¿Cómo le fue a la Amazonia colombiana en el último informe de deforestación?

El Ministerio de Ambiente presentó el panorama de la deforestación en Colombia y aseguró que se registró la cifra más baja de pérdida de bosque de los últimos 23 años. ¿Cómo le fue a la Amazonia?

Catalina Sanabria Devia
09 de julio de 2024 - 01:28 a. m.
Sobrevuelo del Amazonas
Sobrevuelo del Amazonas
Foto: Archivo Particular

Este 8 de julio, la ministra Susana Muhamad anunció que en 2023 la deforestación disminuyó un 36% en el territorio nacional y, para el caso específico de la Amazonia colombiana, hubo una reducción del 38%. Las hectáreas de selva deforestada en la región pasaron de ser 71.185 en 2022 a 44.274 en 2023. Según la entidad, estas cifras son las más bajas desde que se tiene una serie histórica en el país, es decir desde el año 2000.

El resumen de resultados del Ministerio de Ambiente señala que para el 2023, en comparación con el año anterior, el 61 % de la pérdida de bosque natural del país ocurrió en cinco departamentos, la mayoría amazónicos: Caquetá (12.647 ha), Guaviare (11.467 ha), Putumayo (10.852 ha), Meta (10.310 ha) y Antioquia (8.139 ha). No obstante, la ministra hizo énfasis en la disminución que se presentó en los cuatro departamentos que comprenden el denominado arco de la deforestación amazónica.

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En el caso del Meta, que históricamente ha sido uno de los departamentos más afectados, la deforestación se redujo en un 57% en comparación con 2022, lo cual equivale a 13.800 hectáreas. En Putumayo, se presentó una situación similar, donde la reducción fue del 52% (5.682 ha). Guaviare presentó una disminución del 27% (4.253 ha) y Caquetá del 34% (6.546 ha). Aunque la situación es favorable, no se puede bajar la guardia.

De acuerdo con Margarita Flórez, abogada especialista en Derecho Ambiental y directora de la organización Ambiente y Sociedad, para seguir aminorando esta problemática, son necesarias tres cosas. En principio, se refiere a establecer una titularidad en el Amazonas. “No podemos seguir diciendo que a los campesinos no les pertenece, si ellos están ahí. No podemos seguir afirmando que la deforestación es causada por unos jornaleros a los que se les paga por tumbar, cuando después aparecen dueños o un único dueño de muchos predios”, expresa.

Flórez también habla del valor de una frontera agrícola realmente determinada, que no se siga expandiendo, porque eso sería “permisivo”. Además, según explica, es fundamental la congelación de predios deforestados, lo que se traduce en que no sean vendidos, enajenados, ofrecidos a agronegocios, etcétera. Básicamente, que no se pueda disponer de ellos. “Si no tenemos, a nuestro parecer, esos tres factores, va a ser muy difícil consolidar zonas no deforestadas”, sugiere.El Ministerio de Ambiente indicó que en 2023 se dejaron de talar 26.911 hectáreas de selva amazónica. Esto ha sido el resultado de una serie de voluntades. Por su parte, el gobierno se ha enfocado en una agenda ambiental para la paz, en implementar programas como ‘Conservar Paga’, desplegar la fuerza pública, entre otros mecanismos.

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Dentro de las labores de la sociedad civil en los territorios, según Flórez, se destacan la reforestación comunitaria y la transición hacia actividades agrícolas o ganaderas sostenibles. Para la abogada, es necesario este trabajo de la mano de organizaciones campesinas, afro e indígenas, y reconocer sus aportes a cifras significativas como las que hoy se presentaron. En ello concuerda Omar Franco Torres, ingeniero agrónomo, especialista en Derecho Ambiental y director de Parques Nacionales Cómo Vamos

La importancia de conservar

El informe del Ministerio de Ambiente resaltó que en 2023 “la deforestación en áreas del Sistema de Parques Nacionales Naturales representó el 5,9 % del total nacional, valor inferior al del 2022, cuando representó el 10 %. Se resalta la reducción de la deforestación, especialmente en los PNN Sierra de La Macarena, PNN Serranía de Chiribiquete, PNN Tinigua y PNN Cordillera de Los Picachos”.

