Sin bosques y sin presas, las consecuencias de la deforestación para los depredadores
La pérdida de especies no es la única consecuencia que trae la degradación y deforestación en la Amazonia. Una nueva investigación encontró que la reducción de área forestal está afectando la interacción entre depredadores y presas en las islas de bosque.
En los más de siete millones de kilómetros cuadrados que conforman la Amazonia, se encuentra el felino más grande e icónico de América y el tercero en el mundo, después de los tigres y los leones. Se trata del jaguar, el principal depredador de este bioma que cubre un 4,9 % del área continental mundial.
“El jaguar es estrictamente carnívoro y un cazador oportunista, es decir, que es capaz de cazar casi cualquier animal que se cruce en su camino. Entre los muchos tipos de animales que son presa de este mamífero se incluyen los venados, pecaríes, tapires, iguanas, capibaras, armadillos y monos. La poderosa mordida del jaguar lo convierte en un excelente cazador”, así lo describe el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). (Lea: Así se ha gobernado la biodiversidad colombiana en 60 años)
Pese a ser considerada una especie fundamental por ayudar a mantener un ecosistema saludable, actualmente enfrenta múltiples amenazas, como la deforestación y el cambio de uso del suelo para actividades agrícolas. Esto ha llevado a que su rango de distribución haya disminuido a la mitad en los últimos 100 años. Además, sus poblaciones se han reducido tanto que, en algunos países, como en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay, está prácticamente extinto.
Sin embargo, el jaguar no es el único depredador que enfrenta retos en la Amazonia. Este y otros animales que cazan, han visto afectada la relación con sus presas debido a la pérdida de área forestal. Así lo afirma una investigación publicada en la revista científica Current Biology en diciembre del año pasado.
Y es que la deforestación ha sido una amenaza creciente para la biodiversidad amazónica. En 2021 se perdieron aproximadamente dos millones de hectáreas en la Amazonia: el 73 % en Brasil, el 10 % en Bolivia, el 8 % en Perú y el 6 % en Colombia. Según el estudio, que fue liderado por Matías Pires, profesor de la Universidad Estadual de Campinas, en Brasil, junto con tres colegas más, las áreas más vírgenes ahora están amenazadas por la expansión de los pastos para ganado, las tierras de cultivo, la tala y la minería. (Le puede interesar: En imágenes: los ganadores del premio de fotografía de vida silvestre 2023)
¿Cómo afecta esta situación la interacción entre depredadores y presas?
La investigación estudió tres sitios de bosque ubicados dentro y cerca de la represa La Balbina, uno de los embalses hidroeléctricos más grandes de la Tierra, ubicado en Brasil, que abarca más de 4.000 km2 de salva amazónica; y 37 islas de bosque, que son áreas que están separadas por agua.
De acuerdo con el estudio, más de la mitad (50,3 %) de las 3.546 islas del embalse de Balbina tienen menos de 10 hectáreas (ha) de bosque y solo 184 islas, alrededor del 5 %, tienen más de 100 ha, lo que indica que la gran mayoría de las islas ya no sostienen redes de interacción depredador-presa funcionales, debido a que no hay suficientes especies.
“En las islas de bosques pequeños, muchas especies carecían de sus depredadores habituales o presas potenciales”, explican. En términos generales, en zonas con menor área forestal en promedio se encontraron menos de cinco depredadores, un número relativamente bajo, teniendo en cuenta que los sitios con mayor abundancia de bosque cuentan con más de 10 especies. (Lea: Turismo científico, clave para la conservación en la Sierra Nevada de Santa Marta)
Por ejemplo, los mamíferos de cuerpo grande, como los osos hormigueros gigantes (Myrmecophaga tridactyla), los pecaríes de labios blancos (Tayassu pecari) y los tapires de tierras bajas (Tapirus terrestris) estaban efectivamente libres de depredadores en casi el 40 % de todos los lugares donde se encontraban.
Algunas zonas con área de bosque baja estaban libres de depredadores o las poblaciones de presas contaban con solo un depredador. En áreas forestales más abundantes las presas se vinculan hasta con cuatro depredadores potenciales.
“Estos cambios en las redes esperadas ocurren porque los sitios con mayor área forestal son más ricos en especies y retienen una mayor abundancia, lo que aumenta la probabilidad de interacción para la mayoría de los pares de especies depredador-presa”, indican los investigadores.
Pero, ¿cómo afecta a los ecosistemas? Los depredadores, por ejemplo, cumplen funciones importantes. La más conocida es controlar el crecimiento de otras especies. Según la investigación, si a la degradación del hábitat se suma que no haya depredadores, puede presentar, en los casos más extremos, el colapso de la fauna, “como sucedió en el embalse de Chiew Larn en Tailandia, donde fragmentos de islas más pequeñas fueron dominadas y finalmente monopolizadas por completo por un roedor hiperabundante”. (Lea; Un camino para salvar los manglares y corales que dañó el huracán Iota)
Los ambientes libres de depredadores, además, pueden afectar procesos como la regeneración forestal. En las islas de bosques pequeñas pueden tener consecuencias para la estructura de la vegetación, lo que provoca a su vez cambios en el resto del hábitat.
¿Y si es el caso contrario? Si hay más depredadores que presas puede ocurrir la sobreexplotación de algunas especies, como hormigas, monos o roedores. Por eso es clave continuar implementando estrategias para mantener la diversidad en el Amazonas y proteger grandes bosques continuos para que no se interrumpan las redes de interacción y las funciones ecosistémicas que brinda la relación entre depredadores y presas, de acuerdo con los investigadores.
