Violencia intrafamiliar: medidas urgentes y creativas para enfrentar “la otra pandemia”
La propagación del coronavirus y por el consecuente confinamiento y aislamiento social, requiere, como problema de salud pública, una atención estructural a estos casos.
Juana Salamanca*-Especial para El Espectador
La violencia intrafamiliar, exacerbada como lo dicen las estadísticas por la propagación del Coronavirus y por el consecuente confinamiento y aislamiento social, requiere, como problema de salud pública, una atención estructural urgente, más allá de los ‘pañitos de agua tibia’ que se intentan aplicar.
Porque la pandemia de la violencia intrafamiliar, devastadora como la peor peste, viene afectando nuestra vida social desde los principios de la historia, sin que sus orígenes profundos y complejos hayan sido objeto de estudio como base para erradicar la enfermedad de raíz.
Así lo expone la profesora de Derecho Civil del Externado de Colombia, Natalia Rueda, en su artículo “La otra pandemia: el maltrato intrafamiliar en tiempos de Covid-19 en Colombia o de cómo la respuesta autoinmune del derecho no siempre es efectiva”, incluido en la publicación Ensayos de la Revista de Derecho Privado N° 3: “Vulnerabilidad, solidaridad y pandemia. Algunas reflexiones desde el derecho civil”, que acaba de publicar la editorial de la Universidad Externado de Colombia..
Sostiene la profesora Rueda que “la magnitud y los efectos de la violencia intrafamiliar hacen posible un parangón (no desproporcionado) con la pandemia por Covid-19, con el agravante de que las medidas que han adoptado los distintos gobiernos para contener la propagación del virus sars-CoV-2 constituyen un factor de riesgo para el aumento de casos de maltrato; y que, mientras que el Covid-19 en algún momento desaparecerá o la ciencia encontrará un tratamiento que permita hacerle frente, la violencia intrafamiliar y el maltrato seguirán estando a la orden del día, siempre que los Estados continúen adoptando estrategias de atención no integrales”.
La autora señala las dificultades que enfrentan las víctimas en un entorno de confinamiento por la pandemia y señala cómo para ellas denunciar a quien las agrede se convierte en algo prácticamente imposible. Y todo ello se da en medio de una familia idealizada como el núcleo social que hay que defender a toda costa y en cuyo favor se sacrifican sus miembros. En nuestro medio por lo general la familia s, principalmente, una estructura de carácter patriarcal y autoritario, en la que no es posible el desarrollo autónomo de la personalidad de los miembros, especialmente las mujeres y los hijos y en la que, al amparo de la privacidad, se ejerce la violencia física y psicológica y se violan los derechos fundamentales de los integrantes.
Añade que en la familia ocurre “una nueva y sofisticada forma de ‘invisibilización’ del sujeto, quien en virtud de su pertenencia al grupo está llamado a la tolerancia de actos que, si provinieran de terceros no pertenecientes al grupo, serían objeto de reproche, pero que en virtud de su proveniencia desde el interior del grupo producen mayor perplejidad e inmovilidad. Y la violencia se justifica como un factor que contribuye a la educación vía ‘corrección’ de los individuos”.
Al dar una mirada al fenómeno de la violencia en la familia, la profesora Rueda sostiene que, más allá del maltrato que se ejerce contra la mujer, existen otros maltratos incluso menos visibles, como los que se imponen a los niños, a los adultos mayores, a las personas en condición de discapacidad o a las minorías.
Alternativas novedosas y creativas: ¿atención al agresor?
El fenómeno desbordado del maltrato al interior de la familia, tendría que mirarse fundamentalmente desde una perspectiva de prevención: en ese orden de ideas la autora propone nuevas posibilidades como la de ofrecer programas de atención psicosocial al agresor.
Habla la autora de la posibilidad de que los agresores reciban atención integral que les permita no solo recibir apoyo psicosocial, sino también reconstruir y superar sus propios prejuicios basados en los estereotipos de género y en los mitos románticos y refiere experiencias nacionales e internacionales, que han ensayado los centros de atención al maltratador, donde se hace acompañamiento grupal a hombres violentos con el apoyo de especialistas de distintas disciplinas, para atender sus necesidades psicosociales, pero también para trabajar en la superación de las causas estructurales de la violencia, con resultados muy positivos.
