Colombia tiene un bono pionero en biodiversidad: ¿cómo funciona y cuáles son sus resultados?
Información institucional | Una iniciativa de BBVA Colombia, IFC y BID Invest, con el acompañamiento de la Unión Europea, busca impulsar la conservación de la naturaleza a través de nuevos instrumentos financieros. Esta mezcla exitosa entre rentabilidad financiera e impacto en la biodiversidad servirá de insumo en las discusiones de la COP16, que se realizará en Cali.
La vida en el planeta está en problemas. Estudios del Banco Mundial estiman que, en Latinoamérica y en el Caribe, se han perdido más del 94 % de las especies en los últimos 40 años. En el caso de Colombia, de acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), más de 2.000 especies de animales, plantas y hongos están en cierto riesgo de extinción.
Ante esta situación, el Marco Global de Biodiversidad, adoptado en 2022 por más de 190 países y que tiene la meta de frenar y revertir pérdida de la vida en el planeta para 2030, hizo un llamado para que todos los sectores, entre ellos el financiero, jueguen un mayor papel en la protección de la naturaleza. La movilización de recursos, en particular, es fundamental para lograr estos objetivos, pues, por ejemplo, una de las metas para los próximos seis años, es que al menos el 30 % de las áreas terrestres y marinas del mundo sean zonas protegidas. En esta tarea mundial sigue habiendo déficits.
En el planeta, el gasto actual en conservación de la biodiversidad se sitúa entre 124.000 y 143.000 millones de dólares al año, pero, para cumplir con las metas del Marco Global, se calcula que se necesitan unos 967.000 millones anuales. Es decir, se tiene una cifra casi ocho veces más baja de la necesaria.
Una de las maneras para reducir esta brecha financiera ha llegado tanto del sector público y el privado, en particular a través de bonos temáticos para el clima y la sostenibilidad. Estos son instrumentos de financiación que se han convertido en las principales formas de movilizar recursos hacia proyectos sostenibles.
Como explica Marcela Ponce, líder del programa de Finanzas Climáticas de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) para Latinoamérica y el Caribe, “la mayoría de los bonos se han concentrado en financiar proyectos de mitigación climática y de transición energética, pero no tanto para temas vinculados con la biodiversidad, lo que explica en parte este déficit mundial”.
Para responder a este vacío, BBVA en Colombia, el BID Invest y la IFC, miembro del Grupo Banco Mundial, crearon en Colombia el primer bono de biodiversidad del sector financiero, el cual es pionero en el mundo. Con una inversión de más de 70 millones de dólares, este busca apalancar proyectos de reforestación, regeneración de bosques naturales en tierras degradadas, conservación o rehabilitación de manglares, agricultura climáticamente inteligente, restauración de hábitats para la vida silvestre, entre otros.
Según David Pacheco, director de sustentabilidad de BBVA en Colombia, en el poco tiempo de emisión del bono, se han logrado movilizar recursos importantes. “A la fecha hemos logrado movilizar cerca de 30 millones de dólares en el país, principalmente en proyectos relacionados con el sector agrario”, explica Pacheco.
Pero, ¿en qué consisten estos bonos de biodiversidad, y cómo se diferencian del otro tipo de mecanismos disponibles en el mercado? Para empezar a desenredar este asunto hay que tener en cuenta qué se entiende cuando se habla de biodiversidad.
Aunque existen una multitud de definiciones, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) ofrece una propuesta valiosa, al definirla como “todos los diferentes tipos de vida que se encuentran en un área: la variedad de animales, plantas, hongos e incluso microorganismos como las bacterias que componen nuestro mundo natural. Cada una de estas especies y organismos trabajan juntas en los ecosistemas, como una intrincada red, para mantener el equilibrio y sustentar la vida y las cosas que se necesitan para sobrevivir, como los alimentos, agua potable, medicinas y refugio”.
Esta compresión significa una dependencia entre la economía y la naturaleza según Ramiro López Ghio, representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Colombia, pues “existe una fuerte conexión entre el sector financiero, y en general de la economía, con la biodiversidad. Se estima que el 55 % del PIB mundial, alrededor de 44 billones de dólares, depende de la naturaleza, por lo que es necesario que todos contribuyamos con estrategias con mayor impacto y asociatividad”.
