Colombia es el “país de las aves”, ¿qué está haciendo para conservarlas?
Desde el año pasado, el país cuenta con una herramienta para conservar las casi 2.000 especies de aves que hay en el territorio nacional. El avistamiento de estos animales, liderado por las comunidades, es uno de los ejes centrales para lograrlo y así contribuir al cumplimiento de las metas del Marco Global de Biodiversidad.
Hace un par de semanas, varios medios de comunicación reportaron que Colombia se consolidó como el mejor lugar para el avistamiento de aves en el mundo. Había una razón detrás de dicha afirmación: el país había obtenido el número más alto de registros de aves en el Global Big Day, un evento simultáneo de avistamiento realizado en todo el mundo el pasado 11 de mayo. En Colombia se reportaron 1.558 especies, un número al que solo se acercó Perú, con 1.448 especies. El dato, más allá de los titulares, impulsó una pregunta clave en la comunidad científica: ¿cómo estamos protegiendo esta gran biodiversidad?
(Lea: A sumar esfuerzos para resguardar a la Orinoquia colombiana)
Colombia tiene tanta diversidad de ecosistemas como de aves. La más reciente lista oficial, realizada por el Comité Colombiano de Registros Ornitológicos, afirma que hay 1.969 especies de aves en el territorio. De estas, la gran mayoría (1.660 aproximadamente) viven en Colombia de tiempo completo y al menos 84 son endémicas, es decir, no se encuentran en otros lugares del planeta. Las demás (alrededor de 225) son aves migratorias: van y vienen dependiendo de la época.
“Las aves, como la mayoría de organismos, no reconocen fronteras políticas, pero la capacidad de identificar en qué regiones, municipios, departamentos o países habitan nos ayuda a tener cierta visión de responsabilidad, de manejo sobre los ecosistemas que ellas necesitan”, explica María Ángela Echeverry-Galvis, profesora del departamento de ecología y territorio de la Pontificia Universidad Javeriana.
Hoy, las aves enfrentan diferentes amenazas. Entre ellas, la más grave es la transformación de sus hábitats. En Colombia, esto se ha dado por diferentes razones: avance de la frontera agrícola, ganadera y acuícola; prácticas incompatibles con la conservación, los cultivos de usos ilícitos y la expansión de infraestructura vial, entre otros.
“Esta situación no solo afecta a las aves de bosque. Si miramos las especies en riesgo de extinción, las que están en condiciones más críticas son aquellas que habitan en lugares en donde hemos transformado las zonas de humedales, ciénagas y todo lo que son cuerpos de agua dulce”, agrega Echeverry.
(Lea: El sector privado también es un gran aliado para conservar el agua)
Se estima que en el país hay 246 especies de aves acuáticas, tanto migratorias como residentes, entre las que resaltan los flamencos (Phoenicopterus ruber), chorlos (Charadriidae), andarríos (Scolopacidae), ostreros (Haematopodidae), cigüeñuelas (Recurvirostridae). Debido al riesgo que enfrentan, las aves de humedales, sabanas y pastizales, así como las que habitan en bosques, ecosistemas de alta montaña y sistemas urbanos, son objetivos clave de la Estrategia Nacional de Conservación de Aves (ENCA) 2030. Esta es la herramienta principal para proteger la avifauna del país.
Liderada por la National Audubon Society , el Instituto Humboldt, la Red Nacional de Observadores de Aves (RNOA) y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la estrategia se lanzó en junio de 2023, después de un proceso de formulación que contó con la participación de cerca de 2.000 personas, quienes aportaron sus voces, experiencia y conocimiento.
“Las aves son un grupo sombrilla, es decir, es un grupo que nos permite generar acciones positivas en un ecosistema o área al satisfacer las necesidades que ellas tienen. A diferencia de otras especies sombrillas, como el jaguar o el oso de anteojos, las aves son relativamente más fáciles de encontrar, y con ellas podemos decir muchas cosas del ecosistema”, menciona Noemí Moreno, gerente técnica de Audubon Colombia y coordinadora nacional de la ENCA 2030. En otras palabras, un “grupo sombrilla” es una definición utilizada en la conservación ambiental para describir a un grupo de especies cuya protección y conservación beneficia a una amplia gama de otras especies y al ecosistema en general. Proteger a las aves, entonces, no solo las protege a ellas, sino también a otra serie de animales.
