Aprender a vivir con el jaguar, un reto para conservar esta especie en Colombia
En el país se estima que solo quedan 16.000 jaguares. La pérdida de su hábitat y la cacería directa son dos problemáticas que hacen de esta, una especie vulnerable. Sin embargo, organizaciones como WWF se han unido con las comunidades para conservar este felino.
Desde hace seis años, aproximadamente, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF Colombia) ha venido monitoreando, de la mano de las comunidades, el tercer felino más grande del mundo y el de mayor tamaño en América. Se trata del jaguar (Panthera onca), una especie insignia que habita en casi todo el territorio nacional.
Esta especie se encuentra en 18 de los 21 países de América, desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina, y habita en casi todos los ecosistemas que están por debajo de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, como bosques tropicales, sabanas y hasta manglares. (Lea: Oso andino: el “jardinero” de los bosques andinos está en peligro)
“Es más común verlo en zonas mejor conservadas”, dice César Suárez, coordinador de Territorios y Tierras Resilientes de WWF Colombia. Pero justamente las áreas de bosque, por ejemplo, cada vez están más fragmentadas, entre otras razones, por la deforestación lo tiene como una especie “Casi Amenazada”, en la lista roja de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y catalogado como “Vulnerable” en el país, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Sin embargo, este no es el único motivo. La cacería directa es otra de las problemáticas que representa un riesgo para los jaguares. De hecho, en los últimos meses en el país se han conocido varios casos de caza de estos felinos, como el de Caquetá a principios de septiembre, o el del norte de Antioquia en mayo, donde le dispararon a un individuo.
Según el Ministerio de Ambiente, en Colombia quedan solo 16.000 jaguares. Entre abril y junio, siete fueron cazados, al parecer por retaliación, de acuerdo con los reportes de la Fiscalía. “No sabemos si este aumento se da porque las personas ahora tienen más canales para notificarlos, o porque ahora están sucediendo más casos”, sostiene Silvia Vejarano, especialista en Conservación de WWF. (Lea: Escuchar a las comunidades, la base para conservar la biodiversidad)
Por este motivo, en el país se están implementando diferentes estrategias para conservar las poblaciones de este felino, como el ‘Pacto Nacional por la protección y coexistencia con el jaguar’, una estrategia liderada por el Ministerio de Ambiente, que reúne diferentes entes del gobierno, organizaciones de la sociedad civil y comunidades, con el fin de visibilizar la especie, y sensibilizar a las personas, especialmente a las que viven cerca de los corredores del jaguar, sobre la importancia de este felino, y la necesidad de protegerlo.
La estrategia contempla dos canales de comunicación directos (dos líneas de WhatsApp y un correo electrónico) para que las personas puedan notificar casos y resolver inquietudes. Además, realizan campañas pedagógicas y el acompañamiento a la ciudadanía que comparte el territorio con los jaguares.
Monitorear para conservar
Dentro de las organizaciones que se unieron al pacto nacional está WWF, una ONG ambiental que ya venía trabajando en la protección del jaguar desde antes. “Esta es una especie que está en la cúspide de la cadena alimenticia. Al protegerlo, conservamos las demás especies que habitan con él. Además, tiene un rol como controlador de otras especies y es indicador de la salud de los ecosistemas”, dice Suárez. (Lea también: Ordeñar tiene su ciencia: así avanza la producción sostenible de leche en el Caquetá)
En ese sentido, WWF monitorea las poblaciones de jaguar que habitan en Guaviare y Putumayo. Este ejercicio les permite tener una idea de su estado, si están disminuyendo, y en caso de que sea así, cuáles son las causas. Estos datos son la base para tomar decisiones y diseñar estrategias de conservación que protejan no solo al jaguar, sino también a las especies que comparten hábitat con él.
Para hacerlo, la herramienta más común es el uso de cámaras trampa. Estas son instaladas en lugares por donde pasan estos individuos y programadas para capturar fotos o videos cuando detectan un movimiento. En este proceso, las comunidades juegan un rol muy importante.
“Esa conexión sociedad- ambiente es una ganancia porque se mejora la consciencia ambiental. Cuando el campesino conoce las diferentes especies que hay en su finca, empieza a ver el bosque y los ecosistemas a su alrededor de una forma diferente”, agrega Suárez.
En Guaviare, por ejemplo, WWF tiene un proyecto de monitoreo comunitario en el corredor del jaguar, una zona estratégica donde se conectan las áreas protegidas de los Parques Nacionales Naturales Serranía de La Macarena y Chiribiquete, la Serranía la Lindosa y resguardos indígenas. Además, han dispuesto grabadoras para captar los sonidos de las diferentes especies, que luego se estudian. “Las comunidades ya han aprendido reconocer varias de estas”, sostiene Vejarano.
Otro proyecto se centra en Putumayo. Allí también realizan el monitoreo de Panthera onca con la comunidad Murui Muina, del cabildo Umancia, de Puerto Leguizamo. La idea es que los ejercicios en ambos departamentos arrojen datos que permitan estudiar el jaguar a largo plazo.
Pero, más que obtener datos, la ONG resalta que lo más importante es generar gobernanza territorial. Por esto, además del monitoreo, la organización realiza otros proyectos como modelos de cercados antidepredatorios para reducir los conflictos entre las personas y el jaguar, que se come el ganado y otros animales domésticos de las comunidades.
Asimismo, han empleado proyectos de restauración y conectividad de los fragmentos de bosques para mejorar el hábitat del gran felino, en ocasiones, implementando sistemas productivos amigables con la vida silvestre y el medio ambiente.
