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“Las ciudades son el albergue de la mayor parte de la población del mundo y va a seguir creciendo. Si hoy aproximadamente 70% de la población mundial vive en ciudades, muy pronto esta cifra crecerá a 80%”, señala como factor principal Manuel Olivera, director para América Latina del Grupo de Liderazgo Climático C40. Esta cifra se complementa de mejor manera si entendemos que las ciudades, a nivel global, son las responsables del 70% de las emisiones de carbono y del 75% del consumo energético.
Sin embargo, como lo resalta Nicolás Galarza, viceministro de Ordenamiento Ambiental del Territorio del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, “las ciudades concentran la mayoría del Producto Interno Bruto (PIB) del país y del mundo. En Colombia, se calcula que entre el 70% y el 80% del PIB se produce en las ciudades. Son grandes máquinas de bienestar, de desarrollo y de oportunidad para las personas que llegan”.
Ahora, esta relación, en apariencia contradictoria, abre la puerta para pensar en ciudades sostenibles, ciudades, como apunta Galarza “donde el desarrollo no tenga un modelo predatorio, sino que sea sostenible y amigable con los diferentes factores. Que sea sostenible para las personas que las habitan, pero también que la ciudad sea sostenible con su entorno, y que no afecte de manera negativa los ecosistemas que la rodean”. Y, en ese tránsito a ciudades sostenibles, son muchos los factores que se deben analizar.
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“Uno de los sectores que genera la mayor cantidad de emisiones dentro de una ciudad es el transporte”, advierte en primer lugar Paula Rodríguez, especialista en Ciudades Sostenibles de WWF Colombia. Ahora bien, para Rodríguez, este problema está directamente relacionado con un aspecto más amplio: el uso del suelo. “Las ciudades colombianas, por lo general, tienen un uso del suelo segregado, es decir, hay unas zonas que son comerciales, otras residenciales, otras industriales, pero, por lo general, no se mezclan”, comenta la experta.
A criterio de Paula, esta disposición espacial hace que las personas deban realizar desplazamientos más largos para cumplir con sus diferentes labores ya que, seguramente, el sitio donde vive no coincide con el que lugar donde trabaja. Al tener que cubrir distancias más extensas se ven obligados a optar por el uso de medios de transporte como los masivos o los privados como carros o motos.
“Si viviéramos más cerca al sitio a donde tenemos que desplazarnos, sería más fácil poder coger una bicicleta y llegar al trabajo. Es muy deseable, cuando una ciudad piensa en sostenibilidad, que empiece a tener un uso del suelo mixto. Esto, no solamente reduce las distancias de desplazamiento y ayuda a que uno pueda optar por un medio de transporte sostenible, sino que también mejora la seguridad de las ciudades”, señala Rodríguez.
Galarza concuerda con la visión expresada por Paula Rodríguez, pero advierte que las ciudades son mercados metropolitanos de trabajo y que, dependiendo del tamaño de la ciudad, “es inevitable que se generen clusters con cierto tipo de servicios”, es decir una concentración espacial de algún sector particular, como servicios médicos. Por eso, en este tipo de contextos, es tan importante el trabajo que han realizado ciudades como Bogotá y Santiago de Chile, resalta Olivera: “En este momento, son las ciudades más avanzadas en el mundo en materia de transición hacia cero emisiones en el transporte público. ¿Por qué? Porque están persiguiendo las cero emisiones y, en el caso de Bogotá, el Concejo expidió un acuerdo en donde le ordena a la capital no volver a adquirir vehículos que usen combustibles fósiles a partir de enero del año entrante”.
