Aguacate hass, de un éxito en el Super Bowl a posible riesgo para un lorito colombiano
Este fruto, aclamado por nutricionistas y chefs, se ha convertido en un artículo clave para la agricultura colombiana. En 2021 el país exportó 99.000 toneladas por más de US$206 millones, pero su impacto ambiental está causando varias preguntas. Fuimos a Tolima para comprobar lo que sucede.
María Paula Lizarazo
En uno de sus incontables viajes, Alexander von Humbolt describió la palma de cera (Ceroxylon quindiuense) como “el bosque sobre el bosque”, tomando prestada la imagen de la novela francesa Pablo y Virginia, de Jacques Henri Bernardino de Saint-Pierre. Y en su Cosmos. Ensayo de una descripción física del universo, confesó que se conmovió al borde del llanto cuando vio las montañas inundadas de esta palma en lo que hoy es Colombia. También le ocurrió con la estepa de Asia.
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En uno de sus incontables viajes, Alexander von Humbolt describió la palma de cera (Ceroxylon quindiuense) como “el bosque sobre el bosque”, tomando prestada la imagen de la novela francesa Pablo y Virginia, de Jacques Henri Bernardino de Saint-Pierre. Y en su Cosmos. Ensayo de una descripción física del universo, confesó que se conmovió al borde del llanto cuando vio las montañas inundadas de esta palma en lo que hoy es Colombia. También le ocurrió con la estepa de Asia.
Esta icónica palma, que se encuentra distribuida en las tres cordilleras del país, tiene su mayor concentración en el sector de Toche, en Tolima, en donde se calcula que hay unos 600.000 individuos en 4.500 hectáreas. Muy cerca de allí, a poco más de una hora en carro, está el cañón de Anaime, en el municipio de Cajamarca. Entre las palmas que allí quedan en pie se halla uno de los dormideros del loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) más importantes de Colombia.
El loro orejiamarillo es una especie que hoy está catalogada como “vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, pero hace cinco años su situación era mucho más grave: estaba clasificado en la categoría de “estado crítico”. En 1998, con apoyo de la Fundación Loro Parque de España y en asocio con otras organizaciones, se inició un proyecto para garantizar la supervivencia de esta especie. Al siguiente año se identificaron 81 loros en Tolima y en 2001 hallaron 63 en Antioquia.
Diego Espitia, guía de aviturismo e investigador en campo de la ONG Fundación Muisca, cuenta que en 2018 se unió a un proceso de seguimiento de este loro en el cañón. “Mi labor consistía en hacer censos poblacionales y en verificar los nidos. En esas labores me comencé a dar cuenta de que la vocación de la región estaba cambiando en algunas fincas, donde estaban instalando algunos cultivos”, recuerda.
Lo que veía Espitia en sus observaciones en Cajamarca, apodada por algunos como la “despensa agrícola” por sus diferentes boom (desde granadilla hasta arracacha), eran cultivos de aguacate. En donde hasta hace unas décadas él veía hectáreas y hectáreas de palma de cera y luego pastizales de ganadería, hoy hay un mar de aguacate. Estas imágenes, que tomamos con dron desde la vereda La Cucuana hace dos semanas, muestra lo que ha sucedido en esas montañas en los últimos cinco años.
Cuando Espitia empezó a investigar el loro orejiamarillo, a Cajamarca llegó la multinacional Green SuperFood, dueña de la finca La Suiza, en la vereda Potosí. Así como La Suiza hay muchos más predios con cultivos de aguacate hass, como las fincas Costa Rica, El Placer, El Oso y La Martina.
Lo que le preocupa es que el único tronco en el que anida el loro orejiamarillo es el de la palma de cera, que están siendo reemplazados por cultivos de hass.
Eso también le inquieta a Nodier Vivas, biólogo de la Fundación Muisca e integrante del Comité Ambiental y Campesino de Cajamarca, porque entre la palma de cera y el loro orejiamarillo “hay una relación coevolutiva, donde los dos han evolucionado a la par. Pasado el siglo de edad de la palma los carpinteros vienen, buscan las palmas que están huecas y hacen los nidos. Y de esos nidos depende el loro”.
