El plomo que envenena a los indígenas de la Amazonía peruana
Estudio publicado en Environment International encontró altos niveles de este metal, producto de la explotación petrolera, en la sangre de los habitantes de cuatro cuencas hidrográficas del departamento de Loreto.
Maria Paula Triviño Salazar
Después de años de paciencia y reclamos al Gobierno, federaciones indígenas en la Amazonía peruana lograron que investigadores nacionales y de cuatro países llegaran hasta el departamento de Loreto, en el norte del país, para llevar a cabo un estudio de toxicología que determinara la causa de los extraños síntomas médicos que sus pobladores han sentido por años. (Le sugerimos: La destrucción de Amazonia está vinculada al cinturón de algas más grande del planeta)
Fue así como se desarrolló “Blood lead levels in indigenous peoples living close to oil extraction areas in the Peruvian Amazon” [Niveles de plomo en la sangre de pueblos indígenas que viven cerca de áreas de extracción de petróleo en la Amazonía peruana], un estudio que permite conocer la dimensión humana de la explotación petrolera en lo profundo de la selva.
Cerca de 1.047 indígenas de 39 comunidades fueron sometidos a exámenes de sangre y a entrevistas de salud y estilo de vida en las cuencas de los ríos Corrientes, Pastaza, Tigre y Marañón. Los resultados revelaron altos niveles de plomo en la sangre de los pobladores, lo que representa un riesgo para la salud en esta zona no industrializada y remota de la Amazonía.
“Desde la década de 1970 sabemos que esto está pasando. Ya se habían hecho análisis de agua y sedimentos y se había demostrado contaminación de metales pesados. Ahora, este estudio revela cómo esta nuestra salud. Todos los comuneros estamos contaminados y esto nos está matando lentamente”, afirmó Aurelio Chino, líder de la comunidad quechua en Andoas, un poblado ubicado en la provincia del Datem del Marañón, a pocos kilómetros de la frontera con Ecuador.
Gracias a la acción colectiva, cuatro federaciones indígenas (Opikafpe, Fediquep, Acodecospat y Feconacor) se unieron en 2011 para plantearle al Estado una agenda de reparación social después de 40 años de actividad petrolera en la región, dando origen a Pueblos Indígenas Amazónicos Unidos en Defensa de sus Territorios (Puinamudt). (Le sugerimos: Denuncian ecocidio de un arroyo del Amazonas)
“Las comunidades siempre señalaron que estaban contaminadas; que no sabían porque que tenían enfermedades raras y su relación con la contaminación ha sido muy compleja. En los primeros años, se bañaban en las fuentes con petróleo y sacaban agua de cuencas donde había habido derrames”, le contó el equipo técnico de Puinamudt a la Agencia Anadolu.
Los indígenas que participaron en el estudio fueron seleccionados en tres grupos y visitados dos veces por los investigadores entre mayo y junio de 2016. El primer grupo vive a menos de 50 km de distancia de las infraestructuras relacionadas con la extracción de petróleo o lugares contaminados, el segundo grupo de 50 a 200 km de distancia y el tercero a más de 200 km.
Efectivamente, cuánto más cercana e intensa era la extracción petrolera, más plomo se encontró en la sangre de los pobladores. El mayor nivel de este metal se encontró entre los habitantes de la cuenca del río Corrientes, donde de acuerdo con cifras de ONGs peruanas, desde el año 2000 se han registrado 180 derrames de petróleo. (También le puede interesar: El reto de los 83 resguardos indígenas a los que se les cruzan bloques petroleros)
“La principal hipótesis es que el metal puede llegarles a través de la dieta en las zonas donde hay más contaminación ambiental, ya que la población caza y pesca para alimentarse y estudios previos han demostrado la presencia de plomo en los animales de esta zona”, aseguró a través de un comunicado Cristina O’Callaghan-Gordo, profesora e investigadora de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya, quien lideró el estudio.
Precisamente, otro estudio de 2018 reveló que las especies animales más usadas en la dieta de estas comunidades indígenas tenían altos niveles de plomo en sus hígados. Tapires, pacas, guazos, jabalinas y otras 14 especies comúnmente consumidas estaban envenenadas.
A la región investigada se llega después de dos o tres días de navegación por afluentes amazónicos desde la ciudad de Iquitos y las dos concesiones petroleras, conocidas como Bloques 8 y 192 (antes 1AB) que han estado en manos de Petroperú, Frontera Energy, OXY y la argentina Pluspetrol, son los lotes de extracción más antiguos del país.
