Agroecología sostenible: el futuro de los territorios a través de la innovación
El trabajo conjunto de comunidades, investigadores e instituciones ha dado pie para que diferentes municipios de tres departamentos hayan iniciado una transición hacia modelos de producción sostenibles. A partir de diálogos de saberes se ha encontrado una forma de contribuir a mejorar la calidad de vida en los territorios.
En Colombia existen diversas preocupaciones por el deterioro del medio ambiente y su relación con las diferentes formas de producción que hay en nuestro territorio. Frente a esto, el país ha hecho compromisos con el objetivo de mitigar sus efectos, para crear una economía sustentable a partir del aprovechamiento sostenible de los bosques, los ríos y los mares.
En 2022 se registraron 156.000 hectáreas deforestadas como resultado de actividades relacionadas con la producción. Caquetá y Meta son departamentos particularmente afectados por esta problemática, dada la cantidad de bosques que se encuentran en sus territorios. Para 2030, el país se trazó la meta de disminuir el número de hectáreas deforestadas a 50.000, en la búsqueda, llevar esa cifra al mínimo posible. (Lea: La razón por la que los elefantes marinos se sumergen para tomar siestas cortas)
Otras afectaciones, como la ampliación de la frontera agrícola para el establecimiento de pasturas y las practicas insostenibles de pesca artesanal marina, han generado el aumento en la emisión de gases efecto invernadero, la degradación de los suelos y la disminución de la diversidad. Aunque Colombia se destaca a nivel internacional como productor agrícola y pesquero, estas actividades se han desarrollado en su mayoría de manera insostenible.
La implementación de innovaciones tecnológicas en los procesos de cuidado de la tierra, siembra, fertilización y cosecha de los productos contribuye a la mitigación de los efectos de las prácticas inadecuadas para los territorios con singularidades ecosistémicas. Esto genera un impacto directo en las problemáticas existentes, como la disminución de la deforestación por medio de las alternativas de producción para una economía de la biodiversidad.
La investigación científica ha sido fundamental para el desarrollo de tecnologías que contribuyen a mejorar la productividad en el campo. Pero, estas no han logrado los cambios deseados, predominando un enfoque vertical donde los productores tienen poca participación en la priorización de los problemas a resolver. Generar un cambio en estos aspectos implica que el conocimiento obtenido del territorio, sus recursos y su manejo, sea parte de la búsqueda de soluciones.
La alta productividad en café, cacao, pesca, bienes forestales maderables y no maderables, entre otros, contrasta con la ausencia de la soberanía alimentaria en muchas regiones del país. En palabras de Carlos Hernando Rodríguez, investigador del Instituto SINCHI y coordinador general del proyecto ABRIGUE, “lo que producimos es para vender, pero no para vivir mejor”. (Lea: Saber dónde restaurar, clave para recuperar los bosques del país)
A esto se suma que, en muchas ocasiones, el acceso a créditos o a proyectos de innovación suele tener barreras que limitan las posibilidades de las personas para contar con sus beneficios.
El proyecto ABRIGUE, nombre derivado de las iniciales de Agroecología, Bioeconomía, Resiliencia, Innovación, Gobernanza y Unión Europea, busca implementar un nuevo enfoque en la innovación tecnológica. Con la ejecución principal del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, y de la mano de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria AGROSAVIA, el Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación, el French Agricultural Research Centre for International Development (CIRAD) y la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCh), se espera disminuir el impacto que generan algunas actividades productivas y lograr la participación de las comunidades.
Este proyecto cuenta con recursos de la iniciativa DeSIRA (Development Smart Innovación through Research in Agriculture), cuyo objetivo es contribuir a la transformación sostenible, productiva y relevante para el clima de los sistemas agrícolas y alimentarios en países de ingresos bajos y medios.
La construcción participativa de la innovación
Los cultivos de cacao y café, así como la producción de lácteos a partir de la ganadería, son actividades fundamentales para el sur del Meta en municipios como La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa. Por eso, a partir de diálogos en los que se vinculó a las comunidades dedicadas a este trabajo, ABRIGUE recopiló las diferentes perspectivas que se tienen sobre las problemáticas de su territorio.