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El segundo aspecto fundamental, propuesto por los tres expertos consultados, tiene que ver con la relación entre la ciudad y los recursos naturales que ésta demanda y que son obtenidos, en su mayoría, gracias a zonas rurales aledañas. Esta relación contempla tanto el cuidado como el disfrute de esos recursos como, por ejemplo, el agua. Para ilustrar este caso, Paula continúa “es muy importante reconectarnos con esas zonas aledañas a la ciudad que requieren un grado de protección. Esto es sustancial si nosotros queremos seguir contando con agua potable y sobre todo a un precio razonable, porque en la medida en la que estos sitios se empiezan a deforestar o se empiece a construir en estos sitios, empieza a poner en riesgo el agua potable para las ciudades”.
En el caso nacional, Manizales destaca como un caso exitoso en dicha protección. La especialista en Ciudades Sostenibles de WWF Colombia cuenta que la actual administración decidió proteger la reserva del Río Blanco, que es la fuente abastecedora de agua para la capital caldense, reserva que se ha visto amenazada por el interés por parte de los constructores de adelantar sus proyectos allí.
Sin embargo, como lo muestra Olivera, también existen otras alternativas para hacer un uso eficiente de los recursos naturales finitos. Para el coordinador regional de C40, la clave está en que “cerrar ciclos es la esencia de la sostenibilidad en una ciudad”. Teniendo en mente lo anterior, no es difícil imaginar el escenario que plantea Olivera: En Singapur (Asia), la cantidad de agua desperdiciada es mínima ya que, incluso la residual de las casas, es tratada y embotellada, para ser devuelta a las tiendas y comercializada nuevamente.
Ya sea a través de campañas de concientización, por medio de herramientas y estrategias que permitan conservar los ecosistemas aledaños a las ciudades, o por el cierre de ciclos, lo importante es “poder desmentir la dicotomía que hasta el momento existía en las ciudades: un juego de suma cero entre el espacio urbano y la naturaleza y biodiversidad, donde si gana la ciudad, pierde la naturaleza; si gana la naturaleza, pierde la ciudad”, afirma Galarza.
A pesar de que los tres expertos consultados coinciden en que ninguna ciudad colombiana puede ser destacada como 100% sostenible, sí es posible resaltar ejemplos de sostenibilidad en algunas de ellas. Por ejemplo, Rodríguez comenta el caso de Villavicencio, donde se hizo un trabajo importante por rescatar algunos humedales que habían sido convertidos en parqueaderos, fue necesario un trabajo importante de restauración con especies nativas del pie de monte. También apunta hacia Montería, donde recuperaron la ronda del río Sinú, un lugar emblemático desde la fundación de la ciudad, luego de años de abandono, inseguridad y comercio informal, las administraciones locales mejoraron las condiciones y construyeron un ciclocarril a través del cual se puede recorrer toda la ciudad.
Pero, para el gobierno nacional, esta relación entre naturaleza, biodiversidad y ciudad fue más allá. Con este componente como núcleo central lanzaron el programa Biodiverciudades, del cual hacen parte 14 ciudades actualmente, entre las cuales se encuentran: Barranquilla, Leticia, Medellín, Bucaramanga, Quibdó, San Andrés y Providencia, Barrancabermeja, Armenia, Yopal, Pasto, Pereira, así como algunas de las resaltadas en este artículo.
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“Más que lograr un número específico de ciudades, lo que queremos es que todas las ciudades de Colombia tomen una conciencia importante frente al gran valor que tiene poner la biodiversidad en el centro”, señala el viceministro Galarza. Este programa también tiene la pretensión de superar los límites nacionales, razón por la cual la Presidencia, el Ministerio de Ambiente, el Instituto Humboldt y el Foro Económico Mundial, vienen trabajando en la construcción de un programa global.
Mientras esas iniciativas terminan de capitalizarse, Paula Rodríguez hace un llamado para que el consumo de alimentos en la ciudad sea un tema relevante: consumir alimentos de temporada, producidos cerca del hogar, con menor cantidad de emisiones generadas en su transporte, puede tener un impacto considerable en la sostenibilidad. Mientras tanto, Olivera destaca como una necesidad imperante la reducción de residuos sólidos, así como la mejor disposición de estos.