Una exposición de colombianos en Nueva York para reflexionar sobre la planta de coca
Un colectivo integrado por investigadores y artistas colombianos presenta en Nueva York una exposición sobre la planta de coca, que reflexiona más allá de las narrativas de la guerra contra las drogas.
María Paula Lizarazo
En pleno Harlem, un barrio conocido por acoger población migrante desde hace décadas en Manhattan (Nueva York), se está presentando Cocaworlds (los mundos de la coca), una exposición que recoge tres propuestas artísticas que reflexionan en torno a la planta de coca. Se encuentra en el Taller Boricua, un espacio fundado en 1969 con el fin de establecer un centro cultural para la comunidad puertorriqueña y latina, y hace parte de la exposición BotanicArte, que tiene la sanación como eje y agrupa otras dos más.
Cocaworlds fue curada por el colectivo de investigadores y artistas colombianos Liana, integrado por Angélica Cuevas, Juan Pablo Caicedo y Giselly Mejía. El interés del colectivo era proponer diferentes reflexiones en torno a esta planta, desde el valor medicinal y ancestral que tiene, en conversación con el uso que se le ha dado históricamente, así como la violencia y los estigmas que han resultado de la guerra contra las drogas en Colombia.
(Lea: Un informe muestra cómo EE.UU. se estaría beneficiando de delitos ambientales en la Amazonia)
Pero antes de entrar en detalle sobre los artistas que integran estas reflexiones, para Caicedo, máster en Arte y política por la Universidad de Nueva York y quien ha trabajado junto a comunidades indígenas de la Amazonia, es valioso que la exposición se presente en Harlem teniendo en cuenta que “la narrativa sobre la planta de coca asociada a la cocaína, se ha amplificado desde países como Estados Unidos”, por lo que considera valioso que el “público estadounidense se dé cuenta de que la coca tiene otros elementos y universos relacionados que han estado invisibilizados”.
En su espacio en el Taller Boricua, Cocaworlds incluye obras de Anyi Ballesteros (1988), Edinson Quiñones (1982) y el colectivo colombo-francés No Más Metáforas, integrado por Julian Dupont (1985) y Clara Melniczuk (1991). Cada artista presenta una mirada diferente que divide la exposición en tres partes: ‘Coca, the plant’ (la planta); ‘Coca, Wor(l)ds’ (palabra - mundo); y ‘Coca, politics’ (política).
La exposición busca contribuir a un debate que “se está activando sobre las ecologías y sobre cómo el mundo está pidiendo que nos relacionemos distinto entre especies vivas. Empezar Cocaworlds desde una línea basada en la planta nos parecía indispensable, es un debate que necesita apoyo”, explica Cuevas, máster en Antropología por la universidad The New School.
“¿Cómo comenzamos a entender sobre inteligencias vegetales, a comprender que los demás seres vivos tienen agencia? Creemos que en el caso de la planta de coca es urgente que esto también sea parte de la conversación”, agrega la investigadora, a lo que suma la relación con el lenguaje: “la coca es un mundo en sí mismo, especialmente en las comunidades amazónicas ha sido la posibilitadora de las conversaciones que producen acción”.
(Lea: “Tenemos que evitar el colapso de la Amazonia”: Martín von Hildebrand)
‘Coca, the plant’
Anyi Ballesteros, nacida en El Tambo, Cauca, lidera Agroarte, una organización conformada por artesanas y sericultores. La organización creó una cadena de producción sostenible de seda para garantizar ganancias económicas a las familias campesinas que la integran, y para preservar conocimientos sobre el teñido natural y el trabajo de textiles a mano.
Desde 2021, gracias a una investigación colaborativa, vienen trabajando procesos de tintorería natural con la hoja de coca, un proyecto al que denominaron Pajarita Caucana, aludiendo al tipo de hoja de coca (conocida como Pajarita) y al departamento. “Como parte de esta comunidad artesana y como habitantes de un departamento tan afectado en Colombia, al salir a presentar el proyecto hemos visto que hay un estigma: te tildan como cultivador o ‘cocalero’”, comenta Ballesteros.
