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Hay una frase que suele repetir António Guterres, secretario General de la ONU, en distintos escenarios y que ha ganado popularidad. Esta mañana, con motivo del Día Internacional de la Biodiversidad, la volvió a escribir desde su cuenta de Twitter: “La humanidad está librando una guerra contra la naturaleza y todos perderemos si no logramos la paz con el planeta”. Aunque el lenguaje bélico de la frase puede generar algo de ruido, lo cierto es que sus palabras están cargas de fundamento.
Hacia finales del 2018 un grupo de expertos, entre los que se encontraban científicos de varias organizaciones como Wildlife Conservation Society (WCS) y The Nature Conservancy (TNC), advirtieron que más del 77% de los ecosistemas terrestres y el 87% de los océanos del mundo han sido transformados por las actividades humanas. Un año después, en el 2019, la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (Ipbes) presentó una advertencia igual de impactante: de los ocho millones de especies de animales y vegetales que se han reportado en el planeta, un millón están amenazadas. Y el año pasado el Informe Plantea Vivo, liderado por WWF, con el cual se busca tener datos anuales sobre el estado de la naturaleza reiteró que su destrucción viene siendo catastrófica, pues las poblaciones de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles de la Tierra se han reducido un 68% desde 1970.
Estudios e informes como estos habrá cientos más, pero todos apuntan a lo mismo: a que la perdida de biodiversidad, que no incluye solo animales y plantas, sino ecosistemas enteros y diversidad genética, está alcanzado picos.
Las razones de por qué está ocurriendo esto, además, no son desconocidas y tienen que ver con la actividad humana. “Hay causas directas e indirectas”, comenta Cristián Samper, director de WCS. Las directas, enumeradas por grado de impacto, son la transformación de hábitat; la sobreexplotación de algunas especies, sobre todo en el mar; el cambio climático, que impactará más a las altas montañas; la contaminación y las especies invasoras. “Pero detrás de esto hay temas sociales y económicos, inequidad en tenencia de la tierra que es lo que hay que atacar si queremos detener la pérdida de biodiversidad”.
En Colombia, un país que lleva en sus billetes retratos de Caño Cristales, y dibujos de frailejones, y en sus monedas está esculpida la tortuga caguama, no se escapa del todo de a este escenario. “Aunque no se puede hablar de una cifra concentra, porque es muy cuantificarlo exactamente, sí hay unos estudios que dan pistas”, comenta José Manuel Ochoa, coordinador del programa Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad del Instituto Humboldt.
Se sabe, por ejemplo, que había 58.312 especies registradas para el 2020, pero esto no quiere decir que sean todas, pues parte del reto sobre el tema es que quizá nunca llegaremos a conocer todas las plantas, animales y microrganismo que habitan en Colombia. Es más, algunos se podrán incluso extinguir sin que jamás hayan sido registrados por un ojo humano.
Pero una idea de lo que está pasando en Colombia a nivel de pérdida de biodiversidad, comenta Ochoa, lo puede dar el indicador de especies en la Lista Roja. Se trata de un índice que busca categorizar los grupos de especie para conocer qué tanto se ha ganado o perdido. Si está más cerca al 1 la preocupación por su extensión es menor, mientras que si llega al 0 significa que todas las especies están extintas. Para el 2015 el indicador de todos los grupos era de 0.455. Pero hay que ponerle perspectiva, pues para el año 1982 el indicador era de 0.984. A nivel local también estamos perdiendo biodiversidad.
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¿Cómo ponernos metas de reducción de pérdida de biodiversidad?
Es muy probable que, si sigue frecuentemente las noticias, sobre todo las de medio ambiente, en algún punto se haya encontrado con un dato del que se ha hablado reiterativamente en los últimos cinco años: que debemos mantener el aumento de la temperatura global de la Tierra por debajo de 1.5°C comparados con niveles pre industriales para evitar una catástrofe climática.
¿Pero cuántas especies o ecosistemas más podemos “darnos el lujo” de perder para hablar de una catástrofe de biodiversidad y con ello, de la propia sociedad humana? (Esto considerando, quizá genuinamente, que los datos que ya conocemos no dan aún para declarar esa emergencia).
La respuesta corta es que aún no lo sabemos. Una de las razones, cuenta Ochoa, es que es una tarea titánica, por no decir imposible, saber con certeza cuántas especies hay en el planeta. Y si no se puede hacer un diagnostico claro, pues es imposible hablar de porcentajes de pérdida que sean “seguros o no”. Lo segundo, y esto lo aclara Luis German Naranjo, director de conservación de WWF, es que podrían existir muchos indicadores que, además, no son fáciles de medir. Se puede, por ejemplo, pensar en conservar el hábitat de las especies o de hablar de una extinción cero, pero, ¿cómo se mide? Finalmente, Samper, de WCS, habla de otro reto y es que con la pérdida de biodiversidad no sucede como con el cambio climático, donde hay estrategias para capturar el carbono y mitigar las emisiones. “Como dijo Norman Myers la extinción es para siempre, una vez pierdes una especie la pierdes para siempre, no puedes recuperarla”.
