Agroecología: construyendo los sistemas productivos del futuro
En contextos de cambio climático y pérdida de biodiversidad, este enfoque integral se convierte en una alternativa ideal para mitigar la pobreza y el hambre en las zonas rurales, mientras se conservan los ecosistemas. La cooperación internacional da algunas claves para la transición agroecológica en Colombia.
Para la UE la reconversión de los sistemas agroalimentarios es algo que todos los países del mundo deben fomentar para enfrentar adecuadamente los retos que plantean el cambio climático y la rápida perdida de la biodiversidad, la contaminación de los suelos y el agua. Es por eso que lanzó el “Pacto verde europeo” y en particular las estrategias “de la granja a la mesa” y de “biodiversidad”. Bajo la primera están en proceso de aprobación varias normas que buscan evitar que productos asociados a deforestación o que no logren demostrar la trazabilidad de su origen sean exportados a la UE. Esto implicará un fuerte trabajo conjunto entre productores y exportadores para lograr una transición justa y que no deje a nadie atrás, pero que además aproveche las oportunidades que este nuevo contexto generará en el mercado europeo.
Aunque ha venido evolucionando desde la década de los 30, la agroecología como práctica, ciencia y movimiento social empezó a tomar fuerza a partir de los años 70. Ante las crisis que azotan al planeta, como el cambio climático, la pobreza en zonas rurales, el hambre o la desnutrición, la sociedad civil, la academia y algunos gobiernos han empezado a exigir transformaciones en los sistemas agroalimentarios.
“La agroecología es un sistema de producción agropecuario amigable con el medio ambiente. Es climáticamente inteligente porque adapta la agricultura al clima y no al revés. Por ejemplo, si estamos en un clima seco, la solución más oportuna puede no ser necesariamente el riego, sino adoptar especies resistentes a la sequía y Sistemas agroforestales para optimizar el uso del agua”, apuntó Furio Massolino, director del Programa Desarrollo Rural con Enfoque Territorial (DRET II), de la Unión Europea (UE), la Agencia Italiana de Cooperación (AICS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
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Pese a que el componente ecológico y ambiental es clave para este enfoque, no se podría implementar sin el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias y campesinas. Tal y como lo plantea Camilo Ardila, experto de la FAO en Colombia, son precisamente estos actores los que más han abogado por cambios en el sistema agroalimentario a lo largo del globo. “Las comunidades deben ser las protagonistas y siempre debe primar el diálogo de saberes”, dijo el experto, a la vez que destacó que, en Colombia, más del 70% de los alimentos que llegan a las mesas vienen de la agricultura campesina, familiar y comunitaria.
Según los expertos, la agroecología aporta a la búsqueda de soluciones sostenibles para los productos, a la vez que aboga por el aprovechamiento y conservación de especies nativas. Esto permite que sea en las mismas fincas donde se producen los insumos agropecuarios, como semillas, abonos orgánicos, compost ayudando a disminuir la dependencia de fertilizantes químicos. “Este enfoque es más intensivo en conocimiento y menos intensivo en capital, lo que ayuda a fortalecer los emprendimientos económicos territoriales y generar mayor cercanía entre el productor y el consumidor”, acotó Ardila.
Los esfuerzos de la cooperación internacional
La FAO ha implementado diversas acciones en el mundo con el fin de promover escuelas de campo para agricultores que faciliten la incorporación del enfoque agroecológico a los mercados. Un ejemplo de esta perspectiva en Colombia ha sido la asistencia técnica al Ministerio de Ambiente en materia de revisión de los esquemas de Negocios Verdes, al igual que al Ministerio de Agricultura en lineamientos de política para la agroecología.
Cabe mencionar que, a través del Programa DRET II, se están ejecutando proyectos insignia para la transición hacia sistemas productivos más sostenibles. Uno de ellos se implementa junto a la Fundación Sacha Llaqta en Tumaco (Nariño) y pretende reactivar el territorio con estrategias de conservación de áreas protegidas en el consejo comunitario Bajo Mira y Frontera, a través del instrumento de Pago Por Servicios Ambientales (PSA). El proyecto cuenta con herramientas de transición agroecológica del cacao para más de dos mil familias en 18 veredas.
