Sembrar bosques en el río para conservar uno de los hogares del delfín rosado
En el primer sitio Ramsar de la Amazonia colombiana, las comunidades locales se han unido para restaurar áreas degradadas a orillas de ríos y lagos. Este programa de conservación beneficia tanto a las especies de peces y delfines como a los propios habitantes.
María Paula Lizarazo
Puerto Nariño solía encontrarse sobre el río Loretoyacu, que nace en Perú y desemboca en el río Amazonas. Tras la deforestación y procesos de erosión, el puerto y territorio del casco municipal ahora se ubican sobre el río Amazonas, a dos horas de Leticia. (Vea: Colombia ya tiene plan para controlar a los hipopótamos).
Aunque puede que esta sea la consecuencia más notoria de las amenazas ambientales al municipio, no es la única. A comienzos de la década de 2010, los pescadores del resguardo indígena Ticoya (muy cerca de Puerto Nariño), conformado por 22 comunidades de los pueblos ticuna, cocama y yagua, dejaron de ver en las mismas dimensiones especies de peces como pirarucú, bagre, arawuana y cachama blanca.
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Puerto Nariño solía encontrarse sobre el río Loretoyacu, que nace en Perú y desemboca en el río Amazonas. Tras la deforestación y procesos de erosión, el puerto y territorio del casco municipal ahora se ubican sobre el río Amazonas, a dos horas de Leticia. (Vea: Colombia ya tiene plan para controlar a los hipopótamos).
Aunque puede que esta sea la consecuencia más notoria de las amenazas ambientales al municipio, no es la única. A comienzos de la década de 2010, los pescadores del resguardo indígena Ticoya (muy cerca de Puerto Nariño), conformado por 22 comunidades de los pueblos ticuna, cocama y yagua, dejaron de ver en las mismas dimensiones especies de peces como pirarucú, bagre, arawuana y cachama blanca.
A la par de que la sobrepesca empezó a pasar factura, la deforestación estaba disminuyendo los bosques inundables: ecosistemas ubicados a las orillas de los ríos y humedales. En temporada de aguas altas, que es como se ve en la siguiente foto, los delfines rosados (Inia geoffrensis) nadan entre esos bosques. En estos ecosistemas hay unos árboles conocidos como pepeaderos, cuyas semillas de los frutos caen al agua y son el alimento de los peces. (Vea: La historia de cómo un medicamento casi extingue a los buitres en India).
Según datos de Global Forest Watch, entre 2002 y 2023, Puerto Nariño perdió mil hectáreas de bosque primario, lo que es el 41 % de su pérdida total de cobertura arbórea. Esta pérdida de cobertura arbórea en el resguardo se concentra principalmente en zonas de bosque inundable. Ante la disminución de las poblaciones de peces y la deforestación, en la última década las comunidades indígenas de Ticoya adelantan iniciativas de conservación junto con diferentes organizaciones.
En 2018, además, se declaró el complejo de humedales Lagos de Tarapoto, ubicado en el resguardo, como sitio Ramsar, la distinción más alta para la protección de estos ecosistemas.
Una de esas iniciativas es el programa “Pepeaderos para la vida”. Creado por la Fundación Omacha, dedicada a la conservación de los ecosistemas acuáticos, ha trabajado en conjunto con las comunidades de Ticoya para sembrar más de 40,000 árboles en áreas degradadas de bosques inundables. Entre las especies plantadas se incluyen los frutos azaí, arazá y caimo. Este programa cuenta actualmente con el apoyo del Fondo Noruego para los Derechos Humanos, National Geographic y Audifarma.
Desde Puerto Nariño, el investigador indígena Luis Ahue comenta que este programa ha contribuido a controlar la tala. Según los datos de Global Forest Watch, a partir de 2016 -dos años después de que iniciara “Pepeaderos para la vida”-, y con excepción de 2020, la deforestación no ha superado las 90 ha por año.
Tras una jornada de monitoreo de las poblaciones de peces en Lagos de Tarapoto, el veterinario José Cantillo explica que algo clave del programa es que no reforesta con cualquier especie de árbol. Se trata de “restaurar con especies de pepeaderos, que son fuente de alimentos frutales y de semillas para peces, mamíferos acuáticos y humanos”.
Una biblioteca de árboles
El Amazonas es el sistema fluvial con más cantidad de especies de peces en el mundo. Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha y PhD en zoología por la Universidad de Aberdeen (Escocia), cuenta que los ticunas “hablan del árbol mágico de los peces que está en las orillas de los ríos y lagos, y cuando empieza a llover se forman unos gusanitos en la copa, que se asustan con los rayos, caen al agua y se transforman en peces”. (Vea: El muro entre EE.UU. y México también está afectando a los animales).
La explicación científica, señala, “es la misma: cuando empieza a llover, se forman los frutos en los árboles y en el máximo nivel de inundación se sueltan, en una gran estrategia de dispersión de semillas”.
En un árbol ocurren interacciones entre diversas especies, incluyendo reptiles, aves, mamíferos, anfibios y artrópodos. Estas interacciones ecológicas van cambiando en los diferentes períodos del año, a medida que cambian las condiciones que proporciona el árbol, como refugio y alimento. En época de aguas altas ocurren las interacciones con delfines, nutrias, manatíes y peces.
“Si hace 30 años me hubieran dicho que hay que sembrar árboles en el Amazonas, me hubiera reído, pero los procesos de deforestación han sido tan acelerados, que necesitamos recuperar el bosque inundado”, comenta Trujillo. Para fortalecer el programa se desarrolló una Biblioteca del Bosque, con la que se recopila “toda la ecología y cultura que hay alrededor de los árboles”, explica Diana Trujillo, máster en antropología de la Universidad Federal do Pará (Brasil). Esta iniciativa integra conocimientos sobre las diversas especies de plantas y animales que interactúan con los árboles que se siembran y cómo “esa cadena llega a los seres humanos y nos afecta”. (Puede ver: Boquete de ‘Caregato’ en La Mojana no podrá cerrarse este año).
Lo primero que hicieron fue un taller junto a la Fundación Tropenbos y el Museo de la Madera. Según comenta la antropóloga, “el museo lleva un registro de muchísimos árboles de la Amazonia. Empezamos a indagar con las personas cuántas especies conocían. Notamos que es un conocimiento de los abuelos, pero que, generaciones de 40 años hacia abajo, conocían solo las especies frutales”.
De esta manera, los jóvenes del resguardo se han involucrado en la recopilación tanto de la literatura científica sobre las especies como del conocimiento ancestral de los abuelos indígenas sobre sus usos medicinales, a través de entrevistas y círculos de la palabra.
Además, realizan salidas, como al Parque Nacional Natural Amacayacu, para observar los cambios en la selva debido a la degradación de la Amazonia. La información recopilada se transmitió en un libro y se inauguró una exhibición museográfica teniendo en cuenta la base de datos que hasta el momento incluye 150 especies de árboles.
*Este artículo es publicado gracias a la Beca Conservando Juntos (Together for Conservation) de la Earth Journalism Network.
*Las publicaciones sobre la Amazonia son posibles gracias a una alianza entre El Espectador e Infoamazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.