(Lea: “No, no soy optimista frente a la Amazonia, pero tenemos una oportunidad”: Carlos Nobre)
Con el proyecto de Pajarita Caucana lograron sacar 96 colores de esta planta, entre gamas de amarillos y verdes, con el fin de “crear nuevas narrativas para mostrar historias del territorio y de la gente, cómo es realmente nuestro departamento y cuál es el potencial que tiene”, yendo más allá del estigma de ser un departamento que por décadas se ha visto afectado por el control de grupos armados de cultivos de coca. Con el proyecto, buscan resignificar las narrativas sobre la planta de coca, resaltando su valor para el ecosistema.
Partiendo de que, como señala Ballesteros, “la planta que no es nociva, sino a la que se le ha dado un mal uso”, la propuesta de Pajarita Caucana es resaltar la planta como un ser vivo con agencia, cuyos atributos le permiten diferentes usos, desde los medicinales hasta los creativos en la cadena de los textiles.
‘Coca, Wor(l)ds’
En la sección de ‘Coca, wor(l)ds’, se encuentra la propuesta del colectivo No Más Metáforas, que se inscribe en una intersección entre arte contemporáneo y pensamiento experimental. Sus integrantes Julian Dupont y Clara Melniczuk, nacidos en Popayán y La Ciotat (Francia), respectivamente, han estado vinculados al conocimiento indígena del Cauca y se han interesado por cuestionar el antropocentrismo.
En la exposición, con la obra Emancipación Sináptica, plantean una reflexión sobre lo que occidente entiende por tecnología frente a la tecnología indígena y sus sistemas de conocimiento, en donde la planta tiene un valor en el lenguaje y lo místico.
Para No Más Metáforas, lo que está expuesto en Cocaworlds no es un objeto, “son las relaciones que habitan el lugar de presentación. Vivimos en un mundo donde los imperativos son dados desde la frontera, desde los límites, desde un marco productivo y capitalista, entonces a nosotros nos interesa un espacio en el que podamos relacionarnos con otras formas de hacer conversación”.
(Le puede interesar: “Humanos, pero no solamente”: encuentro artístico para descubrir otras formas de vida)
Una base fundamental del trabajo del colectivo son las relaciones y conversaciones que han tenido con médicos tradicionales de las comunidades indígenas del Cauca. Esa presencia en Emancipación Sináptica la denominan como una “poética de la relación”.
Gracias a ello, el colectivo ha edificado su propia concepción de creación y arte, y es precisamente lo que también muestran en Cocaworlds. “La potencia del mito es un lugar en donde lo humano se convierte en algo más que humano, en donde podemos tener una concepción menos antropogénica de la realidad. Para nosotros hay un desaprender de las formas estéticas imperativas para entrar en señal con minerales, vegetales, desde formas diferentes de relación para hacer mundos diferentes al mundo en el que hemos sido educados”, explican.
De modo que para No Más Metáforas, lo que la exposición permite no son solo nuevas posibilidades de narrativas sobre la planta de coca, sino encontrar formas diferentes “de resolvernos como sociedades latinoamericanas y territorios de Abya Yala, de cómo recibir la fuerza de los conocimientos de los pueblos indígenas”.
‘Coca, politics’
El final de la exposición presenta el trabajo de Édinson Quiñones, un artista de ascendencia indígena del pueblo Nasa, quien, desde su propia autobiografía y su activismo, ha explorado los efectos y heridas que el narcotráfico y la guerra contra las drogas han causado en su territorio. Dice que al reconocerse como un artista comprometido, su territorio es el único mecanismo bajo el cual crea.
Quiñones explica que él crea desde donde habita e insiste en que la forma para abordar críticamente este tema es a partir del arte, pues “genera una pedagogía, una consciencia”.
(Lea: Las rutas del oro sucio: así avanza la minería ilegal en la Amazonia)
En Cocaworlds expone las narrativas históricas que desde el norte global se han impuesto sobre el “enemigo” a vencer en dicha guerra, además de que subraya las afectaciones a escala ambiental, social y económica de la misma. “El único recurso que muchos territorios han tenido es la siembra de coca”, añade. Y frente a los daños que han causado esas narrativas dice que “la planta fue diseñada para sanar, no para destruir”.
Lo que Quiñones explica sobre este trabajo es que al crear obras en torno a la cocaína, la ha “legalizado y duplicado el valor al volverla obra de arte”.