De esta manera, los desarrolladores del bono explican que este instrumento busca apoyar a proyectos que aumentan la biodiversidad y sus beneficios, protejan especies amenazadas y refuerzcen tradiciones y el bienestar económico de las comunidades locales.
Este enfoque busca disminuir las que son las principales causas de la pérdida de biodiversidad. En Colombia, según la Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémico del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, las causas directas de la pérdida de biodiversidad se deben a los cambios de uso de la tierra y el mar, la contaminación, la introducción de especies exóticas invasoras, la apertura de vías y el tráfico ilegal de especies.
De esta manera, un ejemplo de un proyecto alineado con la financiación de le naturaleza puede ser una producción de café que se estructure para cumplir con estándares deforestación cero y beneficios confirmados para la biodiversidad. En contraste, un proyecto de energía solar fotovoltaica no podría acceder a estos recursos, pues, significa un cambio en el uso de la tierra para instalar paneles solares. Para poder se tendrían que incorporar soluciones basadas en la naturaleza, como un sistema agrovoltáico respetuoso con los polinizadores.
¿Cómo se puede acceder a ellos? Para hacerlo los interesados se podrán contactar con el BBVA Colombia, la cual procesará las solicitudes y además se encuentra realizando talleres de sensibilización. Este bono está disponible tanto para entidades privadas, públicas y mixtas.
Por su parte, uno de los grandes retos de la propuesta es eliminar el riesgo para los inversores, ante proyectos de conservación que suelen ser largos. Para esto, se desarrollaron una serie de ciclos de revisión y estudio de los proyectos para garantizar sus utilidades y su eficiencia. En esto, por su parte, es clave la estructuración seria de los proyectos.
Con estas bases, los bonos apoyarán en Colombia proyectos de agricultura climáticamente inteligente, regenerativa, de manejo de residuos plásticos, producción sostenible de agua dulce y marina y servicios de ecoturismo.
Un impacto en la biodiversidad certificado
El elemento, por su parte, que reúne a todos estos programas es la apuesta por asegurar que su despliegue en el país tenga un impacto positivo en la biodiversidad. “Lo innovador de este bono fue identificar la manera en que se podía validar ese resultado positivo en la biodiversidad. Lo que hicimos fue juntar que esas herramientas que existen para medir la mitigación en términos de cambio climático, y las juntamos con la Guía de Referencia de la Financiación de la Biodiversidad del IFC”, explica David Pacheco, director de sostenibilidad de BBVA.
De acuerdo con esta guía, para asegurar esos resultados el receptor del bono deberá realizar informes de impacto anuales e incluir financiación para monitoreo de corto, mediano y largo plazo, y, cuando sea posible, verificación por parte de un tercero independiente. Además, se deberán crear indicadores específicos de desempeño e impacto social relacionados con el proyecto, por ejemplo, aumento de la cubierta forestal natural o hectáreas protegidas.
“En el mercado existe una multitud de herramientas como el Global Biodiversity Score (GBS) que permite a las empresas y los proyectos conocer y evaluar su impacto de manera precisa, con lo que podemos asegurar ese impacto en la biodiversidad”, explica Ponce, del IFC.
Para asegurar, además, la transparencia, respaldar el proceso y asegurar los beneficios en las comunidades del país, estos bonos cuentan con un apoyo técnico de la Unión Europea, por medio del fondo LA Green.
“Movilizar más recursos financieros para la biodiversidad es una urgencia vital. Sin la preservación de los ecosistemas, no hay forma sostenible de desarrollo, y los países de América Latina y del Caribe, con su inmensa riqueza natural, pueden ser pioneros en herramientas financieras que creen entornos habilitantes, desincentiven inversiones dañinas para la naturaleza y valoren las que hacen prosperar la biodiversidad. Tenemos que trabajar en nuevos instrumentos de financiación con bajo riesgo para los inversores en esos sectores y asegurando la protección de la gente en los territorios. Desde la Unión Europea se está trabajando con el gobierno de Colombia en hacer más ligeros, seguros y eficaces estos mecanismos”, explica Manuel Fernández Quillez, delegado de la Unión Europea.
