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A lo lejos, una cortina de humo negro distorsiona el paisaje de la sabana ondulante, infinita. Las quemas están a una gran distancia, mucho más de lo que parecen, pero el aire es tan claro y transparente que pueden verse desde el interior del Parque Nacional Natural Manacacías, que acaba de declarar Colombia. Más allá del “lomerío”, como les llaman los locales a estas sabanas estacionales tropicales únicas llenas de agua y biodiversidad, una de las actividades principales todavía es la ganadería, que en los llanos orientales de Colombia viene acompañada de una práctica tradicional de quemar los pastos con el fin de garantizar su rebrote, y así, el alimento de los animales.
El humo, también le recuerda al baquiano Gustavo Guarín, hoy guía del nuevo Parque Nacional, los tiempos de guerra que se vivieron en esta serranía que limita al norte con Puerto López, al oriente con Puerto Lleras y al sur con Mapiripán. Fue enclave de los laboratorios de cocaína más grandes del país, y área de operación de diversos grupos armados ilegales que dejaron como saldo centenares de víctimas, y una masacre que hoy sigue en la memoria de los colombianos.
En contexto: Colombia declara un nuevo Parque Nacional Natural: Serranía de Manacacías.
Don Gustavo nació en el municipio de San Martín, el último lugar poblado antes de ingresar a la espesura de esta sabana, desde niño aprendió a conocer la serranía montando caballo, a entender las dinámicas de verano e invierno, a andar entre el lomerío y hallar las lagunas de agua cristalina con sus morichales para refrescarse, y a pescar en el río de aguas negras que lleva el mismo nombre que el parque y es de los pocos que nacen al interior de la sabana y desemboca en el Meta.
Gustavo sabe andar arrastrando los pies en los charcos para ahuyentar las anacondas y los caimanes (hoy en peligro crítico de extinción); mirar con cuidado entre la maleza para encontrar los venados, zainos, dantas, armadillos, el churuco, el tigre y los monitos saltando entre los árboles; identificar los pájaros con solo oír su canto; y esperar con paciencia el atardecer sobre una loma para ver al oso hormiguero palmero andar en la llanura, menando su cola al ritmo de las ondulaciones de la sabana.
“Mi relación con la Serranía comenzó cuando yo tenía 12 años. Acá al frente había un hato llamado La Gloria, que era de mi tío, y yo venía ahí. Por eso yo amo esta tierra, la quiero, y la cuido”, dice con lágrimas en los ojos.
Como muchos de los llaneros, se llena de orgullo y sentimiento al hablar de su tierra, y de sus costumbres íntimamente ligadas a estos paisajes, que denotan la relación de las personas con la naturaleza que los rodea. Manifestaciones culturales que en esta zona de Colombia se traducen en cantos de vaquería y canciones de joropo, que a costa de volver extraordinario lo cotidiano hoy son consideradas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
De su tío aprendió todas las artes de la vaquería, pasando por los diferentes roles como el de becerrero (ordeñar, cuidar los terneros), chocotero (llevar el agua, cocinar, pedir posada en los hatos), caporal del hato y caporal de viaje (liderar a los vaquianos y llevar al ganado de un lugar a otro). “El ganado se llevaba ‘de a pie’ desde aquí de la serranía hasta San Martín eran 13 días andando por la sabana y durmiendo donde se pudiera. Nos la pasábamos entonando cantos para que el ganado no se asustara con los animales del monte, y no se nos fuera a desbarajustar (dispersar)”.
Sabanas tropicales onduladas protegidas
Entre las razones para que la serranía de Manacacías fuera declarada como Parque Nacional está su alta importancia ecológica, y contar con ecosistemas en buen estado de conservación que tienen una baja representación en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Colombia (SINAP) como las sábanas estacionales tropicales, los bosques de galería tropical, humedales y cuerpos de agua (ríos y lagunas).
“El río Manacacías se considera como un sistema hídrico único, ya que mantiene una conexión hidrológica directa con ríos andinos del Meta. Así mismo, cumple un papel hidrológico muy importante en la Orinoquia, y su índice de regulación hídrica es comparable con ecosistemas típicos amazónicos”, dice Tomas Walschburger, científico senior de The Nature Conservancy Colombia (TNC).
Además, sirve de hábitat a 454 especies de aves, de las cuales 51 son migratorias; 179 especies de mamíferos, entre los que se encuentran especies amenazadas como el murciélago del orinoco, la danta, el mico de noche llanero, el mono tití y el armadillo gigante. También alberga 69% de las 1.435 especies de peces de agua dulce que viven en Colombia. Según los estudios realizados previos a la declaratoria del parque “se evidencia hallazgos biológicos importantes, tales como nuevas especies para la ciencia y nuevos reportes de distribución de especies”.