Aunque ningún nivel de plomo en la sangre (BLL en inglés) se considera seguro, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH) de Estados Unidos ha utilizado un umbral de 5 μg / dL (microgramos por decilitro) para definir un BLL elevado. El estudio en la Amazonía peruana encontró habitantes en las cuencas de Corrientes y Tigre con un BLL de 10 y hasta 14 μg / dL.
Los investigadores aseguraron que esos valores son el doble de altos que los encontrados en niños en Europa entre 1999 y 2007, período en el que todavía se usaba gasolina con plomo en la región.
“Cuando llegan a los territorios, el Estado y las compañías dicen que tienen tecnología de punta para que no haya contaminación y así convencer a los comuneros de las explotaciones. Ahora necesitamos una tecnología de punta para que nos saquen el plomo de la sangre”, sentenció Aurelio.
Justamente, son los hombres y los niños varones los que más han sido expuestos al metal ya que realizan labores de caza, pesca y trabajo en huertos muchas veces expuestos a los derrames y también participan en actividades de limpieza de vertidos.
“Unos niveles de plomo como los que encontramos en Perú tienen efectos sobre la salud. Los más conocidos son los problemas neurológicos y de neurodesarrollo en niños”, advierte O’Callaghan-Gordo.
A la falta de voluntad política que demoró los resultados del informe cuatro años, se suma la inestabilidad política de Perú, lo que no ha permitido que desde el Ejecutivo se tomen medidas concretas para atender a las poblaciones expuestas a los metales pesados. Hasta el momento, solo se ha creado un plan de salud que no se ha implementado y hay brigadas de salud con atención mínima para los graves problemas de salud que incluyen cefaleas, dolor de estómago y distensión abdominal.
La deuda histórica del Estado con la salud y la seguridad de los indígenas en el Amazonas sigue acumulándose mientras se avecina el final de un proceso de consulta previa para determinar si se aprueban otros 40 años de concesión petrolera en la misma zona.
“Estamos condenados a muerte porque el Estado piensa que si no sacamos el petróleo no hay desarrollo, pero estamos en etapa de diálogo para presentar una propuesta colectiva sobre derechos humanos, derecho del territorio y del medioambiente en las cuencas de Pastaza, Corrientes y Tigre”, confirmó Aurelio.
La investigación en la que también participaron el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), el Centro de Políticas Públicas y Derechos Humanos de Perú, la Universidad de Cambridge, entre otros, puede ser consultada en la revista Environment International.
Después de años de paciencia y reclamos al Gobierno, federaciones indígenas en la Amazonía peruana lograron que investigadores nacionales y de cuatro países llegaran hasta el departamento de Loreto, en el norte del país, para llevar a cabo un estudio de toxicología que determinara la causa de los extraños síntomas médicos que sus pobladores han sentido por años. (Le sugerimos: La destrucción de Amazonia está vinculada al cinturón de algas más grande del planeta)
Fue así como se desarrolló “Blood lead levels in indigenous peoples living close to oil extraction areas in the Peruvian Amazon” [Niveles de plomo en la sangre de pueblos indígenas que viven cerca de áreas de extracción de petróleo en la Amazonía peruana], un estudio que permite conocer la dimensión humana de la explotación petrolera en lo profundo de la selva.
Cerca de 1.047 indígenas de 39 comunidades fueron sometidos a exámenes de sangre y a entrevistas de salud y estilo de vida en las cuencas de los ríos Corrientes, Pastaza, Tigre y Marañón. Los resultados revelaron altos niveles de plomo en la sangre de los pobladores, lo que representa un riesgo para la salud en esta zona no industrializada y remota de la Amazonía.
“Desde la década de 1970 sabemos que esto está pasando. Ya se habían hecho análisis de agua y sedimentos y se había demostrado contaminación de metales pesados. Ahora, este estudio revela cómo esta nuestra salud. Todos los comuneros estamos contaminados y esto nos está matando lentamente”, afirmó Aurelio Chino, líder de la comunidad quechua en Andoas, un poblado ubicado en la provincia del Datem del Marañón, a pocos kilómetros de la frontera con Ecuador.
Gracias a la acción colectiva, cuatro federaciones indígenas (Opikafpe, Fediquep, Acodecospat y Feconacor) se unieron en 2011 para plantearle al Estado una agenda de reparación social después de 40 años de actividad petrolera en la región, dando origen a Pueblos Indígenas Amazónicos Unidos en Defensa de sus Territorios (Puinamudt). (Le sugerimos: Denuncian ecocidio de un arroyo del Amazonas)
“Las comunidades siempre señalaron que estaban contaminadas; que no sabían porque que tenían enfermedades raras y su relación con la contaminación ha sido muy compleja. En los primeros años, se bañaban en las fuentes con petróleo y sacaban agua de cuencas donde había habido derrames”, le contó el equipo técnico de Puinamudt a la Agencia Anadolu.
