Estos son los frutos con los que puede conservar la Amazonia y aportar a su economía
Ante los problemas que agobian a la Amazonia, muchas veces quienes viven en las ciudades se preguntan cómo pueden contribuir a protegerla y a impulsar su economía. Un camino es acceder a la abundante oferta de productos que van desde el fruto con mayor contenido de vitamina C del planeta, hasta una variedad de ajíes con gran valor cultural y espiritual para los pueblos indígenas.
Catalina Sanabria Devia
Por estos días la Amazonía ha vuelto a ser noticia. Los graves incendios que se han extendido por varios países y la grave sequía que vive la región, la ha ubicado, nuevamente, en los principales medios del mundo. Con el fuego, se pierde una invaluable riqueza que abarca tanto el reino animal y vegetal, como el de los hongos.
Una buena manera de comprender esa riqueza es poner sobre la mesa un tema del que poco se habla en las ciudades colombianas: las especies vegetales que son usadas, entre otras cosas, como medicina, combustible, psicotrópico, colorante, ornamento, para construcción o de manera artesanal. El Programa de Flora Amazónica del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi ha identificado 1.159. Consumir algunas de estas en los centros urbanos, puede ser una manera de proteger ese territorio y ayudar a “mover” su economía.
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Por estos días la Amazonía ha vuelto a ser noticia. Los graves incendios que se han extendido por varios países y la grave sequía que vive la región, la ha ubicado, nuevamente, en los principales medios del mundo. Con el fuego, se pierde una invaluable riqueza que abarca tanto el reino animal y vegetal, como el de los hongos.
Una buena manera de comprender esa riqueza es poner sobre la mesa un tema del que poco se habla en las ciudades colombianas: las especies vegetales que son usadas, entre otras cosas, como medicina, combustible, psicotrópico, colorante, ornamento, para construcción o de manera artesanal. El Programa de Flora Amazónica del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi ha identificado 1.159. Consumir algunas de estas en los centros urbanos, puede ser una manera de proteger ese territorio y ayudar a “mover” su economía.
Jaime Barrera, ingeniero agrónomo y Subdirector Científico y Tecnológico del Sinchi, cuenta que entre esas especies, hay 69 categorizadas para las industrias de alimentos y de maquillaje. Según él, a través del reconocimiento y del consumo de estos productos en las grandes ciudades, se abre una oportunidad para restaurar y conservar esta selva vital para el planeta, pues “nunca antes en la historia había estado tan amenazada”, de acuerdo con WWF.
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La deforestación, la ganadería extensiva, la minería, los cultivos ilícitos y la construcción de vías son algunas de las actividades que vulneran a la Amazonia. Una alternativa ciudadana para intentar mitigar estos problemas, a ojos de Barrera, sería que en lugares como Bogotá se reconociera el valor de los recursos amazónicos y fueran llevados a la mesa como alimento. De ese modo, dice el ingeniero, “estaríamos dándole una oportunidad al manejo forestal sostenible y a que las comunidades asentadas allí conserven el bosque porque ven en él una oportunidad de desarrollo. La gente no va a quemar algo que le está generando ganancias”.
El camu camu (Myrciaria dubia) es uno de esos alimentos que se dan en la selva, principalmente en la Cuenca del Putumayo y la parte alta del Río Caquetá, según el Sinchi. Tiene un sabor ácido y por lo general se consume como jugo, aunque también sirve para hacer mermeladas, dulces, postres, salsas y otras bebidas como cócteles o sodas. “En las principales ciudades de Colombia se puede encontrar en pulpa o en polvo”, dice Marcela Arango, investigadora del Centro de Economía y Finanzas de la Biodiversidad del Instituto Humboldt.
Tanto ella como Barrera señalan que esta fruta amazónica es la de mayor contenido de vitamina C en el planeta, por encima de la naranja y el limón. Además, aporta aminoácidos y tiene nutrientes como el sodio, el potasio, el calcio, el zinc y el magnesio.
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Pero este producto no es tan fácil de adquirir como, por ejemplo, el aguacate, que ha sido domesticado y adaptado a varias zonas del país para que se venda durante todo el año en Bogotá. Aunque el camu camu está disponible únicamente en enero, febrero y marzo, para Arango eso representa una oportunidad de conectarse con los ciclos de la vida de las plantas. Esto sucede con frecuencia en los lugares con estaciones del año, donde llega la época de cosecha de por ejemplo, calabazas o bayas, y se incluyen en menús especiales o se hacen tortas con ellas.
“En los países tropicales estamos menos acostumbrados a eso. Yo creo que una de las cosas más transformadoras que podemos hacer los colombianos es celebrar como una buena noticia que llegó la temporada de ciertas frutas y disfrutarlas, en lugar de esperar que siempre tengamos todo”, expresa la investigadora. “Podemos hacer el esfuerzo extra de salir a buscarlas, de explorar sabores y nuestra conexión con los ecosistemas a través de lo que comemos”.
Otro de los recursos de la Amazonia es el cacao (Theobroma cacao). Su procedencia ha sido bastante discutida, pues hay registros de su uso ceremonial en las culturas prehispánicas de Centroamérica. “Pero la diversidad biológica que hay de individuos de cacao en la Amazonia parece respaldar la hipótesis de que esta selva es su centro de origen”, dice Arango. En cualquier caso, al caminar por la región, es posible observar árboles gigantes que producen este fruto y que pueden estar allí desde hace cientos de años.
