Los indígenas de la Amazonia se toman la cumbre de biodiversidad en Canadá
Mientras que los representantes de 196 países tratan de desenredar las negociaciones en la conferencia de biodiversidad más importante de los últimos años, representantes de pueblos indígenas hacen un llamado para proteger la selva amazónica. Una nueva evaluación advierte que el 75 % de la región está perdiendo su capacidad de recuperarse de grandes transformaciones como la deforestación.
María Camila Bonilla
El centro de convenciones de Montreal, en Canadá, es un edificio de ventanas multicolor donde, por estos días, están entrando y saliendo miles de personas. Más de 10.000 al día, para ser exactos. Son empresarios, científicos, activistas, miembros de comunidades locales e indígenas y negociadores oficiales de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad o COP15, un encuentro que este año es muy importante. Representantes de 196 países tienen (técnicamente) hasta el 19 de diciembre para ponerse de acuerdo en las nuevas metas para detener la disminución de animales, plantas y ecosistemas —lo que conocemos formalmente como biodiversidad— en los próximos ocho años. (Puede leer: “Los campesinos del páramo de Santurbán podrán seguir viviendo allí”: Minambiente)
Es un reto titánico. Según el último reporte del IPBES, el grupo de científicos que más conoce sobre biodiversidad, un millón de especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. La deforestación, polución, sobreexplotación de recursos naturales y el cambio climático, entre otros factores, son causas de la pérdida de biodiversidad. Dar soluciones a estas actividades requiere grandes y rápidas transformaciones.
Por eso mismo, las expectativas son muy altas. Pero el ambiente en los pasillos de negociaciones está lleno de un algo de reticencia e inseguridad. “Está muy complicado”, dijo uno de los representantes de una delegación latinoamericana, al preguntarle cómo van las negociaciones. Este es el espacio en donde grupos de expertos de cada país tratan de desenredar el que será, supuestamente, el documento más relevante para las acciones por la biodiversidad hasta 2030. (Le puede interesar: Elvira Alvarado, una vida dedicada a salvar a los corales)
¿Qué tan enredadas están estas negociaciones? Es difícil asegurarlo con certeza, porque las reuniones se hacen a puerta cerrada. Pero un buen indicador es el número de veces en que se menciona la palabra “corchetes” durante las ruedas de prensa que lidera David Ainsworth, líder de comunicaciones del programa de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP). La respuesta razonable es que es, probablemente, la palabra más recordada todo el día, todos los días. Los corchetes son exactamente eso; en el borrador del acuerdo, hay varias palabras, expresiones e incluso signos de puntuación que están rodeados de un corchete.
Esto significa que algún país que participa en la negociación tiene alguna objeción frente a esos elementos. De momento, quedan entre 500 y 900 corchetes. La siguiente semana, del 16 al 18 de diciembre, llegarán varios ministros de Ambiente (incluyendo a la ministra colombiana, Susana Muhamad) para desenredar los puntos más calientes de la negociación. Al menos, eso esperan los negociadores.
Uno de los grupos que ha tomado varios espacios para levantar su voz son los grupos indígenas de la Amazonia. Tienen varias peticiones (de las que hablaremos en detalle en otro artículo), pero han hecho un llamado a la atención de la urgencia de proteger la región, que es una de las más biodiversas del mundo. Los representantes de los pueblos indígenas amazónicos se reúnen una buena parte de sus días en el salón del caucus indígena, un grupo que reúne a representantes indígenas de todo el mundo, desde Bolivia hasta Noruega. (También puede leer: ¿Hembra o macho? La difícil pregunta con el pirarucú, el gigantesco pez de río)
Allí también se gesta toda una negociación paralela, en la que, también, es complicado llegar a consensos. Lena Estrada Añokazi, representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), cuenta que el idioma y los tecnicismos de estos espacios son una brecha para la participación de los pueblos indígenas. “Los compañeros asiáticos y africanos se han tomado la vocería de nuestros temas; es un desafío para los latinoamericanos”, dice. Uno de los mensajes más fuertes en que se están enfocando los indígenas amazónicos es la protección de esa selva, que enfrenta graves desafíos.