“Lo más importante para nosotros es que la gente aprenda a convivir con el jaguar, que no lo vea ni como una amenaza ni un enemigo, sino que entiendan que ellos también necesitan sus áreas para vivir, alimentarse, y que se puede convivir con ellos”, sostiene Silvia Vejarano.
Desde hace seis años, aproximadamente, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF Colombia) ha venido monitoreando, de la mano de las comunidades, el tercer felino más grande del mundo y el de mayor tamaño en América. Se trata del jaguar (Panthera onca), una especie insignia que habita en casi todo el territorio nacional.
Esta especie se encuentra en 18 de los 21 países de América, desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina, y habita en casi todos los ecosistemas que están por debajo de los 2.000 metros sobre el nivel del mar, como bosques tropicales, sabanas y hasta manglares. (Lea: Oso andino: el “jardinero” de los bosques andinos está en peligro)
“Es más común verlo en zonas mejor conservadas”, dice César Suárez, coordinador de Territorios y Tierras Resilientes de WWF Colombia. Pero justamente las áreas de bosque, por ejemplo, cada vez están más fragmentadas, entre otras razones, por la deforestación lo tiene como una especie “Casi Amenazada”, en la lista roja de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y catalogado como “Vulnerable” en el país, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Sin embargo, este no es el único motivo. La cacería directa es otra de las problemáticas que representa un riesgo para los jaguares. De hecho, en los últimos meses en el país se han conocido varios casos de caza de estos felinos, como el de Caquetá a principios de septiembre, o el del norte de Antioquia en mayo, donde le dispararon a un individuo.
Según el Ministerio de Ambiente, en Colombia quedan solo 16.000 jaguares. Entre abril y junio, siete fueron cazados, al parecer por retaliación, de acuerdo con los reportes de la Fiscalía. “No sabemos si este aumento se da porque las personas ahora tienen más canales para notificarlos, o porque ahora están sucediendo más casos”, sostiene Silvia Vejarano, especialista en Conservación de WWF. (Lea: Escuchar a las comunidades, la base para conservar la biodiversidad)
Por este motivo, en el país se están implementando diferentes estrategias para conservar las poblaciones de este felino, como el ‘Pacto Nacional por la protección y coexistencia con el jaguar’, una estrategia liderada por el Ministerio de Ambiente, que reúne diferentes entes del gobierno, organizaciones de la sociedad civil y comunidades, con el fin de visibilizar la especie, y sensibilizar a las personas, especialmente a las que viven cerca de los corredores del jaguar, sobre la importancia de este felino, y la necesidad de protegerlo.
La estrategia contempla dos canales de comunicación directos (dos líneas de WhatsApp y un correo electrónico) para que las personas puedan notificar casos y resolver inquietudes. Además, realizan campañas pedagógicas y el acompañamiento a la ciudadanía que comparte el territorio con los jaguares.
Monitorear para conservar
Dentro de las organizaciones que se unieron al pacto nacional está WWF, una ONG ambiental que ya venía trabajando en la protección del jaguar desde antes. “Esta es una especie que está en la cúspide de la cadena alimenticia. Al protegerlo, conservamos las demás especies que habitan con él. Además, tiene un rol como controlador de otras especies y es indicador de la salud de los ecosistemas”, dice Suárez. (Lea también: Ordeñar tiene su ciencia: así avanza la producción sostenible de leche en el Caquetá)
En ese sentido, WWF monitorea las poblaciones de jaguar que habitan en Guaviare y Putumayo. Este ejercicio les permite tener una idea de su estado, si están disminuyendo, y en caso de que sea así, cuáles son las causas. Estos datos son la base para tomar decisiones y diseñar estrategias de conservación que protejan no solo al jaguar, sino también a las especies que comparten hábitat con él.
Para hacerlo, la herramienta más común es el uso de cámaras trampa. Estas son instaladas en lugares por donde pasan estos individuos y programadas para capturar fotos o videos cuando detectan un movimiento. En este proceso, las comunidades juegan un rol muy importante.
“Esa conexión sociedad- ambiente es una ganancia porque se mejora la consciencia ambiental. Cuando el campesino conoce las diferentes especies que hay en su finca, empieza a ver el bosque y los ecosistemas a su alrededor de una forma diferente”, agrega Suárez.
En Guaviare, por ejemplo, WWF tiene un proyecto de monitoreo comunitario en el corredor del jaguar, una zona estratégica donde se conectan las áreas protegidas de los Parques Nacionales Naturales Serranía de La Macarena y Chiribiquete, la Serranía la Lindosa y resguardos indígenas. Además, han dispuesto grabadoras para captar los sonidos de las diferentes especies, que luego se estudian. “Las comunidades ya han aprendido reconocer varias de estas”, sostiene Vejarano.
Otro proyecto se centra en Putumayo. Allí también realizan el monitoreo de Panthera onca con la comunidad Murui Muina, del cabildo Umancia, de Puerto Leguizamo. La idea es que los ejercicios en ambos departamentos arrojen datos que permitan estudiar el jaguar a largo plazo.
Pero, más que obtener datos, la ONG resalta que lo más importante es generar gobernanza territorial. Por esto, además del monitoreo, la organización realiza otros proyectos como modelos de cercados antidepredatorios para reducir los conflictos entre las personas y el jaguar, que se come el ganado y otros animales domésticos de las comunidades.
Asimismo, han empleado proyectos de restauración y conectividad de los fragmentos de bosques para mejorar el hábitat del gran felino, en ocasiones, implementando sistemas productivos amigables con la vida silvestre y el medio ambiente.
“Lo más importante para nosotros es que la gente aprenda a convivir con el jaguar, que no lo vea ni como una amenaza ni un enemigo, sino que entiendan que ellos también necesitan sus áreas para vivir, alimentarse, y que se puede convivir con ellos”, sostiene Silvia Vejarano.