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Este miércoles 9 de agosto finalizó la Cumbre Amazónica, en Belém do Pará, donde representantes de los países de la región se reunieron para acordar cómo salvar la selva del Amazonas. En el marco de ese encuentro, los presidentes y jefes de delegación de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Indonesia, Perú, la República del Congo, la República Democrática del Congo, San Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela publicaron un comunicado con su posición como países con bosques tropicales.
En el documento, resaltan su compromiso con la preservación de los bosques, la participación de comunidades indígenas y locales en su conservación y la búsqueda de una “transición ecológica justa”. Expresan también su preocupación por el incumplimiento de los compromisos climáticos de los países “desarrollados.
“Expresamos nuestra preocupación por el incumplimiento por parte de los países desarrollados de sus compromisos de proporcionar una ayuda oficial al desarrollo equivalente al 0,7 % de su renta nacional bruta, y de proporcionar 100.000 millones de dólares en financiación climática al año en recursos nuevos y adicionales a los países en desarrollo”, escribieron. (También puede leer: Lo que sigue después de la Cumbre Amazónica)
Esa cifra ha rondado en espacios de negociaciones climáticas desde hace unos años. La lógica de fondo corresponde a que los países “desarrollados” también han sido históricamente responsables del cambio climático. Por eso, una forma de compensar estos daños, que afectan especialmente a países “en desarrollo”, es el financiamiento climático.
Este compromiso, sin embargo, ha sido uno de los puntos más contenciosos en las últimas cumbres climáticas. De todas formas, los líderes de países con bosques tropicales reiteraron su llamado a estos países, para que, también, “contribuyan a la movilización de 200.000 millones de dólares al año para 2030″.
Esa fue una cifra acordada a partir del último acuerdo de conservación de la biodiversidad, el Marco Mundial para la Diversidad Biológica de Kunming-Montreal. Ese texto estableció, además, que se aumentarán los recursos de países “desarrollados” a países “en desarrollo” hasta al menos US $20.000 millones de para 2025, y US $30.000 millones al año para 2030. (Le puede interesar: Declaración de Belém no menciona petróleo y es tímida en medidas para la deforestación cero)
Los países con bosques resaltaron, por otra parte, el retraso de los objetivos de mitigación climática de algunos países desarrollados. “Reiteramos la necesidad de que las naciones desarrolladas tomen la iniciativa y aceleren la descarbonización de sus economías, logrando la neutralidad de las emisiones de gases de efecto invernadero sin demora y preferiblemente antes de 2050″, anotaron.
Con respecto a los compromisos propios, indicaron que están la preservación de los bosques, la reducción de los impulsores de la deforestación y de la degradación forestal, la conservación y valoración de la biodiversidad y la búsqueda de una transición ecológica justa, “convencidos de que nuestros bosques pueden ser centros de desarrollo”, indicaron.
Por último, invitaron a otros países en desarrollo con bosques tropicales a entablar un diálogo sobre los temas abordados en el comunicado, en preparación para las próximas cumbres climáticas y de biodiversidad.
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