Colombia, un país anfibio que tiene sus especies de agua dulce en peligro
En todo el planeta, las poblaciones de agua dulce monitoreadas desde 1970 han disminuido en un promedio del 83% hasta 2018. Para Colombia, país tan rico en estas especies, esta situación representa una amenaza preocupante para la integridad de los ecosistemas acuáticos continentales. ¿A qué se debe esto?
Gran parte de la pérdida de biodiversidad que se ha registrado en el mundo muestra cómo los ecosistemas de agua dulce y las especies que habitan en ellos están entre los más afectados, según el más reciente Informe Planeta Vivo 2022 de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza). Esta situación es particularmente notable en América Latina y el Caribe, especialmente porque allí se encuentran los países amazónicos que conforman la gran cuenca del río Amazonas, en donde se encuentra la mayor diversidad de peces de agua dulce.
Allí hay peces que cumplen múltiples funciones ecológicas. Desde los que se alimentan de microorganismos hasta los depredadores que comen otros peces. Hay carroñeros que ayudan a descomponer la materia orgánica en los sistemas de agua dulce. En el caso de Suramérica, hay peces frugívoros que dispersan semillas. En el Amazonas y en el Orinoco, por ejemplo, hay especies que se alimentan de frutos tanto en época de aguas bajas, pero principalmente en épocas de aguas altas, cuando el nivel de los ríos sube.
Dado que tienen diferentes funciones en estos ecosistemas, si sus poblaciones disminuyen, estas funciones ecológicas se verán afectadas. Esto quiere decir que, tendremos menos depredadores, menos dispersores de semillas, menos descomponedores, menos controladores tanto de insectos como de otras poblaciones.
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“La mayor parte de las poblaciones examinadas que han disminuido, relacionadas con agua dulce, son especies de peces migratorios. Aunque eso está referido para todo el mundo en el Informe, es de presumir que la mayor parte corresponden a peces migratorios de América del Sur, porque muchos de los peces que hay allí son migratorios, y en este caso el Índice Planeta Vivo muestra una disminución promedio de 76%, desde 1970 de estos peces”, explica Luis Germán Naranjo, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia.
De acuerdo con Mauricio Valderrama, director de la Fundación Humedales, esta situación que enfrentan los peces migratorios presentes en Colombia como el bocachico y el bagre no es nueva. “En 2013 el Ministerio de Ambiente y WWF nos advertían que el 30% de esos peces estaban amenazados. Tanto ellos como las cuencas ejercen un papel importantísimo. Por ejemplo, en el Magdalena los peces migratorios son los que soportan más del 70% de la producción pesquera, y a su vez la seguridad alimentaria para cientos de personas. Estos peces son muy vulnerables porque tienen que tener una conexión entre ríos y planicies para su desarrollo vital”, explica.
Para el director, una de las fallas en el país en temas de conservación de estas especies es la manera fragmentada como se conciben las cuencas hidrográficas. “Una de las cosas claves que tenemos que hacer es tener un sistema de manejo integral de cuencas, porque nosotros no hacemos nada si cuidamos una especie migratoria solo en una ciénaga y no en las demás. En muchos casos, las decisiones de manejo se toman en algunas regiones y las otras no las conocen o por lo menos no están articuladas”, agrega Valderrama.
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Además de las especies migratorias, hay otros casos de ecosistemas de agua dulce que se encuentran en estado crítico en Colombia, como lo son los humedales. Esta situación es más marcada en algunas regiones como el bajo Cauca, en la región de la Mojana, afectada en los últimos años por las constantes inundaciones. En parte, las cuencas hidrográficas tanto de la región Caribe, como de la Andina, han sufrido graves alteraciones porque la mayor parte de la población colombiana se concentra en esos lugares.
Son varios los aspectos que están poniendo en riesgo a los ecosistemas de agua dulce y los peces que los habitan, entre ellos, Naranjo destaca la contaminación acuática, especialmente por las aguas residuales que se vierten a los cuerpos hídricos; el uso de mercurio en la minería legal o ilegal, sobre todo en la segunda, que no solo afecta a los peces, sino a los humanos que los consumen. También destaca un elemento importante: la sobreexplotación o sobrepesca, que además es la segunda causa más importante en la pérdida de biodiversidad en general.
“Esta sobrepesca afecta a las poblaciones, especialmente cuando tiene lugar durante las épocas de desove de los peces, es decir, cuando las hembras ponen los huevos. Esto frena su reproducción y finalmente repercute en el tamaño de las poblaciones”, agrega Luis Germán.
Otro elemento preocupante es la situación de los delfines de río. Colombia está en un punto intermedio respecto a la cantidad de estos animales, ya que, en comparación con Brasil, en un recorrido de 500 km, en ocho días, en ese país se pueden contar 2.700 delfines, mientras que en Ecuador se pueden ver 30; por su parte ,en Colombia se aprecian alrededor de 200, según explica Fernando Trujillo, director de Fundación Omacha.
