El Encuentro por el Agua y la Energía Renovable de Manizales arrancó el pasado 9 de julio con una historia que servía de preámbulo para entender cómo es hoy la gobernanza del agua en Caldas: en 2010, una fuerte ola invernal dejó sin agua a la capital del departamento y a las comunidades aledañas. “Suena paradójico que un territorio con semejante riqueza hídrica, se quedara sin agua”, dijo Olga Galindo, directora del Fondo de Agua Vivo Cuenca, que se enfoca en la protección de la cuenca hidrográfica del río Chinchiná. La compleja situación —que a comienzos de 2024 estuvo a punto de repetirse en varias regiones del país—, llevó a los actores del sector público, el empresariado, la academia y la sociedad civil a iniciar un diálogo, que ha sido clave para proteger la seguridad hídrica del departamento.
Galindo describe ese momento como el punto cero. “En Caldas esas conversaciones han logrado una articulación efectiva, que se refleja en los resultados en el territorio”, dice. Entre 2018 y 2023, por ejemplo, el Fondo de Agua que lidera Galindo, con el apoyo de actores como, y que cuenta con el apoyo de actores como Corpocaldas, CHEC Grupo EPM, Aguas de Manizales, Efigas y EMAS, ha restaurado 207,6 hectáreas de bosque y ha sembrado 363.352 árboles. También ha liderado la articulación de una red de viveros para mejorar el proceso de reforestación de la cuenca del río Chinchiná, ha trabajado con comunidades locales para desarrollar sistemas sostenibles de agricultura, turismo y ganadería, y ha invitado a estudiantes de las instituciones educativas de la parte alta de ese río a realizar ejercicios de monitoreo del clima y la calidad del agua del territorio.
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Una región que se pensó alrededor del agua
En las discusiones sobre la conservación y gobernanza del agua, los asistentes del encuentro —organizado por El Espectador, ISAGEN, WWF Colombia y The Nature Conservancy (TNC)— analizaron en detalle el camino recorrido. La buena gobernanza del agua, dijeron, se debía a una combinación de factores, entre ellos, aspectos culturales. Por ejemplo, la gente desde un principio se preocupó por la protección de la cuenca del río Chinchiná, mostrando un sentido de pertenencia por su región. También se discutió sobre la articulación entre actores, y la consolidación de planes de ordenamiento territorial, como el – Sistema Departamental de Áreas Protegidas (SIDAP); el Sistema Metropolitano de Áreas Protegidas (SIMAP) y el – Plan de Manejo y Ordenamiento de Cuencas Hidrográficas (POMCA).
“Los SIRAP y SIDAP son formas de gestión colectiva”, explica Galindo. Y añade: “Esta es una de las regiones con más cuencas ordenadas, lo que es el resultado de una gestión adecuada”.
Estos planes, sin embargo, deben ser revisados pensando en las necesidades actuales de uso del suelo y en la vulnerabilidad de los municipios al cambio climático. Resaltaron que el manejo del territorio y sus recursos naturales debe pensarse a largo plazo. Por ello, el Fondo de Agua Vivo Cuenca tiene escenarios de intervención de mínimo 30 años.
Por último, hablaron de la importancia de fortalecer las capacidades técnicas y económicas de los pequeños municipios, que también tienen una gran responsabilidad frente a su ordenamiento ambiental y territorial, pero no dan abasto.
Retos de un desarrollo sostenible social y ambiental
El trabajo que han adelantado en temas de gobernanza hizo que los participantes del encuentro tuvieran bien identificados los retos. Hablaron, por ejemplo, de los asentamientos de grupos de personas vulnerables en las rondas de los ríos y quebradas, y cómo ese fenómeno estaba deteriorando lugares de enorme interés ambiental y claves para garantizar la seguridad hídrica y alimentaria de los habitantes del departamento. Contaron cómo las autoridades locales estaban trabajando en brindar educación ambiental a estas personas y reubicarlas en otros territorios, pero el problema seguía latente porque estaba relacionado con problemáticas nacionales como el conflicto armado y la pobreza.
Otro de los retos que surgieron durante la conversación fue el de los efectos generados por el auge de los cultivos de aguacate. Para impulsar el creciente mercado se necesitó abrir nuevas vías que, por su ubicación, afectaron las microcuencas abastecedoras de agua al aumentar los sedimentos. Además, el uso de químicos en los cultivos impactó negativamente la calidad del agua, el suelo y la biodiversidad. Según el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), en 2020 el departamento tenía 3,531 hectáreas sembradas de aguacate Hass.