Que los indicadores de biodiversidad sean tan difíciles de medir y cuantificar, agrega Naranjo, explica por qué cumplir las metas Aichi fue un fracaso. Hace ya diez años, en el 2010, los 196 países firmantes de la Convención de Diversidad Biológica (CBD) – entre los que se encuentra Colombia – se reunieron en Aichi, Japón, y se pusieron 20 metas que, esperaban, mitigaran la perdida de biodiversidad para 2020. Pero el intento no salió del todo bien. Un informe publicado por la misma ONU encontró que ninguna meta se logró del todo. De las 20, seis se lograron parcialmente y el resto, nada. Las que más avanzaron, entonces, fueron la 9, referente a especies invasoras; la 17, que buscaba emplear figuras de protección para el 17% de la tierra y el 10% del mar; la 16, que plantea un acceso a los recursos genéticos justo; la 17, que hablaba de políticas de biodiversidad; la 19, que buscaba mejores evaluaciones sobre el estado de la biodiversidad y la 20, que buscaba fortalecer los recursos financieros.
El año pasado, se suponía, los países debían encontrarse de nuevo para ponerse nuevas metas, lo que han bautizado como los compromisos pos-2020. Pero la pandemia lo impidió, por lo que la Convención fue aplazada para finales de este año en Kunmíng, China.
Las propuestas de qué nuevas metas poner sobre la mesa ya se empiezan a cocinar. La semana pasada, por ejemplo, lideres de más de 15 organizaciones de conservación publicaron un artículo científico, que aún no ha sido revisado por pares, poniendo que la meta global sea “positivo para la naturaleza a 2030”. ¿Cómo entenderlo?
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Si ponemos el escenario actual de la biodiversidad en una gráfica de función, en el que el que el eje Y pueden ser distintos indicadores, como reducción de deforestación o especies en amenaza, y en el eje X estén los años, la curva va en caída, de hecho, se están perdiendo especies. La propuesta, entonces, es que para 2030 sea neto positivo y, para 2050, ya se hable de una recuperación completa.
“Planteamos que necesitamos un futuro que no solo sea carbono neutral para 2050, sino positivo para la naturaleza”, dice Samper de WCS y uno de los autores del estudio. Claro, para lograr ese escenario se necesitan otros subindicadores que nos lleven por ese camino. El estudio propone prvenir la extinción de todas las especies amenazadas conocidas, proteger el 30% de las poblaciones tanto terrestres como nativas, recuperar el 20% de la vegetación en áreas transformadas y restaurar 350 millones de hectáreas de paisajes degradados y deforestados para 2030.
Colombia, con su gran evaluación de biodiversidad a punto de publicarse
“El país ha tenido un liderazgo y vocería en temas de biodiverdad que debe mantener”, cuenta Naranjo de WWF. “Otros países megadiversos, afines a Colombia, suelen poner atención a lo que decimos, hacemos o nos comprometemos”. De hecho, a mitad de año se hará la última reunión del Convenio sobre la Diversidad Biológica, en Cali, antes del encuentro oficial en China. Tanto para saber qué se va a decir en la ciudad colombiana, así como para que los negociadores llegan a China con una hoja de ruta clara sobre a lo que se puede comprometer o no Colombia en términos de biodiversidad, se publicará la Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos.
“Será la primera vez que habrá un informe así de detallado, pues para realizarla contamos con más de 100 expertos en distintas áreas que vienen trabajando desde el 2017 para recopilar toda la información que existe sobre el tema en más de 1.500 documentos desde 1997”, cuenta Rosario Gómez, coordinadora de la Evaluación.
Al igual que sucede cuando se habla de cambio climático, esta investigación presentará modelaciones de lo qué podrá suceder con la biodiversidad de Colombia de aquí al 2050 dependiendo de las decisiones que tomemos. “Se presentan escenarios optimistas, pero también muy críticos”, agrega.
Como curiosidades Gómez cuenta que Colombia será uno de los primeros cuatro países que presentará esta evaluación ante el Ipbes, junto a Vietnam, Camerún y Etiopia. Además, se tratará del único documento que le dedicará un capitulo entero a visibilizar cómo el conocimiento indígena ha preservado la biodiversidad e, incluso, nos ayudará a protegerla. “Queremos que los negociadores lleguen a China con un insumo científico y así sepan cómo y a qué comprometerse”.
Como lo han dicho los científicos, el mismo Ipbes, la pandemia del coronavirus ha sido solo una pequeña muestra de las crisis que enfrentaremos a futuro si no se detiene la pérdida de biodiversidad. En el 2021, ya con los estragos que deja el coronavirus y con unas negociaciones tan importantes cerca, Colombia debe dejar de ver la biodiversidad como un elemento que solo sirve para decorar sus billetes y monedas.