También se destaca el proyecto “Mujeres rurales participando y apropiando efectivamente instrumentos de política del sector”, ejecutado por la Fundación Alpina y que tiene incidencia en tres municipios de Cauca (Balboa, Mercaderes y Popayán) y en uno de La Guajira (Barrancas). A través de esta iniciativa, se forman a las mujeres en política pública y se brindan insumos para que conozcan sus derechos en torno al acceso a tierras, a la asistencia técnica y al financiamiento. Así se refuerza el componente social de la agroecología y se ofrecen herramientas para reducir las brechas de género en las zonas rurales.
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Recomendaciones para la transición hacia la agroecología
Tanto Ardila, como Massolino, coincidieron en que en Colombia hay avances y oportunidades muy grandes para implementar sistemas agroforestales de café y cacao. “Los cafetales en sistemas agroforestales son un ejemplo de un sistema productivo altamente biodiverso. Si los vemos desde afuera, parecen bosques naturales, pero realmente no lo son. Esto se debe a que, por medio de componentes arbóreos, se han podido reproducir los niveles vegetales de un ecosistema natural”, señaló Massolino.
En este sentido, el director del Programa DRET II aseguró que es necesario juntar esfuerzos para elaborar un plan de gestión territorial en cada uno de los territorios, con el fin de identificar en dónde están las potencialidades agroecológicas. “Cada rincón del territorio tiene particularidades a nivel ecológico, entonces no se puede pensar en un plan agroecológico que pueda servir para toda Colombia, pero si en planes territoriales climáticamente inteligentes, que se refieran a condiciones edafoclimáticas homogéneas”.
Entretanto, Camilo Ardila recalcó que la transición hacia la agroecología es un proceso lento en el que cada paso suma. Primero, se debería pensar en estrategias para sustituir insumos químicos por insumos biológicos; después, rediseñar los sistemas productivos en fincas; y posteriormente, reforzar las relaciones comerciales mediante un enfoque sostenible y comunitario.
“El Gobierno del Presidente Petro se ha referido a un plan para la transición agroecológica. Este debe ser multidimensional y comenzar por al menos tres componentes: profundizar y difundir las metodologías para incluir el enfoque agroecológico en la extensión agropecuaria; producir la mayor cantidad de bioinsumos desde las fincas, las comunidades y la industria; y fomentar los mercados campesinos para que haya una mayor oferta de productos basados en sistemas agroecológicos”, concluyó Ardila.
Para la UE la reconversión de los sistemas agroalimentarios es algo que todos los países del mundo deben fomentar para enfrentar adecuadamente los retos que plantean el cambio climático y la rápida perdida de la biodiversidad, la contaminación de los suelos y el agua. Es por eso que lanzó el “Pacto verde europeo” y en particular las estrategias “de la granja a la mesa” y de “biodiversidad”. Bajo la primera están en proceso de aprobación varias normas que buscan evitar que productos asociados a deforestación o que no logren demostrar la trazabilidad de su origen sean exportados a la UE. Esto implicará un fuerte trabajo conjunto entre productores y exportadores para lograr una transición justa y que no deje a nadie atrás, pero que además aproveche las oportunidades que este nuevo contexto generará en el mercado europeo.
Aunque ha venido evolucionando desde la década de los 30, la agroecología como práctica, ciencia y movimiento social empezó a tomar fuerza a partir de los años 70. Ante las crisis que azotan al planeta, como el cambio climático, la pobreza en zonas rurales, el hambre o la desnutrición, la sociedad civil, la academia y algunos gobiernos han empezado a exigir transformaciones en los sistemas agroalimentarios.
“La agroecología es un sistema de producción agropecuario amigable con el medio ambiente. Es climáticamente inteligente porque adapta la agricultura al clima y no al revés. Por ejemplo, si estamos en un clima seco, la solución más oportuna puede no ser necesariamente el riego, sino adoptar especies resistentes a la sequía y Sistemas agroforestales para optimizar el uso del agua”, apuntó Furio Massolino, director del Programa Desarrollo Rural con Enfoque Territorial (DRET II), de la Unión Europea (UE), la Agencia Italiana de Cooperación (AICS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
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Pese a que el componente ecológico y ambiental es clave para este enfoque, no se podría implementar sin el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias y campesinas. Tal y como lo plantea Camilo Ardila, experto de la FAO en Colombia, son precisamente estos actores los que más han abogado por cambios en el sistema agroalimentario a lo largo del globo. “Las comunidades deben ser las protagonistas y siempre debe primar el diálogo de saberes”, dijo el experto, a la vez que destacó que, en Colombia, más del 70% de los alimentos que llegan a las mesas vienen de la agricultura campesina, familiar y comunitaria.