Hace poco, el informe Amazonia viva, publicado por la COICA, el WWF y el Panel Científico para la Amazonia, alertó que la región está cada vez más cerca de un “punto de no retorno”. La región ha perdido el 18 % de sus bosques, mientras que un 17 % más se encuentra degradado. Esto, en un panorama de más de siete millones de kilómetros cuadrados del verde de la región. La deforestación, una de las razones por las que estamos perdiendo más biodiversidad en el mundo, es particularmente preocupante en países como Brasil, en donde se concentra el 60 % de la selva amazónica.
¿Qué dice la ciencia?
La ciencia es clarísima sobre la crisis que enfrenta la Amazonia. En una sala llamada “Lancang”, ante una audiencia con representantes indígenas, y en español (que es una rareza durante esta COP), la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) presentó los resultados de una nueva evaluación de la región, llamada la “Evaluación rápida de biodiversidad y servicios ecosistémicos en la cuenca-región amazónica”. El documento fue construido por 110 expertos científicos y de comunidades indígenas y locales de la región.
Esta evaluación “robusta y exhaustiva”, como la describió Ana María Hernández, presidenta del IPBES durante el lanzamiento, arrojó otro dato preocupante: el 75 % de la Amazonia está en proceso de perder su capacidad de resiliencia. “Un tiempo después de cualquier proceso que transforme un bosque, como la deforestación, los bosques tendrían que regenerarse. Pero la Amazonia está perdiendo esta capacidad de regenerarse y resistir los impactos”, explica Sandra Acebey, copresidenta del informe de la evaluación rápida. Esta pérdida está estrechamente relacionada con el punto de no retorno: el momento en el que la Amazonia se transformaría en una sabana degradada. (Podría interesarle: Protestas y muestras artísticas, la otra cara de la conferencia sobre biodiversidad)
Detrás de este deterioro, encontró la evaluación, están los “villanos” de siempre: deforestación, caza furtiva, explotación forestal y ganadería extensiva. De hecho, resalta Acebey, varios modelos muestran que la región podría alcanzar este punto de no retorno si más del 40 % del área original de bosque se deforesta. Estos datos son bien conocidos, pero los científicos señalaron que todavía hay vacíos de información y que falta unir todo el conocimiento existente para tomar mejores decisiones.
Pero la pregunta que se hace Gisele Didier, directora de Investigación del Instituto Alexander von Humboldt, una de las instituciones que participó en la construcción de la evaluación, es si deberíamos esperar a llenar todos los vacíos de información antes de pasar a la acción. Su respuesta: es urgente empezar a actuar lo más pronto posible en la Amazonia.
Pero ¿cómo hacerle frente a la marea de problemas? ¿Por dónde empezar? Los científicos que presentaron la evaluación tienen varias ideas y destacan, al igual que la evaluación, que conservar la Amazonia deberá ir de la mano de escuchar, integrar y garantizar la participación de los pueblos indígenas y comunidades locales. Según la COICA, en la región viven entre 420 y 511 grupos indígenas identificados.
“Somos nosotros quienes sabemos cuidar el territorio, porque fue donde nacimos y vivimos”, dice Lena Estrada, de la COICA. Las formas de proteger, cuidar y relacionarse con la selva amazónica se transmiten de generación en generación, por medio de conversaciones con figuras como los abuelos, los miembros más viejos de la comunidad.
Ellos también les enseñan que cada pueblo indígena en la Amazonia es responsable y capaz de cuidar su pedazo de territorio. “Así nosotros armamos una telaraña, que es la conectividad, y no es solo lo que piensan los científicos blancos, de conectar los ecosistemas, sino que nos conecta espiritualmente”, señala Estrada.
Los pueblos indígenas no solo tienen conocimientos sobre los animales que pasan por ciertas áreas o las propiedades de ciertas plantas. Incluir estos saberes, así como invertir en ciencia y tecnología, es indispensable para poder impulsar la bioeconomía en la región, dice Braulio Días, científico del Panel Científico para la Amazonia. Esta apuesta es uno de los puntos centrales de la política del gobierno de Gustavo Petro para enfrentar la deforestación en la región. (Puede leer: Esta finca ganadera colombiana logró capturar más emisiones de las que emite)
En general, el llamado de los científicos detrás de la nueva evaluación es que haya una integración entre la voluntad política de los gobiernos de la región, la ciencia y los pueblos indígenas. “La Amazonia merece que pensemos ambiciosamente”, señaló Alexandra Moreira, secretaria general de la OTCA. Esa gran tarea tendrá que ser acompañada de una alianza y “reconocimiento real de las comunidades indígenas en el territorio”, dijo Acebey.