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“El aguacate es el que está de moda, pero la ganadería, el café y la minería también generan impacto. Hay que pensar en cómo hacer sostenibles estas actividades, y esa tarea no puede ser solo de las organizaciones; también debe recaer en la institucionalidad pública”, dice Galindo.
En la mesa sobre transición hacia modelos productivos sostenibles surgió un reto adicional: la necesidad de replantear el turismo para hacerlo más amigable con el medio ambiente. En el Nevado del Ruiz, por ejemplo, el aumento de turistas está generando un impacto negativo en el ecosistema de páramo. Uno de los puntos más preocupantes para las autoridades es el ingreso de plantas invasoras que afectan la salud de los frailejones: “El retamo espinoso tiene una flor amarilla bellísima. A los turistas les gusta tomarse fotos cerca de ella, y cuando siguen su recorrido hacia el área de los frailejones, llevan la espora de la flor en la ropa, en el pelo. Esa planta invasora compite con los frailejones y tiende ahogarlos”, dijo Diana Bonilla de la Corporación Autónoma del Tolima (Cortolima).
Más allá de las hidroeléctricas
Una de las principales centrales hidroeléctricas nacionales —cuya capacidad instalada es de 396 megavatios— se ubica justamente en el municipio de Norcasia, en Caldas. La seguridad energética del país se sustenta en la hidroelectricidad que se vio amenazada recientemente por las fuertes sequías generadas por el fenómeno del Niño. Los embalses estuvieron en los niveles más bajos de los últimos tiempos, acercándonos al fantasma del racionamiento. “Este riesgo estará latente si la oferta energética no crece y la demanda sigue al alza”, asegura Camilo Marulanda López, gerente de ISAGEN.
Para Marulanda, los esfuerzos deben estar concentrados en promover una matriz de generación complementaria y diversificada que le apunte a una transición energética justa. “No se puede depender solo de las hidroeléctricas”, sostuvieron los participantes al encuentro. De acuerdo con Claudia Álvarez, directora ambiental de ISAGEN, la apuesta está en fortalecer la operación, por ejemplo, de los parques eólicos instalados en La Guajira y las granjas solares en el Meta, así como los demás proyectos encaminados a fortalecer la capacidad eólica y solar en el país.
Estas agendas deben ir avanzando en paralelo con el desafío de innovar en la sostenibilidad ambiental de las cuencas de los ríos Guarinó, la Miel, Moro, Maso y Samaná de la central de La Miel I, a través de actividades de monitoreo de los paisajes y la biodiversidad, particularmente de los organismos asociados a la hidroelectricidad como algas, insectos y peces, así como de coberturas boscosas, con el fin de establecer la calidad de agua y los ecosistemas.
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“Sin dejar de lado la promoción de un desarrollo sostenible y equitativo para las comunidades aledañas que les permitan gozar de los bienes y servicios de las macrocuentas por medio de actividades económicas enmarcadas en el modelo de pago por servicios ambientales”, señaló Marcela Muñoz, de la Corporación Autónoma Regional de Caldas (Corpocaldas).
Caldas quiere seguir siendo líder en gobernanza de agua
Durante el evento los participantes resaltaron la importancia de fortalecer la pedagogía ambiental en el departamento: “Si bien somos líderes en gobernanza del agua, no podemos bajar la guardia en mejorar la pedagogía ambiental. Debemos lograr que toda ciudadanía, sin excepción, cuente con las herramientas para hacer frente, por ejemplo, a los efectos del cambio climático y a la prevención de desastres naturales en el territorio”, dijo Andrea Loaiza, de la secretaría de ambiente de la Gobernación de Caldas.
Se destacó también el trabajo que vienen haciendo instituciones académicas locales como la Universidad de Caldas para conocer más profundamente la biodiversidad del territorio y cómo protegerla de manera efectiva, y se pidió continuar con el esfuerzo. Aún falta mucho por conocer, y la crisis climática está generando cambios en los ecosistemas que es clave estudiar para mejorar las capacidades de adaptación de los habitantes.
La historia con la que comenzó el encuentro dio pie a que Francisco Ávila, especialista en Sistemas Hídricos y Gobernanza del Agua de The Nature Conservancy (TNC), recordara que a pesar de su riqueza hídrica, Colombia sigue siendo un país vulnerable en el manejo de sus recursos naturales, y a que Paola Echeverri, coordinadora de la Región Andes de WWF Colombia, explicara que la seguridad hídrica se garantiza con acciones diarias de todos los ciudadanos.