Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
#SinContaminaciónDelAire fue el lema elegido para conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, en el que la ONU trató de llamar la atención sobre esta problemática que está agobiando el bienestar de una población mayoritariamente urbana. Según, la Organización Mundial de la Salud, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado.
Colombia no es la excepción. Según el Departamento Nacional de Planeación la contaminación del aire y la falta de saneamiento básico provocaron 13.718 muertes y costaron alrededor de $20,7 billones de pesos en 2015, lo que equivale al 2,6% del PIB.
Una de las ciudades donde está concentrado el problema es Bogotá. De acuerdo con el reporte mundial sobre la calidad del aire 2018 de QAir AirVisual, que analiza la información de más de 3.000 ciudades, Bogotá es la cuarta capital con peor calidad del aire en Latinoamérica.
Esta situación no solo impacta el bienestar sino los precios de la vivienda pues los bogotanos están dispuestos a pagar más por una vivienda ubicada en un sector con mejor calidad del aire. Así lo demuestra un estudio publicado en la revista Environment and Development Economics de la Universidad de Cambridge por Fernando Carriazo, profesor del programa de Gestión y Desarrollo urbanos de la Universidad del Rosario y miembro del grupo de Economía Ambiental REES, EfD, Colombia en co-autoría con John Alexander Gómez.
Valorar un intangible
No es fácil ponerle un precio a un bien intangible como el aire limpio. Para poderlo hacer, Carriazo utilizó un mercado que tiene precios observables en el tiempo: el de la vivienda. En su investigación analizó 11.643 unidades de vivienda cuya información la obtuvo de la Encuesta Multipropósito de Bogotá de 2011. Y en cada caso determinó el valor que se le asignaba a la calidad del aire.
¿Cómo? “Nosotros aislamos todos los factores que pueden afectar el precio y determinamos algo que en economía llamamos el precio implícito”, respondió Carriazo. “Hallamos la contribución de ese bien que no tiene mercado -calidad del aire- al bien mercadeable que es la vivienda.”
La ecuación es sencilla. A la hora de comprar vivienda hay características estructurales básicas que afectan el precio como el tamaño, los acabados, parqueaderos, facilidades, entre otras. Igualmente, hay una serie de características intangibles que no solo afectan su precio sino que determinan la decisión de compra: la cercanía a un parque, la seguridad pero también la calidad del aire. “Si vamos a comprar un carro: nosotros no podemos comprar una puerta o el techo corredizo, tenemos que comprar todo el paquete. Sin embargo, podemos determinar el precio de cada uno de sus componentes,” explicó Carriazo. “En este caso hicimos lo mismo con la vivienda” determinando el precio del componente de calidad de aire.
El aire limpio se paga
El estudio de Carriazo se enfocó en el análisis de uno de los contaminantes más nocivos para la salud; el material particulado PM10. Si el diámetro de un pelo humano es de 60 micrómetros, el diámetro de un este material es seis veces más pequeño, haciéndolo imperceptible. Este tipo de contaminantes aumentan el riesgo de enfermedades respiratorias para la población.
Según el estudio, Bogotá tiene un promedio anual de 52 microgramos de PM10 por metro cúbico. El estándar aconsejado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) es de máximo 50 μg/m3 y el de la organización Mundial de la Salud es de máximo 20 μg/m3.
Sin embargo, estos niveles de contaminación varían a lo largo de la ciudad debido la ubicación de la zona industrial, la concurrencia de vehículos, el patrón de vientos, la climatología, entre otros. En la zona occidental donde se encuentra Puente Aranda o Kennedy, se presentan niveles de contaminación mucho más altos que en la zona oriental cercana a los cerros. Tanta es la diferencia que hay zonas, como lo reporta la estación de Monitoreo de Carvajal en la autopista sur, donde se llega a cerca de 100 μg/m3 mientras que en otras no se supera los 40.
Los resultados del estudio fueron contundentes. Si se llegara a bajar la contaminación al estándar de la EPA de 50 μg/m3, los bogotanos estarían dispuestos a pagar cerca de 12 dólares (38.000 COP) más al mes por su vivienda, que en promedio equivale a cerca del 1% del ingreso del hogar. Pero si la contaminación se llegara a reducir al estándar más estricto de 20 μg/m3 propuesto por la Organización Mundial de la Salud, los bogotanos estarían dispuestos a pagar cerca de 190 dólares (605.000 COP) más al mes, que equivale al 21% del ingreso del hogar.
“Esto demuestra que el ciudadano está dispuesto a pagar más por su vivienda si se demuestra que hay una reducción significativa en la contaminación del aire” concluyó Carriazo.
Un indicador para políticas públicas
La disposición a pagar que demuestra este estudio complementa otras medidas de bienestar relacionadas con los beneficios en la salud. Según las guías de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud, si se reduce el material particulado PM10 de 70 a 20 μg/m3 se reducirían en 15% las muertes relacionadas con la contaminación del aire.
Por eso, este tipo de investigaciones le dan información clave a los tomadores de decisiones pues a la hora de diseñar las políticas de descontaminación del aire generalmente se conocen los costos pero no los beneficios. “Con estas técnicas que utilizamos para valorar la calidad del aire podemos informar ese valor monetario de los beneficios. Los ciudadanos están valorando un bien que no tiene mercado, pero que si tiene valor”, concluyó Carriazo.
*Este artículo es una colaboración con Uniandes.