Por otro lado, también da lugar a las farmacéuticas que han empleado la hoja de coca y que él denomina como “un saqueo cultural a partir del conocimiento de las plantas”.
La conversación que se da en las paredes de la exposición con esas tres líneas de investigación, dice Cuevas, finalmente congrega narrativas “que necesitan sanación colectiva, que necesitan además que esa sanación venga de lugares y personas que han estado en relación con la coca y la cocaína”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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En pleno Harlem, un barrio conocido por acoger población migrante desde hace décadas en Manhattan (Nueva York), se está presentando Cocaworlds (los mundos de la coca), una exposición que recoge tres propuestas artísticas que reflexionan en torno a la planta de coca. Se encuentra en el Taller Boricua, un espacio fundado en 1969 con el fin de establecer un centro cultural para la comunidad puertorriqueña y latina, y hace parte de la exposición BotanicArte, que tiene la sanación como eje y agrupa otras dos más.
Cocaworlds fue curada por el colectivo de investigadores y artistas colombianos Liana, integrado por Angélica Cuevas, Juan Pablo Caicedo y Giselly Mejía. El interés del colectivo era proponer diferentes reflexiones en torno a esta planta, desde el valor medicinal y ancestral que tiene, en conversación con el uso que se le ha dado históricamente, así como la violencia y los estigmas que han resultado de la guerra contra las drogas en Colombia.
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Pero antes de entrar en detalle sobre los artistas que integran estas reflexiones, para Caicedo, máster en Arte y política por la Universidad de Nueva York y quien ha trabajado junto a comunidades indígenas de la Amazonia, es valioso que la exposición se presente en Harlem teniendo en cuenta que “la narrativa sobre la planta de coca asociada a la cocaína, se ha amplificado desde países como Estados Unidos”, por lo que considera valioso que el “público estadounidense se dé cuenta de que la coca tiene otros elementos y universos relacionados que han estado invisibilizados”.
En su espacio en el Taller Boricua, Cocaworlds incluye obras de Anyi Ballesteros (1988), Edinson Quiñones (1982) y el colectivo colombo-francés No Más Metáforas, integrado por Julian Dupont (1985) y Clara Melniczuk (1991). Cada artista presenta una mirada diferente que divide la exposición en tres partes: ‘Coca, the plant’ (la planta); ‘Coca, Wor(l)ds’ (palabra - mundo); y ‘Coca, politics’ (política).
La exposición busca contribuir a un debate que “se está activando sobre las ecologías y sobre cómo el mundo está pidiendo que nos relacionemos distinto entre especies vivas. Empezar Cocaworlds desde una línea basada en la planta nos parecía indispensable, es un debate que necesita apoyo”, explica Cuevas, máster en Antropología por la universidad The New School.
“¿Cómo comenzamos a entender sobre inteligencias vegetales, a comprender que los demás seres vivos tienen agencia? Creemos que en el caso de la planta de coca es urgente que esto también sea parte de la conversación”, agrega la investigadora, a lo que suma la relación con el lenguaje: “la coca es un mundo en sí mismo, especialmente en las comunidades amazónicas ha sido la posibilitadora de las conversaciones que producen acción”.
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‘Coca, the plant’
Anyi Ballesteros, nacida en El Tambo, Cauca, lidera Agroarte, una organización conformada por artesanas y sericultores. La organización creó una cadena de producción sostenible de seda para garantizar ganancias económicas a las familias campesinas que la integran, y para preservar conocimientos sobre el teñido natural y el trabajo de textiles a mano.
Desde 2021, gracias a una investigación colaborativa, vienen trabajando procesos de tintorería natural con la hoja de coca, un proyecto al que denominaron Pajarita Caucana, aludiendo al tipo de hoja de coca (conocida como Pajarita) y al departamento. “Como parte de esta comunidad artesana y como habitantes de un departamento tan afectado en Colombia, al salir a presentar el proyecto hemos visto que hay un estigma: te tildan como cultivador o ‘cocalero’”, comenta Ballesteros.
(Lea: “No, no soy optimista frente a la Amazonia, pero tenemos una oportunidad”: Carlos Nobre)
Con el proyecto de Pajarita Caucana lograron sacar 96 colores de esta planta, entre gamas de amarillos y verdes, con el fin de “crear nuevas narrativas para mostrar historias del territorio y de la gente, cómo es realmente nuestro departamento y cuál es el potencial que tiene”, yendo más allá del estigma de ser un departamento que por décadas se ha visto afectado por el control de grupos armados de cultivos de coca. Con el proyecto, buscan resignificar las narrativas sobre la planta de coca, resaltando su valor para el ecosistema.
