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Hace unos días se publicó un informe que pasó inadvertido y que muestra un camino para preservar una de las áreas claves para Colombia y para varios países de la región: la Cuenca Amazónica. Liderado por organizaciones como Wildlife Conservation Society, Aguas Amazónicas, y la Universidad Internacional de Florida, en el documento se sintetizan las conclusiones a las que llegó un grupo de 25 expertos que se reunió entre diciembre de 2019 y octubre de 2021.
Como hemos repetido en estas páginas y lo reitera el informe, hay muchas razones para preservar esta cuenca: es la más grande del mundo, con un área geográfica que comparten ocho países sudamericanos; alberga más de 2.500 especies; es el hogar de 47 millones de personas y de 350 distintos grupos indígenas. Además, lo que sucede allí tiene repercusiones en todo el mundo. Por ejemplo, cada año el 16 % de la carga de agua dulce que llega a los océanos proviene de ella.
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Según las conclusiones de los 25 expertos, hay, esencialmente, tres objetivos claves que se deben perseguir para preservar la Cuenca Amazónica. El primero se refiere a la importancia de cuidar la Amazonía occidental, región donde nacen todos los ríos andinos que desembocan en el cause principal del río Amazonas. Se extiende desde Colombia, pasa por Ecuador, Perú, y llega hasta Bolivia. Luego recorre la vertiente oriental de los Andes hasta el oeste de Brasil.
Estos ríos son de suma importancia para la Amazonía porque, como dice Mariana Montoya, directora de Wildlife Conservation Society (WCS) Perú, cargan sedimentos desde las partes altas hasta el nivel del mar. “Esos sedimentos llevan todos los nutrientes, como nitrógeno, fósforo y potasio, que necesita la vegetación del bosque. También beneficia la nutrición de los cultivos de los habitantes”, explica.
Como cuenta Montoya, en la Amazonía baja, a medida que el río se mueve, va modificando el paisaje. Meandros, islas y playas se forman poco a poco, y todos ellos pueden ser aprovechados durante temporada baja para la siembra de cultivos de maíz, plátano, yuca y otros alimentos. Pero la duración de estas modificaciones varía: algunas pueden desaparecer con rapidez y otras permanecer por más tiempo. Todo depende del ritmo del cauce.
“Esas formaciones se crean gracias a los sedimentos que vienen desde lo más alto de los ríos andinos. Esos son los patrones regulares de la naturaleza, en la que los ríos moldean el paisaje”, dice.
Pero hay desafíos que han aparecido en las últimas décadas. Uno de los principales es la construcción de infraestructuras, como las hidroeléctricas y carreteras, e incluso la deforestación, que podrían interrumpir ese ritmo. No es un tema menor: actualmente, existen 888 lugares a lo largo de los ríos asociados a represas. De esas, 326 corresponden a infraestructuras existentes y 562 están en diferentes etapas de planeación. En la Amazonía Occidental hay 396. ¿Por qué podrían ser un problema? De acuerdo con el documento, generan más sedimentos que son cargados por los ríos hasta las partes más bajas. La consecuencia es que al transportar cantidades más grandes de lo habitual, afectan la formación del paisaje.
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Además de alterar el aporte de sedimentos, esas infraestructuras también interrumpen las vías migratorias de los peces y reducen la conectividad fluvial. “La construcción de infraestructuras puede ser algo sumamente importante para contribuir con el desarrollo amazónico, pero si no se planifica bien puede afectar seriamente a la conservación de la vida silvestre y aquellas personas que dependen de ella. La preservación cultural, social y económica de los habitantes está en juego, pues varios de ellos dependen casi que en un 100 % de los recursos naturales”, agrega Montoya.
Frente a este reto, el informe recomienda que se haga un monitoreo de la construcción de infraestructuras para mitigar sus impactos en el ecosistema. “En el río Madera, entre Brasil y Bolivia, la construcción de algunas represas ha causado la interrupción de la ruta migratoria de peces. Por eso el monitoreo es fundamental, para aprender de lo que ha sucedido, no repetir los errores en otros territorios y así prever los impactos antes de cualquier construcción”, explica Montoya.
La pesca y cómo evitar un punto de inflexión
La segunda recomendación del documento resalta la importancia de preservar las llanuras inundables de la Cuenca Amazónica. Ellas constituyen el bosque en la parte más baja, que se inunda en ciertos momentos del año, cuando el cauce aumenta en épocas de creciente y temporadas de lluvia.
Estas llanuras se forman a lo largo de los ríos que se encuentran por debajo de los 500 msnm y ocupan el 16.8 % de la Cuenca Amazónica de tierra baja. Su persistencia por más de 110 mil años ha facilitado la evolución de una biodiversidad única.
El tiempo, la duración y la magnitud de las inundaciones, se lee en el texto, son claves para el desarrollo de la Amazonía, pues su forma de crecimiento irregular es fundamental, por ejemplo para el desarrollo de los frutos, la migración de los peces y la presencia de las tortugas acuáticas.
Pero hay factores, dice el grupo de expertos, que están poniendo en aprietos ese fenómeno. Uno es el cambio climático. Otro son las represas hidroeléctricas. Uno más tiene que ver con la intensiva deforestación en las llanuras. De no hallar un remedio pronto, podrían llegar al llamado “punto de inflexión”, ese momento en el que será imposible que la Amazonía vuelva a ser el gran bosque que hemos conocido por siglos.
Para Montoya es importante preservar el tiempo, la duración y la magnitud de las inundaciones mediante el seguimiento de indicadores de las comunidades de peces, aves, reptiles y plantas que habitan las llanuras. Los datos por satélite, según el informe, también podrían ayudar a vigilar los cambios en el uso del suelo.
Finalmente, el informe se centra en un asunto clave para conservar la biodiversidad y para mantener el bienestar humano a lo largo de la Cuenca Amazónica: la importancia de hacer sostenible la pesca.
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Hoy, las especies migratorias son los peces más importantes capturados en las pesquerías comerciales de la Amazonía: representan más del 80% de la pesca comercial en la región. Sin embargo, hay indicios de un posible colapso de varias especies importantes, especialmente de los migradores icónicos de larga distancia. Como señala el grupo de expertos, si no se controla la sobrepesca de especies migratorias de larga distancia, habrá pocos incentivos para proteger otras especies. Si se eliminan, no solo nos enfrentaríamos a un punto de inflexión para la pesca amazónica, sino también para la biodiversidad acuática, señala el documento.
¿Qué hacer? Para quienes discutieron la situación de la cuenca, hay una salida: hacer sostenible la pesca comercial de agua dulce para que de esta forma se mantenga la biodiversidad y el bienestar de las poblaciones humanas. En términos más específicos, eso requeriría de varias tareas, entre las que se encuentra, evitar la sobrepesca, fomentar convenios entre países, unificar la gestión pesquera y eliminar los subsidios a la pesca. También sugieren monitorear y frenar la deforestación y mitigar el impacto de las hidroeléctricas.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.