En esta misma línea, y con el objetivo de disminuir la brecha financiera, la Unión Europea, junto a América Latina y El Caribe, viene desarrollando la estrategia Global Gateway que impulsa iniciativas innovadoras de financiación en la lucha contra el cambio climático para acelerar y consolidar la acción climática y un crecimiento sostenible en el continente y en Colombia.
A través de esta estrategia, el objetivo a nivel mundial es movilizar y apalancar 300 mil millones de euros a nivel global, y de estos 45 mil millones en Latinoamérica, a través de inversiones y/o préstamos de distintos tipos que provienen tanto del sector público como del privado (bancos, fondos de pensiones, etc.), en un modelo mixto conocido como ‘Blended Finance’ (financiamiento mixto); un instrumento financiero que busca atraer los recursos necesarios públicos y privados trabajando juntos, en este caso, para la acción climática y para proteger los ecosistemas estratégicos del país, como la Amazonía y los Andes.
Un elemento central en la propuesta de Global Gateway es promover unas reglas de juego que promuevan la inversión en proyectos sostenibles, garantizadas por actores como la UE, bancos y fondos privados, pero al tiempo que fortalezcan las iniciativas y un mercado en general más sostenible y confiable frente a sus propuestas para enfrentar el cambio climático.
“En el último año, en Colombia, lo que hemos venido haciendo es apoyar la implementación de la taxonomía verde de Colombia, que es una articulación y definición de lo que llamamos una inversión verde de pleno título para evitar fenómenos como el greenwashing o el ‘impact washing’, indica Alberto Menghini, Jefe de Cooperación de la Unión Europea en Colombia. “Las buenas noticias es que encontramos una muy buena compatibilidad entre la Unión Europea y Colombia, por lo que tenemos el marco para desarrollarlo”.
Estas experiencias que viene desarrollando la Unión Europea en Colombia se compartirán en la cumbre mundial de biodiversidad, COP16, que se realizará este año en Cali. En particular, se hablará sobre estos modelos exitosos que han logrado mezclar la rentabilidad financiera e impactos reales en los territorios y para la naturaleza.
La vida en el planeta está en problemas. Estudios del Banco Mundial estiman que, en Latinoamérica y en el Caribe, se han perdido más del 94 % de las especies en los últimos 40 años. En el caso de Colombia, de acuerdo con datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), más de 2.000 especies de animales, plantas y hongos están en cierto riesgo de extinción.
Ante esta situación, el Marco Global de Biodiversidad, adoptado en 2022 por más de 190 países y que tiene la meta de frenar y revertir pérdida de la vida en el planeta para 2030, hizo un llamado para que todos los sectores, entre ellos el financiero, jueguen un mayor papel en la protección de la naturaleza. La movilización de recursos, en particular, es fundamental para lograr estos objetivos, pues, por ejemplo, una de las metas para los próximos seis años, es que al menos el 30 % de las áreas terrestres y marinas del mundo sean zonas protegidas. En esta tarea mundial sigue habiendo déficits.
En el planeta, el gasto actual en conservación de la biodiversidad se sitúa entre 124.000 y 143.000 millones de dólares al año, pero, para cumplir con las metas del Marco Global, se calcula que se necesitan unos 967.000 millones anuales. Es decir, se tiene una cifra casi ocho veces más baja de la necesaria.
Una de las maneras para reducir esta brecha financiera ha llegado tanto del sector público y el privado, en particular a través de bonos temáticos para el clima y la sostenibilidad. Estos son instrumentos de financiación que se han convertido en las principales formas de movilizar recursos hacia proyectos sostenibles.
Como explica Marcela Ponce, líder del programa de Finanzas Climáticas de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) para Latinoamérica y el Caribe, “la mayoría de los bonos se han concentrado en financiar proyectos de mitigación climática y de transición energética, pero no tanto para temas vinculados con la biodiversidad, lo que explica en parte este déficit mundial”.
