Agrobiodiversidad: una alternativa para garantizar la seguridad alimentaria
Se estima que, en Colombia, alrededor de 15 millones de personas tienen problemas para conseguir su comida. La agrobiodiversidad se presenta como una alternativa para mantener la seguridad alimentaria de las personas, y al tiempo, proteger los ecosistemas. ¿De qué se trata?
Hace unos días, el DANE dio a conocer los resultados de un análisis que realizó junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sobre la seguridad alimentaria en Colombia. Los resultados muestran que para el 2022, el 28 % de los hogares del país tenían problemas para conseguir su alimentación; esto equivale a decir que 1 de cada 3 colombianos está en inseguridad alimentaria moderada o grave.
Este es un fenómeno que ocurre en todo el mundo. Según la FAO, el año pasado, entre 691 y 783 millones de personas padecieron hambre. Las razones son varias; por ejemplo, la escasez de recursos hídricos y la degradación de los suelos, de acuerdo con la organización internacional Acción Contra el Hambre. (Lea: La agrobiodiversidad favorece la seguridad alimentaria de las comunidades. )
Por esto, una de las estrategias para garantizar la seguridad alimentaria es promover la agrobiodiversidad en los sistemas productivos. Pero, ¿qué significa este concepto? Fabián Camilo Garzón, investigador del Centro de Estudios Socioecológicos y Cambio Global del Instituto Humboldt, explica que la agrobiodiversidad se refiere a la diversidad tanto biológica como cultural que encontramos en los sistemas productivos, cuya interacción está relacionada con la manera como se producen los alimentos, y se obtienen las materias primas y las medicinas.
“Entender la agrobiodiversidad permite comprender esas relaciones, las dinámicas del uso de la tierra y las prácticas de manejo de las personas que se encuentran en los agroecosistemas, así como impulsar modelos productivos más sostenibles que integren la biodiversidad y sus funciones a los medios de vida de las personas y así favorecer la seguridad y la soberanía alimentaria”, dice el investigador. (Lea: Con su dieta usted también puede ayudar a cambiar el planeta)
En otras palabras, estudiar la agrobiodiversidad permite que la producción de alimentos o materias primas en los agroecosistemas (ecosistemas que han tenido una alta transformación antrópica para la producción), empleen prácticas más sostenibles y haya una mayor promoción de los mercados locales.
Esta alternativa, además, tiene en cuenta la interacción de los cultivos con los ecosistemas que se encuentran a su alrededor, de manera que pueda beneficiarlos y no degradarlos, como se ha hecho durante muchos años. De esta manera, se estaría favoreciendo la seguridad alimentaria y la conservación de los diferentes ecosistemas.
“La conservación implica que haya más coberturas naturales, que se garantice la regulación y protección de fuentes hídricas, la captura de carbono. Es una forma de conservación y de producción que ayuda a garantizar tanto el beneficio económico como el alimenticio de las comunidades que están allí; además de lograr la protección del medio ambiente”, agrega Garzón. (Lea: Lo que genera el ruido del tráfico y las industrias en la fauna y las personas)
La yuca, un ejemplo de sostenibilidad alimentaria
En Colombia, un país megadiverso, donde se han identificado cerca de 7.000 plantas útiles, muchas de las cuales se emplean en la alimentación humana, hay una especie que resalta en el territorio. Se trata de la yuca, un cultivo con gran potencial para impulsar nuevas economías basadas en la agrobiodiversidad, que promuevan el autoconsumo y, a su vez, la seguridad alimentaria.
“Es un cultivo con una importancia cultural y alimentaria muy alta para las familias, el cual permanece a lo largo del año en los sistemas productivos, tiene unas condiciones de adaptabilidad al cambio climático y resiste muy bien a la intensidad del verano, en periodos prolongados de sequía”, explica el investigador del Instituto Humboldt.
En Montes de María, una subregión del Caribe colombiano, ubicada entre los departamentos de Sucre y Bolívar, la comunidad ha reportado hasta diez variedades diferentes de yuca. Allí las personas han identificado cuáles funcionan mejor para comercializarlas y cuáles son más útiles para la alimentación local. (Lea: El trabajo por el desarrollo rural en Colombia)
Esto aporta al autoconsumo, que en otras palabras es que los productores pueden alimentarse de lo mismo que están produciendo, y de cierta manera garanticen la seguridad alimentaria de la comunidad.
