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Hace diez años que Edwin Roncancio, un administrador agropecuario de Bogotá, llegó por primera vez al Guaviare. Tuvo un primer encuentro con la comunidad jiw, el pueblo indígena con mayor número de habitantes en ese departamento. Esa vez, Roncancio desarrolló junto a los jiws un trabajo de acompañamiento para fortalecer su soberanía alimentaria, teniendo en cuenta sus procesos de alimentación desde la producción hasta el consumo de los alimentos, enfocándose en la conservación de prácticas ancestrales, como las chagras, un sistema tradicional de cultivo basado en las condiciones del ecosistema amazónico. Por ese entonces, entre 2011 y 2012, las cifras de deforestación de la Amazonia colombiana rondaban las 72.500 hectáreas y 89.900, respectivamente.
Luego de algunos períodos de ir y venir de la selva, en 2016 Roncancio se estableció en el Guaviare y empezó a trabajar con otra comunidad. Esta vez se trataba de los nukaks, una comunidad nómada que, desde los años 90, se ha visto afectada por la deforestación amazónica causada por la ganadería, los cultivos de coca o monocultivos, los desplazamientos forzados, los actores armados ilegales, las carreteras ilegales y los colonos, entre otros factores. (Puede leer: El nuevo modelo de salud que pide pista entre los indígenas del Putumayo)
Hoy en día el resguardo indígena de los nukaks, ubicado en una parte de la Reserva Nacional Natural Nukak, está rodeado de cultivos de palma. Según imágenes satelitales tomadas por la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, hay lotes de palmas aceiteras a una distancia de apenas dos kilómetros. Otros análisis llevan a suponer que incluso hay posesión de dos hectáreas dentro del resguardo que serían destinadas a la siembra de coca. Según uno de los recientes informes del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de la ONU, en 161 resguardos indígenas y catorce parques naturales en el país hay cultivos de coca.
El Guaviare, como hemos contado varias veces en estas páginas, es uno de los departamentos que más desafíos enfrentan para frenar la deforestación. De acuerdo con el Ideam, solo entre enero y marzo de 2020 se deforestaron en este departamento más de 14.000 hectáreas. Una cifra que viene creciendo desde hace años, pues en este mismo departamento se deforestaron 6.982 hectáreas en 2014 y 34.000 en 2018. Además, luego de la firma del Acuerdo de Paz y el abandono de las antiguas Farc de zonas como el Guaviare, el incremento de la deforestación ha llevado al aumento de cabezas de ganado de un promedio de 250.000 en 2016 a 400.000 en 2018, según datos del Instituto Colombiano Agropecuario.
Ante este panorama, Roncancio notó que, pese al fortalecimiento de sus sistemas de organización, las amenazas externas continuaban afectando las dinámicas de supervivencia de la comunidad. La mayoría de los nukaks ya no están en el Guaviare. (Le puede interesar: Encuentran una nueva especie de rana en la Amazonia)
“Viendo estas problemáticas y reconociendo todo el valor que tiene la selva, todos los recursos que provee y que están siendo acabados, con unos amigos empezamos a crear procesos laboratorio de transformación de alimentos”, cuenta Roncancio. En pocas palabras, junto a los nukaks, empezaron a transformar frutas amazónicas en alimentos de varias presentaciones. Así, en el 2017, fundaron Alimento de Selva, una iniciativa que plantea los sabores de la selva como una alternativa económica y sostenible a la deforestación.
Entre esos sabores están los frutales que se dan de manera silvestre, como el seje, el acai (o asaí) y el moriche, y alimentos cultivados de manera agroforestal, como el borojó, la cocona y el arazá, que son transformados en conservas, mermeladas, salsas, harinas y destilados, entre otros productos. El proceso se da de forma conjunta y desde un intercambio de saberes. Comienza con una recolección de los frutos por parte de la comunidad nukak, seguida de una extracción que ellos hacen de las pulpas y los almidones. Luego, algunos de los frutos son transformados a pequeña escala por Roncancio y sus compañeros hasta que llegan a los mercados locales.
Rodrigo Botero, director e investigador de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, quien no hace parte de la iniciativa, pero sí de la región, afirma que los frutos amazónicos utilizados en platos, ya sea en forma de aceites, frutos, pulpas e incluso combinados con proteína animal (por ejemplo, de origen acuático) “genera un increíble valor a las especies de palmas amazónicas, así como frutales y especies domesticadas como la yuca. Ese valor hace que las decisiones de campesinos y colonos cambie cuando encuentran bosques en pie y saben que hay un valor adicional en estas especies del bosque para su uso en el mercado alimentario”. (Puede interesarle: Lanzar 25 mil semillas desde un helicóptero, experimento cuestionable en Colombia)
Para Botero, encontrar especies nativas del bosque que se puedan usar en mercados gastronómicos “da una posibilidad directa de preservar bosques en que se pueden cosechar esos productos no maderables y destinar espacios para agricultura de especies amazónicas de mayor productividad que la ganadería, la cual es la otra actividad a la que se dedican los bosques deforestados”.
Parte de los frutos que recoge Alimento de Selva son el resultado de la trashumancia de diferentes grupos que han dispersado las semillas en los bosques. La principal intención es que sean consumidos por las comunidades locales y muevan su economía antes de pensar en un mercado externo.
En ese mismo sentido, insisten en que los procesos de producción sean locales, pues hay alimentos como el acai que se llevan a otros lugares del país en donde son transformados y, en palabras de Roncancio, eso resulta siendo también algo extractivo. “La selva es un sistema muy complejo y el desconocimiento de esta nos ha llevado a un manejo inadecuado, a la deforestación y otras prácticas, a la destrucción del planeta. El poder reconocer cómo funciona esta selva compleja, el generar una sensibilización acerca de estos frutos y poder darles un aprovechamiento sostenible, el no caer en monocultivo, es un contrapeso para poder conservar y poder evitar la destrucción de este ecosistema”, añade Roncancio. (También puede leer: Los Nukak, único pueblo indígena nómada de Colombia, corren riesgo de desaparecer)
Hace unas semanas se celebró en San José del Guaviare una feria gastronómica en la que participaron emprendimientos locales basados en el aprovechamiento de los frutos de la selva. Entre los invitados estuvo la popular chef Leonor Espinosa. En una de sus intervenciones sintetizó lo que significa este esfuerzo por preservar los bosques, las culturas y su conexión con la gastronomía: “Los cocineros son quienes pueden dar una identidad al Guaviare y conectar al primer eslabón de la cadena productiva que son los pescadores de ríos, los agricultores y las cocineras tradicionales con el consumidor”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.