La deforestación actual podría llevar a la Amazonia a un punto de no retorno en 10 años

Un reciente informe advierte que están cada vez más cerca los puntos de inflexión con consecuencias “potencialmente catastróficas” y que desestabilizarían la vida en la Tierra. Uno de ellos es la pérdida de la Amazonia, su biodiversidad y sus servicios ecológicos.

Catalina Sanabria Devia
17 de octubre de 2024 - 04:06 p. m.
Imagen de referencia. La pérdida de bosque en la Amazonia se asocia con la expansión de la ganadería, los cultivos agroindustriales, la construcción de vías y otras prácticas de cambios en el uso del suelo.
Imagen de referencia. La pérdida de bosque en la Amazonia se asocia con la expansión de la ganadería, los cultivos agroindustriales, la construcción de vías y otras prácticas de cambios en el uso del suelo.
Foto: Gustavo Montes Arias

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¿Alguna vez se ha preguntado qué pasaría si la Amazonia dejara de funcionar? La organización WWF, en colaboración con la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL, por sus siglas en inglés), publicó recientemente su Informe Planeta Vivo 2024. En él se advierte que en el Amazonas “las tasas actuales de deforestación podrían conducir a un punto de inflexión en una década”.

Es decir que esta región podría enfrentar un cambio sustancial y sus impactos ambientales serían irreversibles. “Hemos generado tanta transformación en términos de área y de la misma estructura de este ecosistema, que se calcula que va a dejar de funcionar como lo ha hecho hasta ahora”, explica Carlos Mauricio Herrera, director de Conservación y Gobernanza de WWF.

La Amazonia se está extinguiendo de manera acelerada y Colombia es un ejemplo de ello. Entre 1985 y 2023 se redujo casi un 7% este bosque natural en el país, según datos de la plataforma Mapbiomas. Esa pérdida de vegetación se asocia con la expansión de la ganadería, los cultivos agroindustriales, la construcción de vías y otras prácticas de cambios en el uso del suelo. Sumado a ello, dice el informe de WWF, actualmente no se cuenta con la financiación ni las políticas necesarias para frenar la deforestación y la degradación de la selva.

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Aun cuando se empiecen a aplicar medidas lo suficientemente efectivas, la recuperación de la selva y su efectos no serían evidentes de inmediato. “Si paramos las emisiones contaminantes hacia la atmósfera, los sistemas de autorregulación planetaria se van a demorar más de 100 años en reconstruir”, asegura Thomas Walschburger, Asesor Senior de Ciencias de The Nature Conservancy (TNC), de acuerdo con un comunicado de dicha organización.

Sin embargo, “el único momento seguro para actuar es ahora”, alerta la organización. Si se pierde entre el 20% y el 25% del bioma amazónico, el daño sería irreparable. Hasta el momento, se estima que entre un 14% y 17% de estas áreas han sido deforestadas. A ojos de Herrera, “estamos muy cerca de ese punto de inflexión”.

Para dimensionar las implicaciones de una crisis sin retorno en la Amazonia, es importante entender que esta región es hogar del 10% de la biodiversidad del planeta. Allí también viven más de 47 millones de personas, de las cuales 2.2 millones son indígenas y locales que se han relacionado históricamente con la naturaleza.

Además, de acuerdo con la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), esta región produce 20 millones de toneladas de agua diariamente a través de la transpiración de sus árboles, que terminan convirtiéndose en lluvias de gran parte de Suramérica. Yendo más allá, los servicios ecosistémicos de la Amazonia son de alcance global, pues almacena entre 250.000 millones y 300.000 millones de toneladas de carbono, lo cual es equivalente a “entre 15 y 20 años de emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”, asegura el informe de WWF.

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Entonces, la destrucción de este bosque tropical traería consigo “consecuencias devastadoras”, como cambios en los patrones climáticos de todo el mundo. Con los incendios y la pérdida de plantas, la selva se transformaría en un sistema de sabanas tropicales que ya no funcionaría como sumidero de carbono, sino que lo emitiría. Podrían liberarse a la atmósfera hasta 75.000 millones de toneladas de este gas, señala Planeta Vivo, lo cual volvería imposible el objetivo del Acuerdo de París de limitar la temperatura del planeta a 1.5 °C para finales de este siglo.

