Las tensiones por el “nuevo” modelo de salud del Amazonas
En este departamento se está estructurando un sistema indígena de salud propio e intercultural (SISPI). Sin embargo, algunas comunidades alegan que debería instaurarse más de uno que respondan a sus propias tradiciones. La decisión incluso afecta a los pueblos indígenas en aislamiento.
María Paula Lizarazo
El pasado diciembre se tomó una importante decisión en el Amazonas que pasó inadvertida. En una reunión entre las 14 autoridades indígenas y los representantes de las entidades de ese departamento, se estableció una ruta para resolver una intensa discusión que viene de años atrás: ¿cómo crear un sistema de salud acorde a las necesidades de los pueblos indígenas?
La respuesta a ese interrogante la han discutido múltiples actores desde la década del noventa sin haber podido llegar a una conclusión definitiva. En un departamento tan complejo, tan intercultural y aislado como el Amazonas, ha sido difícil acordar cuál modelo de salud puede responder a las necesidades de sus pobladores.
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En esta ocasión, la discusión revivió tras esa reunión de diciembre y, desde entonces, no se han zanjado las tensiones. En palabras un poco más detalladas, aquella vez, cuenta Paola Chaparro, responsable de Salud Pública de la Secretaría de Salud del Amazonas, se estableció un camino para continuar con la instauración de un “sistema indígena propio e intercultural” (SISPI), como lo llaman técnicamente.
La idea, en otros términos, es que el Amazonas tenga un modelo de salud único para todas las comunidades indígenas que viven en ese territorio. El problema es que no todas están de acuerdo con esa decisión pues, a sus ojos, no responde a la compleja cosmovisión de cada pueblo que es, justamente, lo que busca reconocer ese modelo: la sabiduría ancestral y sus sistemas de pensamiento, en los que hay prácticas de cuidado que muy diferentes a lo que “Occidente” entiende como salud.
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En palabras de Antonio Fajardo, auxiliar de salud pública del pueblo Muruí-muina del Amazonas, “la salud de un paciente no depende solamente de los indígenas ni de la cultura occidental, las dos culturas tenemos nuestras propias enfermedades. Nosotros como indígenas primero atendemos con la cultura nuestra, directamente con las tradiciones, con las formas de oración, con plantas, y recurrimos a los sabedores tradicionales. Cuando ellos evalúan que no podemos encontrar la curación en nuestra cultura, nos pasamos a la cultura de occidentales y si se sana el paciente, pensamos que así es como debía ser”.
Con la integración de saberes, se busca “un conocimiento sobre cómo llevar una prestación de servicios a toda la población del territorio”, añade Darío Perea, secretario de Salud de la Asociación Pani (de las comunidades Miraña y Bora, del Amazonas).
Pero ese es el primer meollo del asunto: “los SISPI son sistemas que se basan en la cosmovisión de los mismos pueblos, pero no toda la gente que trabaja en salud tiene claro eso y ahí empieza una de las peleas”, afirma Pablo Martínez, médico y antropólogo vinculado a la región. Y a ese, le sigue otro problema: el económico
¿Para qué otro modelo de salud?
Para comprender un poco mejor esta tensión vale la pena dar una breve mirada al pasado y a la compleja normativa que hoy soporta el sistema de salud colombiano. Como en la Constitución del 91 se abrió la posibilidad de que los pueblos indígenas manejaran sus territorios como entidades territoriales, eso también incidía en que éstos fueran autoridades de salud con sus propias secretarías.
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Desde entonces, por ejemplo, hubo capacitación de agentes de salud indígenas en el manejo de algunos medicamentos y tratamientos. “Estas personas, si bien no tienen bachillerato ni una educación formal, llevan 30 años haciendo capacitaciones y atendiendo pacientes en tiempo real y con las uñas”, afirma la ONG Amazon Conservation Team (ACT). Son ellos quienes en la inmensidad de la selva y la ausencia estatal, han atendido mordidas de culebra o accidentes con un machete.
Pero a medida que se empezó a estructurar el sistema de salud del país, con sus aciertos y sus falencias, las autoridades indígenas también comenzaron a insistir en la necesidad de crear sistemas propios de salud. La sigla “SISPI” empezó a aparecer en el mapa de la seguridad social del país.
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Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que lo que estaba escrito en el papel se hiciera realidad. Solo hasta el 2018, con un decreto, se establecieron los lineamientos para la formación de las “entidades territoriales en áreas no municipalizadas” en departamentos como el Amazonas, Guainía y Vaupés. Así es como tiene lugar la creación de los “SISPI”.
Más allá de los enredos normativos, hay muchos debates que atraviesan este asunto. “Uno de los más fuertes es que los territorios indígenas no tienen fronteras, lo que existe es un manejo del territorio sin fronteras donde cada pueblo reconoce cuál es su territorio y a quién le corresponde el manejo de ese territorio. Un problema importante en este tema de las fronteras es el de los recursos, que vienen por límites territoriales”, explica Martínez.