Los indígenas que participaron en el estudio fueron seleccionados en tres grupos y visitados dos veces por los investigadores entre mayo y junio de 2016. El primer grupo vive a menos de 50 km de distancia de las infraestructuras relacionadas con la extracción de petróleo o lugares contaminados, el segundo grupo de 50 a 200 km de distancia y el tercero a más de 200 km.
Efectivamente, cuánto más cercana e intensa era la extracción petrolera, más plomo se encontró en la sangre de los pobladores. El mayor nivel de este metal se encontró entre los habitantes de la cuenca del río Corrientes, donde de acuerdo con cifras de ONGs peruanas, desde el año 2000 se han registrado 180 derrames de petróleo. (También le puede interesar: El reto de los 83 resguardos indígenas a los que se les cruzan bloques petroleros)
“La principal hipótesis es que el metal puede llegarles a través de la dieta en las zonas donde hay más contaminación ambiental, ya que la población caza y pesca para alimentarse y estudios previos han demostrado la presencia de plomo en los animales de esta zona”, aseguró a través de un comunicado Cristina O’Callaghan-Gordo, profesora e investigadora de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya, quien lideró el estudio.
Precisamente, otro estudio de 2018 reveló que las especies animales más usadas en la dieta de estas comunidades indígenas tenían altos niveles de plomo en sus hígados. Tapires, pacas, guazos, jabalinas y otras 14 especies comúnmente consumidas estaban envenenadas.
A la región investigada se llega después de dos o tres días de navegación por afluentes amazónicos desde la ciudad de Iquitos y las dos concesiones petroleras, conocidas como Bloques 8 y 192 (antes 1AB) que han estado en manos de Petroperú, Frontera Energy, OXY y la argentina Pluspetrol, son los lotes de extracción más antiguos del país.
Aunque ningún nivel de plomo en la sangre (BLL en inglés) se considera seguro, el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH) de Estados Unidos ha utilizado un umbral de 5 μg / dL (microgramos por decilitro) para definir un BLL elevado. El estudio en la Amazonía peruana encontró habitantes en las cuencas de Corrientes y Tigre con un BLL de 10 y hasta 14 μg / dL.
Los investigadores aseguraron que esos valores son el doble de altos que los encontrados en niños en Europa entre 1999 y 2007, período en el que todavía se usaba gasolina con plomo en la región.
“Cuando llegan a los territorios, el Estado y las compañías dicen que tienen tecnología de punta para que no haya contaminación y así convencer a los comuneros de las explotaciones. Ahora necesitamos una tecnología de punta para que nos saquen el plomo de la sangre”, sentenció Aurelio.
Justamente, son los hombres y los niños varones los que más han sido expuestos al metal ya que realizan labores de caza, pesca y trabajo en huertos muchas veces expuestos a los derrames y también participan en actividades de limpieza de vertidos.
“Unos niveles de plomo como los que encontramos en Perú tienen efectos sobre la salud. Los más conocidos son los problemas neurológicos y de neurodesarrollo en niños”, advierte O’Callaghan-Gordo.
A la falta de voluntad política que demoró los resultados del informe cuatro años, se suma la inestabilidad política de Perú, lo que no ha permitido que desde el Ejecutivo se tomen medidas concretas para atender a las poblaciones expuestas a los metales pesados. Hasta el momento, solo se ha creado un plan de salud que no se ha implementado y hay brigadas de salud con atención mínima para los graves problemas de salud que incluyen cefaleas, dolor de estómago y distensión abdominal.
La deuda histórica del Estado con la salud y la seguridad de los indígenas en el Amazonas sigue acumulándose mientras se avecina el final de un proceso de consulta previa para determinar si se aprueban otros 40 años de concesión petrolera en la misma zona.
“Estamos condenados a muerte porque el Estado piensa que si no sacamos el petróleo no hay desarrollo, pero estamos en etapa de diálogo para presentar una propuesta colectiva sobre derechos humanos, derecho del territorio y del medioambiente en las cuencas de Pastaza, Corrientes y Tigre”, confirmó Aurelio.
La investigación en la que también participaron el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), el Centro de Políticas Públicas y Derechos Humanos de Perú, la Universidad de Cambridge, entre otros, puede ser consultada en la revista Environment International.