaima (Cundinamarca). A partir de ese momento quedó claro que si uno de los contendientes era El Mejicano, el otro era, ni más ni menos, que el ya conocido zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño.
La guerra llegó hasta Bogotá y durante sucesivas semanas de 1989, los principales bienes y algunos familiares de Carranza fueron blanco de los ataques terroristas de El Mejicano. La sede de Tecminas fue atacada con explosivos. La misma suerte corrió su empresa Ganaderías Nare. Un sobrino y el contador de algunos de sus negocios cayeron en la arremetida de Rodríguez Gacha. El zar de las esmeraldas sobrevivió, pero empezaron sus dilemas con el poder judicial, en especial en el Meta.
Para la época, Carranza había situado su centro de actividades en Puerto López (Meta), y a esa región llegaron las autoridades para probar que el polémico esmeraldero estaba también vinculado con las actividades del paramilitarismo. Gracias a las delaciones de un individuo conocido con el alias de Travolta, el DAS descubrió varias fosas comunes con cadáveres de personas asesinadas, y durante varios meses Carranza tuvo que dar explicaciones a la justicia sobre los macabros hallazgos.
Con el paso del tiempo y en razón al fallo absolutorio de una jueza del Meta, quien después fue destituida, Carranza fue absuelto de cargos. Entonces aprovechó la situación para convertirse en el promotor de un proceso de paz para el occidente de Boyacá. Con el apoyo y mediación del obispo de Chiquinquirá, monseñor Álvaro Jarro Tobos, se abrió paso el acuerdo de paz, cuyo pacto final se suscribió en 1990, en la sede de la empresa Tecminas, ubicada en el municipio de Muzo, también en Boyacá.
Sobrevino un nuevo momento de desahogo para el polémico Carranza, tiempo durante el cual se dio a conocer como un exitoso exportador y promotor de la bolsa mundial de esmeraldas. No obstante, hacia 1993, por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito, narcotráfico y conformación de grupos paramilitares, nuevamente fue requerido por la Fiscalía General de la Nación. En menos de un año ya había saldado su problema y nuevamente era un apreciado negociante invitado a acreditadas reuniones de carácter empresarial.
A finales de diciembre de 1997, esta vez a petición de un fiscal de Barranquilla, por tercera vez Víctor Carranza fue cobijado con una orden de captura, esta vez por el presunto delito de conformación de grupos de justicia privada en el Cesar. El 24 de febrero de 1998 fue detenido al nororiente de Bogotá y permaneció privado de la libertad hasta diciembre de 2001. Catorce meses después, un juzgado lo absolvió de todo cargo, medida que fue respaldada por el Tribunal de Bogotá en marzo de 2004.
Enseñado a las guerras y a las confrontaciones judiciales, Carranza decidió demandar al Estado. El pasado 7 de mayo de 2008, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dio la razón y condenó a la Fiscalía por la privación injusta de su libertad. A la espera de un fallo en el Consejo de Estado para dejar saldada su situación jurídica, por donde menos lo esperaba, a Carranza le apareció un nuevo acusador, esta vez, el jefe paramilitar Freddy Rendón, alias El Alemán, quien lo sindicó de patrocinar grupos paramilitares.
Además, El Alemán aseguró que Carranza se reunió varias veces con Carlos Castaño y que, hacia 2001, a través del esmeraldero Yesid Nieto, asesinado tiempo después, se determinó la creación de un bloque en Boyacá, que ayudaron a financiar los comerciantes de esmeraldas. Casi de inmediato, Carranza salió a desmentir las acusaciones y se declaró dispuesto a comparecer incluso ante las autoridades de Estados Unidos para aclarar su situación judicial, de nuevo en entredicho.
De esto hace a penas un mes. Pero este fin de semana, el nombre del zar de las esmeraldas, Víctor Carranza Niño, vuelve a aparecer en un violento escenario. Esta vez en calidad de víctima. Dos de sus escoltas perdieron la vida y según las autoridades se utilizó un carro tanque de transporte de petróleo para facilitar la acción. Las autoridades recaudan pruebas y tratan de establecer qué factores nuevos están reencauchando la violencia en esta zona del Meta. ¿Está empezando una nueva guerra verde? Todo está por verse y aclararse.
¿Un asesinato en el exterior que crea secuelas en Colombia?
El 17 de octubre de 2007, en Guatemala, fue asesinado Yesid Nieto, un próspero comerciante de esmeraldas que se había consolidado como el nuevo zar del negocio. A partir de ese asesinato se han registrado otros episodios similares, incluso en la capital de la República. Se cree que el asesinato de Nieto es el detonante de la nueva violencia que se vive en el interior de esta actividad comercial.
Recientemente, Víctor Carranza aseguró que Yesid Nieto sólo llevó problemas al sector porque introdujo la corriente del narcotráfico. Hasta comentó que él mismo lo denunció y entregó pruebas a las autoridades de la región donde estaban localizados los cultivos ilícitos, materia prima de la nueva incursión del narcotráfico en el comercio de las esmeraldas.
Sobre Yesid Nieto, alias ‘El Alemán’ aseguró que fue uno de los promotores para la incursión del paramilitarismo en Boyacá. Hoy las autoridades tratan de relacionar lo sucedido el pasado fin de semana entre Puerto Gaitán y Puerto López, en el departamento del Meta, con el imperio ilegal que quiso consolidar Nieto.