Colombia habla sobre el futuro del agua luego de la COP 16
En el Encuentro Nacional del Agua y la Energía Renovable 2024 se expusieron los resultados de la COP16, las oportunidades en la implementación del Plan Nacional de Biodiversidad, y se habló de la importancia de fortalecer los vínculos agua, biodiversidad y energía para enfrentar la crisis que ha vivido, particularmente, Bogotá.
Cristina Esguerra Miranda, TNC
Laura Garzón Acosta, WWF
El protagonista de los Encuentros por el Agua 2024 fue la sequía, que contrastó con las fuertes lluvias e inundaciones que, recientemente, vienen afectando a distintas regiones. Como mencionó Claudia Vásquez, directora de The Nature Conservancy (TNC) Colombia, en todos encuentros regionales, los más de 400 participantes señalaron la necesidad de abordar los retos del agua con un enfoque de integralidad que responda no solo a las coyunturas, sino a los escenarios de vulnerabilidad a mediano y largo plazo. También hablaron de garantizar la participación eficaz de todos los actores, especialmente de las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas y locales, en la toma de decisiones, y la urgencia de movilizar recursos financieros de fácil acceso para proyectos de conservación.
De acuerdo con Claudia Álvarez, directora ambiental de ISAGEN, “en los encuentros regionales fue evidente la importancia de contar con información adecuada y planear el desarrollo económico de las regiones y los centros urbanos, pensando en su capacidad de abastecimiento hídrico y energético, con el fin de evitar coyunturas de escasez”.
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Fueron temas que se alinearon con los resultados de la COP16, un evento determinante para Colombia y el mundo para posicionar el rol de la naturaleza en un contexto de crisis climática, tanto en las decisiones adoptadas por los países parte del Convenio de Diversidad Biológica (CBD), como en los anuncios e iniciativas llevadas a cabo por múltiples actores.
Uno de los grandes logros fue la creación del órgano subsidiario 8J, una decisión trascendental para garantizar una participación plena y efectiva de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el trabajo realizado dentro del CBD. También se reconoció el rol de los afrodescendientes como actores clave para la conservación de la biodiversidad.
“Este es un paso histórico para avanzar en nuevos esquemas de gobernanza, en donde se asegure una interlocución diferente entre los gobiernos nacionales y subnacionales con las autoridades indígenas y comunitarias en la toma de decisiones sobre gestión ambiental en los territorios”, comentó Sandra Valenzuela, directora de WWF Colombia.
Como bien cuestionó Camilo Niño, secretario técnico de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, “¿por qué aún no llegamos a entender que el agua es un bien colectivo y no sólo un servicio? El agua no es algo ajeno al territorio, para nosotros es algo integral, por ello creemos que para lograr las metas que nos hemos planteado como humanidad, debemos hablar de la protección de la integridad territorial, integridad de todos los elementos que componen esos sistemas: como sistemas de vida´´.
Para dimensionar la importancia de los Territorios y Resguardos Indígenas en la conservación de la biodiversidad en Colombia, basta con observar algunas cifras producidas por el Observatorio de Derechos Territoriales de los Pueblos Indígenas de la CNTI: el 50% de los bosques del país se encuentra en Resguardos Indígenas, al igual que el 11,13% de la extensión de los páramos. Además, el 9,22% de las Áreas Protegidas del país y el 17,1% de los Parques Nacionales Naturales coinciden con territorios indígenas.
De las cinco Reservas de la Biosfera en Colombia, tres de ellas (El Tuparro, Cinturón Andino y Sierra Nevada de Santa Marta) incluyen Resguardos Indígenas. Por último, de los 12 humedales de importancia internacional reconocidos bajo la Convención RAMSAR, cinco se traslapan con Resguardos Indígenas, representando el 12% de la extensión total de estos ecosistemas en el país. Cifras que evidencian la importancia de la protección territorial y de la participación de los Pueblos Indígenas en la toma decisiones en todos los niveles
(Lea: Programa Rutas PDET en la COP16: un compromiso con la paz y la conservación de la Amazonía)
La naturaleza, esencial dentro de las agendas de acción de cualquier sector
Incorporar la biodiversidad, el agua y los servicios ecosistémicos de los territorios en las agendas de acción de los distintos sectores productivos del país fue otro de los principales éxitos de la COP16.