El proyecto “pretende fortalecer capacidades territoriales de los grupos sociales por medio de la innovación”, explica Luz Marina Mantilla Cárdenas, Directora General del Instituto SINCHI. Enfocar la investigación a partir de las necesidades particulares que surgen del diálogo con las comunidades permite implementar innovaciones tecnológicas de acuerdo con el contexto al que se destinan. “Se pasa de un enfoque vertical a un enfoque que es conjunto, que es muy horizontal, que trata de articular muchas áreas diferentes”, asegura Rodríguez sobre la integración de las disciplinas con el conocimiento de las comunidades.
Un proceso similar se ha llevado a cabo en Caquetá, con el copoazú, el cacao, la canangucha y los lácteos; así como en el Chocó, con la vainilla, el coco y la pesca artesanal marina. Acoplar los saberes ancestrales a la innovación es fundamental por el conocimiento que tienen las comunidades sobre sus territorios y los procesos que estas llevan a cabo para producir. (Lea: Frenar la pérdida y desperdicio de alimentos, una tarea de todos)
Estas zonas, según explica Rodríguez, fueron priorizadas por las afectaciones que se presentan por las amenazas al ambiente, pero también por el potencial que tienen sus productores en las diferentes actividades que desarrollan. Así, los conocimientos locales y técnicos confluyen para plantear sistemas agroecológicos y bioeconomías que contribuyan a solventar problemáticas
El monitoreo de la implementación de estas innovaciones co-diseñadas entre las comunidades, científicos e instituciones, también será realizado conjuntamente. Como lo explica Mantilla, se busca medir la variabilidad climática, la disminución en algunas emisiones de gases efecto invernadero, el impacto en la conservación de la biodiversidad, la restauración de los ecosistemas degradados y el mejoramiento de la calidad de vida.
A su vez, estas transiciones hacia sistemas agroecológicos también tendrán un impacto en la soberanía alimentaria de las comunidades involucradas, mientras tienen autonomía sobre las decisiones del sistema que están implementando. El desarrollo del buen vivir, que tiene rasgos particulares según el lugar desde el que se piense, es fundamental para la sostenibilidad de estos sistemas, pues garantiza la satisfacción de necesidades básicas en las personas, que podrán continuar con el desarrollo e implementación de estas innovaciones.
Adicionalmente, con la vinculación institucional entre los Ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible; Ciencia, Tecnología e Innovación; y Agricultura y Desarrollo Rural, el proyecto ABRIGUE espera generar una sinergia intersectorial que articule esfuerzos para el co-diseño de las estrategias de transición. Para esto, el Ministerio de Ciencia y Tecnología direcciona en ABRIGUE el fortalecimiento de la gobernanza territorial entre las instancias de los sistemas nacionales relacionados con la gestión frente al cambio climático, el mejoramiento del entorno político-institucional y el financiamiento; generando evidencias para facilitar el cambio institucional y de políticas a nivel nacional para el mantenimiento y escalamiento de sistemas de innovación y conocimiento agroecológico que reduzcan la deforestación y mitiguen el cambio climático.
El enfoque bioeconómico con bases agroecológicas (AEBE) permitirá crear valor a partir de recursos y productos como los lácteos, el cacao, el café, los cosméticos, entre otros. El objetivo es vincularlos entre sí a nivel territorial, reduciendo los impactos ambientales de los desechos de la agroindustria. (Lea: El paso a seguir tras el acuerdo que busca salvar la biodiversidad mundial)
Una de las consecuencias positivas de que las personas hagan esta transición será “disminuir la expansión de la frontera agrícola”, como lo expresa Mantilla. Experiencias como la del sur del Meta, Caquetá y Chocó dan cuenta de la posibilidad de implementar de manera exitosa los sistemas agroecológicos, y de los resultados positivos que esto trae en la mitigación de problemáticas ambientales.