Como explica Franco, las causas de la deforestación pueden funcionar a modo de cadena, en la que dependen una de la otra. Por ejemplo, se puede praderizar y acaparar la tierra para ganadería extensiva y, posteriormente, construir vías no planificadas para sacar de allí a los animales. Al involucrar a varios sectores, esta noticia es para el ingeniero una invitación a que otros actores como los ministerios de Defensa, Agricultura y Transporte intervengan y contribuyan a la conservación.

“Al final de esa cadena, los Parques Nacionales Naturales (PNN) y sus áreas de amortiguación están siendo intervenidas de manera sustancial, poniendo en riesgo elementos tan importantes como la conectividad ecosistémica y la biodiversidad. Aquí es importante advertir que esos parques se convierten en ese conector estructural ecosistémico que debemos todos proteger. Por esa razón, la gran apuesta es que los PNN tengan cero deforestación”, expresa el ingeniero.

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Entre la Orinoquía y la Amazonia, según Franco, es donde más presión ha habido en los últimos años. Por ejemplo, los PNN Tinigua y Sierra de La Macarena, ubicados en dicho territorio fronterizo, presentaron unos de los mayores porcentajes de tala en parques durante 2023, con 667 y 804 hectáreas afectadas, respectivamente.

A pesar de que han disminuido, las cifras siguen siendo considerables, teniendo en cuenta que los parques están contiguos y son conectores ecosistémicos claves. Por esa zona pasan los ríos voladores. Por allí se moviliza la humedad que termina alojada en páramos como el Sumapaz. “Si esos bosques naturales se pierden, también se pierde su capacidad de reserva”, concluye Franco.

Factores biofísicos

Durante la rueda de prensa, Muhamad alertó sobre un motor de deforestación en aumento y que genera preocupación porque no tiene posibilidades de control, pues es un factor biofísico que, por primera vez, se reporta con incidencia. Se trata de las llamadas “chagras de viento”, unos vientos en remolino que se presentan en la selva amazónica. “Hemos visto parches de hasta 700 hectáreas por la fuerza misma de la naturaleza. Estas chagras de viento, se cree, tienen que ver con el mismo fenómeno acumulado de deforestación, pero también con el aumento de temperatura por la crisis climática. En el período de 2022 representó el 1,5 % de la deforestación, y en el 2023 representó un 5,3 % de toda la deforestación”, expuso la ministra.

Sin embargo, Esperanza Leal, directora de la Sociedad Zoológica de Frankfurt, no considera que este fenómeno adicional sea el más importante. “El problema de la deforestación es el uso que después se le da a la tierra, que haya el ejercicio de la motosierra, después una quema y una siembra de pasto, eso es lo que hace que la deforestación persista y el bosque no se recupere”, afirma. Para Leal, una chagra de viento puede ser muy grande, pero sigue siendo un fenómeno natural. “Si la zona afectada no es intervenida por el hombre y no hay un interés por que ese terreno se mantenga abierto, tarde o temprano, se va a recuperar. Para mí, en particular, no es la mayor preocupación”, apunta.

Para Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), también es importante que las cifras diferencien claramente entre las causas de la deforestación generadas por actividades humanas y las relacionadas con la naturaleza, que no sean incluidas dentro de un mismo motor.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

Catalina Sanabria Devia

Por Catalina Sanabria Devia

Periodista con interés en temas de género, medio ambiente y construcción de paz. Ha colaborado en medios como Rutas del Conflicto y Mongabay Latam. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (2022) y el Premio al Periodismo Social y Ambiental de Constructora Capital (2023).@catalina_sanabrlsanabria@elespectador.com

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