“Menos árboles significan menos transpiración, lo que se traduce en menos precipitaciones, reduciendo la disponibilidad de agua en otras partes del bosque y provocando la muerte de más árboles. Esto reduce aún más la transpiración, y así sucesivamente en un círculo

vicioso”, se lee en el documento. “En 2050, hasta el 47 % de la superficie de la selva amazónica estará probablemente expuesta a alteraciones simultáneas, como el aumento de las temperaturas, las sequías extremas, la deforestación y los incendios”.

Pérdida de biodiversidad

Además de una menor capacidad para regular el clima global y el recurso hídrico de la región, la deforestación perjudica de manera significativa a la biodiversidad. El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) registró 1.309 especies de aves, mamíferos, reptiles y anfibios en la Amazonia colombiana en 2022. De ellas, 22 son endémicas y 24 están amenazadas.

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Por ejemplo, el delfín rosado del río Amazonas (Inia geoffrensis), es uno de los animales cuya situación es preocupante. Se encuentra en peligro de extinción, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y podría desaparecer en menos de 50 años. En Colombia es una de las 12 especies más amenazadas del país y sus principales amenazas son la caza, la pesca incidental, la contaminación, la pérdida de hábitat, el cambio climático y las perturbaciones acústicas.

Desde agosto de este año, la Fundación Omacha recibió reportes de cinco individuos de este animal que, por causa de la extrema sequía y el bajo nivel del agua del caudal, quedaron atrapados en redes de pesca atravesadas y murieron. Por otro lado, en Brasil, el informe de WWF revela que entre 1994 y 2016, la población de Inia geoffrensis disminuyó un 65% en la reserva de Mamirauá.

En la temporada de sequía de 2023, entre septiembre y octubre, en dos lagunas de dicho país fallecieron más de 330 delfines rosados y grises (Sotalia fluviatilis) debido al choque térmico por temperaturas del agua de hasta 40 °C y la saturación de humo por los incendios. Esta muerte repentina de un gran número de animales, subraya el reporte de WWF, debilita la resiliencia del sistema amazónico y lo hace más vulnerable ante el cambio climático.

Walschburger explica que la vida acuática depende de los bosques inundables, pues suministran frutos, semillas e insectos a los peces. “Si los ríos no crecen o se inundan como deberían, la mayoría de los organismos acuáticos se quedan sin comida”. Y sin peces, toda el resto de la cadena trófica también se ve afectada y su estructura poblacional se perjudica.

“A medida que disminuye el número de individuos de las especies, la cuenca del Amazonas, un sistema crítico dentro de esta región, se enfrenta al riesgo de alcanzar un punto de inflexión”, señala el informe de WWF.

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Herrera explica que el planeta funciona como un ser vivo en el que cada pérdida de una especie tendrá repercusiones en su ecosistema. Luisa Sánchez, investigadora de la organización Ambiente y Sociedad, cuenta que para el caso de la Amazonia existe una retroalimentación a través de las interacciones entre flora y fauna, “donde las plantas proporcionan hábitat y alimentos, mientras que animales como aves e insectos ayudan a la polinización y dispersión de semillas, garantizando la regeneración del bosque”. Así, la biodiversidad cumple su función ecológica.

Pero si el bosque se desintegra, las especies no pueden seguir su curso natural. Así lo explicó Jesica López, bióloga y estudiante del doctorado en Uso Sostenible de la Tierra de la Universidad de Lund, en Suecia, para un artículo de El Espectador. Si hay praderización y, por ejemplo, un parche de 100 hectáreas de tierra sin árboles, las aves, mamíferos, reptiles y anfibios, tendrán dificultad tanto para moverse, como para buscar alimento y refugio.

Los animales se ven “completamente enfrentados a la pérdida de su hábitat. Ellos no piensan que deben ir al otro extremo, sino que se quedan ahí y a veces mueren. En la Amazonía colombiana hay muchas especies que todavía ni siquiera conocemos, puede que algunas no sean tan impactadas, pero las endémicas van a estar en gran riesgo”, de acuerdo con López.

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Con menos número y variedad de especies, funciones como la polinización, el ciclo de nutrientes y la descomposición no serán las mismas. “El sistema ya no generará estos procesos para el bienestar de la naturaleza y del ser humano”, afirma Herrera. El cambio climático, añade el informe Planeta Vivo, puede estar provocando el declive de algunas aves de los bosques amazónicos, que suelen ser fundamentales para la expansión del bosque a través de la dispersión de semillas.

