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“Las comunidades son la clave para frenar la deforestación”, embajador de la Unión Europea

Esta semana se lanzó un nuevo programa de la Unión Europea en Colombia para enfrentar la deforestación en el país. El objetivo es lograr que las cifras pérdidas de bosques sigan bajando en los próximos años y trabajar con las comunidades para lograr usos sostenibles del bosque en los territorios.

11 de julio de 2024 - 11:01 a. m.
Gilles Bertrand, embajador Unión Europea en Colombia.
Gilles Bertrand, embajador Unión Europea en Colombia.
Foto: Óscar Pérez

Hace algunos días, el Ministerio de Ambiente reveló que la deforestación en Colombia en 2023 fue, según datos oficiales, la más baja en los últimos 23 años. Se trata de un respiro frente al panorama que ha significado la pérdida de bosques en el planeta, así como para la biodiversidad que albergan estos ecosistemas.

Según la ministra Susana Muhamad, los principales factores que contribuyeron a esta disminución histórica fue el trabajo con las comunidades para llegar a usos más sostenibles del bosque y los avances en los acuerdos de paz que avanzan el país, en particular con el Estado Mayor Central, una de las disidencias de las Farc, que se ha comprometido, en la mesa de negociación, a disminuir esta problemática ambiental en los territorios en los que tiene presencia.

Aun así, estas cifras esperanzadoras vienen con una alerta, pues un informe reciente del Ministerio de Ambiente reveló que la deforestación, en este primer semestre de 2024, aumentó en un 40 % en relación con el año pasado.

Con el objetivo de apoyar estos procesos, y hacerlos más sostenibles, la Unión Europea (UE) y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible anunciaron nuevos recursos para la lucha contra la deforestación y el cambio climático por cerca de 47.000 millones de pesos (10.5 millones de euros).

Para Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, el enfoque de este programa es trabajar con las comunidades para consolidar economías forestales sostenibles, así como profundizar el largo camino de cooperación que hay entre el gobierno colombiano y los estados europeos bajo la clave de la interdependencia climática.

“El clima europeo también depende de la preservación de los bosques de América del Sur. Compartimos con Colombia la ambición de detener la pérdida de biodiversidad y llegar a la carbono-neutralidad en 2050, y únicamente lo lograremos con alianzas cada vez más estrechas entre países afines”, explica Bertrand.

Durante los próximos tres años, el programa fomentará el desarrollo de economías basadas en el uso sostenible de los bosques, con el objetivo de generar oportunidades económicas para las personas y comunidades que dependen de ellos. Se dará prioridad a grupos étnicos, mujeres y jóvenes.

En diálogo con El Espectador, Bertrand habla sobre las acciones que se vienen para enfrentar la deforestación en el país, la apuesta por trabajar con las comunidades, el rol de la paz en las problemáticas ambientales y lo que viene en términos de cooperación internacional para la protección de la biodiversidad en el planeta.

Hace poco el Ministerio de Ambiente reveló cifras alentadoras de la deforestación en Colombia, con las cifras, el año pasado, que son las más bajas del milenio. Este programa llega a reforzar esa estrategia, ¿cómo lo hará?

Lo primero es que debemos celebrar esta cifra de conservación. Haber podido conservar más bosques, especialmente en la selva amazónica de Colombia, es una muy buena noticia y muy alentadora. Nuestra idea, ahora, es cómo hacer para que esta cifra excelente de 2023 sea sostenible. Sabemos que estos avances se han logrado gracias al compromiso del Ministerio de Ambiente y el trabajo con comunidades rurales, además del proceso de paz y las negociaciones con el Estado Mayor Central.

Es fundamental fortalecer economías legales y sostenibles que valoren el bosque y la naturaleza. Hay mucho que se puede hacer dando valor al bosque, eliminando las lógicas económicas perversas que llevan a la deforestación. Estas últimas pueden ser limitadas, especialmente cuando se trata de especular con tierras deforestadas. Además, debemos apoyar la restauración y recuperación de lo que ya se ha perdido. También es importante fortalecer la implementación de la Ley de Delitos Ambientales para perseguir a los grandes deforestadores y acabar con la impunidad, también en este ámbito.

¿En qué partes del país tendrá impacto el programa?

Si bien estamos todos enfocados, con toda la razón, en la Amazonia, hay otras zonas que están en riesgo de deforestación y que el programa está mirando, ligadas a núcleos activos de deforestación. Algunos de esos son la Serranía de San Lucas en el Magdalena Medio y las selvas del Chocó o de Nariño, que también son ecosistemas fundamentales para salvar el ecosistema andino amazónico, y los ciclos del agua en la región.

¿Cómo se hará la inversión y cómo se fortalecerán las instituciones?

