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Así es cómo la protección de las aves migratorias pude impulsar el desarrollo sostenible

Con la iniciativa Rutas de Aves Migratorias de las Américas (AFI), Audubon, BirdLife y el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) buscan promover la conservación de aves migratorias en el continente y movilizar más de tres billones de dólares para el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe en los próximos diez años.

17 de octubre de 2024 - 01:37 p. m.
Gavilán de Swainson (Buteo swainsoni)/ Emily Wilson.
Gavilán de Swainson (Buteo swainsoni)/ Emily Wilson.
Foto: Shutterstock - Emily Wilson

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Imagine que avanza por una carretera por la que ha transitado toda su vida y que utiliza para ir al supermercado, visitar a su familia o ir a trabajar. En su camino se encuentra, para su sorpresa, que esta tiene huecos, baches, obstáculos e, incluso, ha dejado de existir en algunos tramos. Este hecho hipotético de quedar incomunicado tendría, sin duda, efectos importantes en la economía y la vida cotidiana de personas al no poder hacer sus desplazamientos, afectando potencialmente su supervivencia.

Esta imagen que quizá pueda sonar distópica es lo que le está pasando a millones de aves migratorias en el mundo que están viendo sus rutas de desplazamientos afectadas por la pérdida de hábitat, el cambio del clima y la construcción de infraestructura que les obstaculiza llegar a sus destinos en los que buscan alimentos, poder reproducirse con éxito o, de nuevo, simplemente sobrevivir.

De hecho, mientras lee estas líneas, en el mundo miles de especies de aves se encuentran migrando hacia el hemisferio sur —huyendo del invierno de fin de año en el norte— en búsqueda de mejores temperaturas en países como Colombia. No obstante, los cambios que está experimentando el planeta y sus ecosistemas está haciendo más difícil estas travesías de miles de kilómetros.

“Cuando se degrada un humedal, que puede ser considerado como una suerte de hotel cinco estrellas o se afecta la biodiversidad en general, que alberga su fuente de alimentos, como una plaza de mercado, aumenta el riesgo de supervivencia de las aves migratorias. “, explica Santiago Aparicio, experto en política medioambiental y director de AFI (iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américas, por sus siglas en inglés) “Los desafios que enfrentan las aves van creciendo y con esto se mantiene una tendencia de decrecimiento de la población de las aves migratorias. Esta tendencia es un indicador preocupante de lo que están viviendo, en general, los ecosistemas”.

Para ponerlo en perspectiva, en Colombia, de las más de 1.965 especies registradas de aves, 138 están catalogadas con algún grado de riesgo de extinción, según la última actualización del SiB Colombia (la principal red de información sobre la biodiversidad en el país).

Para cambiar esta situación, Audubon, el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y BirdLife International han desarrollado esta iniciativa para mejorar el tránsito de las aves migratorias en el hemisferio y, de paso, apoyar el desarrollo social y económico de los países a través de inversiones verdes.

Uno de los objetivos de esta iniciativa es reducir la brecha financiera que existe para una efectiva conservación de la naturaleza. En el planeta, se estima, según WWF, que el gasto actual en conservación de la biodiversidad se sitúa entre 124.000 y 143.000 millones de dólares al año, pero, para cumplir con las metas del Marco Global de Biodiversidad —cuyos resultados se evaluarán este año en Cali en la COP16— se calcula que se necesitan unos 967.000 millones anuales. Es decir, se tiene una cifra casi ocho veces más baja de la necesaria.

Como lo explica Alicia Montalvo, gerente de Acción Climática y Biodiversidad Positiva de la CAF, “en el mundo se la ha puesto una atención privilegiada a los temas relacionados con el cambio climático, sobre todo con los impactos del incremento de las temperaturas por encima de los 1,5 grados. Pero, en términos de inversión y programas, la biodiversidad ha quedado relegada. Por eso, con AFI estamos dando pasos importantes, basados en evidencia científica, para mejorar la conservación e inversión en esta materia”.

Como punto de partida de AFI se tuvo en cuenta una de las cinco rutas migratorias que existen en el mundo, con el objetivo de conservar estas “autopistas” estratégicas. Este tipo de esfuerzo ya lo ha realizado BirdLife International en el corredor migratorio de Asia Oriental-Australasia , y la intención, en este momento, es replicarlo en el hemisferio occidental, que va desde los bosques boreales canadienses hasta la Patagonia.

Una de las premisas de esta iniciativa es que al conservar las aves migratorias se logra, en paralelo, proteger globalmente a los ecosistemas. Así lo demuestra un estudio realizado por Audubon que indica cómo los lugares más importantes para la conservación de las aves migratorias, endémicas y globalmente amenazadas en Colombia se sobreponen en un 85 % con sitios importantes para la regulación hídrica y en un 42 % con sitios de alta y muy alta vulnerabilidad al cambio climático.

De esta manera, en el continente se identificaron puntos estratégicos para conservación de rutas, y, con esta información, se priorizó la conservación de aves y la vida silvestre con proyectos de desarrollo sostenible.

