Enseñar sobre deforestación en los 13 municipios más afectados

El programa Escuela de Selva, liderado por la Universidad de la Amazonia y Visión Amazonia, graduó a 740 campesinos de la región como gestores comunitarios de la selva. Aprendieron sobre los ecosistemas de su región y la acción por el clima, en medio de la virtualidad.

María Mónica Monsalve
27 de marzo de 2022 - 02:00 a. m.
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Cuando hay incendios en la Amazonia, como ha venido sucediendo en los últimos meses, a Yenny Arelis Echavarría se le dificulta dormir. En las noches siente un ruido impactante, el aire deja de ser fresco y cae ceniza y basura sobre su casa. “Eso el humo se siente por todo lado, inunda el territorio”, recuerda. Después, suelen caer unas lluvias tan fuertes que, incluso, la dejan incomunicada, como sucedió esta mañana. Ella, quien nació en Yarumal, Antioquia, pero vive en Cartagena del Chairá, Caquetá, desde que tenía ocho años, se ha acostumbrado a respirar, casi siempre y por cuarenta años, un aire fresco. Sin industrias cerca. Pero cada cierto tiempo vuelven las quemas.

Su municipio, Cartagena del Chairá, es uno de los que tiene mayores tasas de deforestación en Colombia. En el 2019, según el IDEAM, allí se talaron 13.673 hectáreas de bosque y, aunque en el 2020 la cifra disminuyó, la deforestación se mantuvo con 11.745 hectáreas arrasadas. “La gente acá tala y quema las tierras para poner ganado y sembrar comida. Claro, cada uno lo hace dentro de su economía, a distintas escalas. Pero sabemos ahora que eso es un mal manejo del bosque y que se puede seguir aprovechando sin talarlo”, agrega.

Hace unos sábados, el 19 de febrero, Yenny Arelis fue una de los 740 estudiantes, líderes y campesinos que se graduaron de Escuela de Selva, un programa desarrollado por la Universidad de la Amazonia y apoyado por Visión Amazonia, bajo el Ministerio de Ambiente, que los acreditó como gestores comunitarios de selva, usando la educación ambiental para que los mismos campesinos generen acciones climáticas.

El diplomado, cuenta Rafael Lozano, coordinador académico de Escuela de Selva y profesor de la Universidad de la Amazonia, tenía siete módulos que los estudiantes empezaron a desarrollar desde mediados de 2021: contexto amazónico, gestión de proyectos de política ambiental, ordenamiento ambiental, educación ambiental y participación ciudadana, ecosistemas estratégicos, ordenamiento y manejo de bosques, y política ambiental en Colombia. Y aunque en principio la idea era graduar a 600 campesinos del Amazonas, terminaron haciéndolo 740 personas, porque en el trayecto se fueron sumando algunos hijos, vecinos y compañeros que siguieron el proceso.

“Todo el programa se diseñó para que fuera en un lenguaje de campesino a campesino, un tema seductor. Y estuvo dirigido a personas que habitan lugares afectados por la deforestación, y fue la comunidad la que eligió al líder que iba a participar”, señala Lozano. Buscaron, únicamente, estudiantes que vivieran en los municipios con mayor índice de deforestación. San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá (en Caquetá), Leguízamo y Puerto Guzmán (en Putumayo), Puerto Rico, Mapiripán, Vista Hermosa, La Uribe y la Macarena (sur del Meta) y El Retorno, San José del Guaviare y Calamar (en el Guaviare).

La pandemia del covid-19, como sucedió con casi todo lo que pasó en los últimos dos años, amenazó con convertirse en un obstáculo. Cuando la Universidad de la Amazonia presentó su propuesta a Visión Amazonia, apenas en el 2019, la hicieron pensando en la presencialidad. Pero llegó marzo de 2020 y tuvieron que acomodar todo el programa para que fuera virtual. Esto, claro, con el desafío de que no todos sus estudiantes tenían acceso a internet e, incluso, algunos de ellos, entre los 25 y sesenta años, no estaban familiarizados con ciertas herramientas tecnológicas.

Se unieron con los grupos de investigación en ingeniería de sistemas de la universidad, y con los profesores que habían realizado trabajo comunitario, para poder diseñar una aplicación que les llevara todos los contenidos a los estudiantes sin tener que estar conectados permanentemente a internet. “La idea era que cuando el estudiante fuera al centro poblado, a hacer una vuelta o a comprar algo, se conectara a internet para actualizar el contenido y recibir las actividades de evaluación, pero que las pudiera desarrollar en su tiempo libre”, explica el profesor Lozano.

Para esto, a los 600 estudiantes iniciales les dieron una tableta. “Yo me levantaba temprano en la mañana, antes de las 6:00 a.m., hacía el desayuno, el oficio y estaba pendiente de una tienda que tenemos, que es de víveres”, recuerda Yenny. “Y de 3 a 5 de la tarde, era leer, leer y leer. A mí la luz de la tableta me cansaba, entonces imprimí mucho del material para tenerlo en físico”.

Cuando llegaba la hora de hacer evaluaciones, involucraba a su esposo y su hijo de 16 años para responder las preguntas. También, llamaba a los vecinos cuando tenía dudas o, directamente, a alguno de los ocho profesores de Escuela de Selva. “Algunos compañeros que no tenían acceso a internet bajaban también de las fincas a hablar conmigo u otros estudiantes e íbamos resolviendo”.

El material que se entregó venía en diferentes formatos. Lozano cuenta que, por ejemplo, trabajaron en una caricatura que representaba a los distintos actores que aparecen al manejar un bosque. “El escéptico, el gruñón, el líder”. Incluso, el grupo de teatro de la Universidad de la Amazonia participó poniendo la voz de estos personajes.

“Así uno entendía más fácil la conservación ambiental”, agrega Yenny. “A mí encantó el tema de la historia de la Amazonia. Y, uno de los últimos módulos, que fue sobre el manejo de los bosques. Eso me impactó: la conciencia de que se puede conservar y hacer ganadería. O tener espacio de cultivos más pequeños”, señala. Pero eso sí, aclara, para la próxima fase de Escuela de Selva —que Lozano comenta que ya se está empezando a planear—, Yenny cree que es importante involucrar a los ganaderos de la región. “Estamos pidiendo que se hable con los ganaderos, con los dueños de las fincas y que ellos también se involucren”.

Y es que, como lo cuenta Lozano, este tipo de educación ambiental no solo busca que sus estudiantes, campesinos de la Amazonia, sepan reforestar o conservar, sino hacerlos actores claves de la acción climática. “También se trata de despertar estrategias de empoderamiento ambiental y de territorio. De entender cómo puedo organizar a mi junta de acción comunal para chancletear a las instituciones del Sistema Nacional Ambiental (SINA), para presionar y que hagan presencia. Que generen respuestas y mecanismos para mitigar la deforestación”, comenta.

Este texto hace parte del gran especial de aniversario de los 135 años de El Espectador, que analiza cómo podemos tener un futuro más sostenible. Encuentre aquí el especial completo.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e Infoamazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

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