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                                                                                                                                Wikileaks: 10% de las tierras en Colombia son de narcos o 'paras'

                                                                                                                                El crítico panorama de la posesión rural en el país es el retrato de un cable Wikileaks de 2007.

                                                                                                                                El Espectador

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Un alto funcionario del Incoder comentó en la Embajada que la iniciativa del Gobierno era acelerar la distribución de tierras y fomentar el uso de las áreas productivas. No obstante, recogiendo las opiniones de los sectores de oposición, el informe a Washington precisó que, desde esta última óptica, lo único que iba a suceder era que los paramilitares iban a legalizar sus tierras y luego se iba a forzar a los indígenas y afrocolombianos a comprarlas. Otra fuente del Incoder rechazó este punto de vista asegurando que las tierras de estas comunidades estaban protegidas constitucionalmente y no podían ser vendidas.

                                                                                                                                El cable incluyó además un diagnóstico del Banco Mundial,
                                                                                                                                en el que quedó manifiesto que la inequidad de la posesión de la tierra en Colombia había aumentado significativamente en los últimos 20 años. Y esa evidencia, según la fuente, tenía como sustento la compra de tierras por parte de grupos de narcotraficantes y la venta de esos mismos predios a grupos armados ilegales. El cálculo de posesión ilegal de la tierra podía alcanzar el 4 ó 5% del área total de la propiedad rural en Colombia, es decir, cerca de 4,5 millones de hectáreas en manos ilegales. Difícilmente la ley en trámite podía resolver este grave dilema.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Según el informe diplomático, el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora) ha sido el programa más ambicioso hasta la fecha. Pero ante la perspectiva de una nueva iniciativa en la materia, el cable incluyó las observaciones del Banco Mundial y de la agencia norteamericana USAID, porque los proyectos no eran escogidos con análisis técnicos y económicos, tampoco habían implementado un proceso efectivo para desarrollar proyectos de restitución de tierras y, en la práctica, habían cambiado los valores reales de la tierra porque los propietarios podían pedir lo que quisieran.

                                                                                                                                La visión norteamericana era realmente pesimista. El cable detalló cómo habían crecido las compras de predios en zonas rurales en la Costa Atlántica por parte del paramilitarismo, a tal punto que en el computador confiscado al jefe paramilitar Jorge 40 se había encontrado información sobre compra de tierras entre los 2,5 y los 5 millones de hectáreas. Un caso parecido de adquisición de tierra por vía ilegal había quedado en evidencia en la Costa Pacífica, donde los paramilitares estaban desplazando a las comunidades afrocolombianas con el propósito de desarrollar plantaciones de palma africana.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No obstante, el reporte a Washington dejó constancia de que devolver las tierras adquiridas de manera ilegal a sus verdaderos dueños iba a ser muy difícil por la falta de títulos legales. Y que, además, ya era manifiesto el miedo de los campesinos de aceptar tierras por parte del Gobierno porque los dueños anteriores podían vengarse con el propósito de recobrar esos bienes. Como lo manifestó el citado sacerdote Fernán González, el fenómeno de la ilegalidad en la propiedad rural ha seguido vigente por la falta de presencia activa del Estado y por ausencia de una reforma agraria que entregue títulos a los campesinos.

                                                                                                                                En medio de las dudas sobre el proyecto de ley de desarrollo rural que entonces se tramitaba en el Congreso, no sólo por sus dificultades inherentes sino porque el organismo encargado de implementarla, el Incoder, había sido blanco de presunta corrupción e incluso se había relacionado a un exdirector por sus supuestos nexos con los grupos paramilitares, la Embajada de Estados Unidos dejó constancia de su pesimismo. En esencia, por los enormes obstáculos para hacer cumplir la Constitución y la ley respecto a los derechos a la propiedad rural de  indígenas,  campesinos y  afrodescendientes.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Reforma agraria, una deuda histórica