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El buen estado de esta serranía se debe en gran medida a los antiguos pobladores, y en parte a los efectos del conflicto armado que mantuvo esta zona del país fuera del alcance para el desarrollo de proyectos productivos a gran escala durante más de 50 años.
“Los llaneros hemos cuidado este lugar y por eso está sano, con este nuevo parque tenemos mucha ilusión de que esto se va a conservar, va a ser una hermosura, una belleza, ya los cazadores no van a poder asustar a los animalitos”, dice don Gustavo.
Las amenazas del nuevo PNN
El PNN Serranía de Manacías también tiene varias presiones. La caza es solo una de las ellas. La ganadería extensiva, el monocultivo de especies forestales introducidas y los cultivos de palma de aceite son algunas de las prácticas que ya son visibles en los terrenos vecinos al parque. De no realizarse de una manera sostenible pueden tener efectos en la pérdida de biodiversidad, la alteración de los hábitats de especies de fauna y flora, el fraccionamiento de corredores biológicos e incluso la contaminación de fuentes hídricas por residuos de plaguicidas.
Para ponerlo en cifras, según un análisis de la Federación Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite de Colombia (Fedepalma) en el municipio de San Martín de los Llanos se identificó un incremento del 76% del área cultivada en el periodo 2010-2012 a 2019-2020. Para el caso del municipio del Meta el incremento fue del 52%. Vale la pena mencionar que Colombia es el primer productor de palma de aceite en América Latina y el cuarto en el mundo; y que la apuesta del gobierno nacional para la Orinoquia es implementar un modelo de desarrollo productivo, que incluye incentivos para ampliar las zonas con cultivos al contar con estas grandes extensiones de sabana que muchos consideran “tierras baldías”.
Entre las presiones a las afueras del parque también están la tala selectiva, la pesca, el turismo no regulado, los procesos de colonización, invasión y ocupación ilegal de predios privados, y las quemas no controladas que, sumadas a las altas temperaturas que se proyectan como efecto del cambio climático, pueden aumentar los impactos de los fuegos, afectar la biodiversidad y la distribución de animales y plantas.
Por otra parte, los modelos hidrológicos de TNC han pronosticado una reducción del 40% en la disponibilidad de agua en épocas secas en menos de 20 años, debido al cambio climático y la conversión del suelo.
Mosaicos de conservación para el Manacacías
TNC se sumó a apoyar la creación de este Parque Nacional Natural, con el aporte de US $5 millones provenientes de donantes americanos, entre ellos la Fundación Wyss y Art into Acres a través de Re:wild.
El éxito de esta declaratoria se debe, en gran parte, al acuerdo social adelantado por Parques Nacionales Naturales con los propietarios de los predios. “Este es un parque suigéneris que fue construido con la gente. Nuestra visión es que la comunidad siga involucrada con la conservación de estas sabanas, y que sean ellos quienes presten los servicios turísticos y compartan sus saberes y cultura a los visitantes”, dice William Zorro, actual director del PNN Manacacias, y quien fue parte del proceso de la declaratoria.
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“Nosotros como familia Rey estamos muy contentos de saber que estas sabanas naturales se van a seguirse conservando para las generaciones futuras, así como las conocimos nosotros gracias a nuestros padres. Con este nuevo parque sentimos que el legado de nuestra familia permanecerá en el tiempo, este es un regalo para todos”, dice Dagoberto Rey Mora.
De este proceso también hicieron parte otras organizaciones como el Instituto de Investigaciones de Recursos Bilógicos Alexander von Humboldt, el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, WCS Colombia, WWF, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo Especial La Macarena (Cormacarena), y la Alianza para la Conservación de la Biodiversidad, el Territorio y la Cultura.
El reto, sin embargo, no termina aquí. Como lo dice Claudia Vásquez, directora de TNC Colombia, la creación de este parque es solo una parte de la meta de que se ha puesto la organización de conservar 200 mil hectáreas de la serranía de Manacacías. “Con el fin de que el parque no se convierta en una isla de conservación, venimos trabajando en su zona de amortiguación en la incorporación de prácticas agropecuarias y productivas sostenibles, y estrategias de conservación por parte de los propietarios”.
Desde que la Serranía de Manacacías fue declarada el Parque Nacional Natural número 61 de Colombia , las actividades ganaderas ya no son permitidas en estas 68 mil hectáreas protegidas. Aun así, y aunque don Gustavo Guarín, nuestro guía, ya no ande a caballo por la espesa llanura, sino en camionetas 4x4 con los turistas que llegan a conocer las maravillas naturales de este rincón de la Orinoquia, él sigue entonando sus cantos llaneros a capela y hablándoles en voz alta a los animales, plantas y arbustos que aparecen en el camino, y que desde ahora tienen un nuevo futuro.
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