Con esta base, la iniciativa tiene por meta salvaguardar y gestionar al menos 30 sitios prioritarios para 2035, que contribuyan a mejorar la resiliencia de las rutas migratorias del continente para proteger, al menos, el 10 por ciento de las poblaciones representativas de aves para el 2050.

Así funciona la iniciativa

La construcción de esta estrategia, que ha tomado más de dos años, tuvo el reto de combinar dos mundos: el de la conservación y el de las finanzas. “Durante la primera etapa, tuvimos varias reuniones para idear un proceso para crear una estrategia. Esto significó mezclar diferentes lenguajes y visiones para utilizar la ciencia que desarrollan Audubon y BirdLife, y nuestra capacidad para generar productos y servicios financieros, para concretar esa visión que tenemos con AFI”, explica Montalvo, de la CAF, entidad que tiene el objetivo de incrementar su portafolio verde del 26 % al 40 % para 2026.

De esta manera, para el primer semestre de 2024, se construyeron manuales de operación y presupuestos para el desarrollo de futuros proyectos. Estos consistirán en intervenciones para mejorar la seguridad hídrica, la gestión costera y para hacer más amigable para las aves infraestructura urbana, líneas y para la generación de energía.

Esto último implica movilizar inversiones para financiar Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN así como la implementación de técnicas como la utilización de vidrios sin reflejos para evitar colisiones o de paneles solares que minimicen impactos dañinos a las aves.

Para apoyar el desarrollo de estas intervenciones, se creó un proceso de tres etapas que comienza con estudios para la priorización de las zonas, y luego se realiza la preparación y estructuración para los proyectos seleccionados, que serán, luego ejecutados por las entidades vinculadas a los gobiernos de la región.

“Estas primeras etapas son financiadas como una donación por parte del CAF para tecnificar y capacitar a los interesados en la financiación y para lograr un mayor impacto en los ecosistemas”, precisa Alicia Montalvo.

Luego de esto, entra la fase de financiación que se realiza con recursos de inversión, filantropía y otro tipo de fuentes de dinero. En estas fases se encuentran dos proyectos piloto en Chile y Ecuador, los cuales están siendo estructurados para su financiación a principios de 2025.

“En Chile, en Concepción, tenemos un proyecto para la restauración del humedal Rocuant Andalién, clave para las aves migratorias, pero también para enfrentar los efectos del cambio climático al evitar inundaciones, al tiempo que se desarrollan proyectos del desarrollo de la ciudad”, explica Aparicio, director de la AFI.

Precisamente, uno de los retos que tiene el programa es lograr integrar, en las finanzas, los beneficios para el ambiente que tienen estos proyectos, así como la resiliencia que brindan para fenómenos climáticos cada vez más extremos en los próximos años.

Con este enfoque, la propuesta es beneficiar, a través de estos proyectos, a las cerca de 544 especies en peligro de extinción en América Latina y el Caribe, de las cuales 90 son migratorias.

Un hemisferio unido en torno a la sostenibilidad

Uno de los elementos diferenciales de AFI es lograr una propuesta hemisférica para la conservación de las aves, teniendo en cuenta que los esfuerzos nacionales no son suficientes para la conservación de estas especies.

“Estos esfuerzos realmente necesitan de una integración real de los diferentes países, pues, por ejemplo, en el caso del Caribe, si queremos conservar ecosistemas de manglares, necesitamos del esfuerzo y la sinergia de varios países para consolidar estos propósitos”, explica Montalvo.

Otro reto es lograr que los países destinen más recursos para la conservación. “Sin duda es un trabajo pendiente lograr que se giren más recursos para la conservación, pues estos se priorizan para otros sector como la educación. Nuestra intención es apoyar estos esfuerzos, y en Colombia tenemos la misión de apoyar, sobre todo, sus esfuerzos para la conservación de manglares”, indica Montalvo.

Los resultados de esta iniciativa, que apenas empieza su curso en el continente, serán presentados en la cumbre mundial de biodiversidad, COP16, que se realizará este lunes 21 de octubre en Cali (Valle del Cauca).

“Siempre se han levantado preguntas sobre la efectividad de estas cumbres, y aunque muchos puedan verlas como una suerte de dinosaurio que va avanzando a paso lento, es el que a lo largo de los años ha marcado la ruta y camino hacia donde dirigirnos. Al lado y un poco más rápido, tenemos iniciativas como AFI, que caminan a un paso ágil y pueden llevar soluciones al nivel regional que respondan a esos inmensos retos que tiene el planeta”, explica Santiago Aparicio, director de la iniciativa.

Con estas metas, AFI tiene la propuesta de movilizar más de tres billones de dólares en los próximos diez años en el continente cómo una forma de proteger efectivamente a la biodiversidad, asegurando que las aves migratorias puedan seguir viajando miles y miles de kilómetros a lo largo de América y el Caribe.

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