Es decir que puede haber indígenas pertenecientes a una misma comunidad cuya población se ve atravesada por un río. Por poner un ejemplo, si de un lado del río está Caquetá y del otro lado está el Amazonas, entonces “el recurso que podría ayudar a formar el SISPI tiene unas barreras que la legislación colombiana todavía no ha entendido. Pese a que somos un país pluriétnico, a la hora de interpretar las normas lo hacemos sobre los principios occidentales”, asegura.
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Otro de los problemas es que no todos están de acuerdo con crear un solo “SISPI”. “Desde que se formuló la idea de los SISPI siempre se ha dicho que está fundamentada en el sistema de conocimiento de cada pueblo. El principio fundamental que hay detrás de todo eso es el respeto y la garantía de los sistemas de conocimiento propios. En la Amazonia hay un número determinado de conocimientos propios que pueden tener elementos comunes, sí, pero es indudable que tienen que haber varios SISPI porque no todos los pueblos trabajan de la misma manera y sí van a terminar aplicando cosas que aplican para un lado y para otro no”, apunta Martínez.
Sin embargo, en la Secretaría de Salud del Amazonas afirman que en las últimas sesiones se concertó con las autoridades de los pueblos indígenas del departamento la creación de un solo “SISPI”, una versión con la que no están de acuerdo algunos actores de la salud de la Amazonía. Por el momento, dice Chaparro, están en la primera fase que consiste en la recolección de datos y encuestas para comprender las lógicas diferenciales de cada pueblo y cada geografía. Apenas se ha recibido un 50% de la información del departamento.
El otro punto de este debate tiene que ver con los pueblos indígenas en aislamiento. En Colombia se sabe de la existencia de dos y hay otros 14 por confirmar. Pero su bienestar depende de la creación de “cordones” de protección sanitarios. “La protección de los aislados no solo es que nadie toque los territorios, sino también es destruir mitos, trabajar desde la educación propia, incidir jurídicamente, trabajar desde lo tradicional, desde la cultura y garantizar su salud”, afirma ACT.
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En Brasil y en Perú, por ejemplo, se presentaron recientemente casos de contacto con pueblos en aislamiento que, para ACT, demostraron que “cuando hay un plan de contingencia elaborado y apropiado por la gente y las instituciones, se puede reducir la mortalidad incluso a cero. Donde no hay plan de contingencia se puede morir la gente de, por ejemplo, gripa”. Pero, por ahora, en el caso colombiano, esa tarea parece ir muy cruda.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
El pasado diciembre se tomó una importante decisión en el Amazonas que pasó inadvertida. En una reunión entre las 14 autoridades indígenas y los representantes de las entidades de ese departamento, se estableció una ruta para resolver una intensa discusión que viene de años atrás: ¿cómo crear un sistema de salud acorde a las necesidades de los pueblos indígenas?
La respuesta a ese interrogante la han discutido múltiples actores desde la década del noventa sin haber podido llegar a una conclusión definitiva. En un departamento tan complejo, tan intercultural y aislado como el Amazonas, ha sido difícil acordar cuál modelo de salud puede responder a las necesidades de sus pobladores.
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En esta ocasión, la discusión revivió tras esa reunión de diciembre y, desde entonces, no se han zanjado las tensiones. En palabras un poco más detalladas, aquella vez, cuenta Paola Chaparro, responsable de Salud Pública de la Secretaría de Salud del Amazonas, se estableció un camino para continuar con la instauración de un “sistema indígena propio e intercultural” (SISPI), como lo llaman técnicamente.
La idea, en otros términos, es que el Amazonas tenga un modelo de salud único para todas las comunidades indígenas que viven en ese territorio. El problema es que no todas están de acuerdo con esa decisión pues, a sus ojos, no responde a la compleja cosmovisión de cada pueblo que es, justamente, lo que busca reconocer ese modelo: la sabiduría ancestral y sus sistemas de pensamiento, en los que hay prácticas de cuidado que muy diferentes a lo que “Occidente” entiende como salud.
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En palabras de Antonio Fajardo, auxiliar de salud pública del pueblo Muruí-muina del Amazonas, “la salud de un paciente no depende solamente de los indígenas ni de la cultura occidental, las dos culturas tenemos nuestras propias enfermedades. Nosotros como indígenas primero atendemos con la cultura nuestra, directamente con las tradiciones, con las formas de oración, con plantas, y recurrimos a los sabedores tradicionales. Cuando ellos evalúan que no podemos encontrar la curación en nuestra cultura, nos pasamos a la cultura de occidentales y si se sana el paciente, pensamos que así es como debía ser”.
Con la integración de saberes, se busca “un conocimiento sobre cómo llevar una prestación de servicios a toda la población del territorio”, añade Darío Perea, secretario de Salud de la Asociación Pani (de las comunidades Miraña y Bora, del Amazonas).
