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Cambiar los incentivos perjudiciales por positivos, la oportunidad de la agricultura

La extensión de la frontera agrícola en el país para incentivar cultivos de banano, arroz, yuca, entre otros, ha estado apoyada por incentivos que han perjudicado la biodiversidad. Cambiar estos modelos es una necesidad que cada vez se hace más evidente.

22 de agosto de 2024 - 07:00 p. m.
La agricultura regenerativa es una de las maneras de tener modelos más sostenibles en el sector.
La agricultura regenerativa es una de las maneras de tener modelos más sostenibles en el sector.
Foto: FAO FAO

En los últimos años, el sector agrícola en Colombia ha jugado un papel clave en el desarrollo productivo, la generación de empleo, crecimiento e ingresos, y en la provisión de alimentos. Este sector, al igual que otros sectores económicos, ha implementado instrumentos diseñados para incentivar el desarrollo económico, e incluso social. Sin embargo, en su afán por lograr este propósito, ha pasado desapercibido un aspecto clave: su impacto en la biodiversidad.

Un estudio realizado en 2021 por la Iniciativa de Financiamiento de la Biodiversidad (Biofin) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que en el país uno de los procesos que ha incentivado la pérdida de biodiversidad es la expansión de la frontera agrícola. “El método tradicional de crecimiento se logra mediante la colonización de nuevas tierras y el cambio de uso de la tierra”, menciona el documento.

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Lo que encontró el estudio es que muchas veces la expansión responde más a un modelo de ocupación del territorio, es decir, que no solo se cambia el uso de la tierra para desarrollar ganadería, por ejemplo, sino para introducir diversos cultivos. Entre 2001 y 2010, afirma el estudio, el 50 % de los cambios en las coberturas naturales por la expansión de la frontera agrícola en Colombia se dieron principalmente en 96 municipios ubicados en su mayoría en las biorregiones de la Amazonía y la Orinoquía. Los cultivos de producción predominantes fueron arroz, maíz, palma y banano.

Entre 2010 y 2018, los datos variaron. Según el estudio, en esos años el 75 % del cambio en la cobertura forestal se produjo principalmente en 54 municipios, concentrados en las biorregiones de la Amazonía y el Pacífico. Los sistemas de producción predominantes fueron pasturas para la producción ganadera, banano, maíz, arroz y yuca.

Detrás de este crecimiento y desarrollo hubo incentivos perjudiciales para la biodiversidad, es decir, instrumentos de política que facilitaron o promovieron este modelo de ocupación que afectó la naturaleza.

“En el caso de Colombia hay todo un sistema público de financiamiento al desarrollo rural y al desarrollo del agro. Hay entidades como Finagro o el Banco Agrario que construyen unos portafolios crediticios que están pensados para el desarrollo de la agricultura, y que financian unas formas de producción que no necesariamente conviven con la protección de la naturaleza”, explica Catalina Góngora, líder de políticas públicas de The Nature Conservancy (TNC Colombia).

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Por ejemplo, los productores pueden acceder a créditos para comprar agroquímicos que reducen la biodiversidad en el suelo y contaminan el agua. Aunque este es un ejemplo asociado al sector de la agricultura, es algo que puede suceder en otros, como en el de infraestructura para el desarrollo de vías o hidroeléctricas, o el sector de minas y energías.

En 2022, Colombia y otros 195 países se comprometieron a reducir y eliminar progresivamente este tipo de incentivos perjudiciales para la biodiversidad, o perversos, como también se les conoce, tras firmar el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.

Esto surge porque a nivel mundial, cada vez se hacen más visibles los impactos de estos incentivos. El mismo estudio de Biofin señala que en 54 países el apoyo a la producción agrícola —que equivale casi a US$500 millones— es considerado potencialmente perjudicial para el medio ambiente. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la razón es que estos incentivos pueden dar lugar a la destrucción del hábitat, la degradación de la tierra y la contaminación del suelo.

Sin embargo eliminarlos no es suficiente. Por esto, la meta le planteó a los países que generen en cambio incentivos positivos. En esto el sector agrícola tiene una gran oportunidad de incorporar no solo más enfoques de producción sostenible, sino también para modificar los patrones de consumo no sostenibles.

La vocera de TNC explica que en el país se han creado “unos instrumentos para apalancar Soluciones Basadas en la Naturaleza y acciones que buscan conservar los ecosistemas, así como generar una serie de créditos económicos para las personas que están haciendo este tipo de acciones”. Entre estos resalta el Pago por Servicios Ambientales, que es un incentivo económico, en dinero o especie, que reconoce las acciones y las prácticas asociadas a la preservación y restauración de ecosistemas, que permiten minimizar conflictos en el uso del suelo y así favorecer el mantenimiento y la generación de servicios ambientales.

De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el pago se realiza en la medida que el beneficiario del incentivo se compromete y desarrolla acciones para mantener y recuperar las coberturas naturales existentes, establece usos del suelo de acuerdo con su vocación y aptitud.

Agricultura regenerativa, una manera de pasar a los incentivos positivos

Lograr esa transformación que plantea la meta 18 del Marco Global de Biodiversidad requiere, entre otras cosas, que los diferentes sectores entiendan el territorio, es decir, que sepan cómo la biodiversidad puede ser una aliada y no un obstáculo. En el caso de la agricultura, menciona Góngora, es clave que los productores sepan que, por ejemplo, un ecosistema bien conservado, con un suelo en buenas condiciones y fuentes hídricas de buena calidad, reduce los costos de mantenimiento de nutrientes del suelo, antibióticos y otros insumos para el ganado.

“Lo primero es entender que la biodiversidad está insertada dentro de la planeación sectorial y lo segundo es mirar cómo esa gestión del desarrollo convive con la biodiversidad. En el ejemplo de agricultura, seria entender cómo la agrobiodiversidad reduce la inseguridad alimentaria y los costos de producción”, agrega la vocera.

En ese sentido una de las alternativas que ha empezado a tomar fuerza es la agricultura regenerativa. Este término hace referencia a un enfoque para la gestión de los sistemas agroalimentarios que integra el conocimiento científico con el conocimiento local para conservar y recuperar de manera activa los ecosistemas y la biodiversidad en las áreas de producción y sus alrededores. De esta manera se contribuye a reducir su huella, fomentando la resiliencia y mejorando la productividad, y a su vez, mejorando la salud humana y los medios de subsistencia.

Este enfoque nace de los principios de la agroecología, que en términos generales es una manera de conectar los conocimientos tradicionales y científicos con el fin de producir alimentos de una manera más sostenible, según lo describe la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Por ejemplo, uno de los principios de la agroecología es la diversidad. Basados en esto, la agricultura regenerativa promueve la diversificación de especies, variedades de cultivos, funciones ecológicas, los medios de vida y personas, según el contexto social y ecológico del paisaje. En ese sentido, un caso aplicado puede ser sistemas agroforestales de cacao, que combinan plantas de cacao con otros cultivos permanentes o temporales y con especies leñosas, que promueven la diversidad de especies en la finca y en el paisaje.

Incentivar este tipo de modelos productivos sostenibles será clave no solo en Colombia sino en el mundo, especialmente en América Latina, pues esta región es considerada como el mayor exportador de alimentos en el mundo, y es fundamental para mantener la estabilidad de los precios y el abastecimiento de alimentos a nivel mundial.

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