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Esta década es un momento crítico en la lucha contra el cambio climático. Las metas trazadas a niveles nacional e internacional en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) tienen una fecha límite: 2050. Para entonces ya debemos haber alcanzado la carbono neutralidad -cuando capturemos la misma cantidad de GEI que emitimos a la atmósfera-, pero lograrlo implica cumplir con objetivos interinos a 2030, año en el que también concluye el mandato de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). (Puede ver: Una solución al problema de basuras en Leticia)
En esta carrera de cumplimiento de metas, 2023 marcará un hito importante al ser el año en el que se realizará el primer Balance Mundial del Acuerdo de París, cuyos principales objetivos son mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de 1,5° C respecto a los niveles preindustriales, aumentar la capacidad adaptativa frente a los impactos del clima y alinear los flujos financieros con una trayectoria compatible con un desarrollo resiliente al clima.
Se espera que este primer Balance Mundial haga un reconocimiento inequívoco de que los esfuerzos de la comunidad internacional han sido insuficientes para cumplir con estos objetivos. Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), las emisiones globales de GEI siguen creciendo, alcanzando 59 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2eq) en 2019, una cantidad 12 % mayor que en 2010 y 54 % mayor que en 1990, cuando deberían estar decreciendo de 16 a 23 GtCO2eq anuales para 2030. (Puede ver: Un confuso proyecto de ley sobre pesca de tiburones y rayas marinas)
En paralelo, los efectos del cambio climático se siguen intensificando en todas las regiones del mundo. El Informe sobre la Brecha de Adaptación 2022, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), señaló que los flujos de financiación para adaptación son entre cinco y diez veces inferiores a las estimaciones de los costos y las necesidades correspondientes, lo cual impide tomar medidas más contundentes y efectivas para evitar impactos irreversibles.
Por último, varios informes, incluyendo el de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), han confirmado el incumplimiento por parte de los países desarrollados del compromiso, asumido en 2009, de movilizar anualmente US$100 mil millones en financiamiento climático, llegando apenas a alrededor de los US$80 mil millones en 2020, bajo los escenarios más optimistas de medición.
Sin embargo, más allá de repetir lo que ya sabemos desde hace años -que estamos lejos de cumplir las metas de París-, el balance mundial será un vehículo político para demandar cambios sistémicos en todos los sectores y ámbitos de la sociedad para revertir la tendencia del crecimiento de emisiones de GEI antes de 2030. Será también una oportunidad única para identificar obstáculos, vacíos de información, necesidades y oportunidades para cerrar estas brechas. Aunque el balance mundial no tiene el mandato de atribuir responsabilidades a países particulares -reduciendo su capacidad de demandar acción de los mayores emisores de GEI a nivel mundial como China y Estados Unidos-, sí puede resaltar problemáticas y posicionar soluciones técnicas de alto impacto en distintos sectores y regiones del mundo.
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Para lograr sus objetivos, el balance mundial abrirá espacios de participación para gobiernos nacionales y subnacionales, sector privado, academia y sociedad civil, con miras a adoptar las decisiones de este proceso en la Conferencia de las Partes número 28 (COP28), que tendrá lugar en Emiratos Árabes Unidos. La sociedad civil tiene un papel clave que cumplir a la hora de presionar por una mayor ambición en su resultado final.
En este proceso están trabajando diferentes organizaciones que buscan impulsar un resultado orientado a la acción, a las soluciones y a superar los actuales retos de implementación de los objetivos del Acuerdo de París. Estas instituciones, entre las que está Transforma, de la mano del Centro de Soluciones Climáticas y Energéticas (C2ES), entregarán recomendaciones y propuestas de soluciones de alto impacto en mitigación, adaptación, pérdidas y daños, así como financiamiento climático, que resalten las experiencias y apuestas de la región de América Latina y el Caribe a ser replicadas en otros lugares del mundo.
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El Balance Mundial no podrá resolver todos los retos asociados con la lucha contra el cambio climático, pero si logra ir más allá de los lugares comunes, podría fomentar un desarrollo bajo en carbono y climáticamente resiliente, que reconozca el rol de la naturaleza, la transición energética y a todos los actores de la sociedad. De ser así, este proceso habrá marcado un hito para la supervivencia en el planeta que compartimos.
* Proyecto del Balance Mundial, Transforma.
Transforma es un centro de pensamiento basado en Colombia que trabaja por las transiciones climáticas y ecológicas.