En términos generales, esta herramienta busca que todos los esfuerzos que se hagan por la conservación de las aves en el país estén enmarcados dentro de la ENCA, “para que sea más visible todo ese trabajo y que no sean esfuerzos dispersos”, precisa Pedro Arturo Camargo, biólogo de la Asociación Bogotana de Ornitología-AB.
De esta manera, la ENCA es una de las estrategias con las que cuenta el país para cumplir con los compromisos enfocados en frenar la pérdida de biodiversidad, como las metas del Marco Global de la Diversidad Biológica Kunming- Montreal, aprobado en 2022 por 196 países, incluido Colombia. Como mencionaba Moreno, la salud de los ecosistemas está atada a la salud y presencia de las aves. En ese sentido, la pérdida de estas especies es, a su vez, un indicador de la pérdida de biodiversidad.
“Tener una Estrategia Nacional, en el país con mayor número de especies de aves en el planeta, es tener una estrategia de conservación y recuperación de ecosistemas. Donde no hay aves no es viable la vida humana”, agrega.
(Lea: Esfuerzos para restaurar los ecosistemas que perdimos)
En ese sentido, hay cinco ejes temáticos que se vienen implementado. El primero es consolidar el lema de “Colombia, país de las aves”. Se trata de un eslogan que podría ayudar mucho a la conservación. “Es una manera que hay para que las personas implementen acciones para concientizar a la comunidad sobre el cuidado del ecosistema y las aves”, indica Moreno. Se busca que para 2026, al menos el 50 % de los colombianos reconozcan y se identifiquen con el lema. Para cumplir el propósito, se han desarrollado estrategias en comunidades de diversas regiones del país, en donde se selecciona una especie simbólica para la región, bien sea porque es la más vista en la zona, o porque representa culturalmente a los habitantes.
El segundo eje es incidir en los sectores productivos y de servicios estratégicos. Para esto, la ENCA propone lineamientos para desarrollar mejores prácticas productivas. “Ya tenemos casos de ganadería sostenible en algunas regiones del país, cultivos de caña, café, cacao, que vienen implementando acciones para mejorar sus sistemas, y así mitigar las amenazas y el desplazamiento y desaparición de los pájaros a otros lugares”, explica Moreno.
El tercer eje está dirigido al trabajo y las iniciativas que lideran las comunidades locales, así como fortalecer a la Red Nacional de Observadores de Aves (RNOA) y a otras organizaciones no gubernamentales y comunitarias que trabajan con aves en el país. Según Moreno, en este punto también se han visto acciones, donde, por ejemplo, las comunidades han establecido mesas de diálogo para detener actividades de minería o de infraestructura porque han encontrado especies importantes en las zonas donde se pretenden desarrollar dichas actividades.
El cuarto eje brinda lineamientos para trabajar con las Corporaciones Autónomas Regionales, y con otras entidades encargadas del ordenamiento territorial. El objetivo es definir áreas estratégicas para la conservación de las aves. Entre las metas trazadas en este eje, está incrementar al menos en un 10 % las áreas protegidas y las OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas) en zonas estratégicas para las aves.
El quinto y último eje es generar, gestionar y difundir el conocimiento para la conservación de las aves y así aumentar las publicaciones científicas, el número de registros en bases de datos abiertas, el número de evaluaciones de especies amenazadas, y también los participantes y sectores en la generación de conocimiento participativo e interdisciplinario desde diferentes líneas.
El aviturismo como herramienta de conservación
De manera transversal, un punto clave en la ENCA es el aviturismo, o turismo para la observación de aves. “La herramienta busca reconocer que hay oportunidades de conservación a partir del uso de las aves, pero no consuntivo (no hay consumo de ellas), sino como una apuesta de desarrollo nacional y regional que nos permite apreciarlas, tener mejor información y hacer un mejor aprovechamiento de su manejo”, menciona la docente Echeverry.
Actualmente, el país cuenta con cuatro rutas de aviturismo. Esto ha permitido que muchas personas lleguen a regiones poco conocidas donde habitan aves y así se visibilice no solo la riqueza natural, sino también la gastronomía, la cultura y otros aspectos de las comunidades locales. Esta es una apuesta que busca no solo la conservación de las especies, sino también fortalecer las economías locales y el desarrollo sostenible.
