“Creemos que la solución para la Amazonia es técnica, pero el problema es ético”
Aunque quería tomar un descanso de décadas de trabajo, el antropólogo Martín von Hildebrand asumió hace unas semanas la Secretaría General de la organización que reúne a los países que comparten la Amazonia y que busca, entre otras cosas, sumar esfuerzos para evitar que llegue al punto de no retorno. El Espectador conversó con él para saber cuál será el camino que espera recorrer para salvar una selva que está en serios problemas.
Sergio Silva Numa
Hace pocos días, la Fundación Gaia publicó un breve video en sus redes sociales en el que recordaba cómo el antropólogo Martín von Hildebrand había llegado, por primera vez, a la Amazonia. Contratado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, entró en 1972 e hizo un viaje a remo desde Mitú hasta Leticia. Iba en compañía del chamán Santiago Barreto y la travesía duró casi seis meses. En ese recorrido, relata el mismo von Hildebrand en aquel video, encontró, cerca al río Mirití, indígenas que llevaban casi tres décadas trabajando en las caucherías y a niños que apartaban de sus familias para “civilizarlos” y “aculturarlos” en los internados.
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Hace pocos días, la Fundación Gaia publicó un breve video en sus redes sociales en el que recordaba cómo el antropólogo Martín von Hildebrand había llegado, por primera vez, a la Amazonia. Contratado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, entró en 1972 e hizo un viaje a remo desde Mitú hasta Leticia. Iba en compañía del chamán Santiago Barreto y la travesía duró casi seis meses. En ese recorrido, relata el mismo von Hildebrand en aquel video, encontró, cerca al río Mirití, indígenas que llevaban casi tres décadas trabajando en las caucherías y a niños que apartaban de sus familias para “civilizarlos” y “aculturarlos” en los internados.
Cuenta que le sorprendió que, al poner sobre la mesa la idea de reconocer un territorio para ellos, su respuesta fue que la tierra no le pertenecía al hombre, sino a los espíritus, a la naturaleza, a los animales. La historia de los esfuerzos que hubo en años posteriores para materializar esa idea ya es conocida: culminó en una histórica titulación colectiva que hizo el presidente Virgilio Barco (1986-1990) de seis millones de hectáreas del Predio Putumayo. Von Hildebrand era el director Nacional de Asuntos Indígenas.
Desde entonces, han pasado casi tres décadas en las que Martín von Hildebrand dedicó gran parte de su trabajo a fortalecer la Fundación Gaia, que montó en los años noventa. Con 81 años y después de escribir sus memorias (El llamado del Jaguar, de Debate), pensó que podía tomar un descanso, hasta el día que recibió una llamada de la ministra de Ambiente, Susana Muhamad. Palabras más, palabras menos, le pidió que se encargara de estar al frente de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), que reúne a los ocho países amazónicos.
Al principio, dice ahora von Hildebrand, pensó en no aceptar, pero no pudo negarse. Su posesión como Secretario General, sin embargo, estuvo pausada por un largo período. Por algunas diferencias políticas con el gobierno de Colombia, Perú se opuso a su elección.
La historia cambió en la COP16, en Cali, donde, finalmente, se disiparon las diferencias entre ambos países. En un evento lleno de aplausos, este antropólogo asumió su nuevo cargo con el que espera, entre otras cosas, evitar el mayor de los problemas de la Amazonia: que llegue al punto de no retorno. El Espectador conversó con él.
Cuéntenos un poco sobre su nuevo rol como secretario general de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA).
El secretario general es la persona responsable del funcionamiento de la OTCA. Pero, evidentemente, por encima del secretario están los ministros de Relaciones Exteriores, las cancillerías. Hay una decisión tomada desde hace un año para que esto pase a nivel de presidentes, pero esto aún no ha pasado. Yo soy secretario y en ese sentido, tomo decisiones de orientación, pero los principios y las orientaciones fundamentales las dan los gobiernos.
El Tratado de Cooperación Amazónica existe desde 1975, si no me equivoco, y realmente no había sobresalido porque sus funciones eran limitadas. Y el año pasado, en Belén do Pará, la Cumbre de Presidentes le asignó muchas responsabilidades. La prioridad ahora es evitar el punto de retorno. Estamos al 18% de
deforestación y si llegamos al 25%, es posible que entremos en el punto de retorno. Entonces, hay una urgencia. Ellos sacaron 104 temas donde cubre todo, pero los grandes cambios que me parecen fundamentales es que por primera vez abren el Centro de la Cooperación Amazónica a la participación de los indígenas, de los científicos, de las comunidades. Esa participación está por definir, pero ya está abierta. Eso es muy importante porque, en verdad, permite que construyamos conjuntamente la protección o por lo menos la restauración de la selva, y tratar temas como innovación científica, plataformas financieras, seguridad o una salud integral.