La palabra “financiamiento” fue la gran protagonista. ¿Cómo financiar los proyectos de naturaleza que aporten a las metas de reducción de la pérdida de biodiversidad, disminuyan la contaminación y ayuden a reducir la emisión de gases de efecto invernadero?
La respuesta podría encontrarse en las reflexiones sobre el nivel de ambición que se tenga para transformar realmente los modelos de desarrollo. La naturaleza está jugando un papel cada vez más relevante, especialmente en las agendas de biodiversidad y clima.
El sector empresarial viene entendiendo cuáles son los impactos, riesgos, dependencias y oportunidades de sus procesos en torno a los asuntos de la naturaleza como la biodiversidad, el agua, el suelo, entre otros. Por ese motivo, la ANDI lanzara la ruta Biodiversidad + Empresa para ayudar a las compañías en el proceso de repensar su relación con los recursos naturales.
“Este instrumento está listo para ponerlo al servicio de las empresas y del gobierno nacional para apalancar la puesta en marcha del Plan Nacional de Biodiversidad”, comentó Dora Moncada, directora del Centro Nacional del Agua y la Biodiversidad de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) durante el primer panel de la jornada.
¿Y el sistema financiero qué rol juega en la conservación?
Otro de los temas abordados fue el papel del sistema financiero en la movilización de recursos a la biodiversidad. Daniel Lacoutere, director de Sostenibilidad de Asobancaria, destacó que integrar las agendas clima y de naturaleza puede ayudar a movilizar mucho más rápido los recursos.
Según explicó, una de las principales barreras de movilización de recursos para proyectos de naturaleza está en el proceso de identificar el cumplimento de los objetivos, por ejemplo, si se restauró un ecosistema o si se descontaminó un río, así como lograr los cierres financieros.
El camino para avanzar en la financiación de proyectos de naturaleza de manera más rápida es la integración de las agendas. Como bien explicó, el financiamiento combinado es otra alternativa que permite distribuir los riesgos entre distintos sectores de la sociedad; el crédito directo no es la única solución, sino parte de ella.
Con estas necesidades en la mira, Asobancaria lanzará el Sistema Nacional de Biodiversidad y Adaptación (SINBA), que busca determinar la forma en que se deben movilizar los recursos y entender qué se está financiando en proyectos de naturaleza y gestionar los riesgos. También destacó el involucramiento de las comunidades locales, indígenas, afrodescendientes y campesinos porque, justamente, son estas comunidades las que habitan las zonas más biodiversas.
(Lea: Sudamérica y Asia quieren conservar los delfines de río, ¿en qué han avanzado?)
Los retos para garantizar la seguridad hídrica del país a la luz de la crisis en Bogotá
Desde que arrancó el 2024, los colombianos han visto distintas manifestaciones del cambio climático. En enero, la sequía causada por el fenómeno del Niño generó y facilitó la propagación de incendios que afectaron la biodiversidad y la calidad del aire de varias ciudades, incluyendo la capital. Dos meses después, en la segunda semana de abril, la Alcaldía de Bogotá comenzó a implementar cortes de agua en la ciudad, porque el volumen total del sistema de embalses que la abastecen era de 45,17%, según cifras del acueducto del distrito.
“Este ha sido el año más seco desde 1995, con el agravante de que, a diferencia de 1994, que fue un año con bastantes afluencias al sistema, 2023 fue un año seco”, explicó el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, en su intervención en el encuentro.
En junio, la Alcaldía flexibilizó las medidas del racionamiento, no porque se hubieran cumplido las expectativas de lluvia (para esa época se esperaba la llegada del fenómeno de La Niña), sino porque habían logrado aumentar la capacidad de agua proveniente del sistema de Tibitoc, y ello permitía bajarle la presión al de Chingaza, que proveía el 70% del agua consumida en la ciudad. Según el alcalde, hoy el sistema de Tibitoc trae el 50% del agua de Bogotá.
En la primera mitad de noviembre, los esperados aguaceros llegaron con tal fuerza que el país y la capital comenzaron a sufrir inundaciones. “Estamos viendo la otra cara de la moneda del cambio climático, que son las inundaciones en la cuenca alta del río Bogotá”, dijo Natalia Acero, líder de agua de TNC Colombia.