“Esto ocurre, porque la violencia es más que un golpe, es más que una violación; y los agresores son personas comunes y corrientes, no sólo es una cuestión de depravados locos. Por eso debemos comenzar a considerarlos como personas de carne y hueso, como nosotros, educados como nosotros en una cultura de tolerancia a la violencia y de estereotipos, por eso es que empeoran las cifras de violencia durante el confinamiento”, explica, y menciona otra vía interesante: la responsabilidad civil por daños intrafamiliares, en virtud del principio de reparación integral, que propone en otro estudio.
El enfoque poco explorado hacia los agresores por parte de las autoridades colombianas, puede redundar en menores costos sociales y económicos y se puede traducir en una medida para atacar las causas estructurales de la violencia. Esto sería importante, porque hoy está demostrado que la violencia intrafamiliar es, al mismo tiempo, causa y efecto de la violencia y el maltrato intrafamiliar futuros, bien porque se sufra de manera directa, bien porque se sea testigo de agresiones a otros familiares.
“La violencia intrafamiliar es el eje de un engranaje perverso en el que pueden quedar atrapados, tanto víctimas como agresores, destinados a repetir un ciclo infinito y perverso”.
Al insistir en la necesidad de perspectivas integrales para atender esta pandemia, la profesora Rueda opina que en razón a que las medidas promulgadas por el Gobierno para el asunto de la violencia intrafamiliar son de emergencia, muy poco contribuyen a atacar un problema que se arraiga en la cultura de nuestra sociedad y que ha trascendido los tiempos.
“Así, aun previendo medidas de confinamiento, si las respuestas estatales consideraran el problema de la violencia estructural y los enfoques diferenciales de género, edad y discapacidad, podrían ofrecer una ruta de atención que interviniera sobre las causas y no sobre los efectos del maltrato, pues la intervención sobre los efectos, por más eficaz que sea, será siempre tardía.
Adicionalmente, la consideración y tratamiento de la violencia intrafamiliar y del maltrato como un problema de salud pública podría conducir a la elaboración de una política pública integral y nacional que permita comprometer a todos los actores sociales a hacer frente a esta pandemia”.
Algunos datos de violencia intrafamiliar en Colombia en tiempos de Coronavirus
· Luego de tres semanas de aislamiento preventivo obligatorio se registró un aumento del 142% del número de llamadas para señalar hechos de violencia intrafamiliar, según cifras del Observatorio Colombiano de las Mujeres.
· Entre el 24 de marzo y el 11 de abril de 2020, la línea 144 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar registró un total de 4845 solicitudes de atención a niños, niñas y adolescentes.
*Editora de la Oficina de Comunicaciones de la Universidad Externado de Colombia
La violencia intrafamiliar, exacerbada como lo dicen las estadísticas por la propagación del Coronavirus y por el consecuente confinamiento y aislamiento social, requiere, como problema de salud pública, una atención estructural urgente, más allá de los ‘pañitos de agua tibia’ que se intentan aplicar.
Porque la pandemia de la violencia intrafamiliar, devastadora como la peor peste, viene afectando nuestra vida social desde los principios de la historia, sin que sus orígenes profundos y complejos hayan sido objeto de estudio como base para erradicar la enfermedad de raíz.
Así lo expone la profesora de Derecho Civil del Externado de Colombia, Natalia Rueda, en su artículo “La otra pandemia: el maltrato intrafamiliar en tiempos de Covid-19 en Colombia o de cómo la respuesta autoinmune del derecho no siempre es efectiva”, incluido en la publicación Ensayos de la Revista de Derecho Privado N° 3: “Vulnerabilidad, solidaridad y pandemia. Algunas reflexiones desde el derecho civil”, que acaba de publicar la editorial de la Universidad Externado de Colombia..
Sostiene la profesora Rueda que “la magnitud y los efectos de la violencia intrafamiliar hacen posible un parangón (no desproporcionado) con la pandemia por Covid-19, con el agravante de que las medidas que han adoptado los distintos gobiernos para contener la propagación del virus sars-CoV-2 constituyen un factor de riesgo para el aumento de casos de maltrato; y que, mientras que el Covid-19 en algún momento desaparecerá o la ciencia encontrará un tratamiento que permita hacerle frente, la violencia intrafamiliar y el maltrato seguirán estando a la orden del día, siempre que los Estados continúen adoptando estrategias de atención no integrales”.
La autora señala las dificultades que enfrentan las víctimas en un entorno de confinamiento por la pandemia y señala cómo para ellas denunciar a quien las agrede se convierte en algo prácticamente imposible. Y todo ello se da en medio de una familia idealizada como el núcleo social que hay que defender a toda costa y en cuyo favor se sacrifican sus miembros. En nuestro medio por lo general la familia s, principalmente, una estructura de carácter patriarcal y autoritario, en la que no es posible el desarrollo autónomo de la personalidad de los miembros, especialmente las mujeres y los hijos y en la que, al amparo de la privacidad, se ejerce la violencia física y psicológica y se violan los derechos fundamentales de los integrantes.