Para responder a este vacío, BBVA en Colombia, el BID Invest y la IFC, miembro del Grupo Banco Mundial, crearon en Colombia el primer bono de biodiversidad del sector financiero, el cual es pionero en el mundo. Con una inversión de más de 70 millones de dólares, este busca apalancar proyectos de reforestación, regeneración de bosques naturales en tierras degradadas, conservación o rehabilitación de manglares, agricultura climáticamente inteligente, restauración de hábitats para la vida silvestre, entre otros.
Según David Pacheco, director de sustentabilidad de BBVA en Colombia, en el poco tiempo de emisión del bono, se han logrado movilizar recursos importantes. “A la fecha hemos logrado movilizar cerca de 30 millones de dólares en el país, principalmente en proyectos relacionados con el sector agrario”, explica Pacheco.
Pero, ¿en qué consisten estos bonos de biodiversidad, y cómo se diferencian del otro tipo de mecanismos disponibles en el mercado? Para empezar a desenredar este asunto hay que tener en cuenta qué se entiende cuando se habla de biodiversidad.
Aunque existen una multitud de definiciones, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) ofrece una propuesta valiosa, al definirla como “todos los diferentes tipos de vida que se encuentran en un área: la variedad de animales, plantas, hongos e incluso microorganismos como las bacterias que componen nuestro mundo natural. Cada una de estas especies y organismos trabajan juntas en los ecosistemas, como una intrincada red, para mantener el equilibrio y sustentar la vida y las cosas que se necesitan para sobrevivir, como los alimentos, agua potable, medicinas y refugio”.
Esta compresión significa una dependencia entre la economía y la naturaleza según Ramiro López Ghio, representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Colombia, pues “existe una fuerte conexión entre el sector financiero, y en general de la economía, con la biodiversidad. Se estima que el 55 % del PIB mundial, alrededor de 44 billones de dólares, depende de la naturaleza, por lo que es necesario que todos contribuyamos con estrategias con mayor impacto y asociatividad”.
De esta manera, los desarrolladores del bono explican que este instrumento busca apoyar a proyectos que aumentan la biodiversidad y sus beneficios, protejan especies amenazadas y refuerzcen tradiciones y el bienestar económico de las comunidades locales.
Este enfoque busca disminuir las que son las principales causas de la pérdida de biodiversidad. En Colombia, según la Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémico del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, las causas directas de la pérdida de biodiversidad se deben a los cambios de uso de la tierra y el mar, la contaminación, la introducción de especies exóticas invasoras, la apertura de vías y el tráfico ilegal de especies.
De esta manera, un ejemplo de un proyecto alineado con la financiación de le naturaleza puede ser una producción de café que se estructure para cumplir con estándares deforestación cero y beneficios confirmados para la biodiversidad. En contraste, un proyecto de energía solar fotovoltaica no podría acceder a estos recursos, pues, significa un cambio en el uso de la tierra para instalar paneles solares. Para poder se tendrían que incorporar soluciones basadas en la naturaleza, como un sistema agrovoltáico respetuoso con los polinizadores.
¿Cómo se puede acceder a ellos? Para hacerlo los interesados se podrán contactar con el BBVA Colombia, la cual procesará las solicitudes y además se encuentra realizando talleres de sensibilización. Este bono está disponible tanto para entidades privadas, públicas y mixtas.
Por su parte, uno de los grandes retos de la propuesta es eliminar el riesgo para los inversores, ante proyectos de conservación que suelen ser largos. Para esto, se desarrollaron una serie de ciclos de revisión y estudio de los proyectos para garantizar sus utilidades y su eficiencia. En esto, por su parte, es clave la estructuración seria de los proyectos.
Con estas bases, los bonos apoyarán en Colombia proyectos de agricultura climáticamente inteligente, regenerativa, de manejo de residuos plásticos, producción sostenible de agua dulce y marina y servicios de ecoturismo.