El calentamiento global está acelerando lo que algunos expertos han descrito como la sexta extinción masiva de especies. Sin la biodiversidad ni los ecosistemas que mantienen el equilibrio del planeta “nos volvemos como Marte, un desierto”, dice Walschburger. “Con su deterioro no hay capacidad para llegar a un punto de equilibrio”.

Tomar acción

Aparte del punto de inflexión en la Amazonia, también crecen cada vez más las amenazas por la pérdida de los arrecifes de coral y el derretimiento de las zonas heladas del planeta. Por eso, las recomendaciones de WWF vienen de la mano de un llamado de urgencia para tomar acción. La transformación debe ser sistémica, de acuerdo con Herrera.

En primer lugar, dice él, es necesario replantearse el sistema alimentario. “El 70% de la pérdida de biodiversidad a nivel global en este momento está asociada a la forma como estamos produciendo y desperdiciando la comida. Eso es una cuestión impresionante y por lo tanto es uno de los primeros sistemas sobre los que tenemos que hacer cambios muy efectivos”.

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WWF señala que la producción de alimentos es la principal causa de destrucción del hábitat terrestre. La agricultura, por su parte, es responsable del 90% de la deforestación tropical y el 70% de las extracciones de agua dulce. “En última instancia, lo que comemos y cómo lo producimos determinará el destino de la humanidad”, enfatiza el reporte.

Un segundo punto clave es la transición energética que, aunque se viene discutiendo desde hace un tiempo y está ligada a las metas tanto de cambio climático como las de pérdida de biodiversidad, no se está dando a la velocidad que se requiere, a pesar de que la energía solar y la eólica actualmente representan el 80 % de la nueva capacidad eléctrica adicional.

Los combustibles fósiles se deben sustituir por estas energías renovables para reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Esa transición, recalca la organización, tiene que enfocarse en las personas y en la naturaleza, con el fin de que sea justa y ecológica. Para ello, además, se necesitan grandes infraestructuras e inversiones.

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Precisamente, el tercer aspecto a transformar es el sistema financiero. Las finanzas, propone Planeta Vivo, no deberían dirigirse hacia actividades dañinas para el ambiente, sino hacia “modelos de negocio que contribuyan a los objetivos mundiales sobre la naturaleza, el clima y el desarrollo sostenible”.

En esa asignación de recursos para la conservación, la inclusión de las comunidades también es fundamental. “Integrar los saberes indígenas y locales en la restauración de la selva y frenar la deforestación son acciones clave para preservar su biodiversidad y garantizar la sostenibilidad a largo plazo frente a las amenazas de actividades extractivas”, afirma Sánchez. La Alianza Escucha la Amazonia, de la cual hacen parte WWF, Ambiente y Sociedad, TNC y otras organizaciones, lanzó esta semana un decálogo con aspectos clave para la protección de esta región.

Finalmente, Herrera agrega que algo que pueden hacer las personas es mantenerse informadas no solo sobre los impactos que tienen los hábitos de consumo, sino sobre las decisiones que toman, por ejemplo, sus gobernantes y las instituciones. “Tenemos una capacidad y un ejercicio como ciudadanos de reclamar porque el medio ambiente está incluido en las agendas económicas, administrativas y legislativas”, dice.

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Esto, a propósito de la 16° Conferencia de las Partes, que iniciará este lunes en Cali. Allí, delegados de más de 190 países se encontrarán para discutir y tomar decisiones clave en torno a una de las grandes crisis que aflige al planeta: la pérdida de biodiversidad. A tan solo unos días de esta cumbre de relevancia mundial, el informe de WWF advierte: “No es exagerado decir que lo que ocurra en los próximos cinco años determinará el futuro de la vida en la Tierra”.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

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Catalina Sanabria Devia

Por Catalina Sanabria Devia

Periodista con interés en temas de género, medio ambiente y construcción de paz. Ha colaborado en medios como Rutas del Conflicto y Mongabay Latam. Ganadora del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (2022) y el Premio al Periodismo Social y Ambiental de Constructora Capital (2023).@catalina_sanabrlsanabria@elespectador.com

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