Añade que en la familia ocurre “una nueva y sofisticada forma de ‘invisibilización’ del sujeto, quien en virtud de su pertenencia al grupo está llamado a la tolerancia de actos que, si provinieran de terceros no pertenecientes al grupo, serían objeto de reproche, pero que en virtud de su proveniencia desde el interior del grupo producen mayor perplejidad e inmovilidad. Y la violencia se justifica como un factor que contribuye a la educación vía ‘corrección’ de los individuos”.
Al dar una mirada al fenómeno de la violencia en la familia, la profesora Rueda sostiene que, más allá del maltrato que se ejerce contra la mujer, existen otros maltratos incluso menos visibles, como los que se imponen a los niños, a los adultos mayores, a las personas en condición de discapacidad o a las minorías.
Alternativas novedosas y creativas: ¿atención al agresor?
El fenómeno desbordado del maltrato al interior de la familia, tendría que mirarse fundamentalmente desde una perspectiva de prevención: en ese orden de ideas la autora propone nuevas posibilidades como la de ofrecer programas de atención psicosocial al agresor.
Habla la autora de la posibilidad de que los agresores reciban atención integral que les permita no solo recibir apoyo psicosocial, sino también reconstruir y superar sus propios prejuicios basados en los estereotipos de género y en los mitos románticos y refiere experiencias nacionales e internacionales, que han ensayado los centros de atención al maltratador, donde se hace acompañamiento grupal a hombres violentos con el apoyo de especialistas de distintas disciplinas, para atender sus necesidades psicosociales, pero también para trabajar en la superación de las causas estructurales de la violencia, con resultados muy positivos.
“Esto ocurre, porque la violencia es más que un golpe, es más que una violación; y los agresores son personas comunes y corrientes, no sólo es una cuestión de depravados locos. Por eso debemos comenzar a considerarlos como personas de carne y hueso, como nosotros, educados como nosotros en una cultura de tolerancia a la violencia y de estereotipos, por eso es que empeoran las cifras de violencia durante el confinamiento”, explica, y menciona otra vía interesante: la responsabilidad civil por daños intrafamiliares, en virtud del principio de reparación integral, que propone en otro estudio.
El enfoque poco explorado hacia los agresores por parte de las autoridades colombianas, puede redundar en menores costos sociales y económicos y se puede traducir en una medida para atacar las causas estructurales de la violencia. Esto sería importante, porque hoy está demostrado que la violencia intrafamiliar es, al mismo tiempo, causa y efecto de la violencia y el maltrato intrafamiliar futuros, bien porque se sufra de manera directa, bien porque se sea testigo de agresiones a otros familiares.
“La violencia intrafamiliar es el eje de un engranaje perverso en el que pueden quedar atrapados, tanto víctimas como agresores, destinados a repetir un ciclo infinito y perverso”.
Al insistir en la necesidad de perspectivas integrales para atender esta pandemia, la profesora Rueda opina que en razón a que las medidas promulgadas por el Gobierno para el asunto de la violencia intrafamiliar son de emergencia, muy poco contribuyen a atacar un problema que se arraiga en la cultura de nuestra sociedad y que ha trascendido los tiempos.
“Así, aun previendo medidas de confinamiento, si las respuestas estatales consideraran el problema de la violencia estructural y los enfoques diferenciales de género, edad y discapacidad, podrían ofrecer una ruta de atención que interviniera sobre las causas y no sobre los efectos del maltrato, pues la intervención sobre los efectos, por más eficaz que sea, será siempre tardía.
Adicionalmente, la consideración y tratamiento de la violencia intrafamiliar y del maltrato como un problema de salud pública podría conducir a la elaboración de una política pública integral y nacional que permita comprometer a todos los actores sociales a hacer frente a esta pandemia”.
Algunos datos de violencia intrafamiliar en Colombia en tiempos de Coronavirus
· Luego de tres semanas de aislamiento preventivo obligatorio se registró un aumento del 142% del número de llamadas para señalar hechos de violencia intrafamiliar, según cifras del Observatorio Colombiano de las Mujeres.
· Entre el 24 de marzo y el 11 de abril de 2020, la línea 144 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar registró un total de 4845 solicitudes de atención a niños, niñas y adolescentes.
*Editora de la Oficina de Comunicaciones de la Universidad Externado de Colombia