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Líderes del mundo se reunirán a partir de hoy 30 de noviembre en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) para asistir a una nueva Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta convención, que rige desde hace casi 30 años, reconoce que todos los países son vulnerables al cambio climático y pide a los Estados que tomen medidas de mitigación y adaptación al mismo. (Le puede interesar: Los desafíos para conservar al felino más grande de América)
La Conferencia, más conocida como la COP 28, se reúne en un momento cuando parece que estamos fracasando en el propósito de detener el cambio climático, valga decir, de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5° C por encima de los niveles preindustriales. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, el pasado mes de agosto se registraron las temperaturas mundiales promedio más altas desde cuando se llevan registros del clima.
El más reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) señaló que la humanidad experimentó los 12 meses más calurosos en, al menos, 125.000 años. También señaló que 2023 era, con toda probabilidad, el año más caluroso de la historia en la Tierra. El informe afirmó que se trata de la “advertencia final” sobre la emergencia climática.
Sin embargo, todavía existen oportunidades para detener el cambio climático y salvar a la humanidad de los desastres que generará el aumento sostenido de la temperatura. La reducción de la deforestación de las selvas tropicales destaca como una de las soluciones más rentables y esenciales para lograrlo. (Le recomendamos: Minería y explotación petrolera están poniendo en aprietos a los bosques tropicales)
Cuando se talan los bosques tropicales y los árboles se queman o se descomponen, el carbono almacenado en ellos se libera a la atmósfera. La deforestación tropical no solo genera emisiones de carbono, sino que disminuye la capacidad de la naturaleza para absorberlas.
En los últimos años, se han hecho varias promesas y compromisos en los que se reconoce el papel fundamental de los bosques tropicales en relación con los objetivos mundiales de clima y desarrollo sostenible, así como las graves consecuencias de la deforestación en curso.
Los gobiernos han prometido en repetidas ocasiones que actuarán para restaurar los bosques, detener la deforestación y revertir la degradación de la tierra. Por ejemplo, las empresas y los gobiernos (incluido el de Colombia) prometieron, en la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre Bosques y Uso de la Tierra que aprobó la COP26 en 2021, detener y revertir la pérdida de los bosques y la degradación de la tierra para 2030. (También puede leer: Un fondo para preservar la selva, la propuesta que Lula llevará a la cumbre de Dubai)
En lugar de frenar la pérdida sostenida de las selvas tropicales, algo que se requiere desesperadamente para cumplir los objetivos mundiales, la tendencia marcha en sentido contrario. La deforestación de las selvas tropicales sigue impulsando el cambio climático. En resumen, a pesar de algunos avances, la humanidad no está caminando por el rumbo necesario para cumplir los principales compromisos relacionados con la protección de los bosques tropicales.
Lograr la protección y restauración de los bosques tropicales para hacer frente al cambio climático no solo requiere medidas políticas y económicas. También exige el firme compromiso ético de actuar para lograr la justicia ambiental, superar las injusticias sociales que causa la deforestación, una de las principales causas de ese calentamiento, y proteger el derecho de las generaciones futuras a gozar de un planeta habitable.
Esta cumbre climática dispondrá, por primera vez, del “Pabellón de la Fe” que albergará paneles con líderes religiosos, políticos y científicos y estimulará el diálogo intergeneracional e intercultural sobre el cambio climático y la protección de la Casa Común. (Le puede interesar: Europa no recibirá más productos de áreas deforestadas. ¿Qué implica para Colombia?)
En realidad, el compromiso de los líderes religiosos con la acción climática no será algo nuevo que se produzca a partir de esta COP. Lo demuestra la existencia de la Iniciativa Interreligiosa para los Bosques Tropicales IRI (por su sigla en inglés Interfaith Rainforest Initiative) que nació en 2017, para poner la influencia moral, ética y política de las religiones y sus líderes al servicio de la protección de los bosques, los derechos de sus habitantes y la búsqueda de la justicia climática.
Somos religiones. Somos pueblos indígenas y defensores de los bosques de primera línea. Somos científicos. Somos colombianos. Juntos, somos una coalición que exige que Colombia lidere el camino en políticas que protejan los bosques, no solo a nivel nacional, sino en un escenario global cuando el mundo está mirando.
IRI Colombia tiene la certeza de que fe y ciencia pueden dialogar de manera creativa y constructiva para hacer de la espiritualidad una herramienta al servicio de la protección y restauración de la selva amazónica, uno de los últimos bastiones para detener el cambio climático. Por ello, actuamos localmente con proyección ambiental global, apoyados en la pastoral ambiental que crea conciencia sobre la gravedad de la crisis de la deforestación e inspira la acción para detener la pérdida de la Amazonia. (Le recomendamos: Así es como la deforestación en la Amazonia reduce las lluvias en los Andes)
El último tren hacia la supervivencia de la humanidad está por partir. Entre sus pasajeros debemos estar quienes asumimos el compromiso moral de hacer del cuidado de la selva amazónica una prioridad ética y política urgente para la sociedad colombiana.
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