Esta historia fue producida como parte de la Beca COP15 de la CDB de 2022 organizada por Earth Journalism Network de Internews.
El centro de convenciones de Montreal, en Canadá, es un edificio de ventanas multicolor donde, por estos días, están entrando y saliendo miles de personas. Más de 10.000 al día, para ser exactos. Son empresarios, científicos, activistas, miembros de comunidades locales e indígenas y negociadores oficiales de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad o COP15, un encuentro que este año es muy importante. Representantes de 196 países tienen (técnicamente) hasta el 19 de diciembre para ponerse de acuerdo en las nuevas metas para detener la disminución de animales, plantas y ecosistemas —lo que conocemos formalmente como biodiversidad— en los próximos ocho años. (Puede leer: “Los campesinos del páramo de Santurbán podrán seguir viviendo allí”: Minambiente)
Es un reto titánico. Según el último reporte del IPBES, el grupo de científicos que más conoce sobre biodiversidad, un millón de especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. La deforestación, polución, sobreexplotación de recursos naturales y el cambio climático, entre otros factores, son causas de la pérdida de biodiversidad. Dar soluciones a estas actividades requiere grandes y rápidas transformaciones.
Por eso mismo, las expectativas son muy altas. Pero el ambiente en los pasillos de negociaciones está lleno de un algo de reticencia e inseguridad. “Está muy complicado”, dijo uno de los representantes de una delegación latinoamericana, al preguntarle cómo van las negociaciones. Este es el espacio en donde grupos de expertos de cada país tratan de desenredar el que será, supuestamente, el documento más relevante para las acciones por la biodiversidad hasta 2030. (Le puede interesar: Elvira Alvarado, una vida dedicada a salvar a los corales)
¿Qué tan enredadas están estas negociaciones? Es difícil asegurarlo con certeza, porque las reuniones se hacen a puerta cerrada. Pero un buen indicador es el número de veces en que se menciona la palabra “corchetes” durante las ruedas de prensa que lidera David Ainsworth, líder de comunicaciones del programa de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP). La respuesta razonable es que es, probablemente, la palabra más recordada todo el día, todos los días. Los corchetes son exactamente eso; en el borrador del acuerdo, hay varias palabras, expresiones e incluso signos de puntuación que están rodeados de un corchete.
Esto significa que algún país que participa en la negociación tiene alguna objeción frente a esos elementos. De momento, quedan entre 500 y 900 corchetes. La siguiente semana, del 16 al 18 de diciembre, llegarán varios ministros de Ambiente (incluyendo a la ministra colombiana, Susana Muhamad) para desenredar los puntos más calientes de la negociación. Al menos, eso esperan los negociadores.
Uno de los grupos que ha tomado varios espacios para levantar su voz son los grupos indígenas de la Amazonia. Tienen varias peticiones (de las que hablaremos en detalle en otro artículo), pero han hecho un llamado a la atención de la urgencia de proteger la región, que es una de las más biodiversas del mundo. Los representantes de los pueblos indígenas amazónicos se reúnen una buena parte de sus días en el salón del caucus indígena, un grupo que reúne a representantes indígenas de todo el mundo, desde Bolivia hasta Noruega. (También puede leer: ¿Hembra o macho? La difícil pregunta con el pirarucú, el gigantesco pez de río)
Allí también se gesta toda una negociación paralela, en la que, también, es complicado llegar a consensos. Lena Estrada Añokazi, representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), cuenta que el idioma y los tecnicismos de estos espacios son una brecha para la participación de los pueblos indígenas. “Los compañeros asiáticos y africanos se han tomado la vocería de nuestros temas; es un desafío para los latinoamericanos”, dice. Uno de los mensajes más fuertes en que se están enfocando los indígenas amazónicos es la protección de esa selva, que enfrenta graves desafíos.
Hace poco, el informe Amazonia viva, publicado por la COICA, el WWF y el Panel Científico para la Amazonia, alertó que la región está cada vez más cerca de un “punto de no retorno”. La región ha perdido el 18 % de sus bosques, mientras que un 17 % más se encuentra degradado. Esto, en un panorama de más de siete millones de kilómetros cuadrados del verde de la región. La deforestación, una de las razones por las que estamos perdiendo más biodiversidad en el mundo, es particularmente preocupante en países como Brasil, en donde se concentra el 60 % de la selva amazónica.