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El moriche o aguaje (Mauritia flexuosa), que contiene fitoestrógenos, una sustancia de origen vegetal con características similares a los estrógenos (fundamentales para la salud reproductiva de la mujer), es ampliamente consumido en la Amazonia peruana y en Colombia, en Guaviare, se está empezando a comercializar como batidos, helados y paletas. El azaí (Euterpe precatoria) es un superalimento rico en antioxidantes y ácidos grasos, que se produce en la selva, pero también en Chocó, donde podría incentivarse su consumo para mitigar los déficits de nutrición del departamento.
La vainilla (múltiples variedades del género de orquídeas Vanilla), asegura la investigadora, podría competir con la pasta de coca en términos de precio, aunque aún falta aprender más sobre su proceso de fermentación y secado. El sacha inchi (Plukenetia volubilis) es una buena alternativa al consumo de pescado, pues es una gran fuente de omegas 3, 6 y 9, y es posible encontrarlo en algunos supermercados. El cacay (Caryodendron orinocense) , que cumple funciones ecológicas como restaurar los suelos, dar sombra a otros cultivos y hospedar especies de fauna silvestre, tiene propiedades similares al aceite de argán, ambos contienen vitamina E y los ácidos linoleico y oleico, por lo que es apetecido en la industria cosmética.
La lista de frutos nativos de la región se alarga. A través de su consumo, dice Barrera, se reduciría la presencia de la ganadería en la Amazonia e incrementaría la biodiversidad. Además, estos árboles selváticos son reconocidos por su capacidad para absorber carbono, lo cual es fundamental ahora que el sur de la región ha vivido una de sus peores temporadas de incendios en casi dos décadas, según Copernicus. Las emisiones de este gas han superado el promedio anual, llegando a cubrir incluso a países como Argentina.
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Arango agrega que, aunque la agricultura ha sido fundamental para la sociedad actual, los ecosistemas demuestran que hay alimentos que crecen en su mayoría de forma natural, sin intervenciones humanas, que garantizan la sostenibilidad del bosque y que podrían servir en caso de una crisis global por seguridad alimentaria. “En esos procesos, las comunidades indígenas tienen mucho que enseñarnos”.
El valor de los frutos
Ricardo de la Pava, experto en sistemas alimentarios y líder de Economías Locales de Gaia Amazonas, cuenta que esta fundación está acompañando a las comunidades del Territorio Indígena del Pirá Paraná en ese fortalecimiento de las cadenas de valor de productos amazónicos. En específico, habla de dos tipos de ajíes, del género Capsicum, que son muy importantes para los indígenas.
“Es un proceso comunitario que empieza por la recuperación de las semillas y sus historias asociadas. Son frutos muy picantes, al nivel de un ají habanero, que ellos utilizan para la curación, para mantenerse sanos y fuertes, para trabajar la chagra, prevenir peligros al estar en la selva y también le dan, a veces, un uso cosmético. Nosotros lo tenemos como un condimento, pero para ellos es un elemento de origen”, expresa de la Pava. También lo usan para hacer un ejercicio de limpieza.
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Estos ajíes se relacionan con el Yuruparí, uno de los rituales más importantes del macro territorio de los jaguares del Yuruparí, distribuido entre los departamentos de Vaupés y Amazonas y cuyos conocimientos son reconocidos por parte de la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
María Camila Alzate, líder de Comunicaciones e Incidencia con enfoque territorial de Gaia Amazonas, afirma que a pesar de que Colombia no es un país tan acostumbrado al picante, los ajíes son fundamentales en la dieta amazónica y allí los habitantes los consumen desde el desayuno hasta la cena.
A diferencia de frutos de temporada o aquellos que requieren una cadena de frío, estos ajíes son deshidratados y moqueados, es decir, ahumados, y posteriormente se muelen. Así se facilita su transporte y comercialización, por ejemplo, en Bogotá, y no tienen periodo de caducidad. Los miembros de Gaia Amazonas cuentan que el equipo y las comunidades están dialogando con algunos restaurantes para robustecer esos procesos y garantizar una compra sostenida.
“Hay algo interesante en esta cadena y es que los valores se fijan desde el territorio, son conversaciones directas entre las comunidades locales y los aliados comerciales en las que se determina el precio del ají por kilo o por gramo, que es importante que se asuma”, subraya de la Pava.
Barrera, el ingeniero agrónomo, concuerda con la relevancia de pagar los valores establecidos. Según él, no se debe pretender que los alimentos sean más económicos porque vienen del bosque o porque se dan en abundancia. Por el contrario, los expertos coinciden en que se debe reconocer su valor en tanto que son autóctonos, tienen una carga cultural e histórica y presentan alternativas a las economías ilícitas.
Así lo plantea Alzate: “Qué bueno que la gente se acerque a estos frutos conociendo sus historias, sus productores y siendo conscientes de la implicación o del recorrido que llevó este producto hasta la mesa, para así incluso saborearlo y disfrutarlo mucho más. Fue difícil que llegara hasta ahí”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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