Por ese motivo, durante el panel sobre la crisis hídrica de Bogotá se enfatizó en la importancia de proteger la naturaleza para mitigar y adaptarnos a fenómenos naturales en todo el país par no llegar a situaciones como las que ha vivido Bogotá a lo largo de 2024.
“Estos desequilibrios también se generan por la forma como estamos manejando nuestros ecosistemas. No los estamos viendo de manera integral, y ello rompe la armonía natural. Por ejemplo, los páramos no pueden ser fábricas de agua si no cuidamos su vegetación”, explicó Marta Cecilia Díaz, subdirectora de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales.
“Hemos tendido a gestionar nuestros sistemas de abastecimiento de agua y de energía con infraestructura gris. Hacemos embalses, canalizamos ríos para evitar que se desborden, pero nos falta, no solo desde lo conceptual, sino también desde lo estructural y financiero, vincular a la naturaleza como parte del sistema de abastecimiento de agua”, añadió Acero.
Bogotá ya ha venido incluyendo la protección y restauración de la naturaleza como parte del plan para garantizar el abastecimiento de agua de la ciudad. Según explicó Natasha Avendaño, gerente de la Empresa de Acueducto de Bogotá, esta última lleva más de 70 años comprando predios en zonas estratégicas para la protección de los ecosistemas asociados a la producción de agua, principalmente en el páramo de Chingaza y el de Sumapaz. “Esas inversiones en infraestructura verde no solo nos van a permitir ser resilientes, sino también mejorar la calidad del agua”, dijo Avendaño.
Durante el panel también se profundizó en los desafíos de abordar este tipo de crisis por la manera como se ha organizado el territorio y la cantidad de actores involucrados. “No estamos hablando solo del alcalde de Bogotá, sino también de los de los distintos municipios que componen la región”, dijo Yesid González, director de ASOCARS (Asociación de Corporaciones Autónomas Regionales). Cada municipio del país tiene características e intereses distintos, que, como señaló Fabián Mauricio Caicedo, director de la Gestión Integral del Recurso de la Secretaría de Ambiente, pueden llevar a una desarticulación a la hora de abordar los desafíos de la crisis climática. “Cada uno está cumpliendo su propósito loable, pero en últimas se pueden estar perdiendo esfuerzos técnicos y financieros”, dijo. Por ello, ambos resaltaron la importancia del trabajo articulado, tal como lo evidenciaron los encuentros por el agua realizados durante el 2024 en Antioquia, Santander, Caldas, Meta, Amazonas y Bogotá.
“Como sociedad, ya hay conciencia de que tenemos un reto grande que enfrentar, y estamos reaccionando desde el Estado, las empresas, los gremios, las comunidades, la academia”, afirmó David Millán, asesor del viceministro de Vivienda. Añadió que las medidas tomadas para abordar estas crisis debían tener en cuenta su implementación en cada territorio del país, y en los respectivos planes de desarrollo.
El plan para garantizar la seguridad hídrica de Bogotá
Además del racionamiento y de diversificar las fuentes de abastecimiento de agua de la ciudad con el sistema de Tibitoc, el alcalde de Bogotá explicó otras de las medidas que están tomando para garantizar la seguridad hídrica de la ciudad hoy y hacia el futuro. Por ejemplo, las 60.000 viviendas de interés social que se construyan en los próximos cuatro años tendrán un sistema de optimización de agua lluvia y aguas grises. Además, la línea 1 del metro, actualmente en construcción, tendrá la capacidad de almacenar 2.165m3 de agua lluvia.
También están impulsando la puesta en marcha de la PTAR Canoas, que busca resolver el manejo de aguas residuales de la ciudad. “Es el proyecto ambiental más importante de Colombia y Latinoamérica”, señaló el alcalde. Esta recibirá aguas residuales de las cuencas de Fucha, Tunjuelo, Tintal, y el casco urbano del municipio de Soacha, lo que representa el 70% de las aguas residuales de Bogotá. Ello no solo tendrá impacto en la cuenca del río Bogotá, sino también en la del Magdalena.
Adicionalmente, se ha venido trabajando en la estructuración de un proyecto a largo plazo del Fondo Verde del Clima (un mecanismo financiero creado en la COP16 de cambio climático para apoyar los esfuerzos de los países en desarrollo para responder a los desafíos de la crisis ambiental), que será clave para garantizar la seguridad hídrica de la ciudad. “Vamos a aumentar la captación del río Bogotá, y ello implica hacer una inversión para restaurar y conservar toda la cuenca”, explicó el alcalde. El proyecto, que tendrá una inversión de $92 millones de dólares, propone acciones de restauración y conservación en 172.499 hectáreas en áreas altamente vulnerables al cambio climático.