Espitia aclara, sin embargo, que por ahora es muy difícil establecer si esas transformaciones afectan el comportamiento del loro. Necesitan tiempo para comprender si puede ocurrir lo mismo que ha sucedido en los monitoreos de los últimos dos años. “Sí hemos encontrado cambios de comportamiento dentro del dormidero. Durante varios años tuvieron la misma zona donde llegaban a dormir y después de una intervención de las vías en el interior de las fincas cambiaron de zona. Necesitamos tiempo para ver si ese patrón se repite”.
En lo que pareciera la caída de una hilera de dominó en la que el monocultivo arrastra la palma y la palma al loro hay más preocupaciones. Los animales más pequeños -dice Vivas con el nevado del Tolima de fondo-, que dependen de espacios muy reducidos, ven sus ciclos de vida afectados. Entre los parches de palma que quedan “ya hay interrupciones de conectividad ecológica”.
Pero el aguacate hass, aclamado tanto por chefs como por nutricionistas, se ha convertido también en un producto muy valioso para la economía colombiana. Hoy, en nuestro país, hay más de 26.000 hectáreas cosechadas y los cultivos generan más de 64.000 empleos directos e indirectos. Solo en 2021 se exportaron cerca de 99.000 toneladas por un valor de más de US$206 millones.
La gran pregunta es si este fascinante y rentable fruto se puede cultivar de una manera que no ponga en aprietos la biodiversidad ni afecte su potencial económico.
Aguacate
Mientras que en la noche del Super Bowl todos estuvimos atentos a Rihanna, el Ministerio de Agricultura sacó pecho en un hilo de Twitter porque el guacamole que sirvieron en el estadio fue hecho con aguacates hass provenientes de Antioquia, Caldas, Risaralda, Valle del Cauca y, por supuesto, Tolima. Allí, de las 2.859 hectáreas que hay sembradas, la unidad adscrita a la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Rural (Umata) constata que unas 1.930 corresponden a Cajamarca, es decir, más del 67 %.
Para dimensionar el crecimiento que ha tenido este producto, basta darles una mirada a las cifras de la Corporación de Productores y Exportadores de Aguacate Hass de Colombia (Corpohass) y el Instituto Agropecuario Colombiano (ICA): solo entre 2020 y 2021 las exportaciones de aguacate hass de Tolima aumentaron en un 67,5 % y el área sembrada en un 51 %. Cerca de 511 toneladas salieron del departamento hacia otros países, como Países Bajos, Reino Unido, España y Estados Unidos.
“La pregunta es por qué los aguacateros están llegando a Colombia”, dice Róbinson Mejía, ingeniero forestal e integrante del Colectivo Socioambiental Juvenil de Cajamarca. Corpohass tiene una buena respuesta: las montañas tolimenses son un espacio ideal para estos cultivos, que requieren zonas en las que el agua pueda fluir a cada árbol o en donde “las condiciones del terreno permiten dispersar fácilmente los sistemas de riego”. Además, requieren un clima que garantice tanto suficientes precipitaciones como temperaturas templadas.
Actualmente, según Corpohass, el riego de estos cultivos se da exclusivamente por lluvias y no hay ningún sistema de riego. Y para que en Colombia se puedan realizar exportaciones, “se exigen certificaciones de buenas prácticas agropecuarias, como GlobalG.A.P. y Rainforest Alliance, que establecen acciones para garantizar la sostenibilidad desde todas sus dimensiones, sobre todo en el manejo de recursos naturales como el agua”, explica Corpohass. Además, de acuerdo con esa corporación, " el departamento no cuenta con ecosistemas estratégicos que se puedan afectar con la agricultura”.
Jorge Mario Vera Rodríguez, candidato a Ph.D. en planificación y manejo ambiental de cuencas hidrográficas y profesor de la Facultad de Ingeniería Forestal de la Universidad de Tolima, dice que el problema no es el aguacate, sino el modelo de producción basado en el monocultivo. Se trata, como lo define la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), de un patrón de cultivo en un terreno determinado en el que se desarrolla un solo cultivo.
De acuerdo con el profesor Vera, con el monocultivo “se exacerban los impactos negativos ecológicos de la fisiología de la planta” y se interrumpen procesos ecológicos del ecosistema, dejando los suelos con menos nutrientes.
En la “Estrategia de la FAO sobre el cambio climático”, publicada en 2017, se pueden encontrar otros desafíos que genera este tipo de cultivo. Según el documento, conllevan la disminución de la resiliencia de los ecosistemas agrícolas y los medios de vida.