En los más de siete millones de kilómetros cuadrados que conforman la Amazonia, se encuentra el felino más grande e icónico de América y el tercero en el mundo, después de los tigres y los leones. Se trata del jaguar, el principal depredador de este bioma que cubre un 4,9 % del área continental mundial.
“El jaguar es estrictamente carnívoro y un cazador oportunista, es decir, que es capaz de cazar casi cualquier animal que se cruce en su camino. Entre los muchos tipos de animales que son presa de este mamífero se incluyen los venados, pecaríes, tapires, iguanas, capibaras, armadillos y monos. La poderosa mordida del jaguar lo convierte en un excelente cazador”, así lo describe el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). (Lea: Así se ha gobernado la biodiversidad colombiana en 60 años)
Pese a ser considerada una especie fundamental por ayudar a mantener un ecosistema saludable, actualmente enfrenta múltiples amenazas, como la deforestación y el cambio de uso del suelo para actividades agrícolas. Esto ha llevado a que su rango de distribución haya disminuido a la mitad en los últimos 100 años. Además, sus poblaciones se han reducido tanto que, en algunos países, como en Estados Unidos, El Salvador y Uruguay, está prácticamente extinto.
Sin embargo, el jaguar no es el único depredador que enfrenta retos en la Amazonia. Este y otros animales que cazan, han visto afectada la relación con sus presas debido a la pérdida de área forestal. Así lo afirma una investigación publicada en la revista científica Current Biology en diciembre del año pasado.
Y es que la deforestación ha sido una amenaza creciente para la biodiversidad amazónica. En 2021 se perdieron aproximadamente dos millones de hectáreas en la Amazonia: el 73 % en Brasil, el 10 % en Bolivia, el 8 % en Perú y el 6 % en Colombia. Según el estudio, que fue liderado por Matías Pires, profesor de la Universidad Estadual de Campinas, en Brasil, junto con tres colegas más, las áreas más vírgenes ahora están amenazadas por la expansión de los pastos para ganado, las tierras de cultivo, la tala y la minería. (Le puede interesar: En imágenes: los ganadores del premio de fotografía de vida silvestre 2023)
¿Cómo afecta esta situación la interacción entre depredadores y presas?
La investigación estudió tres sitios de bosque ubicados dentro y cerca de la represa La Balbina, uno de los embalses hidroeléctricos más grandes de la Tierra, ubicado en Brasil, que abarca más de 4.000 km2 de salva amazónica; y 37 islas de bosque, que son áreas que están separadas por agua.
De acuerdo con el estudio, más de la mitad (50,3 %) de las 3.546 islas del embalse de Balbina tienen menos de 10 hectáreas (ha) de bosque y solo 184 islas, alrededor del 5 %, tienen más de 100 ha, lo que indica que la gran mayoría de las islas ya no sostienen redes de interacción depredador-presa funcionales, debido a que no hay suficientes especies.
“En las islas de bosques pequeños, muchas especies carecían de sus depredadores habituales o presas potenciales”, explican. En términos generales, en zonas con menor área forestal en promedio se encontraron menos de cinco depredadores, un número relativamente bajo, teniendo en cuenta que los sitios con mayor abundancia de bosque cuentan con más de 10 especies. (Lea: Turismo científico, clave para la conservación en la Sierra Nevada de Santa Marta)
Por ejemplo, los mamíferos de cuerpo grande, como los osos hormigueros gigantes (Myrmecophaga tridactyla), los pecaríes de labios blancos (Tayassu pecari) y los tapires de tierras bajas (Tapirus terrestris) estaban efectivamente libres de depredadores en casi el 40 % de todos los lugares donde se encontraban.
Algunas zonas con área de bosque baja estaban libres de depredadores o las poblaciones de presas contaban con solo un depredador. En áreas forestales más abundantes las presas se vinculan hasta con cuatro depredadores potenciales.
“Estos cambios en las redes esperadas ocurren porque los sitios con mayor área forestal son más ricos en especies y retienen una mayor abundancia, lo que aumenta la probabilidad de interacción para la mayoría de los pares de especies depredador-presa”, indican los investigadores.
Pero, ¿cómo afecta a los ecosistemas? Los depredadores, por ejemplo, cumplen funciones importantes. La más conocida es controlar el crecimiento de otras especies. Según la investigación, si a la degradación del hábitat se suma que no haya depredadores, puede presentar, en los casos más extremos, el colapso de la fauna, “como sucedió en el embalse de Chiew Larn en Tailandia, donde fragmentos de islas más pequeñas fueron dominadas y finalmente monopolizadas por completo por un roedor hiperabundante”. (Lea; Un camino para salvar los manglares y corales que dañó el huracán Iota)
Los ambientes libres de depredadores, además, pueden afectar procesos como la regeneración forestal. En las islas de bosques pequeñas pueden tener consecuencias para la estructura de la vegetación, lo que provoca a su vez cambios en el resto del hábitat.
¿Y si es el caso contrario? Si hay más depredadores que presas puede ocurrir la sobreexplotación de algunas especies, como hormigas, monos o roedores. Por eso es clave continuar implementando estrategias para mantener la diversidad en el Amazonas y proteger grandes bosques continuos para que no se interrumpan las redes de interacción y las funciones ecosistémicas que brinda la relación entre depredadores y presas, de acuerdo con los investigadores.