Tanto Mantilla como Rodríguez coinciden en que existen retos diferenciados para cada territorio, y que una herramienta fundamental para solventarlos está en el diálogo de saberes y la construcción participativa. Al dejar las capacidades instaladas para la producción sostenible, será posible escalar y replicar estas transiciones en otras partes del país, siempre y cuando se aprenda de las experiencias actuales y se corrijan los aspectos que lo requieran en el proceso.
Las experiencias de la transición
En Bahía Solano y Juradó (Chocó), las comunidades han sumado sus esfuerzos para potenciar las cadenas de valor del coco, la vainilla y la pesca artesanal. Las plataformas “Coco-innovación Ancestral”, “Vainilla Aroma Pacífico Norte” y “Pescando Innovación” que ahora funcionan en el departamento buscan desarrollar las innovaciones agroecológicas y bioeconomías para el cumplimiento de los objetivos del proyecto.
Entre estos están posicionar la vainilla como oferta ambiental, fortalecer los procesos organizativos comunitarios para el trabajo, el mejoramiento de la calidad de vida. También se espera establecer pilotos de estos sistemas, para poder medir las emisiones de carbono. (Lea también: Sin bosques y sin presas, las consecuencias de la deforestación para los depredadores)
Un proceso equivalente, pero ajustado al contexto, se vive en otras zonas. En Belén de los Andaquíes, San José del Fragua, Montañita y Albania en Caquetá, se potencian el cacao, el copoazú, la canangucha, los lácteos y los productos forestales no maderables. A partir de las experiencias recopiladas por el proyecto, personas como Deisy Bermeo, líder de la Asociación de Mujeres Rurales de Colombia y el Caquetá (ASMUCOCA), destacan que ABRIGUE ha traído una transición que “no es sólo un aprovechamiento responsable de lo que brinda la tierra, es descubrir de qué más somos capaces a nivel asociativo, en nuestras casas, para nuestras familias”.
De allí que la participación de todos los actores involucrados sea fundamental para alcanzar la carbono neutralidad, una mejor conservación de los bosques y la biodiversidad, así como la posibilidad de tener comunidades autónomas y con territorios sostenibles por medio de la agroecología y la bioeconomía. Con esto se genera un aporte efectivo al logro de las metas de reducción de emisiones de gases efecto invernadero a las que se ha comprometido Colombia a nivel internacional.
En Colombia existen diversas preocupaciones por el deterioro del medio ambiente y su relación con las diferentes formas de producción que hay en nuestro territorio. Frente a esto, el país ha hecho compromisos con el objetivo de mitigar sus efectos, para crear una economía sustentable a partir del aprovechamiento sostenible de los bosques, los ríos y los mares.
En 2022 se registraron 156.000 hectáreas deforestadas como resultado de actividades relacionadas con la producción. Caquetá y Meta son departamentos particularmente afectados por esta problemática, dada la cantidad de bosques que se encuentran en sus territorios. Para 2030, el país se trazó la meta de disminuir el número de hectáreas deforestadas a 50.000, en la búsqueda, llevar esa cifra al mínimo posible. (Lea: La razón por la que los elefantes marinos se sumergen para tomar siestas cortas)
Otras afectaciones, como la ampliación de la frontera agrícola para el establecimiento de pasturas y las practicas insostenibles de pesca artesanal marina, han generado el aumento en la emisión de gases efecto invernadero, la degradación de los suelos y la disminución de la diversidad. Aunque Colombia se destaca a nivel internacional como productor agrícola y pesquero, estas actividades se han desarrollado en su mayoría de manera insostenible.
La implementación de innovaciones tecnológicas en los procesos de cuidado de la tierra, siembra, fertilización y cosecha de los productos contribuye a la mitigación de los efectos de las prácticas inadecuadas para los territorios con singularidades ecosistémicas. Esto genera un impacto directo en las problemáticas existentes, como la disminución de la deforestación por medio de las alternativas de producción para una economía de la biodiversidad.
La investigación científica ha sido fundamental para el desarrollo de tecnologías que contribuyen a mejorar la productividad en el campo. Pero, estas no han logrado los cambios deseados, predominando un enfoque vertical donde los productores tienen poca participación en la priorización de los problemas a resolver. Generar un cambio en estos aspectos implica que el conocimiento obtenido del territorio, sus recursos y su manejo, sea parte de la búsqueda de soluciones.