Pero ese es el primer meollo del asunto: “los SISPI son sistemas que se basan en la cosmovisión de los mismos pueblos, pero no toda la gente que trabaja en salud tiene claro eso y ahí empieza una de las peleas”, afirma Pablo Martínez, médico y antropólogo vinculado a la región. Y a ese, le sigue otro problema: el económico
¿Para qué otro modelo de salud?
Para comprender un poco mejor esta tensión vale la pena dar una breve mirada al pasado y a la compleja normativa que hoy soporta el sistema de salud colombiano. Como en la Constitución del 91 se abrió la posibilidad de que los pueblos indígenas manejaran sus territorios como entidades territoriales, eso también incidía en que éstos fueran autoridades de salud con sus propias secretarías.
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Desde entonces, por ejemplo, hubo capacitación de agentes de salud indígenas en el manejo de algunos medicamentos y tratamientos. “Estas personas, si bien no tienen bachillerato ni una educación formal, llevan 30 años haciendo capacitaciones y atendiendo pacientes en tiempo real y con las uñas”, afirma la ONG Amazon Conservation Team (ACT). Son ellos quienes en la inmensidad de la selva y la ausencia estatal, han atendido mordidas de culebra o accidentes con un machete.
Pero a medida que se empezó a estructurar el sistema de salud del país, con sus aciertos y sus falencias, las autoridades indígenas también comenzaron a insistir en la necesidad de crear sistemas propios de salud. La sigla “SISPI” empezó a aparecer en el mapa de la seguridad social del país.
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Sin embargo, tuvieron que pasar muchos años para que lo que estaba escrito en el papel se hiciera realidad. Solo hasta el 2018, con un decreto, se establecieron los lineamientos para la formación de las “entidades territoriales en áreas no municipalizadas” en departamentos como el Amazonas, Guainía y Vaupés. Así es como tiene lugar la creación de los “SISPI”.
Más allá de los enredos normativos, hay muchos debates que atraviesan este asunto. “Uno de los más fuertes es que los territorios indígenas no tienen fronteras, lo que existe es un manejo del territorio sin fronteras donde cada pueblo reconoce cuál es su territorio y a quién le corresponde el manejo de ese territorio. Un problema importante en este tema de las fronteras es el de los recursos, que vienen por límites territoriales”, explica Martínez.
Es decir que puede haber indígenas pertenecientes a una misma comunidad cuya población se ve atravesada por un río. Por poner un ejemplo, si de un lado del río está Caquetá y del otro lado está el Amazonas, entonces “el recurso que podría ayudar a formar el SISPI tiene unas barreras que la legislación colombiana todavía no ha entendido. Pese a que somos un país pluriétnico, a la hora de interpretar las normas lo hacemos sobre los principios occidentales”, asegura.
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Otro de los problemas es que no todos están de acuerdo con crear un solo “SISPI”. “Desde que se formuló la idea de los SISPI siempre se ha dicho que está fundamentada en el sistema de conocimiento de cada pueblo. El principio fundamental que hay detrás de todo eso es el respeto y la garantía de los sistemas de conocimiento propios. En la Amazonia hay un número determinado de conocimientos propios que pueden tener elementos comunes, sí, pero es indudable que tienen que haber varios SISPI porque no todos los pueblos trabajan de la misma manera y sí van a terminar aplicando cosas que aplican para un lado y para otro no”, apunta Martínez.
Sin embargo, en la Secretaría de Salud del Amazonas afirman que en las últimas sesiones se concertó con las autoridades de los pueblos indígenas del departamento la creación de un solo “SISPI”, una versión con la que no están de acuerdo algunos actores de la salud de la Amazonía. Por el momento, dice Chaparro, están en la primera fase que consiste en la recolección de datos y encuestas para comprender las lógicas diferenciales de cada pueblo y cada geografía. Apenas se ha recibido un 50% de la información del departamento.
El otro punto de este debate tiene que ver con los pueblos indígenas en aislamiento. En Colombia se sabe de la existencia de dos y hay otros 14 por confirmar. Pero su bienestar depende de la creación de “cordones” de protección sanitarios. “La protección de los aislados no solo es que nadie toque los territorios, sino también es destruir mitos, trabajar desde la educación propia, incidir jurídicamente, trabajar desde lo tradicional, desde la cultura y garantizar su salud”, afirma ACT.
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En Brasil y en Perú, por ejemplo, se presentaron recientemente casos de contacto con pueblos en aislamiento que, para ACT, demostraron que “cuando hay un plan de contingencia elaborado y apropiado por la gente y las instituciones, se puede reducir la mortalidad incluso a cero. Donde no hay plan de contingencia se puede morir la gente de, por ejemplo, gripa”. Pero, por ahora, en el caso colombiano, esa tarea parece ir muy cruda.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.