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El protagonista de los Encuentros por el Agua 2024 fue la sequía, que contrastó con las fuertes lluvias e inundaciones que, recientemente, vienen afectando a distintas regiones. Como mencionó Claudia Vásquez, directora de The Nature Conservancy (TNC) Colombia, en todos encuentros regionales, los más de 400 participantes señalaron la necesidad de abordar los retos del agua con un enfoque de integralidad que responda no solo a las coyunturas, sino a los escenarios de vulnerabilidad a mediano y largo plazo. También hablaron de garantizar la participación eficaz de todos los actores, especialmente de las comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas y locales, en la toma de decisiones, y la urgencia de movilizar recursos financieros de fácil acceso para proyectos de conservación.
De acuerdo con Claudia Álvarez, directora ambiental de ISAGEN, “en los encuentros regionales fue evidente la importancia de contar con información adecuada y planear el desarrollo económico de las regiones y los centros urbanos, pensando en su capacidad de abastecimiento hídrico y energético, con el fin de evitar coyunturas de escasez”.
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Fueron temas que se alinearon con los resultados de la COP16, un evento determinante para Colombia y el mundo para posicionar el rol de la naturaleza en un contexto de crisis climática, tanto en las decisiones adoptadas por los países parte del Convenio de Diversidad Biológica (CBD), como en los anuncios e iniciativas llevadas a cabo por múltiples actores.
Uno de los grandes logros fue la creación del órgano subsidiario 8J, una decisión trascendental para garantizar una participación plena y efectiva de los pueblos indígenas y las comunidades locales en el trabajo realizado dentro del CBD. También se reconoció el rol de los afrodescendientes como actores clave para la conservación de la biodiversidad.
“Este es un paso histórico para avanzar en nuevos esquemas de gobernanza, en donde se asegure una interlocución diferente entre los gobiernos nacionales y subnacionales con las autoridades indígenas y comunitarias en la toma de decisiones sobre gestión ambiental en los territorios”, comentó Sandra Valenzuela, directora de WWF Colombia.
Como bien cuestionó Camilo Niño, secretario técnico de la Comisión Nacional de Territorios Indígenas, “¿por qué aún no llegamos a entender que el agua es un bien colectivo y no sólo un servicio? El agua no es algo ajeno al territorio, para nosotros es algo integral, por ello creemos que para lograr las metas que nos hemos planteado como humanidad, debemos hablar de la protección de la integridad territorial, integridad de todos los elementos que componen esos sistemas: como sistemas de vida´´.
Para dimensionar la importancia de los Territorios y Resguardos Indígenas en la conservación de la biodiversidad en Colombia, basta con observar algunas cifras producidas por el Observatorio de Derechos Territoriales de los Pueblos Indígenas de la CNTI: el 50% de los bosques del país se encuentra en Resguardos Indígenas, al igual que el 11,13% de la extensión de los páramos. Además, el 9,22% de las Áreas Protegidas del país y el 17,1% de los Parques Nacionales Naturales coinciden con territorios indígenas.
De las cinco Reservas de la Biosfera en Colombia, tres de ellas (El Tuparro, Cinturón Andino y Sierra Nevada de Santa Marta) incluyen Resguardos Indígenas. Por último, de los 12 humedales de importancia internacional reconocidos bajo la Convención RAMSAR, cinco se traslapan con Resguardos Indígenas, representando el 12% de la extensión total de estos ecosistemas en el país. Cifras que evidencian la importancia de la protección territorial y de la participación de los Pueblos Indígenas en la toma decisiones en todos los niveles
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La naturaleza, esencial dentro de las agendas de acción de cualquier sector
Incorporar la biodiversidad, el agua y los servicios ecosistémicos de los territorios en las agendas de acción de los distintos sectores productivos del país fue otro de los principales éxitos de la COP16.
La palabra “financiamiento” fue la gran protagonista. ¿Cómo financiar los proyectos de naturaleza que aporten a las metas de reducción de la pérdida de biodiversidad, disminuyan la contaminación y ayuden a reducir la emisión de gases de efecto invernadero?