En la isla Barú, (ubicada a 45 minutos de Cartagena) esta actividad se ha venido fortaleciendo gracias a un proyecto liderado por el Grupo Argos Negocio de Desarrollo Urbano. Este lugar ha sido reconocido históricamente por la belleza de sus playas, su principal atractivo turístico. Sin embargo, hay algo más que la hace especial. En Barú, se han identificado 192 especies de aves, que representan cerca del 10 % del total nacional.
Por esto, en el marco del proyecto se han capacitado a 16 personas de la isla, que representan a las cuatro comunidades afro que habitan allí, para que puedan atender el turismo que llega a Barú para el avistamiento de aves. Este trabajo se ha hecho de la mano con el Aviario Nacional de Colombia, que tiene su sede en la isla.
“En las consultas previas que hicimos, antes de los proyectos de desarrollo, empezamos a entender a las comunidades, especialmente sus necesidades básicas insatisfechas. También vimos la importancia de las aves para la zona. A partir de esto miramos qué podíamos hacer para que empezaran a ver el valor de la naturaleza. Así fue como comenzamos a trabajar en la identificación de aves y el avistamiento”, recuerda Ilva Gómez Crespo, gerente Legal y de Sostenibilidad del equipo de Negocio de Desarrollo Urbano.
En 2020 empezaron las capacitaciones, pero antes el proyecto ya trabajaba en la identificación de las aves de la isla. En 2023 publicaron el libro “Isla Barú, paraíso de aves”, un trabajo científico donde se puede encontrar cada una de las especies. Y ahora los 16 avistadores, quienes tienen certificaciones para ejercer su labor de manera formal, están recibiendo clases de inglés para que puedan atender el turismo internacional.
“Lo que buscamos es que el aviturismo sea una excusa para conservar los ecosistemas”, dice Carlos Cuello Mendoza, director ambiental del equipo de Negocio de Desarrollo Urbano. En el marco de la ENCA, esta empresa del sector privado firmó un memorando de entendimiento para trabajar temas de conservación de aves no solo en Barú, sino también en Barranquilla.
Además del Grupo Argos, otras organizaciones como la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) también han tomado la ENCA como un referente para guiar sus proyectos ambientales y trazar objetivos que contribuyan a la conservación de las aves, porque, como reitera la coordinadora nacional de la Estrategia, cuidarlas a ellas es aportar a la conservación de los ecosistemas.
Hace un par de semanas, varios medios de comunicación reportaron que Colombia se consolidó como el mejor lugar para el avistamiento de aves en el mundo. Había una razón detrás de dicha afirmación: el país había obtenido el número más alto de registros de aves en el Global Big Day, un evento simultáneo de avistamiento realizado en todo el mundo el pasado 11 de mayo. En Colombia se reportaron 1.558 especies, un número al que solo se acercó Perú, con 1.448 especies. El dato, más allá de los titulares, impulsó una pregunta clave en la comunidad científica: ¿cómo estamos protegiendo esta gran biodiversidad?
(Lea: A sumar esfuerzos para resguardar a la Orinoquia colombiana)
Colombia tiene tanta diversidad de ecosistemas como de aves. La más reciente lista oficial, realizada por el Comité Colombiano de Registros Ornitológicos, afirma que hay 1.969 especies de aves en el territorio. De estas, la gran mayoría (1.660 aproximadamente) viven en Colombia de tiempo completo y al menos 84 son endémicas, es decir, no se encuentran en otros lugares del planeta. Las demás (alrededor de 225) son aves migratorias: van y vienen dependiendo de la época.
“Las aves, como la mayoría de organismos, no reconocen fronteras políticas, pero la capacidad de identificar en qué regiones, municipios, departamentos o países habitan nos ayuda a tener cierta visión de responsabilidad, de manejo sobre los ecosistemas que ellas necesitan”, explica María Ángela Echeverry-Galvis, profesora del departamento de ecología y territorio de la Pontificia Universidad Javeriana.
Hoy, las aves enfrentan diferentes amenazas. Entre ellas, la más grave es la transformación de sus hábitats. En Colombia, esto se ha dado por diferentes razones: avance de la frontera agrícola, ganadera y acuícola; prácticas incompatibles con la conservación, los cultivos de usos ilícitos y la expansión de infraestructura vial, entre otros.