Al respecto, el Instituto Humboldt, junto al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, han venido trabajando en los Montes de María para ver qué productos pueden aportar a la agrobiodiversidad de los sistemas productivos de la región. La idea, con el proyecto, según explica Garzón, es generar conocimiento que pueda ser aplicado en las prácticas de producción de alimentos en los agroecosistemas de esta región.
Hace unos días, el DANE dio a conocer los resultados de un análisis que realizó junto a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), sobre la seguridad alimentaria en Colombia. Los resultados muestran que para el 2022, el 28 % de los hogares del país tenían problemas para conseguir su alimentación; esto equivale a decir que 1 de cada 3 colombianos está en inseguridad alimentaria moderada o grave.
Este es un fenómeno que ocurre en todo el mundo. Según la FAO, el año pasado, entre 691 y 783 millones de personas padecieron hambre. Las razones son varias; por ejemplo, la escasez de recursos hídricos y la degradación de los suelos, de acuerdo con la organización internacional Acción Contra el Hambre. (Lea: La agrobiodiversidad favorece la seguridad alimentaria de las comunidades. )
Por esto, una de las estrategias para garantizar la seguridad alimentaria es promover la agrobiodiversidad en los sistemas productivos. Pero, ¿qué significa este concepto? Fabián Camilo Garzón, investigador del Centro de Estudios Socioecológicos y Cambio Global del Instituto Humboldt, explica que la agrobiodiversidad se refiere a la diversidad tanto biológica como cultural que encontramos en los sistemas productivos, cuya interacción está relacionada con la manera como se producen los alimentos, y se obtienen las materias primas y las medicinas.
“Entender la agrobiodiversidad permite comprender esas relaciones, las dinámicas del uso de la tierra y las prácticas de manejo de las personas que se encuentran en los agroecosistemas, así como impulsar modelos productivos más sostenibles que integren la biodiversidad y sus funciones a los medios de vida de las personas y así favorecer la seguridad y la soberanía alimentaria”, dice el investigador. (Lea: Con su dieta usted también puede ayudar a cambiar el planeta)
En otras palabras, estudiar la agrobiodiversidad permite que la producción de alimentos o materias primas en los agroecosistemas (ecosistemas que han tenido una alta transformación antrópica para la producción), empleen prácticas más sostenibles y haya una mayor promoción de los mercados locales.
Esta alternativa, además, tiene en cuenta la interacción de los cultivos con los ecosistemas que se encuentran a su alrededor, de manera que pueda beneficiarlos y no degradarlos, como se ha hecho durante muchos años. De esta manera, se estaría favoreciendo la seguridad alimentaria y la conservación de los diferentes ecosistemas.
“La conservación implica que haya más coberturas naturales, que se garantice la regulación y protección de fuentes hídricas, la captura de carbono. Es una forma de conservación y de producción que ayuda a garantizar tanto el beneficio económico como el alimenticio de las comunidades que están allí; además de lograr la protección del medio ambiente”, agrega Garzón. (Lea: Lo que genera el ruido del tráfico y las industrias en la fauna y las personas)
La yuca, un ejemplo de sostenibilidad alimentaria
En Colombia, un país megadiverso, donde se han identificado cerca de 7.000 plantas útiles, muchas de las cuales se emplean en la alimentación humana, hay una especie que resalta en el territorio. Se trata de la yuca, un cultivo con gran potencial para impulsar nuevas economías basadas en la agrobiodiversidad, que promuevan el autoconsumo y, a su vez, la seguridad alimentaria.
“Es un cultivo con una importancia cultural y alimentaria muy alta para las familias, el cual permanece a lo largo del año en los sistemas productivos, tiene unas condiciones de adaptabilidad al cambio climático y resiste muy bien a la intensidad del verano, en periodos prolongados de sequía”, explica el investigador del Instituto Humboldt.
En Montes de María, una subregión del Caribe colombiano, ubicada entre los departamentos de Sucre y Bolívar, la comunidad ha reportado hasta diez variedades diferentes de yuca. Allí las personas han identificado cuáles funcionan mejor para comercializarlas y cuáles son más útiles para la alimentación local. (Lea: El trabajo por el desarrollo rural en Colombia)
Esto aporta al autoconsumo, que en otras palabras es que los productores pueden alimentarse de lo mismo que están produciendo, y de cierta manera garanticen la seguridad alimentaria de la comunidad.
Al respecto, el Instituto Humboldt, junto al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, han venido trabajando en los Montes de María para ver qué productos pueden aportar a la agrobiodiversidad de los sistemas productivos de la región. La idea, con el proyecto, según explica Garzón, es generar conocimiento que pueda ser aplicado en las prácticas de producción de alimentos en los agroecosistemas de esta región.