Partiendo de que, como señala Ballesteros, “la planta que no es nociva, sino a la que se le ha dado un mal uso”, la propuesta de Pajarita Caucana es resaltar la planta como un ser vivo con agencia, cuyos atributos le permiten diferentes usos, desde los medicinales hasta los creativos en la cadena de los textiles.
‘Coca, Wor(l)ds’
En la sección de ‘Coca, wor(l)ds’, se encuentra la propuesta del colectivo No Más Metáforas, que se inscribe en una intersección entre arte contemporáneo y pensamiento experimental. Sus integrantes Julian Dupont y Clara Melniczuk, nacidos en Popayán y La Ciotat (Francia), respectivamente, han estado vinculados al conocimiento indígena del Cauca y se han interesado por cuestionar el antropocentrismo.
En la exposición, con la obra Emancipación Sináptica, plantean una reflexión sobre lo que occidente entiende por tecnología frente a la tecnología indígena y sus sistemas de conocimiento, en donde la planta tiene un valor en el lenguaje y lo místico.
Para No Más Metáforas, lo que está expuesto en Cocaworlds no es un objeto, “son las relaciones que habitan el lugar de presentación. Vivimos en un mundo donde los imperativos son dados desde la frontera, desde los límites, desde un marco productivo y capitalista, entonces a nosotros nos interesa un espacio en el que podamos relacionarnos con otras formas de hacer conversación”.
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Una base fundamental del trabajo del colectivo son las relaciones y conversaciones que han tenido con médicos tradicionales de las comunidades indígenas del Cauca. Esa presencia en Emancipación Sináptica la denominan como una “poética de la relación”.
Gracias a ello, el colectivo ha edificado su propia concepción de creación y arte, y es precisamente lo que también muestran en Cocaworlds. “La potencia del mito es un lugar en donde lo humano se convierte en algo más que humano, en donde podemos tener una concepción menos antropogénica de la realidad. Para nosotros hay un desaprender de las formas estéticas imperativas para entrar en señal con minerales, vegetales, desde formas diferentes de relación para hacer mundos diferentes al mundo en el que hemos sido educados”, explican.
De modo que para No Más Metáforas, lo que la exposición permite no son solo nuevas posibilidades de narrativas sobre la planta de coca, sino encontrar formas diferentes “de resolvernos como sociedades latinoamericanas y territorios de Abya Yala, de cómo recibir la fuerza de los conocimientos de los pueblos indígenas”.
‘Coca, politics’
El final de la exposición presenta el trabajo de Édinson Quiñones, un artista de ascendencia indígena del pueblo Nasa, quien, desde su propia autobiografía y su activismo, ha explorado los efectos y heridas que el narcotráfico y la guerra contra las drogas han causado en su territorio. Dice que al reconocerse como un artista comprometido, su territorio es el único mecanismo bajo el cual crea.
Quiñones explica que él crea desde donde habita e insiste en que la forma para abordar críticamente este tema es a partir del arte, pues “genera una pedagogía, una consciencia”.
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En Cocaworlds expone las narrativas históricas que desde el norte global se han impuesto sobre el “enemigo” a vencer en dicha guerra, además de que subraya las afectaciones a escala ambiental, social y económica de la misma. “El único recurso que muchos territorios han tenido es la siembra de coca”, añade. Y frente a los daños que han causado esas narrativas dice que “la planta fue diseñada para sanar, no para destruir”.
Lo que Quiñones explica sobre este trabajo es que al crear obras en torno a la cocaína, la ha “legalizado y duplicado el valor al volverla obra de arte”.
Por otro lado, también da lugar a las farmacéuticas que han empleado la hoja de coca y que él denomina como “un saqueo cultural a partir del conocimiento de las plantas”.
La conversación que se da en las paredes de la exposición con esas tres líneas de investigación, dice Cuevas, finalmente congrega narrativas “que necesitan sanación colectiva, que necesitan además que esa sanación venga de lugares y personas que han estado en relación con la coca y la cocaína”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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