La respuesta podría encontrarse en las reflexiones sobre el nivel de ambición que se tenga para transformar realmente los modelos de desarrollo. La naturaleza está jugando un papel cada vez más relevante, especialmente en las agendas de biodiversidad y clima.
El sector empresarial viene entendiendo cuáles son los impactos, riesgos, dependencias y oportunidades de sus procesos en torno a los asuntos de la naturaleza como la biodiversidad, el agua, el suelo, entre otros. Por ese motivo, la ANDI lanzara la ruta Biodiversidad + Empresa para ayudar a las compañías en el proceso de repensar su relación con los recursos naturales.
“Este instrumento está listo para ponerlo al servicio de las empresas y del gobierno nacional para apalancar la puesta en marcha del Plan Nacional de Biodiversidad”, comentó Dora Moncada, directora del Centro Nacional del Agua y la Biodiversidad de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) durante el primer panel de la jornada.
¿Y el sistema financiero qué rol juega en la conservación?
Otro de los temas abordados fue el papel del sistema financiero en la movilización de recursos a la biodiversidad. Daniel Lacoutere, director de Sostenibilidad de Asobancaria, destacó que integrar las agendas clima y de naturaleza puede ayudar a movilizar mucho más rápido los recursos.
Según explicó, una de las principales barreras de movilización de recursos para proyectos de naturaleza está en el proceso de identificar el cumplimento de los objetivos, por ejemplo, si se restauró un ecosistema o si se descontaminó un río, así como lograr los cierres financieros.
El camino para avanzar en la financiación de proyectos de naturaleza de manera más rápida es la integración de las agendas. Como bien explicó, el financiamiento combinado es otra alternativa que permite distribuir los riesgos entre distintos sectores de la sociedad; el crédito directo no es la única solución, sino parte de ella.
Con estas necesidades en la mira, Asobancaria lanzará el Sistema Nacional de Biodiversidad y Adaptación (SINBA), que busca determinar la forma en que se deben movilizar los recursos y entender qué se está financiando en proyectos de naturaleza y gestionar los riesgos. También destacó el involucramiento de las comunidades locales, indígenas, afrodescendientes y campesinos porque, justamente, son estas comunidades las que habitan las zonas más biodiversas.
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Los retos para garantizar la seguridad hídrica del país a la luz de la crisis en Bogotá
Desde que arrancó el 2024, los colombianos han visto distintas manifestaciones del cambio climático. En enero, la sequía causada por el fenómeno del Niño generó y facilitó la propagación de incendios que afectaron la biodiversidad y la calidad del aire de varias ciudades, incluyendo la capital. Dos meses después, en la segunda semana de abril, la Alcaldía de Bogotá comenzó a implementar cortes de agua en la ciudad, porque el volumen total del sistema de embalses que la abastecen era de 45,17%, según cifras del acueducto del distrito.
“Este ha sido el año más seco desde 1995, con el agravante de que, a diferencia de 1994, que fue un año con bastantes afluencias al sistema, 2023 fue un año seco”, explicó el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, en su intervención en el encuentro.
En junio, la Alcaldía flexibilizó las medidas del racionamiento, no porque se hubieran cumplido las expectativas de lluvia (para esa época se esperaba la llegada del fenómeno de La Niña), sino porque habían logrado aumentar la capacidad de agua proveniente del sistema de Tibitoc, y ello permitía bajarle la presión al de Chingaza, que proveía el 70% del agua consumida en la ciudad. Según el alcalde, hoy el sistema de Tibitoc trae el 50% del agua de Bogotá.
En la primera mitad de noviembre, los esperados aguaceros llegaron con tal fuerza que el país y la capital comenzaron a sufrir inundaciones. “Estamos viendo la otra cara de la moneda del cambio climático, que son las inundaciones en la cuenca alta del río Bogotá”, dijo Natalia Acero, líder de agua de TNC Colombia.
Por ese motivo, durante el panel sobre la crisis hídrica de Bogotá se enfatizó en la importancia de proteger la naturaleza para mitigar y adaptarnos a fenómenos naturales en todo el país par no llegar a situaciones como las que ha vivido Bogotá a lo largo de 2024.