Sin embargo, en los últimos cuatro años la categoría de los delfines de río en Colombia pasó de “datos deficientes”, porque no sabían el estado en el que se encontraban, a “en peligro”. Una de las situaciones que está generando esta situación son las altas concentraciones de mercurio que han encontrado en sus cuerpos. “Los delfines que estamos monitoreando en el Orinoco son los que tienen concentraciones más altas de mercurio en toda Sudamérica. La Organización Mundial de la Salud dice que lo máximo que puede un organismo vivo puede tener es un miligramo de mercurio por kilogramo, ya después de eso, se considera que está en problemas. Hemos encontrado delfines con 43 miligramos por kilogramo”, sostiene Trujillo.
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Es por esto que los gobiernos de Colombia, Brasil, Ecuador y Perú se comprometieron a hacer un plan de conservación para los delfines de río que les ha permitido adelantar acciones en pro de las especies. “Los delfines nos sirven de alguna manera de indicadores de la salud de los ríos. No podemos tener delfines en ríos enfermos, sin pescado, contaminados. Por eso necesitamos recuperar la salud de estos cuerpos hídricos, para que haya peces, delfines, manatíes, porque si no estos animales van a desaparecer, esa es la tendencia que vemos en los últimos años”, explica el director de la Fundación Omacha.
Estas acciones se deberían replicar, desde el punto de vista de Mauricio Valderrama, ya que “muchas especies son transfronterizas, como en el Amazonas, donde hay algunas que recorren miles de kilómetros, por lo que debemos tener relaciones con varios países”.
Más allá de generar políticas a nivel interno y entre los diferentes países que conforman los ecosistemas, hay que generar conciencia en las sociedades sobre la importancia de los ríos y humedales. “Muchas ciudades del país están atravesadas por ríos o tienen humedales dentro de las ciudades o cerca, pero para la mayoría de personas los humedales y los ríos o son un basurero o son un estorbo; consideran a estos ecosistemas como algo muy ajeno a su cotidianidad y a su calidad de vida”, indica el director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia.
Ayer comenzó en Canadá la conferencia intergubernamental más importante sobre biodiversidad, más conocida como COP15 y se espera que, tras dos años de retraso debido a la pandemia, los gobiernos de los 196 países que hacen parte del Convenio de Diversidad Biológica definan metas lo suficientemente ambiciosas para detener y revertir la pérdida de naturaleza de aquí a 2030. Organizaciones como WWF abogarán para que, dentro del Marco Global para la Biodiversidad post-2020, la hoja de ruta que trazará esa metas y su implementación, los ecosistemas de agua dulce y sus poblaciones, dada la grave situación que enfrentan, estén representados en dos metas específicas: alcanzar 350 millones de hectáreas de ecosistemas de agua dulce y 300.000 kilómetros de ríos en proceso de restauración para 2030, garantizando la conectividad y el flujo de los ríos que a su vez, sostienen procesos ecológicos fundamentales para la vida en el planeta.
Gran parte de la pérdida de biodiversidad que se ha registrado en el mundo muestra cómo los ecosistemas de agua dulce y las especies que habitan en ellos están entre los más afectados, según el más reciente Informe Planeta Vivo 2022 de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza). Esta situación es particularmente notable en América Latina y el Caribe, especialmente porque allí se encuentran los países amazónicos que conforman la gran cuenca del río Amazonas, en donde se encuentra la mayor diversidad de peces de agua dulce.
Allí hay peces que cumplen múltiples funciones ecológicas. Desde los que se alimentan de microorganismos hasta los depredadores que comen otros peces. Hay carroñeros que ayudan a descomponer la materia orgánica en los sistemas de agua dulce. En el caso de Suramérica, hay peces frugívoros que dispersan semillas. En el Amazonas y en el Orinoco, por ejemplo, hay especies que se alimentan de frutos tanto en época de aguas bajas, pero principalmente en épocas de aguas altas, cuando el nivel de los ríos sube.
Dado que tienen diferentes funciones en estos ecosistemas, si sus poblaciones disminuyen, estas funciones ecológicas se verán afectadas. Esto quiere decir que, tendremos menos depredadores, menos dispersores de semillas, menos descomponedores, menos controladores tanto de insectos como de otras poblaciones.
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“La mayor parte de las poblaciones examinadas que han disminuido, relacionadas con agua dulce, son especies de peces migratorios. Aunque eso está referido para todo el mundo en el Informe, es de presumir que la mayor parte corresponden a peces migratorios de América del Sur, porque muchos de los peces que hay allí son migratorios, y en este caso el Índice Planeta Vivo muestra una disminución promedio de 76%, desde 1970 de estos peces”, explica Luis Germán Naranjo, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia.
De acuerdo con Mauricio Valderrama, director de la Fundación Humedales, esta situación que enfrentan los peces migratorios presentes en Colombia como el bocachico y el bagre no es nueva. “En 2013 el Ministerio de Ambiente y WWF nos advertían que el 30% de esos peces estaban amenazados. Tanto ellos como las cuencas ejercen un papel importantísimo. Por ejemplo, en el Magdalena los peces migratorios son los que soportan más del 70% de la producción pesquera, y a su vez la seguridad alimentaria para cientos de personas. Estos peces son muy vulnerables porque tienen que tener una conexión entre ríos y planicies para su desarrollo vital”, explica.
