Un trozo de la Amazonia paró de secuestrar carbono y comenzó a emitirlo, ¿y ahora?
La zona oriental de la Amazonia (en Brasil) está liberando más gases de efecto invernadero en vez de capturarlo. ¿Esta región está dejando de ser un sumidero de carbono? La clave está en la rapidez con la que mueren los árboles y lo que los mata.
Infoamazonía
A principios de esta semana, la Organización Meteorológica Mundial publicó un informe en donde anuncia que la concentración promedio de gases de efecto invernadero —dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O)— volvieron a batir récords.
En un breve párrafo del informe, la OMM explicó que los sumideros de carbono del mundo están en peligro: “El cambio climático en curso y las retroalimentaciones conexas, como el aumento en la frecuencia de las sequías y el consiguiente incremento en la cantidad de incendios forestales y su intensidad, podrían reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber CO2. Esos cambios ya se están produciendo, y se evidencia la transición de una parte de la Amazonia de sumidero a fuente de carbono”, escribieron.
Este pedazo del informe pasó desapercibido, a pesar de hacerse a días de la COP26. Sin embargo, las implicaciones para la Amazonia y el mundo son de largo alcance. ¿La Amazonia está emitiendo más gases de efecto invernadero de los que puede secuestrar?
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La Amazonia es uno los bosques tropicales más grandes del mundo. Por tal razón, es un sumidero de carbono vital para la regulación del clima planetario. Desde la tierra en la que los árboles amazónicos echan raíces hasta el dosel, absorben dióxido de carbono de la atmósfera para compensar las pérdidas que sufren por la respiración y lo que se emite en otros procesos naturales, como la descomposición de materia orgánica.
¿Cómo llegamos a este punto?
El diagnóstico de la OMM explica que la región tropical, incluyendo la Amazonia, “alberga el bosque tropical más grande de la Tierra; pero, como ocurre con otras regiones tropicales, tiene solo unas pocas de las observaciones in situ necesarias para determinar los flujos de carbono a gran escala”.
Es decir que uno de los primeros problemas con la Amazonia es la falta de datos. El año pasado, un estudio publicado por la Red de Inventario Forestal Amazónico (Rainfor), encontró que entre 1980 y 2010, la absorción en los bosques ha superado las emisiones de carbono de todas las economías nacionales (con la excepción de la venezolana). Incluso calcularon que para Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guyana , Perú y Surinam, los bosques amazónicos maduros capturaron dos veces lo que esos países emitieron en GEI por combustión de hidrocarburos.
Los investigadores analizaron la información de 309 parcelas repartidas en toda la cuenca amazónica desde los años 90.
Pero a pesar del importante volumen de datos, el cálculo de cuánto carbono puede atrapar la Amazonia ha sido esquivo por varias razones: su ubicación remota, el rápido cambio en el uso del suelo que ha causado la agricultura industrializada, la ganadería extensiva, las sequías, la deforestación y la minería en algunos países, y los distintos modelos de mediciones de intercambio de carbono. Este estudio también reveló otro dato grave: cada vez más y más árboles mueren. Y es aquí (en la vida o muerte de los árboles amazónicos) donde podría estar la respuesta a la pregunta de por qué un trozo de la Amazonia está dejando de capturar carbono: aunque las causas de mortalidad de los árboles amazónicos son inciertas, se cree que puede deberse a las intensas sequías en ciertas zonas de la Amazonia, especialmente en la zona oriental de la cuenca (Brasil), en donde se han talado suficientes árboles para neutralizar su capacidad como sumidero.