La alta productividad en café, cacao, pesca, bienes forestales maderables y no maderables, entre otros, contrasta con la ausencia de la soberanía alimentaria en muchas regiones del país. En palabras de Carlos Hernando Rodríguez, investigador del Instituto SINCHI y coordinador general del proyecto ABRIGUE, “lo que producimos es para vender, pero no para vivir mejor”. (Lea: Saber dónde restaurar, clave para recuperar los bosques del país)
A esto se suma que, en muchas ocasiones, el acceso a créditos o a proyectos de innovación suele tener barreras que limitan las posibilidades de las personas para contar con sus beneficios.
El proyecto ABRIGUE, nombre derivado de las iniciales de Agroecología, Bioeconomía, Resiliencia, Innovación, Gobernanza y Unión Europea, busca implementar un nuevo enfoque en la innovación tecnológica. Con la ejecución principal del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, y de la mano de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria AGROSAVIA, el Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación, el French Agricultural Research Centre for International Development (CIRAD) y la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCh), se espera disminuir el impacto que generan algunas actividades productivas y lograr la participación de las comunidades.
Este proyecto cuenta con recursos de la iniciativa DeSIRA (Development Smart Innovación through Research in Agriculture), cuyo objetivo es contribuir a la transformación sostenible, productiva y relevante para el clima de los sistemas agrícolas y alimentarios en países de ingresos bajos y medios.
La construcción participativa de la innovación
Los cultivos de cacao y café, así como la producción de lácteos a partir de la ganadería, son actividades fundamentales para el sur del Meta en municipios como La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa. Por eso, a partir de diálogos en los que se vinculó a las comunidades dedicadas a este trabajo, ABRIGUE recopiló las diferentes perspectivas que se tienen sobre las problemáticas de su territorio.
El proyecto “pretende fortalecer capacidades territoriales de los grupos sociales por medio de la innovación”, explica Luz Marina Mantilla Cárdenas, Directora General del Instituto SINCHI. Enfocar la investigación a partir de las necesidades particulares que surgen del diálogo con las comunidades permite implementar innovaciones tecnológicas de acuerdo con el contexto al que se destinan. “Se pasa de un enfoque vertical a un enfoque que es conjunto, que es muy horizontal, que trata de articular muchas áreas diferentes”, asegura Rodríguez sobre la integración de las disciplinas con el conocimiento de las comunidades.
Un proceso similar se ha llevado a cabo en Caquetá, con el copoazú, el cacao, la canangucha y los lácteos; así como en el Chocó, con la vainilla, el coco y la pesca artesanal marina. Acoplar los saberes ancestrales a la innovación es fundamental por el conocimiento que tienen las comunidades sobre sus territorios y los procesos que estas llevan a cabo para producir. (Lea: Frenar la pérdida y desperdicio de alimentos, una tarea de todos)
Estas zonas, según explica Rodríguez, fueron priorizadas por las afectaciones que se presentan por las amenazas al ambiente, pero también por el potencial que tienen sus productores en las diferentes actividades que desarrollan. Así, los conocimientos locales y técnicos confluyen para plantear sistemas agroecológicos y bioeconomías que contribuyan a solventar problemáticas
El monitoreo de la implementación de estas innovaciones co-diseñadas entre las comunidades, científicos e instituciones, también será realizado conjuntamente. Como lo explica Mantilla, se busca medir la variabilidad climática, la disminución en algunas emisiones de gases efecto invernadero, el impacto en la conservación de la biodiversidad, la restauración de los ecosistemas degradados y el mejoramiento de la calidad de vida.
A su vez, estas transiciones hacia sistemas agroecológicos también tendrán un impacto en la soberanía alimentaria de las comunidades involucradas, mientras tienen autonomía sobre las decisiones del sistema que están implementando. El desarrollo del buen vivir, que tiene rasgos particulares según el lugar desde el que se piense, es fundamental para la sostenibilidad de estos sistemas, pues garantiza la satisfacción de necesidades básicas en las personas, que podrán continuar con el desarrollo e implementación de estas innovaciones.
