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Durante la temporada de lluvias, cuando el río Cravo sur inunda las playas que el verano formó, las falcas cargadas de entre 10 y 15 personas se embarcan en un viaje por los bosques de galería que guían su cauce hasta el río Meta. Durante la tarde, cuando la puesta del sol alumbra al río desde el horizonte y deja ver los restos de arena espumosa en el agua, el llano casanareño deja de ser el mismo. (Le puede interesar: Las razones detrás de la crisis del agua sin precedentes que vive Uruguay)
En esos atardeceres nacieron muchas de las líneas que componen La Vorágine, una de las obras insignia de la literatura colombiana, en la que José Eustasio Rivera describió la geografía llanera como nunca, navegando el Cravo Sur desde Yopal hasta Orocué, en Casanare. Han pasado 99 años desde la publicación de esa novela y esos paisajes aún permanecen, pero están cambiando.
Carlos “Cachi” Ortegón lo describe como una pesadilla recurrente en la que el río se seca sin que los habitantes de sus orillas hagan algo al respecto. Y no está lejos de la realidad: el cauce ha disminuido durante años, el verano se tarda más en terminar y las lluvias no inundan las playas con la premura de otros tiempos.
“Cachi” es compositor de música y ha hecho su vida en el llano. Ha sido testigo de la expansión de la frontera agrícola en Casanare, que trajo grandes extensiones de cultivos de arroz y palma a las sabanas que antes eran espejos de agua repletos de biodiversidad. La presión de las actividades humanas, que demanda en muy poco tiempo más agua de la que puede disponer el suelo, sumado a las consecuencias del cambio climático, han deteriorado fuertemente el ecosistema. (Le recomendamos: Una parte de Groenlandia estuvo libre de hielo hace 400.000 años)
Un proyecto de conservación ambiental ha unido a un cinturón de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) a orillas del Cravo Sur. El objetivo es proteger y recuperar los bosques de galería, los esteros y garceros a través de la educación, la participación comunitaria y el turismo de naturaleza.
En el camino, la Fundación Palmarito y la Fundación Cunaguaro, en cabeza de Alejandro Olaya y Laura Miranda, respectivamente, se han encontrado con diferentes recompensas. La labor inició en 2007 con la primera jornada de instalación de cámaras trampa para conocer la diversidad en los primeros predios que conformaron el nodo de reservas.
Desde entonces han sido testigos del crecimiento en número de animales como pumas, cunaguaros, osos hormigueros, monos. En abril de este año, después de 17 años sin registros, registraron a orillas del Cravo a un jaguar, el depredador más grande de América Latina. (También puede leer: Las orcas posmenopáusicas protegen a sus crías machos de agresores, pero no a las hembras)
En 2018, tras varios años de trabajo, surgió la iniciativa Cravo Sur Río Vital, con la que buscaron mostrar la importancia de la biodiversidad de la región, su gente y sus procesos de conservación.
Cravo Sur Río Vital
Johana Granados, docente de lengua castellana del colegio Santa Teresa, en el corregimiento de Punto Nuevo, Yopal, cuenta que aprendió a contar historias junto a sus estudiantes. Durante 2022, a través de canciones y otras composiciones literarias propias del llano, periodismo y fotografías, decidieron embarcarse en la tarea de hacer un periódico para dar a conocer al Cravo.
“Cada clase era un mundo donde nuevamente aprendimos a valorar ese río que tenemos como vecino, como habitante de nuestro corregimiento. Vivimos experiencias maravillosas a través de las entrevistas, a través de la fotografía, contando y descubriendo historias a través de las composiciones literarias”, cuenta la profesora Granados. Coplas que se cantaron al ritmo de cuatro, arpa y maracas, poemas, crónicas y reportajes sobre el Cravo enseñaron a pequeños y adultos a ver nuevamente hacia el conjunto de ecosistemas que los acompañan. (Le puede interesar: La Nasa advierte que julio podría ser el mes más cálido jamás registrado)
Pero, también fue una herramienta para contar a visitantes del Cravo Sur sobre su historia y la importancia de conservarlo. “Yo creo que la música es esencial en un proceso como este, en donde estamos haciendo conciencia y generando ideas sobre lo que está pasando a nivel ambiental con el Cravo. También es un llamado a la acción para cuidar lo que tenemos”, apunta Luis Pino, docente de música del proyecto.
El proyecto además ha dedicado varios años a la recuperación de especies propias de la región que se encuentran en peligro de desaparecer. Ese es el caso del caimán llanero y la tortuga terecay. Cunaguaro y Palmarito trabajan en la reproducción en ambientes controlados de estas especies para reintroducirlas en diferentes zonas del río en las que sus poblaciones disminuyeron dramáticamente o desaparecieron.
Gracias a estas iniciativas, en 2022, Cravo Sur Río Vital fue seleccionada como una de los nueve proyectos con mejores prácticas ambientales a nivel nacional por el Premio BIBO-El Espectador. (Le recomendamos: La autoridad que regula la pesca en Colombia ya tiene nuevo director. ¿Quién es?)
El reto económico de la conservación
Mientras admira un atardecer llanero desde una falca que se dirige al municipio de Orocué, Casanare, Alejandro Olaya explica que el costo de conservar radica en la dificultad de hacer sostenibles las prácticas económicas que se desarrollan en la región.
Renunciar a cultivos extensivos como el arroz o la palma, que actualmente son los productos más rentables económicamente en la región, significa tener miles de hectáreas de tierra bajo el concepto de “improductivas”.
El reto, dice Olaya, es encontrar una actividad económica que permita tener ingresos, dinamizar la economía local y que genere incentivos para los habitantes de la cuenca del Cravo Sur, sin depredar sus ecosistemas. (También puede leer: Lanzan beca para que defensores ambientales participen en espacios de Escazú)
Con esto en mente, Cravo Sur Río Vital se ha centrado en promover el turismo de naturaleza, con actividades como el avistamiento de aves, el “safari” llanero, la ruta de La Vorágine, en honor a la obra de Rivera, entre otros. Así, se ha logrado posicionar a Casanare como un atractivo turístico alternativo para nacionales y extranjeros.
“Normalmente, la gente cree que el turismo solo está en la costa Caribe de Colombia. Allí hay destinos muy bonitos, pero el llano es una región absolutamente maravillosa y que muy pocas personas conocen. Es un lugar en el que, además de visitar, se aprende y se conocen otras culturas”, puntualiza Laura Miranda.