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“Los escenarios de medidas de emisiones de GEI plantean que los bosques tropicales absorben, pero hay otros estudios que demuestran que algunos bosques tropicales están dejando de hacer esto. Sucede porque los árboles grandes del bosque se pueden estar muriendo, porque el crecimiento de los árboles jóvenes se hace más lento, y los árboles jóvenes o recién nacidos no pueden compensar lo que los árboles viejos emiten cuando mueren y comienzan a descomponerse. Eso es lo que está sucediendo en esa parte de Brasil”, explica Philips. A lo que la OMM se refiere en su informe no incluye la deforestación ni la tala de bosques, lo que no significa que no esté relacionado con la muerte de árboles amazónicos.
Un estudio publicado en 2020 en la revista Nature Communications, codirigido por la Universidad de Leeds y la Universidad de Birmingham y en colaboración con más de cien científicos, también utilizó los datos de Rainfor para responder esta pregunta.
En el curso de tres años se hizo seguimiento a 124.000 árboles vivos y se registraron y analizaron 18.000 árboles muertos, y se dieron cuenta de que la tasa de crecimiento promedio de las especies de árboles estaba cambiando (aunque aceptan que los patrones varían dependiendo de la región). Esto es importante porque los árboles que crecen más rápido mueren más jóvenes.
Con el cambio climático y las sequías consecuentes, los árboles más viejos (que son más grandes, de maderas más densas y en teoría mejor adaptados a las sequías) están muriendo con mayor facilidad, y aunque los árboles jóvenes sobrevivan, almacenarán menos carbono (lo que no compensa lo que los árboles grandes que murieron liberan en su proceso de descomposición).
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“Las emisiones también se dan por la muerte de esos árboles, y aunque allí no haya un proceso de deforestación directamente, puede afectar todo el balance. La deforestación y el cambio climático sí provocan más sequías y evidentemente eso afecta la mortalidad de ciertas especies. Es preocupante, porque los sumideros de carbono son una de las estrategias de mitigación del cambio climático más efectivas”, concluye Juan Philips, asesor de amiente y cambio climático.
Como explicó la OMM, “si los sumideros como el Amazonas se convierten en emisores netos, debido a la deforestación y los incendios, así como resultado del cambio climático, existe la posibilidad de que esto se convierta en un “punto de inflexión” en el sistema climático. En consecuencia, esto tendría implicaciones de gran alcance para ralentizar el ritmo del cambio climático y el aumento de la temperatura”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
A principios de esta semana, la Organización Meteorológica Mundial publicó un informe en donde anuncia que la concentración promedio de gases de efecto invernadero —dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O)— volvieron a batir récords.
En un breve párrafo del informe, la OMM explicó que los sumideros de carbono del mundo están en peligro: “El cambio climático en curso y las retroalimentaciones conexas, como el aumento en la frecuencia de las sequías y el consiguiente incremento en la cantidad de incendios forestales y su intensidad, podrían reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber CO2. Esos cambios ya se están produciendo, y se evidencia la transición de una parte de la Amazonia de sumidero a fuente de carbono”, escribieron.
Este pedazo del informe pasó desapercibido, a pesar de hacerse a días de la COP26. Sin embargo, las implicaciones para la Amazonia y el mundo son de largo alcance. ¿La Amazonia está emitiendo más gases de efecto invernadero de los que puede secuestrar?
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La Amazonia es uno los bosques tropicales más grandes del mundo. Por tal razón, es un sumidero de carbono vital para la regulación del clima planetario. Desde la tierra en la que los árboles amazónicos echan raíces hasta el dosel, absorben dióxido de carbono de la atmósfera para compensar las pérdidas que sufren por la respiración y lo que se emite en otros procesos naturales, como la descomposición de materia orgánica.
¿Cómo llegamos a este punto?
El diagnóstico de la OMM explica que la región tropical, incluyendo la Amazonia, “alberga el bosque tropical más grande de la Tierra; pero, como ocurre con otras regiones tropicales, tiene solo unas pocas de las observaciones in situ necesarias para determinar los flujos de carbono a gran escala”.