Un impacto en la biodiversidad certificado
El elemento, por su parte, que reúne a todos estos programas es la apuesta por asegurar que su despliegue en el país tenga un impacto positivo en la biodiversidad. “Lo innovador de este bono fue identificar la manera en que se podía validar ese resultado positivo en la biodiversidad. Lo que hicimos fue juntar que esas herramientas que existen para medir la mitigación en términos de cambio climático, y las juntamos con la Guía de Referencia de la Financiación de la Biodiversidad del IFC”, explica David Pacheco, director de sostenibilidad de BBVA.
De acuerdo con esta guía, para asegurar esos resultados el receptor del bono deberá realizar informes de impacto anuales e incluir financiación para monitoreo de corto, mediano y largo plazo, y, cuando sea posible, verificación por parte de un tercero independiente. Además, se deberán crear indicadores específicos de desempeño e impacto social relacionados con el proyecto, por ejemplo, aumento de la cubierta forestal natural o hectáreas protegidas.
“En el mercado existe una multitud de herramientas como el Global Biodiversity Score (GBS) que permite a las empresas y los proyectos conocer y evaluar su impacto de manera precisa, con lo que podemos asegurar ese impacto en la biodiversidad”, explica Ponce, del IFC.
Para asegurar, además, la transparencia, respaldar el proceso y asegurar los beneficios en las comunidades del país, estos bonos cuentan con un apoyo técnico de la Unión Europea, por medio del fondo LA Green.
“Movilizar más recursos financieros para la biodiversidad es una urgencia vital. Sin la preservación de los ecosistemas, no hay forma sostenible de desarrollo, y los países de América Latina y del Caribe, con su inmensa riqueza natural, pueden ser pioneros en herramientas financieras que creen entornos habilitantes, desincentiven inversiones dañinas para la naturaleza y valoren las que hacen prosperar la biodiversidad. Tenemos que trabajar en nuevos instrumentos de financiación con bajo riesgo para los inversores en esos sectores y asegurando la protección de la gente en los territorios. Desde la Unión Europea se está trabajando con el gobierno de Colombia en hacer más ligeros, seguros y eficaces estos mecanismos”, explica Manuel Fernández Quillez, delegado de la Unión Europea.
En esta misma línea, y con el objetivo de disminuir la brecha financiera, la Unión Europea, junto a América Latina y El Caribe, viene desarrollando la estrategia Global Gateway que impulsa iniciativas innovadoras de financiación en la lucha contra el cambio climático para acelerar y consolidar la acción climática y un crecimiento sostenible en el continente y en Colombia.
A través de esta estrategia, el objetivo a nivel mundial es movilizar y apalancar 300 mil millones de euros a nivel global, y de estos 45 mil millones en Latinoamérica, a través de inversiones y/o préstamos de distintos tipos que provienen tanto del sector público como del privado (bancos, fondos de pensiones, etc.), en un modelo mixto conocido como ‘Blended Finance’ (financiamiento mixto); un instrumento financiero que busca atraer los recursos necesarios públicos y privados trabajando juntos, en este caso, para la acción climática y para proteger los ecosistemas estratégicos del país, como la Amazonía y los Andes.
Un elemento central en la propuesta de Global Gateway es promover unas reglas de juego que promuevan la inversión en proyectos sostenibles, garantizadas por actores como la UE, bancos y fondos privados, pero al tiempo que fortalezcan las iniciativas y un mercado en general más sostenible y confiable frente a sus propuestas para enfrentar el cambio climático.
“En el último año, en Colombia, lo que hemos venido haciendo es apoyar la implementación de la taxonomía verde de Colombia, que es una articulación y definición de lo que llamamos una inversión verde de pleno título para evitar fenómenos como el greenwashing o el ‘impact washing’, indica Alberto Menghini, Jefe de Cooperación de la Unión Europea en Colombia. “Las buenas noticias es que encontramos una muy buena compatibilidad entre la Unión Europea y Colombia, por lo que tenemos el marco para desarrollarlo”.
Estas experiencias que viene desarrollando la Unión Europea en Colombia se compartirán en la cumbre mundial de biodiversidad, COP16, que se realizará este año en Cali. En particular, se hablará sobre estos modelos exitosos que han logrado mezclar la rentabilidad financiera e impactos reales en los territorios y para la naturaleza.