Adicionalmente, con la vinculación institucional entre los Ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible; Ciencia, Tecnología e Innovación; y Agricultura y Desarrollo Rural, el proyecto ABRIGUE espera generar una sinergia intersectorial que articule esfuerzos para el co-diseño de las estrategias de transición. Para esto, el Ministerio de Ciencia y Tecnología direcciona en ABRIGUE el fortalecimiento de la gobernanza territorial entre las instancias de los sistemas nacionales relacionados con la gestión frente al cambio climático, el mejoramiento del entorno político-institucional y el financiamiento; generando evidencias para facilitar el cambio institucional y de políticas a nivel nacional para el mantenimiento y escalamiento de sistemas de innovación y conocimiento agroecológico que reduzcan la deforestación y mitiguen el cambio climático.
El enfoque bioeconómico con bases agroecológicas (AEBE) permitirá crear valor a partir de recursos y productos como los lácteos, el cacao, el café, los cosméticos, entre otros. El objetivo es vincularlos entre sí a nivel territorial, reduciendo los impactos ambientales de los desechos de la agroindustria. (Lea: El paso a seguir tras el acuerdo que busca salvar la biodiversidad mundial)
Una de las consecuencias positivas de que las personas hagan esta transición será “disminuir la expansión de la frontera agrícola”, como lo expresa Mantilla. Experiencias como la del sur del Meta, Caquetá y Chocó dan cuenta de la posibilidad de implementar de manera exitosa los sistemas agroecológicos, y de los resultados positivos que esto trae en la mitigación de problemáticas ambientales.
Tanto Mantilla como Rodríguez coinciden en que existen retos diferenciados para cada territorio, y que una herramienta fundamental para solventarlos está en el diálogo de saberes y la construcción participativa. Al dejar las capacidades instaladas para la producción sostenible, será posible escalar y replicar estas transiciones en otras partes del país, siempre y cuando se aprenda de las experiencias actuales y se corrijan los aspectos que lo requieran en el proceso.
Las experiencias de la transición
En Bahía Solano y Juradó (Chocó), las comunidades han sumado sus esfuerzos para potenciar las cadenas de valor del coco, la vainilla y la pesca artesanal. Las plataformas “Coco-innovación Ancestral”, “Vainilla Aroma Pacífico Norte” y “Pescando Innovación” que ahora funcionan en el departamento buscan desarrollar las innovaciones agroecológicas y bioeconomías para el cumplimiento de los objetivos del proyecto.
Entre estos están posicionar la vainilla como oferta ambiental, fortalecer los procesos organizativos comunitarios para el trabajo, el mejoramiento de la calidad de vida. También se espera establecer pilotos de estos sistemas, para poder medir las emisiones de carbono. (Lea también: Sin bosques y sin presas, las consecuencias de la deforestación para los depredadores)
Un proceso equivalente, pero ajustado al contexto, se vive en otras zonas. En Belén de los Andaquíes, San José del Fragua, Montañita y Albania en Caquetá, se potencian el cacao, el copoazú, la canangucha, los lácteos y los productos forestales no maderables. A partir de las experiencias recopiladas por el proyecto, personas como Deisy Bermeo, líder de la Asociación de Mujeres Rurales de Colombia y el Caquetá (ASMUCOCA), destacan que ABRIGUE ha traído una transición que “no es sólo un aprovechamiento responsable de lo que brinda la tierra, es descubrir de qué más somos capaces a nivel asociativo, en nuestras casas, para nuestras familias”.
De allí que la participación de todos los actores involucrados sea fundamental para alcanzar la carbono neutralidad, una mejor conservación de los bosques y la biodiversidad, así como la posibilidad de tener comunidades autónomas y con territorios sostenibles por medio de la agroecología y la bioeconomía. Con esto se genera un aporte efectivo al logro de las metas de reducción de emisiones de gases efecto invernadero a las que se ha comprometido Colombia a nivel internacional.