Según los expertos, la agroecología aporta a la búsqueda de soluciones sostenibles para los productos, a la vez que aboga por el aprovechamiento y conservación de especies nativas. Esto permite que sea en las mismas fincas donde se producen los insumos agropecuarios, como semillas, abonos orgánicos, compost ayudando a disminuir la dependencia de fertilizantes químicos. “Este enfoque es más intensivo en conocimiento y menos intensivo en capital, lo que ayuda a fortalecer los emprendimientos económicos territoriales y generar mayor cercanía entre el productor y el consumidor”, acotó Ardila.
Los esfuerzos de la cooperación internacional
La FAO ha implementado diversas acciones en el mundo con el fin de promover escuelas de campo para agricultores que faciliten la incorporación del enfoque agroecológico a los mercados. Un ejemplo de esta perspectiva en Colombia ha sido la asistencia técnica al Ministerio de Ambiente en materia de revisión de los esquemas de Negocios Verdes, al igual que al Ministerio de Agricultura en lineamientos de política para la agroecología.
Cabe mencionar que, a través del Programa DRET II, se están ejecutando proyectos insignia para la transición hacia sistemas productivos más sostenibles. Uno de ellos se implementa junto a la Fundación Sacha Llaqta en Tumaco (Nariño) y pretende reactivar el territorio con estrategias de conservación de áreas protegidas en el consejo comunitario Bajo Mira y Frontera, a través del instrumento de Pago Por Servicios Ambientales (PSA). El proyecto cuenta con herramientas de transición agroecológica del cacao para más de dos mil familias en 18 veredas.
También se destaca el proyecto “Mujeres rurales participando y apropiando efectivamente instrumentos de política del sector”, ejecutado por la Fundación Alpina y que tiene incidencia en tres municipios de Cauca (Balboa, Mercaderes y Popayán) y en uno de La Guajira (Barrancas). A través de esta iniciativa, se forman a las mujeres en política pública y se brindan insumos para que conozcan sus derechos en torno al acceso a tierras, a la asistencia técnica y al financiamiento. Así se refuerza el componente social de la agroecología y se ofrecen herramientas para reducir las brechas de género en las zonas rurales.
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Recomendaciones para la transición hacia la agroecología
Tanto Ardila, como Massolino, coincidieron en que en Colombia hay avances y oportunidades muy grandes para implementar sistemas agroforestales de café y cacao. “Los cafetales en sistemas agroforestales son un ejemplo de un sistema productivo altamente biodiverso. Si los vemos desde afuera, parecen bosques naturales, pero realmente no lo son. Esto se debe a que, por medio de componentes arbóreos, se han podido reproducir los niveles vegetales de un ecosistema natural”, señaló Massolino.
En este sentido, el director del Programa DRET II aseguró que es necesario juntar esfuerzos para elaborar un plan de gestión territorial en cada uno de los territorios, con el fin de identificar en dónde están las potencialidades agroecológicas. “Cada rincón del territorio tiene particularidades a nivel ecológico, entonces no se puede pensar en un plan agroecológico que pueda servir para toda Colombia, pero si en planes territoriales climáticamente inteligentes, que se refieran a condiciones edafoclimáticas homogéneas”.
Entretanto, Camilo Ardila recalcó que la transición hacia la agroecología es un proceso lento en el que cada paso suma. Primero, se debería pensar en estrategias para sustituir insumos químicos por insumos biológicos; después, rediseñar los sistemas productivos en fincas; y posteriormente, reforzar las relaciones comerciales mediante un enfoque sostenible y comunitario.
“El Gobierno del Presidente Petro se ha referido a un plan para la transición agroecológica. Este debe ser multidimensional y comenzar por al menos tres componentes: profundizar y difundir las metodologías para incluir el enfoque agroecológico en la extensión agropecuaria; producir la mayor cantidad de bioinsumos desde las fincas, las comunidades y la industria; y fomentar los mercados campesinos para que haya una mayor oferta de productos basados en sistemas agroecológicos”, concluyó Ardila.