“Los campesinos no son el problema, son la solución”

A través de la forestería comunitaria, los campesinos están cuidando los bosques y combatiendo la deforestación.

Thomas Blanco
27 de marzo de 2022 - 01:30 a. m.
En 2017 se destruyeron casi 225.000 hectáreas de bosque. Las cifras de los últimos cinco años son alarmantes.
En 2017 se destruyeron casi 225.000 hectáreas de bosque. Las cifras de los últimos cinco años son alarmantes.
Foto: El Espectador
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Las cifras son escandalosas. El país, que vive uno de los momentos más sensibles en cuanto a niveles acumulativos de deforestación, ha perdido más de medio millón de hectáreas de bosque en los últimos cinco años. Y los campesinos, con su pasado de cultivos de coca y su presente de ganadería extensiva, han sido vistos y tratados históricamente como la portada del problema, como los destructores, cuando ellos también son guardianes de la Amazonia.

Ese es el caso del campesino Olmes García, presidente de Asojuntas del corregimiento de El Capricho, en el departamento de Guaviare, que queda en zona de influencia del Parque Nacional de Chiribiquete. En 1995 se asentó en el territorio y dejó atrás los cultivos de uso ilícito. Hoy, con el apoyo de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), lidera un proyecto de forestería comunitaria del que participan 110 familias de siete veredas que quieren vivir del bosque de manera sostenible.

Hay varias formas de entender la conservación. Una es la preservación: no tocar. También se puede recuperar lo que se ha transformado, pero hay otra que consiste en usar de manera sostenible, eso es conservar. Esa es la línea de la forestería comunitaria: trabajar con las personas que ya están en los bosques, que además viven en condición de vulnerabilidad, haciendo actividades que les permitan el uso sostenible de ellos.

“Para que una familia campesina entre a la forestería hay una planificación predial y se les da un reconocimiento de que están ahí y pueden trabajar. Ellos firman acuerdos de conservación y se comprometen a transformar su finca para que se mantenga el bosque, pero a la vez se hagan actividades productivas de conservación”, señala Emilio Rodríguez, director de forestería de la FCDS.

Por ejemplo, en las palmas amazónicas del seje, moriche y asaí hay potencial con frutos que tienen posibilidades de transformación en aceites, alimentos y productos cosméticos. Familias de ocho veredas están constituyendo una empresa comunitaria que le permita vivir de manera sostenible al bosque, pero tal vez algún día también a ellos... Es un proyecto a largo plazo.

“A medida de que veamos que sí nos da para vivir, vamos a ir cambiando todas esas prácticas. La gente no está diciendo que va a dejar sus vacas, pero es un incentivo”, reconoce Olmes. Todo esto es replicable. De hecho, hay más de 50 iniciativas de forestería comunitaria repartidas en diferentes regiones del país en varios niveles de avance.

Y Olmes, en su piel de vocero campesino, tiene clara cuál es la raíz de la situación que sufre el país con la deforestación: “El Gobierno incumplió los Acuerdos de Paz de La Habana, la deforestación explotó en 2016 tras el proceso. El Gobierno negoció con nosotros los campesinos pidiéndonos que dejáramos los cultivos de coca a cambio de unos proyectos productivos e incentivos que nunca llegaron. Si revisan, Guaviare cumplió en un 85 % la sustitución de cultivos, pero el Estado no. Y en medio de esa situación se disparó la ganadería extensiva”.

Un buen programa de forestería está sostenido por un programa sólido y claro de tenencia de la tierra, el principal obstáculo de todos. “La gente no tiene claridad ni propiedad sobre la tierra. No saben si están en reserva forestal de Ley 2, si son tierras inadjudicables... ahora hay un marco normativo que es incipiente, pero al menos permite trabajar con ellos para que tengan derechos de uso en esas tierras. Hay normas recientes en marcha, pero que necesitan una pedagogía clara. El trabajo es con ellos. Sin ir tan lejos, en el Caguán hay zonas que ya no son reserva forestal y hay campesinos que llevan esperando 40 años a que les titulen y no ha pasado. Hay que responder a los problemas que son de fondo”, apunta Emilio Rodríguez.

La voluntad de los campesinos a cuidar sus bosques es absoluta. No es una imposición, es una necesidad de ellos. El programa de forestería lleva cuatro años y sigue en proceso de ampliación para que se unan veredas vecinas, a las que ha ido Olmes y diversas organizaciones a capacitar sobre las buenas prácticas de conservación.

“El Gobierno nunca ha llegado a hablar con los campesinos, a negociar, a ayudarnos. Solo a tratar de perjudicarnos con la Operación Artemisa. Y debido a los altos índices de deforestación fue que nos asociamos con siete veredas para trabajar con productos no maderables y firmamos acuerdos de conservación. Tenemos conciencia de que debemos cuidar el bosque, y por eso estamos buscando otras alternativas. Los campesinos estamos abiertos para que no sean solo 100 familias, sino que seamos todos los que viven en la Amazonia con acuerdos para evitar este desastre. Pero necesitamos cosas reales, nos han incumplido siempre”, cierra Olmes. Y Rodríguez lo complementa: “Hay que entender las historias detrás de cómo llegaron los campesinos a las tierras y trabajar con ellos. Así uno se da cuenta de que ellos no son el problema, son la solución”.

Este texto hace parte del gran especial de aniversario de los 135 años de El Espectador, que analiza cómo podemos tener un futuro más sostenible. Encuentre aquí el especial completo.

*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e Infoamazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar