Biodiversidad y bienestar humano, una relación vital que está en peligro
El oxígeno que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que consumimos son algunos de los beneficios más importantes que los humanos obtenemos de la biodiversidad. Sin embargo, el último reporte del IPCC alerta sobre la pérdida de biodiversidad por cuenta de las actividades humanas. ¿Qué hacer para cuidarla desde casa?
Biodiversidad. Es el concepto que utilizamos para referirnos a todas las manifestaciones de vida. Es bastante reciente, si consideramos que abarca una historia que empezó hace 3.800 millones de años, cuando se estima que surgió la vida en los océanos. El origen de la palabra se remonta a 1980, hace tan solo 42 años, cuando el biólogo estadounidense Thomas Lovejoy, fallecido en diciembre de 2021, introdujo el término de diversidad biológica en la comunidad científica.
“Pretende abarcar la variedad de la vida en la Tierra en todos los niveles de organización, desde la genética hasta los diferentes biomas (grandes estructuras biológicas, como el bosque tropical)”, escribió hace unos años Lovejoy, quien es considerado el padrino de la biodiversidad.
Así pues, con esta palabra nos referimos a los millones de especies de plantas y animales que existen, a los diferentes ecosistemas que encontramos en el mundo e incluso a los microorganismos que escapan a simple vista, pero que cumplen importantes funciones como desintegradores de materia orgánica en el suelo. (Lea: El suelo, un gran aliado para conservar el planeta)
Por ejemplo, en Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, encontramos al menos 63.303 especies de animales, plantas, algas, hongos y líquenes (una simbiosis entre estos dos últimos que por sus características se considera un organismo diferente). Pero la biodiversidad en el país es mucho mayor, ya que, como reconoce el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB), encargado de calcular la cifra, esta se encuentra en constante actualización.
Desde el jaguar o el delfín rosado, pasando por las reconocidas orquídeas colombianas, hasta los páramos, de los cuales Colombia alberga el 50 % de los que hay en el planeta, todo, o casi todo, es biodiversidad. Sin olvidarnos de nosotros, los humanos, que somos parte de ese entramado de vida y somos una entre millones de especies que habitan la Tierra.
El gran problema, como lo mostró el último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), titulado “Impactos, adaptación y vulnerabilidad”, que fue lanzado a comienzos de esta semana, es que el cambio climático ocasionado por las actividades humanas está teniendo graves efectos para la biodiversidad. (Le puede interesar: Lanzamiento de la primera expedición forestal, caminando los bosques colombianos)
“El cambio climático ha alterado los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce en todo el mundo. Ha causado la pérdida de especies locales, incrementado las enfermedades y los eventos masivos de mortalidad de plantas y animales, resultando en la primera extinción impulsada por el cambio climático (...)”, dice el documento que por primera vez abordó la relación entre la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.
Como ha sido advertido por diversos organismos, como la Organización de las Naciones Unidas, WWF y el IPCC, la pérdida de biodiversidad no solo pone en riesgo cientos de miles de especies de animales, plantas y ecosistemas, sino que también plantea un escenario desalentador para los humanos, dados los innumerables beneficios que obtenemos de esta.
Pero, ¿cómo nos beneficiamos de la biodiversidad? El oxígeno que respiramos para vivir, la comida que consumimos y muchos de los insumos que extraemos de la naturaleza para construir viviendas y confeccionar la ropa son algunos de los beneficios directos que ella nos proporciona. Además, todas estas cosas son derivadas de la acción de la biodiversidad. Por ejemplo, muchos de los productos vegetales que consumimos solo se producen gracias a la intervención de microorganismos, hongos e insectos que intervienen en su crecimiento, floración y fructificación. (Lea: 2022, un año clave para revertir la pérdida de biodiversidad)
José Manuel Ochoa, coordinador del Programa de Evaluación y Monitoreo de Biodiversidad, del Instituto Alexander von Humboldt, lo resume de la siguiente manera: “Hay más dependencias del bienestar humano con la biodiversidad de lo que nos imaginamos”. Y, advierte, empiezan desde las cosas más sencillas, como, el agua.
Este recurso hídrico, indispensable para muchas de las actividades diarias y vital para la humanidad, requiere en gran parte del mundo de los bosques, que son los encargados de “llevar la humedad de un sitio a otro y que exista disponibilidad de agua”, explica Ochoa. En Colombia, sigue, los páramos son los grandes reguladores de este ciclo del que se nutren la mayor cantidad de acueductos de las grandes ciudades que están en Colombia.
Según el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina, de la Universidad de los Andes, estos ecosistemas que se ubican por encima de los 3.200 metros sobre el nivel del mar, ocupan tan solo el 1,7 % del territorio colombiano, pero son el lugar donde se captura, almacena y regula el agua que consume cerca del 70 % del país.
“Hay una cosa muy importante de la que nos dimos cuenta, sobre todo durante los períodos de confinamiento durante la pandemia: la necesidad que tienen las personas para su bienestar mental de estar conectados con la naturaleza”, dice Ochoa señalando otro de los beneficios que los humanos obtenemos de la biodiversidad.
El provecho que una persona puede conseguir de pasar tiempo al aire libre ha sido ampliamente estudiado por Park Prescriptions (PaRx), un programa en Canadá que desde inicios de febrero les permite a los profesionales de la salud recetar una visita a uno de los parques naturales de este país como parte del tratamiento médico. Reducción del riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, presión arterial y diabetes, y aumento de la memoria, creatividad y satisfacción en el trabajo son algunos de los resultados que se obtienen al aumentar la exposición a la naturaleza.
¿Cómo cuidar la biodiversidad desde casa?
Antes de responder la pregunta, hay que tener en cuenta dos cifras. De acuerdo con el Informe Planeta Vivo 2020 de WWF, de todas las regiones del mundo, Latinoamérica y el Caribe es la que registra mayor pérdida de biodiversidad con una disminución del 94 % en las poblaciones de vertebrados en los últimos 50 años. Esa situación se debe en un 51,2 % a los cambios en el uso del suelo, principalmente para la agricultura, la infraestructura o el crecimiento urbano.
En este contexto es donde la gente puede empezar a actuar. “Hay que hacer que las personas sean más conscientes de la relación que tienen con la biodiversidad y con la pérdida de esta. Eso cambia comportamientos”, explica Ochoa. Para él, debemos partir de un hecho ya mencionado: la presión que las actividades humanas le generan a los ecosistemas, animales y plantas. “Las ciudades más grandes necesitan más alimentación, lo que lleva a ampliar las áreas de producción de alimentos, lo que a su vez implica la reducción de la vegetación nativa”, expone como uno de los ejemplos de lo que actualmente sucede en varias partes del mundo.
“Pero si cambiamos esa relación por un consumo más consciente, uno en donde la gente se pregunte: ¿de dónde traen este producto?, y, ¿cuál es la sostenibilidad o el manejo de las empresas que lo producen? Eso genera un consumo consciente que hace que los productores tengan en cuenta esos criterios para producir de una manera más amigable”, concluye Ochoa.
Biodiversidad. Es el concepto que utilizamos para referirnos a todas las manifestaciones de vida. Es bastante reciente, si consideramos que abarca una historia que empezó hace 3.800 millones de años, cuando se estima que surgió la vida en los océanos. El origen de la palabra se remonta a 1980, hace tan solo 42 años, cuando el biólogo estadounidense Thomas Lovejoy, fallecido en diciembre de 2021, introdujo el término de diversidad biológica en la comunidad científica.
“Pretende abarcar la variedad de la vida en la Tierra en todos los niveles de organización, desde la genética hasta los diferentes biomas (grandes estructuras biológicas, como el bosque tropical)”, escribió hace unos años Lovejoy, quien es considerado el padrino de la biodiversidad.
Así pues, con esta palabra nos referimos a los millones de especies de plantas y animales que existen, a los diferentes ecosistemas que encontramos en el mundo e incluso a los microorganismos que escapan a simple vista, pero que cumplen importantes funciones como desintegradores de materia orgánica en el suelo. (Lea: El suelo, un gran aliado para conservar el planeta)
Por ejemplo, en Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, encontramos al menos 63.303 especies de animales, plantas, algas, hongos y líquenes (una simbiosis entre estos dos últimos que por sus características se considera un organismo diferente). Pero la biodiversidad en el país es mucho mayor, ya que, como reconoce el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SIB), encargado de calcular la cifra, esta se encuentra en constante actualización.
Desde el jaguar o el delfín rosado, pasando por las reconocidas orquídeas colombianas, hasta los páramos, de los cuales Colombia alberga el 50 % de los que hay en el planeta, todo, o casi todo, es biodiversidad. Sin olvidarnos de nosotros, los humanos, que somos parte de ese entramado de vida y somos una entre millones de especies que habitan la Tierra.
El gran problema, como lo mostró el último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), titulado “Impactos, adaptación y vulnerabilidad”, que fue lanzado a comienzos de esta semana, es que el cambio climático ocasionado por las actividades humanas está teniendo graves efectos para la biodiversidad. (Le puede interesar: Lanzamiento de la primera expedición forestal, caminando los bosques colombianos)
“El cambio climático ha alterado los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce en todo el mundo. Ha causado la pérdida de especies locales, incrementado las enfermedades y los eventos masivos de mortalidad de plantas y animales, resultando en la primera extinción impulsada por el cambio climático (...)”, dice el documento que por primera vez abordó la relación entre la crisis climática y la pérdida de biodiversidad.