“Esta situación no solo afecta a las aves de bosque. Si miramos las especies en riesgo de extinción, las que están en condiciones más críticas son aquellas que habitan en lugares en donde hemos transformado las zonas de humedales, ciénagas y todo lo que son cuerpos de agua dulce”, agrega Echeverry.
(Lea: El sector privado también es un gran aliado para conservar el agua)
Se estima que en el país hay 246 especies de aves acuáticas, tanto migratorias como residentes, entre las que resaltan los flamencos (Phoenicopterus ruber), chorlos (Charadriidae), andarríos (Scolopacidae), ostreros (Haematopodidae), cigüeñuelas (Recurvirostridae). Debido al riesgo que enfrentan, las aves de humedales, sabanas y pastizales, así como las que habitan en bosques, ecosistemas de alta montaña y sistemas urbanos, son objetivos clave de la Estrategia Nacional de Conservación de Aves (ENCA) 2030. Esta es la herramienta principal para proteger la avifauna del país.
Liderada por la National Audubon Society , el Instituto Humboldt, la Red Nacional de Observadores de Aves (RNOA) y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la estrategia se lanzó en junio de 2023, después de un proceso de formulación que contó con la participación de cerca de 2.000 personas, quienes aportaron sus voces, experiencia y conocimiento.
“Las aves son un grupo sombrilla, es decir, es un grupo que nos permite generar acciones positivas en un ecosistema o área al satisfacer las necesidades que ellas tienen. A diferencia de otras especies sombrillas, como el jaguar o el oso de anteojos, las aves son relativamente más fáciles de encontrar, y con ellas podemos decir muchas cosas del ecosistema”, menciona Noemí Moreno, gerente técnica de Audubon Colombia y coordinadora nacional de la ENCA 2030. En otras palabras, un “grupo sombrilla” es una definición utilizada en la conservación ambiental para describir a un grupo de especies cuya protección y conservación beneficia a una amplia gama de otras especies y al ecosistema en general. Proteger a las aves, entonces, no solo las protege a ellas, sino también a otra serie de animales.
En términos generales, esta herramienta busca que todos los esfuerzos que se hagan por la conservación de las aves en el país estén enmarcados dentro de la ENCA, “para que sea más visible todo ese trabajo y que no sean esfuerzos dispersos”, precisa Pedro Arturo Camargo, biólogo de la Asociación Bogotana de Ornitología-AB.
De esta manera, la ENCA es una de las estrategias con las que cuenta el país para cumplir con los compromisos enfocados en frenar la pérdida de biodiversidad, como las metas del Marco Global de la Diversidad Biológica Kunming- Montreal, aprobado en 2022 por 196 países, incluido Colombia. Como mencionaba Moreno, la salud de los ecosistemas está atada a la salud y presencia de las aves. En ese sentido, la pérdida de estas especies es, a su vez, un indicador de la pérdida de biodiversidad.
“Tener una Estrategia Nacional, en el país con mayor número de especies de aves en el planeta, es tener una estrategia de conservación y recuperación de ecosistemas. Donde no hay aves no es viable la vida humana”, agrega.
(Lea: Esfuerzos para restaurar los ecosistemas que perdimos)
En ese sentido, hay cinco ejes temáticos que se vienen implementado. El primero es consolidar el lema de “Colombia, país de las aves”. Se trata de un eslogan que podría ayudar mucho a la conservación. “Es una manera que hay para que las personas implementen acciones para concientizar a la comunidad sobre el cuidado del ecosistema y las aves”, indica Moreno. Se busca que para 2026, al menos el 50 % de los colombianos reconozcan y se identifiquen con el lema. Para cumplir el propósito, se han desarrollado estrategias en comunidades de diversas regiones del país, en donde se selecciona una especie simbólica para la región, bien sea porque es la más vista en la zona, o porque representa culturalmente a los habitantes.
El segundo eje es incidir en los sectores productivos y de servicios estratégicos. Para esto, la ENCA propone lineamientos para desarrollar mejores prácticas productivas. “Ya tenemos casos de ganadería sostenible en algunas regiones del país, cultivos de caña, café, cacao, que vienen implementando acciones para mejorar sus sistemas, y así mitigar las amenazas y el desplazamiento y desaparición de los pájaros a otros lugares”, explica Moreno.