Hay muchas cosas y nos toca priorizar porque hemos perdido ya casi un año de trabajo. Es un momento histórico porque, primero, tuvimos la declaración de Bélem de Pará, en Brasil; luego, la COP16 de Biodiversidad en Colombia; en agosto del próximo año, tendremos una cumbre de presidentes En Colombia y luego, la COP30 (de cambio climático, en Brasil). Esto es importante porque son dinámicas que impulsan diálogos amazónicos, que ya comenzaron entre los diferentes sectores, grupos sociales, indígenas, comunidades locales, etc. Queremos que lo que se refleje en la COP30 sea también las preocupaciones y las propuestas de la sociedad civil.
¿Hay alguna urgencia que quiera trabajar primero?
Sí, hay varios tipos de preocupaciones. Evidentemente, nos toca formar un grupo de trabajo sobre el fuego. Nos toca darle toda la fuerza para ver cómo podemos combatir el fuego. Hay que aclarar que OTCA es un espacio de diálogo y de compromisos y de acuerdos. No implementa; son los países los que implementan. Pero si no trabajamos juntos, esto no funciona. Vea, por ejemplo, la minería: si no la miramos en todos los países, pues el mercurio se expande; o la seguridad, si no la abordamos entre todos, no podemos proteger la Amazonia. Inclusive, tenemos la costumbre de decir que los ríos nacen en la cordillera y desembocan en el mar, pero no, esto es un círculo: el agua se evapora, y los árboles la capturan y luego la transpiran, y las nubes llevan el agua que cae en la montaña, en la cordillera y después baja por los ríos. Esto es un ciclo. Si yo deforesto en la parte baja del río, afecto la cabecera. El Amazonas es un conjunto, es un sistema.
Lo que es urgente es tratar de poner de acuerdo, de darle a los gobiernos una propuesta desde ese punto de vista del sistema, y ahí sí podemos mirar cuáles son los puntos neurálgicos y lo que tenemos que proteger. No es evitar la deforestación, que hay que evitarla, en cualquier parte; no es restaurar, que hay que restaurar, en cualquier parte. Tenemos que mirar qué lugares son fundamentales para el funcionamiento de la selva. No hemos puesto la vida, la selva, los ecosistemas en el centro, y, en función de eso, es que debemos hacer nuestro trabajo.
¿Qué tan fácil es poner de acuerdo a los países que comparten la Amazonía cuando, evidentemente, hay diferencias políticas notables?
Mi esperanza, que no digo que sea fácil, es que cuando hablemos de lo técnico y haya claridad sobre los recursos necesarios para aplicar lo técnico y lo construimos a partir de los compromisos alrededor de la biodiversidad y el clima, logremos una visión integral. No estamos pidiendo cosas nuevas, si no, que no pongamos de acuerdo y financiamos una conectividad entre todos. Por ejemplo, si observamos lo que ya hemos hecho en torno a áreas protegidas y territorios indígenas, pues consolidemos ese trabajo.
¿Cómo se destrabó esa tensión que había entre Perú y Colombia antes de su elección? Recuerdo que Perú era, claramente, el país que se oponía a que usted quedara como secretario de la OTCA.
En estos temas suele haber diferencias entre los países. En este caso fue Colombia con Perú, pero también puede ser Venezuela con Guyana, por poner un ejemplo. Es decir, es bastante normal que haya diferencias entre los países; sucede con cierta frecuencia. Lo importante es que una diferencia bilateral, no debe afectar un acuerdo multilateral, porque termina afectando a todos los países. Entonces, es importante que los países, aunque tengan sus diferencias, respondan a las necesidades multilaterales.
Además de incendios, sequía, apropiación de tierra, la Amazonia colombiana enfrenta otro problema: el Estado Mayor Central. Está acabando con buena parte de la selva. ¿Cómo se controla un problema de esas dimensiones cuando la guerra afecta la Amazonia?
Yo no podría decir que la guerra está destruyendo la selva; están, obviamente, haciendo negocios. Sabemos es que la criminalidad está en todos los países amazónicos, en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y en Brasil. Sabemos que tenemos esos problemas y sabemos que tenemos que abordarlos de una manera integral, entre todos los países. Así que tenemos que hacer un análisis de la capacidad tanto jurídica como administrativa de los países. Tenemos que nivelarlos a todos para poder colaborar y cada país tendrá que abordar el problema. Pero, evidentemente, no es un problema únicamente policivo, aunque la Policía tiene un papel muy importante, pero también es de administración local, de gobernanza local, de las actividades económicas. Es un reto muy grande, pero fundamental, porque si no tenemos seguridad es muy difícil que haya compromisos de restauración o para evitar la deforestación.