Es decir que uno de los primeros problemas con la Amazonia es la falta de datos. El año pasado, un estudio publicado por la Red de Inventario Forestal Amazónico (Rainfor), encontró que entre 1980 y 2010, la absorción en los bosques ha superado las emisiones de carbono de todas las economías nacionales (con la excepción de la venezolana). Incluso calcularon que para Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guyana , Perú y Surinam, los bosques amazónicos maduros capturaron dos veces lo que esos países emitieron en GEI por combustión de hidrocarburos.
Los investigadores analizaron la información de 309 parcelas repartidas en toda la cuenca amazónica desde los años 90.
Pero a pesar del importante volumen de datos, el cálculo de cuánto carbono puede atrapar la Amazonia ha sido esquivo por varias razones: su ubicación remota, el rápido cambio en el uso del suelo que ha causado la agricultura industrializada, la ganadería extensiva, las sequías, la deforestación y la minería en algunos países, y los distintos modelos de mediciones de intercambio de carbono. Este estudio también reveló otro dato grave: cada vez más y más árboles mueren. Y es aquí (en la vida o muerte de los árboles amazónicos) donde podría estar la respuesta a la pregunta de por qué un trozo de la Amazonia está dejando de capturar carbono: aunque las causas de mortalidad de los árboles amazónicos son inciertas, se cree que puede deberse a las intensas sequías en ciertas zonas de la Amazonia, especialmente en la zona oriental de la cuenca (Brasil), en donde se han talado suficientes árboles para neutralizar su capacidad como sumidero.
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“Los escenarios de medidas de emisiones de GEI plantean que los bosques tropicales absorben, pero hay otros estudios que demuestran que algunos bosques tropicales están dejando de hacer esto. Sucede porque los árboles grandes del bosque se pueden estar muriendo, porque el crecimiento de los árboles jóvenes se hace más lento, y los árboles jóvenes o recién nacidos no pueden compensar lo que los árboles viejos emiten cuando mueren y comienzan a descomponerse. Eso es lo que está sucediendo en esa parte de Brasil”, explica Philips. A lo que la OMM se refiere en su informe no incluye la deforestación ni la tala de bosques, lo que no significa que no esté relacionado con la muerte de árboles amazónicos.
Un estudio publicado en 2020 en la revista Nature Communications, codirigido por la Universidad de Leeds y la Universidad de Birmingham y en colaboración con más de cien científicos, también utilizó los datos de Rainfor para responder esta pregunta.
En el curso de tres años se hizo seguimiento a 124.000 árboles vivos y se registraron y analizaron 18.000 árboles muertos, y se dieron cuenta de que la tasa de crecimiento promedio de las especies de árboles estaba cambiando (aunque aceptan que los patrones varían dependiendo de la región). Esto es importante porque los árboles que crecen más rápido mueren más jóvenes.
Con el cambio climático y las sequías consecuentes, los árboles más viejos (que son más grandes, de maderas más densas y en teoría mejor adaptados a las sequías) están muriendo con mayor facilidad, y aunque los árboles jóvenes sobrevivan, almacenarán menos carbono (lo que no compensa lo que los árboles grandes que murieron liberan en su proceso de descomposición).
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“Las emisiones también se dan por la muerte de esos árboles, y aunque allí no haya un proceso de deforestación directamente, puede afectar todo el balance. La deforestación y el cambio climático sí provocan más sequías y evidentemente eso afecta la mortalidad de ciertas especies. Es preocupante, porque los sumideros de carbono son una de las estrategias de mitigación del cambio climático más efectivas”, concluye Juan Philips, asesor de amiente y cambio climático.
Como explicó la OMM, “si los sumideros como el Amazonas se convierten en emisores netos, debido a la deforestación y los incendios, así como resultado del cambio climático, existe la posibilidad de que esto se convierta en un “punto de inflexión” en el sistema climático. En consecuencia, esto tendría implicaciones de gran alcance para ralentizar el ritmo del cambio climático y el aumento de la temperatura”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.