Para Vera, incluso, no es una buena idea comparar el impacto ambiental que produce la ganadería que hubo en Cajamarca con los monocultivos, algo que suelen hacer quienes cultivan aguacate. “Es muy interesante cómo en nombre del cambio climático se legitiman monocultivos como el del aguacate hass, que lo que hacen es agravarlo”.
Otro de los puntos que suelen ponerse sobre la mesa a la hora de debatir sobre los cultivos de aguacate son los agroinsumos utilizados para el control de plagas que, como explica Cortolima, pueden “afectar a los polinizadores del bosque, que son los que garantizan la regeneración del mismo”; también la actividad humana que puede ahuyentar “la fauna, como los loros y demás animales encargados de la dispersión de las semillas de palma”.
A todo esto se suma un tema que engloba varias inquietudes: el uso del agua.
Agua
En regiones de México y Chile se ha responsabilizado al aguacate hass de la escasez de agua. En 2020, Léo Heller, relator especial de la ONU sobre los derechos humanos al agua y al saneamiento, dijo que “el gobierno chileno no cumple sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos si da prioridad a proyectos de desarrollo económico sobre los derechos humanos al agua y a la salud”, refiriéndose al Proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo y al negocio de aguacate en la Provincia de Valparaíso. Para Heller eran iniciativas que podían “poner en riesgo el abastecimiento”.
Hay diversos cálculos sobre la cantidad de agua que necesita un cultivo de aguacate. No todos coinciden. La Organización Mundial del Aguacate (WAO, por su sigla en inglés) calcula que se necesitan entre 300 y 600 litros de agua por cada kilogramo de aguacate producido en suelo desnudo, mientras que el dato de la plataforma Water Footprint Network, fundada en 2007 por el profesor Arjen Hoekstra, de la Universidad de Twente (Países Bajos) con el fin de medir la huella hídrica del agua consumida y contaminada para producir diferentes bienes y servicios, es abismal: calcula que se requieren 1.987 litros de agua por cada kilogramo.
Basándose en el rango entre la WAO y Water Footprint Network, en la Universidad de Tolima estimaron que, si se redondean las hectáreas de hass en Cajamarca a mil, “la demanda hídrica sería de 9 a 12 millones de metros cúbicos de agua al año, consumiendo una sexta parte de la capacidad de regulación hídrica de la zona”. Esta información se encuentra en proceso de edición para publicarse en un libro.
Una de las preguntas que plantea Vera desde su oficina, a través de una videollamada, es: ¿qué harían los aguacateros en caso de que haya una sequía? Según la Evaluación Regional del Agua, realizada por Cortolima y la Universidad del Tolima, publicada en noviembre del año pasado, las zonas en las que menos llueve en la cuenca del río Anaime (perteneciente a la subzona hidrográfica del río Coello) son El Cajón y la parte baja de la vereda Potosí, en donde se ubican gran parte de las fincas aguacateras. El temor de Vera es que, tras tener una concesión hídrica para hacer el riego, el caudal del río Anaime disminuya.
Si se diera este escenario, por ejemplo, con un fenómeno como El Niño, la compañía Green SuperFood dice que “la empresa tendría que utilizar alternativas como: reservorios de agua, recirculación de agua, reúso e incluso tramitar y obtener las respectivas concesiones de agua. Son alternativas a las que nunca se han tenido que recurrir y que se analizarán y evaluarán en su momento, teniendo absolutamente claro que la prioridad es el consumo humano”.
Entonces, en medio de este escenario, ¿hay otra manera de sembrarlo que no sea con monocultivos, pero que tampoco disminuya su potencial comercial? En Fresno, Tolima, y en Montes de María -con el aguacate antillano-, señala Vera, se han desarrollado cultivos de aguacates en sistemas agroforestales, que combinan la siembra de cultivos y árboles forestales con prácticas de conservación de suelo.
En uno de los capítulos de la investigación “Agroecología: experiencias comunitarias para la agricultura familiar en Colombia” (2019), los investigadores Álvaro Acevedo y Astrid Ximena Cortés, junto a Cielo Esperanza Báez, de la Asociación de Productores Agroecológicos de la Cuenca del Río Anime (Apacra), resaltan la agroecología que desarrolla Apacra, en la que incluyen el cuidado del suelo, la rotación de cultivos para la recuperación de este -que es algo que impiden los monocultivos- y la protección de los árboles en su hábitat: incluso, dentro de algunos cultivos siembran palma de cera.