Para el director, una de las fallas en el país en temas de conservación de estas especies es la manera fragmentada como se conciben las cuencas hidrográficas. “Una de las cosas claves que tenemos que hacer es tener un sistema de manejo integral de cuencas, porque nosotros no hacemos nada si cuidamos una especie migratoria solo en una ciénaga y no en las demás. En muchos casos, las decisiones de manejo se toman en algunas regiones y las otras no las conocen o por lo menos no están articuladas”, agrega Valderrama.
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Además de las especies migratorias, hay otros casos de ecosistemas de agua dulce que se encuentran en estado crítico en Colombia, como lo son los humedales. Esta situación es más marcada en algunas regiones como el bajo Cauca, en la región de la Mojana, afectada en los últimos años por las constantes inundaciones. En parte, las cuencas hidrográficas tanto de la región Caribe, como de la Andina, han sufrido graves alteraciones porque la mayor parte de la población colombiana se concentra en esos lugares.
Son varios los aspectos que están poniendo en riesgo a los ecosistemas de agua dulce y los peces que los habitan, entre ellos, Naranjo destaca la contaminación acuática, especialmente por las aguas residuales que se vierten a los cuerpos hídricos; el uso de mercurio en la minería legal o ilegal, sobre todo en la segunda, que no solo afecta a los peces, sino a los humanos que los consumen. También destaca un elemento importante: la sobreexplotación o sobrepesca, que además es la segunda causa más importante en la pérdida de biodiversidad en general.
“Esta sobrepesca afecta a las poblaciones, especialmente cuando tiene lugar durante las épocas de desove de los peces, es decir, cuando las hembras ponen los huevos. Esto frena su reproducción y finalmente repercute en el tamaño de las poblaciones”, agrega Luis Germán.
Otro elemento preocupante es la situación de los delfines de río. Colombia está en un punto intermedio respecto a la cantidad de estos animales, ya que, en comparación con Brasil, en un recorrido de 500 km, en ocho días, en ese país se pueden contar 2.700 delfines, mientras que en Ecuador se pueden ver 30; por su parte ,en Colombia se aprecian alrededor de 200, según explica Fernando Trujillo, director de Fundación Omacha.
Sin embargo, en los últimos cuatro años la categoría de los delfines de río en Colombia pasó de “datos deficientes”, porque no sabían el estado en el que se encontraban, a “en peligro”. Una de las situaciones que está generando esta situación son las altas concentraciones de mercurio que han encontrado en sus cuerpos. “Los delfines que estamos monitoreando en el Orinoco son los que tienen concentraciones más altas de mercurio en toda Sudamérica. La Organización Mundial de la Salud dice que lo máximo que puede un organismo vivo puede tener es un miligramo de mercurio por kilogramo, ya después de eso, se considera que está en problemas. Hemos encontrado delfines con 43 miligramos por kilogramo”, sostiene Trujillo.
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Es por esto que los gobiernos de Colombia, Brasil, Ecuador y Perú se comprometieron a hacer un plan de conservación para los delfines de río que les ha permitido adelantar acciones en pro de las especies. “Los delfines nos sirven de alguna manera de indicadores de la salud de los ríos. No podemos tener delfines en ríos enfermos, sin pescado, contaminados. Por eso necesitamos recuperar la salud de estos cuerpos hídricos, para que haya peces, delfines, manatíes, porque si no estos animales van a desaparecer, esa es la tendencia que vemos en los últimos años”, explica el director de la Fundación Omacha.
Estas acciones se deberían replicar, desde el punto de vista de Mauricio Valderrama, ya que “muchas especies son transfronterizas, como en el Amazonas, donde hay algunas que recorren miles de kilómetros, por lo que debemos tener relaciones con varios países”.
Más allá de generar políticas a nivel interno y entre los diferentes países que conforman los ecosistemas, hay que generar conciencia en las sociedades sobre la importancia de los ríos y humedales. “Muchas ciudades del país están atravesadas por ríos o tienen humedales dentro de las ciudades o cerca, pero para la mayoría de personas los humedales y los ríos o son un basurero o son un estorbo; consideran a estos ecosistemas como algo muy ajeno a su cotidianidad y a su calidad de vida”, indica el director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia.
Ayer comenzó en Canadá la conferencia intergubernamental más importante sobre biodiversidad, más conocida como COP15 y se espera que, tras dos años de retraso debido a la pandemia, los gobiernos de los 196 países que hacen parte del Convenio de Diversidad Biológica definan metas lo suficientemente ambiciosas para detener y revertir la pérdida de naturaleza de aquí a 2030. Organizaciones como WWF abogarán para que, dentro del Marco Global para la Biodiversidad post-2020, la hoja de ruta que trazará esa metas y su implementación, los ecosistemas de agua dulce y sus poblaciones, dada la grave situación que enfrentan, estén representados en dos metas específicas: alcanzar 350 millones de hectáreas de ecosistemas de agua dulce y 300.000 kilómetros de ríos en proceso de restauración para 2030, garantizando la conectividad y el flujo de los ríos que a su vez, sostienen procesos ecológicos fundamentales para la vida en el planeta.