¿Qué dice la ciencia?
La ciencia es clarísima sobre la crisis que enfrenta la Amazonia. En una sala llamada “Lancang”, ante una audiencia con representantes indígenas, y en español (que es una rareza durante esta COP), la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) presentó los resultados de una nueva evaluación de la región, llamada la “Evaluación rápida de biodiversidad y servicios ecosistémicos en la cuenca-región amazónica”. El documento fue construido por 110 expertos científicos y de comunidades indígenas y locales de la región.
Esta evaluación “robusta y exhaustiva”, como la describió Ana María Hernández, presidenta del IPBES durante el lanzamiento, arrojó otro dato preocupante: el 75 % de la Amazonia está en proceso de perder su capacidad de resiliencia. “Un tiempo después de cualquier proceso que transforme un bosque, como la deforestación, los bosques tendrían que regenerarse. Pero la Amazonia está perdiendo esta capacidad de regenerarse y resistir los impactos”, explica Sandra Acebey, copresidenta del informe de la evaluación rápida. Esta pérdida está estrechamente relacionada con el punto de no retorno: el momento en el que la Amazonia se transformaría en una sabana degradada. (Podría interesarle: Protestas y muestras artísticas, la otra cara de la conferencia sobre biodiversidad)
Detrás de este deterioro, encontró la evaluación, están los “villanos” de siempre: deforestación, caza furtiva, explotación forestal y ganadería extensiva. De hecho, resalta Acebey, varios modelos muestran que la región podría alcanzar este punto de no retorno si más del 40 % del área original de bosque se deforesta. Estos datos son bien conocidos, pero los científicos señalaron que todavía hay vacíos de información y que falta unir todo el conocimiento existente para tomar mejores decisiones.
Pero la pregunta que se hace Gisele Didier, directora de Investigación del Instituto Alexander von Humboldt, una de las instituciones que participó en la construcción de la evaluación, es si deberíamos esperar a llenar todos los vacíos de información antes de pasar a la acción. Su respuesta: es urgente empezar a actuar lo más pronto posible en la Amazonia.
Pero ¿cómo hacerle frente a la marea de problemas? ¿Por dónde empezar? Los científicos que presentaron la evaluación tienen varias ideas y destacan, al igual que la evaluación, que conservar la Amazonia deberá ir de la mano de escuchar, integrar y garantizar la participación de los pueblos indígenas y comunidades locales. Según la COICA, en la región viven entre 420 y 511 grupos indígenas identificados.
“Somos nosotros quienes sabemos cuidar el territorio, porque fue donde nacimos y vivimos”, dice Lena Estrada, de la COICA. Las formas de proteger, cuidar y relacionarse con la selva amazónica se transmiten de generación en generación, por medio de conversaciones con figuras como los abuelos, los miembros más viejos de la comunidad.
Ellos también les enseñan que cada pueblo indígena en la Amazonia es responsable y capaz de cuidar su pedazo de territorio. “Así nosotros armamos una telaraña, que es la conectividad, y no es solo lo que piensan los científicos blancos, de conectar los ecosistemas, sino que nos conecta espiritualmente”, señala Estrada.
Los pueblos indígenas no solo tienen conocimientos sobre los animales que pasan por ciertas áreas o las propiedades de ciertas plantas. Incluir estos saberes, así como invertir en ciencia y tecnología, es indispensable para poder impulsar la bioeconomía en la región, dice Braulio Días, científico del Panel Científico para la Amazonia. Esta apuesta es uno de los puntos centrales de la política del gobierno de Gustavo Petro para enfrentar la deforestación en la región. (Puede leer: Esta finca ganadera colombiana logró capturar más emisiones de las que emite)
En general, el llamado de los científicos detrás de la nueva evaluación es que haya una integración entre la voluntad política de los gobiernos de la región, la ciencia y los pueblos indígenas. “La Amazonia merece que pensemos ambiciosamente”, señaló Alexandra Moreira, secretaria general de la OTCA. Esa gran tarea tendrá que ser acompañada de una alianza y “reconocimiento real de las comunidades indígenas en el territorio”, dijo Acebey.
Esta historia fue producida como parte de la Beca COP15 de la CDB de 2022 organizada por Earth Journalism Network de Internews.