Para enfrentar estos complejos retos, Acevedo, Ph.D. en agroecología y profesor de la Universidad Nacional, explica que junto con otros investigadores se está proponiendo “cambiar los esquemas de producción desde la forma como el negocio se está planteando y desde la manera tecnológica como se plantea la producción a gran escala”.
Pero en ese cúmulo de retos, el profesor advierte otro problema: el hass, además, es un monocultivo monovarietal, es decir, de una sola variedad de aguacate. Lo ideal sería, señala, desarrollar cultivos polivarietales, asociados con otras especies para recuperar el suelo -como leguminosas-.
El mejor ejemplo que se le viene a la cabeza son los cultivos de café, que también han causado deforestación, pero en los que agricultores, tras décadas de aprendizaje, lo siembran con otros cultivos. “Hay muchas estrategias, pero depende de la visión del productor”, dice Acevedo.
Y aunque revertir los monocultivos no es una tarea fácil, por ejemplo en México, en medio de la crisis por escasez de agua que se le atribuye al aguacate hass, se están adelantando esfuerzos por tener los monocultivos con buenas prácticas agrícolas.
En 2021 ese país superó los 2,4 millones de toneladas producidas de aguacate y actualmente exporta más del 50 % de su producción. Desde 2017, el gobierno del estado de Jalisco (el segundo exportador), la Asociación de Productores y Exportadores de Aguacate de Jalisco (Apeajal) y la Rainforest Alliance se aliaron y ya han certificado más de 1.500 hectáreas en el estado (poco menos de las que hay en Cajamarca).
Allí se desarrollan proyectos de sostenibilidad orientados a este sector, como uno enfocado en la conservación de los polinizadores, así como una plataforma en la que se puede identificar la deforestación asociada con el aguacate en Jalisco, además de que tienen un control riguroso de bioinsumos.
En Colombia, el año pasado, Corpohass creó el sello “Hass sostenible” para quienes produzcan este aguacate. Entre los aspectos que la iniciativa tiene en cuenta se incluyen la gestión de recursos naturales y la “cultura ambiental”.
Más cabos
Hasta la semana pasada, en las vitrinas del municipio había volantes que promocionan el seminario “Cajamarca se viste de verde”, sobre las bondades de los cultivos de aguacate hass como un potencial económico de la región. Y una finca de ecoturismo en el borde de la vereda La Cucuana tiene como logo un aguacate y entre sus planes promociona tours por estos cultivos.
Según Maximino Murillo, abogado de la Alcaldía de Cajamarca, desde hace aproximadamente cinco años, cuando se empezó a trabajar fuertemente este monocultivo, aparecieron quejas “de la comunidad referentes a presuntas afectaciones ambientales, asociadas con temas de aperturas de vías en las fincas o aprovechamiento de agua sin una concesión aprobada por la corporación”.
Ante los reclamos, la Procuraduría Judicial, Ambiental y Agraria de Tolima adelantó entonces una acción popular para que se implementara el Plan de Conservación de la Palma de Cera para evitar su tala y limitar la expansión de la frontera agrícola, en este caso generada por el monocultivo de aguacate hass. El proceso hoy se encuentra en el Tribunal Administrativo de Tolima.
A la par, Cortolima ha iniciado aproximadamente ocho investigaciones por infracciones ambientales por “actividades agrícolas que han afectado individuos de palma de cera en Cajamarca y Alto de Toche” -dice la Corporación- en zonas de reserva forestal que fueron remitidas al Ministerio de Ambiente. Una de esas investigaciones se le abrió al predio de Green SuperFood, que, en defensa, advierte que ese era un lugar en el que antes se hacía ganadería. Según su versión, allí no han talado.
*Nota editorial (27/03/2022 - 8:00 a.m.): La primera versión de este artículo no era suficientemente clara sobre cómo era el sistema de riego de los monocultivos de aguacate hass en Cajamarca, según Corpohass. Agregmos un párrafo precisando la respuesta que nos habían enviado: según esta corporación, usan agua proveniente de la lluvia. También especificamos los requerimientos de buenas prácticas ambientales para exportación.