¿Cree que exista la posibilidad de que haya, como se ha planteado en otras ocasiones, un cuerpo de seguridad para la Amazonia? ¿Eso es posible?
Yo creo que tenemos que llegar allá; tenemos que compartir, tenemos que colaborar. Esa es una necesidad absoluta y tenemos que tener también una colaboración jurídica, porque si no, se nos sale de las manos. Es difícil, pero cuando uno se declara en una guerra, uno tiene que ver cómo se defiende, uno tiene que buscar la solución. Uno no puede decir no, es que es demasiado complicado, yo no puedo. Si es así, entonces, pierde la guerra.
Cambiemos de tema. ¿Cómo recibió ese decreto de hace unas semanas en el que reconocieron los pueblos indígenas como autoridades ambientales?
Es evidente que los indígenas son autoridades ambientales, tienen mayor conocimiento que nosotros del medio ambiente; lo viven. Como ellos mismos dicen, son parte del medio ambiente y toda su forma de vida depende de esa relación con el medio ambiente. Donde, posiblemente, puede haber desafíos es en la administración del suelo y del subsuelo. El subsuelo es de la Nación y está manejado por el gobierno central. Y también tienen incidencia los gobiernos departamentales y municipales. Y los indígenas también tienen incidencia. Entonces, no sé bien, por ahora, hasta dónde va lo de la autoridad ambiental de los indígenas. Pero, indiscutiblemente, son los que saben del manejo del territorio y deben sentarse a tomar decisiones con las CAR (Corporaciones Autónomas Regionales) y con el Ministerio de Ambiente.
En la COP16, en Cali, hicieron el lanzamiento de varios créditos de biodiversidad. ¿Les suena esa idea de que ahora haya un mercado de créditos de biodiversidad, después de la experiencia de lo créditos de carbono?
La respuesta es elemental. Como dicen los chamanes, si lo hace bien, le sale bien. Si lo hace mal, le sale mal. ¿Qué ha pasado con los créditos de carbono? No ha habido control y, realmente, se han hecho mal. Pero el concepto en sí no es negativo: que se pueda tener un pago por ese servicio ambiental que prestan los árboles en pie, tiene sentido. Que nosotros le demos un valor, en ese sentido, a la biodiversidad, y que quienes la cuidan tengan acceso a unos recursos por esa labor, no necesariamente es negativo. No estamos diciendo que los bonos de carbono están limpiando el aire. Un pago por evitar la deforestación o por proteger la biodiversidad, tiene sentido si está bien hecho. Pero, si cae en manos deshonestas, vamos a tener problemas.
Pese a todo y a lo que está pasando en la Amazonia, ¿usted mantiene la esperanza de que no llegue al punto de inflexión?
La esperanza está. Yo tengo la esperanza en que sigamos viviendo, en que no se destruya el planeta, y en que nuestros hijos y nuestros nietos no vayan a sufrir. Pero como vamos, vamos mal, porque no hay voluntad política. Nuestra economía extractivista, nuestra economía de acumulación, de competencia, es lo que está destruyendo en gran parte la selva y está destruyendo el medio ambiente. Pero no estamos cambiando nuestros sistemas económicos. Además, seguimos convencidos de que la solución para la Amazonia va a ser técnica, pero el problema es ético; es quiénes somos y cómo nos relacionamos con la selva. Entonces el cambio no se está dando y menos al ritmo que se necesita. Hay cambios pequeños, pero si seguimos como vamos, vamos a colapsar. Vamos a ver un cambio radical en la naturaleza, en la temperatura, que nos va a ser la vida muy difícil. Pero yo tengo esperanza; no soy fatalista en ese sentido. Creo que hay que dar la pelea hasta el final; hay que luchar para que el final sea positivo.
Muchos pensamos que después de escribir su libro, de delegar algunas tareas de la Fundación Gaia, se iba a dar un break del trabajo…
Era mi idea (risas). Pero un día me sonó el teléfono y la ministra Susana Muhamad me preguntó si podía ocuparme de eso. Mi primera reacción fue “no, yo estoy en otra cosa ya”. Y al otro día me desperté y dije “no. Si me piden que haga algo, lo hago”. No duermo tranquilo si no lo hago. Vamos a ver hasta dónde llego. No digo que yo lo resuelva. Tal vez, yo no soy el mejor. Pero me lo pidieron y no puedo decirles que no. Lo primero voy a hacer es enterarme de cómo funciona la entidad (la OTCA), establecer con los gobiernos, con los científicos, con los indígenas, cuáles son las prioridades, y tratar de ver cómo podemos ver esto de una manera integral, sistémica, como toda una región amazónica, como un Amazonas con ocho países. Y también quiero ver cómo entre la COP de biodiversidad y la del cambio climático podemos establecer un puente, que no es nada fácil, pues son estructuras diferentes.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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