Como ha sido advertido por diversos organismos, como la Organización de las Naciones Unidas, WWF y el IPCC, la pérdida de biodiversidad no solo pone en riesgo cientos de miles de especies de animales, plantas y ecosistemas, sino que también plantea un escenario desalentador para los humanos, dados los innumerables beneficios que obtenemos de esta.
Pero, ¿cómo nos beneficiamos de la biodiversidad? El oxígeno que respiramos para vivir, la comida que consumimos y muchos de los insumos que extraemos de la naturaleza para construir viviendas y confeccionar la ropa son algunos de los beneficios directos que ella nos proporciona. Además, todas estas cosas son derivadas de la acción de la biodiversidad. Por ejemplo, muchos de los productos vegetales que consumimos solo se producen gracias a la intervención de microorganismos, hongos e insectos que intervienen en su crecimiento, floración y fructificación. (Lea: 2022, un año clave para revertir la pérdida de biodiversidad)
José Manuel Ochoa, coordinador del Programa de Evaluación y Monitoreo de Biodiversidad, del Instituto Alexander von Humboldt, lo resume de la siguiente manera: “Hay más dependencias del bienestar humano con la biodiversidad de lo que nos imaginamos”. Y, advierte, empiezan desde las cosas más sencillas, como, el agua.
Este recurso hídrico, indispensable para muchas de las actividades diarias y vital para la humanidad, requiere en gran parte del mundo de los bosques, que son los encargados de “llevar la humedad de un sitio a otro y que exista disponibilidad de agua”, explica Ochoa. En Colombia, sigue, los páramos son los grandes reguladores de este ciclo del que se nutren la mayor cantidad de acueductos de las grandes ciudades que están en Colombia.
Según el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina, de la Universidad de los Andes, estos ecosistemas que se ubican por encima de los 3.200 metros sobre el nivel del mar, ocupan tan solo el 1,7 % del territorio colombiano, pero son el lugar donde se captura, almacena y regula el agua que consume cerca del 70 % del país.
“Hay una cosa muy importante de la que nos dimos cuenta, sobre todo durante los períodos de confinamiento durante la pandemia: la necesidad que tienen las personas para su bienestar mental de estar conectados con la naturaleza”, dice Ochoa señalando otro de los beneficios que los humanos obtenemos de la biodiversidad.
El provecho que una persona puede conseguir de pasar tiempo al aire libre ha sido ampliamente estudiado por Park Prescriptions (PaRx), un programa en Canadá que desde inicios de febrero les permite a los profesionales de la salud recetar una visita a uno de los parques naturales de este país como parte del tratamiento médico. Reducción del riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, presión arterial y diabetes, y aumento de la memoria, creatividad y satisfacción en el trabajo son algunos de los resultados que se obtienen al aumentar la exposición a la naturaleza.
¿Cómo cuidar la biodiversidad desde casa?
Antes de responder la pregunta, hay que tener en cuenta dos cifras. De acuerdo con el Informe Planeta Vivo 2020 de WWF, de todas las regiones del mundo, Latinoamérica y el Caribe es la que registra mayor pérdida de biodiversidad con una disminución del 94 % en las poblaciones de vertebrados en los últimos 50 años. Esa situación se debe en un 51,2 % a los cambios en el uso del suelo, principalmente para la agricultura, la infraestructura o el crecimiento urbano.
En este contexto es donde la gente puede empezar a actuar. “Hay que hacer que las personas sean más conscientes de la relación que tienen con la biodiversidad y con la pérdida de esta. Eso cambia comportamientos”, explica Ochoa. Para él, debemos partir de un hecho ya mencionado: la presión que las actividades humanas le generan a los ecosistemas, animales y plantas. “Las ciudades más grandes necesitan más alimentación, lo que lleva a ampliar las áreas de producción de alimentos, lo que a su vez implica la reducción de la vegetación nativa”, expone como uno de los ejemplos de lo que actualmente sucede en varias partes del mundo.
“Pero si cambiamos esa relación por un consumo más consciente, uno en donde la gente se pregunte: ¿de dónde traen este producto?, y, ¿cuál es la sostenibilidad o el manejo de las empresas que lo producen? Eso genera un consumo consciente que hace que los productores tengan en cuenta esos criterios para producir de una manera más amigable”, concluye Ochoa.