El proyecto es un apoyo directo al Presupuesto General de la Nación, basado en el cumplimiento de varios indicadores. El proyecto total es de 10,5 millones de euros, de los cuales el 85% se destina al Ministerio de Medio Ambiente y otras entidades del Estado. El 15% restante va a fortalecer las instituciones indispensables para la lucha contra la deforestación, como el IDEAM y la Unidad de Inteligencia y Análisis Financiero –UIAF– del MinHacienda, proporcionando insumos metodológicos, buenas prácticas y herramientas tecnológicas de ultima generación.

¿Qué elemento innovador aporta este programa en el contexto de la cooperación internacional?

La innovación principal es demostrar cómo trabajar de la mano con las comunidades puede lograr resultados sociales y ambientales. Ejemplos hay muchos: el Manejo Forestal Sostenible Comunitario, el Pago por Servicios Ambientales y la ganadería sostenible. En esto hay una continuidad con acciones de la Unión Europea y del Fondo Europeo para la Paz que llevan muchos años, en particular en el arco amazónico. Allí hemos apoyado una ganadería que mejora el uso del suelo incorporando árboles en el sistema productivo, libera tierras para dedicarlas a reservas naturales de la sociedad civil, evita que se tumben nuevas áreas de bosques, y mejora los ingresos y la calidad de vida de los campesinos. Este enfoque, donde todos ganan, es un mensaje poderoso de que se puede conservar y restaurar los ecosistemas trabajando con la gente.

Precisamente uno de los centros del programa es el trabajo con las comunidades, ¿por qué apostarle a este enfoque y cómo hará más sostenible la lucha contra la deforestación?

Es importante resaltar que Colombia ha tenido una continuidad en la política ambiental, es decir, un consenso político y social que no es tan robusto en otros países, a favor de la preservación del medio ambiente. Nosotros llevamos años trabajando con el Estado colombiano en estos temas, y la lección más importante es que se conserva con la gente, con aquellos que viven en los territorios. Las comunidades, cuando se dan cuenta y son acompañadas con propuestas de economías sostenibles, de la mano con el gobierno y la comunidad internacional, prefieren conservar que destruir.

Esto lo hemos visto con la capacidad y la voluntad que tienen las comunidades aledañas a parques nacionales, zonas protegidas o en la frontera agrícola para proteger estos espacios, y detener la deforestación. Es el factor clave para detener estos problemas ambientales.

La relación entre la deforestación y la presencia de grupos armados es determinante. ¿Cómo se van a impulsar los procesos de paz en el marco de este programa?

La paz y el medio ambiente se juegan en los mismos territorios. En las conversaciones de paz con el EMC, hemos visto una voluntad de detener la deforestación. Es crucial que este compromiso se mantenga y se reafirme. Además, es fundamental convencer a las comunidades y ofrecerles otras economías y fuentes de ingresos legales.

Todo esto es muy simbólico porque la paz y el medio ambiente son las dos grandes apuestas de la cooperación de la UE en Colombia. Estos desafíos se logran trabajando en los mismos territorios y con las comunidades, y mejorando la presencia del Estado en los territorios con oferta institucional y presencia permanentes.

El programa también incluye acciones de restauración ¿cómo se va a concretar a través del programa?

La preservación de los bosques primarios es ideal, pero la restauración es crítica cuando estos han sido degradados. Lo que se va a hacer es apoyar el Plan Nacional de Restauración 2023-2026 y los núcleos forestales, para aumentar el número de hectáreas restauradas que ha venido desarrollando el Ministerio de Ambiente. La lógica de los apoyos presupuestarios es lograr más de lo que el gobierno podría sin este aporte adicional.

Este año tenemos la cumbre de biodiversidad en el país. ¿Qué aprendizajes ha dejado la cooperación internacional enfocada en la biodiversidad y qué retos persisten?

Sin dudas es un tema que debe estar en la mesa de la COP este año, y en el cual hemos avanzado. En el tema de flujos de financiamientos globales, de nuevas finanzas, hemos trabajado mucho todo el tema de los bonos verdes y de los bonos de carbono, algunos de los cuales ya existen en el país. Obviamente, para nosotros es importante asegurar que los beneficios lleguen a las comunidades de manera justa y equitativa.

Acá no es solamente definir de dónde van a venir los fondos, pero cómo estos se van a utilizar y cómo se va a garantizar su uso a lo largo del tiempo. Esto no es tan problemático en el caso de Colombia, por la visión compartida que tenemos en términos de medio ambiente y lucha contra el cambio climático. Hay un alto nivel de convergencia que nos permite una alianza fuerte en estos temas.

También hemos trabajado en programas como Amazonía+, enfocados en la protección de comunidades indígenas y la preservación de la Amazonía. Una de las claves es facilitar el intercambio de conocimientos entre la ciencia y las sabidurías ancestrales, cómo dos maneras igual de válidas de abordar el territorio y sus problemas. Con esto podemos desarrollar conocimientos locales para el manejo sostenible de los territorios, así como mejorar la calidad de vida de las comunidades, a través de sistemas agrícolas o del uso sostenible de la biodiversidad.

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