“Estos desequilibrios también se generan por la forma como estamos manejando nuestros ecosistemas. No los estamos viendo de manera integral, y ello rompe la armonía natural. Por ejemplo, los páramos no pueden ser fábricas de agua si no cuidamos su vegetación”, explicó Marta Cecilia Díaz, subdirectora de Gestión y Manejo de Áreas Protegidas de Parques Nacionales Naturales.
“Hemos tendido a gestionar nuestros sistemas de abastecimiento de agua y de energía con infraestructura gris. Hacemos embalses, canalizamos ríos para evitar que se desborden, pero nos falta, no solo desde lo conceptual, sino también desde lo estructural y financiero, vincular a la naturaleza como parte del sistema de abastecimiento de agua”, añadió Acero.
Bogotá ya ha venido incluyendo la protección y restauración de la naturaleza como parte del plan para garantizar el abastecimiento de agua de la ciudad. Según explicó Natasha Avendaño, gerente de la Empresa de Acueducto de Bogotá, esta última lleva más de 70 años comprando predios en zonas estratégicas para la protección de los ecosistemas asociados a la producción de agua, principalmente en el páramo de Chingaza y el de Sumapaz. “Esas inversiones en infraestructura verde no solo nos van a permitir ser resilientes, sino también mejorar la calidad del agua”, dijo Avendaño.
Durante el panel también se profundizó en los desafíos de abordar este tipo de crisis por la manera como se ha organizado el territorio y la cantidad de actores involucrados. “No estamos hablando solo del alcalde de Bogotá, sino también de los de los distintos municipios que componen la región”, dijo Yesid González, director de ASOCARS (Asociación de Corporaciones Autónomas Regionales). Cada municipio del país tiene características e intereses distintos, que, como señaló Fabián Mauricio Caicedo, director de la Gestión Integral del Recurso de la Secretaría de Ambiente, pueden llevar a una desarticulación a la hora de abordar los desafíos de la crisis climática. “Cada uno está cumpliendo su propósito loable, pero en últimas se pueden estar perdiendo esfuerzos técnicos y financieros”, dijo. Por ello, ambos resaltaron la importancia del trabajo articulado, tal como lo evidenciaron los encuentros por el agua realizados durante el 2024 en Antioquia, Santander, Caldas, Meta, Amazonas y Bogotá.
“Como sociedad, ya hay conciencia de que tenemos un reto grande que enfrentar, y estamos reaccionando desde el Estado, las empresas, los gremios, las comunidades, la academia”, afirmó David Millán, asesor del viceministro de Vivienda. Añadió que las medidas tomadas para abordar estas crisis debían tener en cuenta su implementación en cada territorio del país, y en los respectivos planes de desarrollo.
El plan para garantizar la seguridad hídrica de Bogotá
Además del racionamiento y de diversificar las fuentes de abastecimiento de agua de la ciudad con el sistema de Tibitoc, el alcalde de Bogotá explicó otras de las medidas que están tomando para garantizar la seguridad hídrica de la ciudad hoy y hacia el futuro. Por ejemplo, las 60.000 viviendas de interés social que se construyan en los próximos cuatro años tendrán un sistema de optimización de agua lluvia y aguas grises. Además, la línea 1 del metro, actualmente en construcción, tendrá la capacidad de almacenar 2.165m3 de agua lluvia.
También están impulsando la puesta en marcha de la PTAR Canoas, que busca resolver el manejo de aguas residuales de la ciudad. “Es el proyecto ambiental más importante de Colombia y Latinoamérica”, señaló el alcalde. Esta recibirá aguas residuales de las cuencas de Fucha, Tunjuelo, Tintal, y el casco urbano del municipio de Soacha, lo que representa el 70% de las aguas residuales de Bogotá. Ello no solo tendrá impacto en la cuenca del río Bogotá, sino también en la del Magdalena.
Adicionalmente, se ha venido trabajando en la estructuración de un proyecto a largo plazo del Fondo Verde del Clima (un mecanismo financiero creado en la COP16 de cambio climático para apoyar los esfuerzos de los países en desarrollo para responder a los desafíos de la crisis ambiental), que será clave para garantizar la seguridad hídrica de la ciudad. “Vamos a aumentar la captación del río Bogotá, y ello implica hacer una inversión para restaurar y conservar toda la cuenca”, explicó el alcalde. El proyecto, que tendrá una inversión de $92 millones de dólares, propone acciones de restauración y conservación en 172.499 hectáreas en áreas altamente vulnerables al cambio climático.
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