                                                                                                                                Desde la Independencia en 1819, la posesión de tierras representa un dilema para el Estado y la sociedad colombiana. Por eso no han faltado  iniciativas por una reforma agraria integral. En el siglo XIX, ese ideal llegó con las reformas sociales en el gobierno de José Hilario López, entre 1849 y 1853.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Un alto funcionario del Incoder comentó en la Embajada que la iniciativa del Gobierno era acelerar la distribución de tierras y fomentar el uso de las áreas productivas. No obstante, recogiendo las opiniones de los sectores de oposición, el informe a Washington precisó que, desde esta última óptica, lo único que iba a suceder era que los paramilitares iban a legalizar sus tierras y luego se iba a forzar a los indígenas y afrocolombianos a comprarlas. Otra fuente del Incoder rechazó este punto de vista asegurando que las tierras de estas comunidades estaban protegidas constitucionalmente y no podían ser vendidas.

                                                                                                                                El cable incluyó además un diagnóstico del Banco Mundial,
                                                                                                                                en el que quedó manifiesto que la inequidad de la posesión de la tierra en Colombia había aumentado significativamente en los últimos 20 años. Y esa evidencia, según la fuente, tenía como sustento la compra de tierras por parte de grupos de narcotraficantes y la venta de esos mismos predios a grupos armados ilegales. El cálculo de posesión ilegal de la tierra podía alcanzar el 4 ó 5% del área total de la propiedad rural en Colombia, es decir, cerca de 4,5 millones de hectáreas en manos ilegales. Difícilmente la ley en trámite podía resolver este grave dilema.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Según el informe diplomático, el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora) ha sido el programa más ambicioso hasta la fecha. Pero ante la perspectiva de una nueva iniciativa en la materia, el cable incluyó las observaciones del Banco Mundial y de la agencia norteamericana USAID, porque los proyectos no eran escogidos con análisis técnicos y económicos, tampoco habían implementado un proceso efectivo para desarrollar proyectos de restitución de tierras y, en la práctica, habían cambiado los valores reales de la tierra porque los propietarios podían pedir lo que quisieran.

                                                                                                                                La visión norteamericana era realmente pesimista. El cable detalló cómo habían crecido las compras de predios en zonas rurales en la Costa Atlántica por parte del paramilitarismo, a tal punto que en el computador confiscado al jefe paramilitar Jorge 40 se había encontrado información sobre compra de tierras entre los 2,5 y los 5 millones de hectáreas. Un caso parecido de adquisición de tierra por vía ilegal había quedado en evidencia en la Costa Pacífica, donde los paramilitares estaban desplazando a las comunidades afrocolombianas con el propósito de desarrollar plantaciones de palma africana.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No obstante, el reporte a Washington dejó constancia de que devolver las tierras adquiridas de manera ilegal a sus verdaderos dueños iba a ser muy difícil por la falta de títulos legales. Y que, además, ya era manifiesto el miedo de los campesinos de aceptar tierras por parte del Gobierno porque los dueños anteriores podían vengarse con el propósito de recobrar esos bienes. Como lo manifestó el citado sacerdote Fernán González, el fenómeno de la ilegalidad en la propiedad rural ha seguido vigente por la falta de presencia activa del Estado y por ausencia de una reforma agraria que entregue títulos a los campesinos.

                                                                                                                                En medio de las dudas sobre el proyecto de ley de desarrollo rural que entonces se tramitaba en el Congreso, no sólo por sus dificultades inherentes sino porque el organismo encargado de implementarla, el Incoder, había sido blanco de presunta corrupción e incluso se había relacionado a un exdirector por sus supuestos nexos con los grupos paramilitares, la Embajada de Estados Unidos dejó constancia de su pesimismo. En esencia, por los enormes obstáculos para hacer cumplir la Constitución y la ley respecto a los derechos a la propiedad rural de  indígenas,  campesinos y  afrodescendientes.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Reforma agraria, una deuda histórica

                                                                                                                                Desde la Independencia en 1819, la posesión de tierras representa un dilema para el Estado y la sociedad colombiana. Por eso no han faltado  iniciativas por una reforma agraria integral. En el siglo XIX, ese ideal llegó con las reformas sociales en el gobierno de José Hilario López, entre 1849 y 1853.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Por El Espectador

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