El tercer eje está dirigido al trabajo y las iniciativas que lideran las comunidades locales, así como fortalecer a la Red Nacional de Observadores de Aves (RNOA) y a otras organizaciones no gubernamentales y comunitarias que trabajan con aves en el país. Según Moreno, en este punto también se han visto acciones, donde, por ejemplo, las comunidades han establecido mesas de diálogo para detener actividades de minería o de infraestructura porque han encontrado especies importantes en las zonas donde se pretenden desarrollar dichas actividades.
El cuarto eje brinda lineamientos para trabajar con las Corporaciones Autónomas Regionales, y con otras entidades encargadas del ordenamiento territorial. El objetivo es definir áreas estratégicas para la conservación de las aves. Entre las metas trazadas en este eje, está incrementar al menos en un 10 % las áreas protegidas y las OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas) en zonas estratégicas para las aves.
El quinto y último eje es generar, gestionar y difundir el conocimiento para la conservación de las aves y así aumentar las publicaciones científicas, el número de registros en bases de datos abiertas, el número de evaluaciones de especies amenazadas, y también los participantes y sectores en la generación de conocimiento participativo e interdisciplinario desde diferentes líneas.
El aviturismo como herramienta de conservación
De manera transversal, un punto clave en la ENCA es el aviturismo, o turismo para la observación de aves. “La herramienta busca reconocer que hay oportunidades de conservación a partir del uso de las aves, pero no consuntivo (no hay consumo de ellas), sino como una apuesta de desarrollo nacional y regional que nos permite apreciarlas, tener mejor información y hacer un mejor aprovechamiento de su manejo”, menciona la docente Echeverry.
Actualmente, el país cuenta con cuatro rutas de aviturismo. Esto ha permitido que muchas personas lleguen a regiones poco conocidas donde habitan aves y así se visibilice no solo la riqueza natural, sino también la gastronomía, la cultura y otros aspectos de las comunidades locales. Esta es una apuesta que busca no solo la conservación de las especies, sino también fortalecer las economías locales y el desarrollo sostenible.
En la isla Barú, (ubicada a 45 minutos de Cartagena) esta actividad se ha venido fortaleciendo gracias a un proyecto liderado por el Grupo Argos Negocio de Desarrollo Urbano. Este lugar ha sido reconocido históricamente por la belleza de sus playas, su principal atractivo turístico. Sin embargo, hay algo más que la hace especial. En Barú, se han identificado 192 especies de aves, que representan cerca del 10 % del total nacional.
Por esto, en el marco del proyecto se han capacitado a 16 personas de la isla, que representan a las cuatro comunidades afro que habitan allí, para que puedan atender el turismo que llega a Barú para el avistamiento de aves. Este trabajo se ha hecho de la mano con el Aviario Nacional de Colombia, que tiene su sede en la isla.
“En las consultas previas que hicimos, antes de los proyectos de desarrollo, empezamos a entender a las comunidades, especialmente sus necesidades básicas insatisfechas. También vimos la importancia de las aves para la zona. A partir de esto miramos qué podíamos hacer para que empezaran a ver el valor de la naturaleza. Así fue como comenzamos a trabajar en la identificación de aves y el avistamiento”, recuerda Ilva Gómez Crespo, gerente Legal y de Sostenibilidad del equipo de Negocio de Desarrollo Urbano.
En 2020 empezaron las capacitaciones, pero antes el proyecto ya trabajaba en la identificación de las aves de la isla. En 2023 publicaron el libro “Isla Barú, paraíso de aves”, un trabajo científico donde se puede encontrar cada una de las especies. Y ahora los 16 avistadores, quienes tienen certificaciones para ejercer su labor de manera formal, están recibiendo clases de inglés para que puedan atender el turismo internacional.
“Lo que buscamos es que el aviturismo sea una excusa para conservar los ecosistemas”, dice Carlos Cuello Mendoza, director ambiental del equipo de Negocio de Desarrollo Urbano. En el marco de la ENCA, esta empresa del sector privado firmó un memorando de entendimiento para trabajar temas de conservación de aves no solo en Barú, sino también en Barranquilla.
Además del Grupo Argos, otras organizaciones como la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) también han tomado la ENCA como un referente para guiar sus proyectos ambientales y trazar objetivos que contribuyan a la conservación de las aves, porque, como reitera la coordinadora nacional de la Estrategia, cuidarlas a ellas es aportar a la conservación de los ecosistemas.