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Crean índice para medir la conectividad de las áreas protegidas del mundo

Un nuevo estudio, liderado por WWF y las universidades de Columbia Británica y Colorado (Estados Unidos), trazó los movimientos de especies de mamíferos medianos y grandes entre áreas protegidas para saber qué tan conectadas están a nivel mundial. Los resultados, dicen los investigadores, servirán como herramienta para saber los lugares prioritarios para conservar y mantener una buena conectividad para los animales. Investigación publicada en Science.

María Camila Bonilla
22 de junio de 2022 - 08:00 p. m.
Usualmente, los animales se tienen que desplazar para adquirir recursos necesarios para su supervivencia, como comida, agua o un refugio.
Usualmente, los animales se tienen que desplazar para adquirir recursos necesarios para su supervivencia, como comida, agua o un refugio.
Foto: Pablo Mejía WWF Colombia
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En Colombia es común escuchar sobre la importancia de proteger lugares como los Parques Nacionales Naturales o las Reservas Naturales. Estos lugares, conocidos como áreas protegidas, son “un espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y gestionado, mediante medios legales u otros tipos de medios eficaces para conseguir la conservación a largo plazo de la naturaleza y de sus servicios ecosistémicos y sus valores culturales asociados”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Por esto, es una de las herramientas de las que más se habla para enfrentar la grave crisis de pérdida de biodiversidad que enfrentamos.

De hecho, recientemente, una iniciativa llamada 30x30, que busca que el 30% de las áreas terrestres y marítimas del mundo sean áreas protegidas para el 2030, ha ganado popularidad entre varios países, incluido Colombia. Esta propuesta fue lanzada globalmente por la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas en 2020 y, para octubre de 2021, más de 70 países ya eran parte de la iniciativa. (También puede leer: Poca biodiversidad, el negativo legado que dejó el cambio de uso del suelo)

Pero, a pesar de la importancia de las áreas protegidas, algunos estudios como Area-based conservation in the twenty-first century (La conservación por zonas en el siglo XXI ), publicado en la revista Nature, señalan que estos espacios han sido insuficientes para desacelerar la pérdida de biodiversidad. En parte, esto sucede porque las áreas protegidas pueden estar aisladas, lo que interrumpe procesos ecológicos y afecta a distintas especies de animales que requieren grandes extensiones de tierra para vivir.

Una nueva investigación realizada por científicos de WWF y las universidades de Columbia Británica y Colorado apuntó a llenar este vacío, al trazar los movimientos de mamíferos entre las áreas protegidas del planeta y presentar un índice para medir la conectividad entre cada una de estas áreas. Los investigadores detrás de este estudio, publicado en la revista Science, esperan que el índice sirva como herramienta para priorizar la conservación de las áreas protegidas teniendo en cuenta su grado de conectividad con otras.

Más que aumentar las áreas protegidas, hay que reducir la intervención humana

Uno de los hallazgos principales de esta publicación es que, para mejorar la conectividad entre áreas protegidas, es más efectivo reducir la actividad humana en estos espacios que aumentar la cantidad de áreas protegidas. La combinación de estas dos medidas, sin embargo, es la meta a la que hay que apuntarle.

Robin Naidoo, científico canadiense de conservación de WWF y uno de los coautores del nuevo estudio, explica que su interés por este tema surgió a partir de las investigaciones que ha realizado durante los últimos 10 años sobre el movimiento de elefantes, búfalos y cebras en el sur de África. El trabajo que ha desarrollado en esta misma zona lo ayudó a elaborar una de las ideas centrales del nuevo trabajo: una sola área protegida no es suficiente para satisfacer las necesidades de una población total de especies animales.

“Cuando se saca a los animales de áreas protegidas, lo que uno se termina de dar cuenta es que estas áreas hacen parte de un conjunto de tierra más grande, que está dominado por actividades humanas, como la ganadería o agricultura”, explica el científico. Esto a su vez implica, entonces, que, entre más aislada esté un área protegida, más difícil va a resultar para los animales moverse fuera de ella.

Usualmente, los animales se tienen que desplazar para adquirir recursos necesarios para su supervivencia, como comida, agua o un refugio, por ejemplo. “Cuando empezamos a quitarles esos recursos, ya sea por la pérdida de hábitat, la fragmentación o el aislamiento, empezamos a afectar su habilidad para sobrevivir y para reproducirse”, señala Naidoo. Por esta razón, es importante estudiar la conectividad de áreas protegidas, que podría indicar cómo están siendo afectadas ciertas especies. (Le puede interesar: La reserva en el Caquetá que recupera orquídeas que ni la ciencia conocía)

Para esta investigación en particular, los científicos mapearon el movimiento de mamíferos medianos y grandes entre áreas protegidas del mundo para saber qué tan conectadas están entre sí. El estudio se basó en una publicación anterior, que ya había trazado el movimiento de cerca de 50 especies de mamíferos por zonas con distintos grados de impacto humano. Esto, junto a una medición de la distancia entre áreas protegidas, fue uno de los factores para construir el Índice de Aislamiento de Áreas Protegidas (IAAP). Esta herramienta es la primera que hace uso de la conectividad funcional, es decir, de información práctica de cómo se mueven los animales, a través de un seguimiento satelital de sus recorridos, por lo que permite ver qué zonas deberían ser priorizadas para la conservación y conectividad de las especies.

Algunos de estos lugares, llamados por los investigadores “áreas de conectividad crítica”, concentran el movimiento de una gran cantidad de mamíferos. Además, el estudio encontró que el 71% de estos lugares se superponen con regiones prioritarias para la conservación global, lo que muestra que su importancia está respaldada bajo otros estándares. En Colombia, estas zonas se ubicaron en el sur del país, en la Amazonia. En el Suramérica, esta región fue la que más concentró estos movimientos, lo que la hace ser prioritaria para la conservación. Los investigadores encontraron además que, en lugares donde el desarrollo humano es menor, es donde es más probable que los animales transiten de un área protegida a otra.

El resultado de la investigación fue un mapa que señala el índice de aislamiento de las áreas protegidas del mundo en una escala de colores, donde el amarillo indica un alto aislamiento y el azul oscuro, uno bajo. ¿Qué significan estos grados de aislamiento? Generalmente, entre más aislada esté una zona, más difícil va a ser el tránsito de especies de animales hacia otras áreas protegidas, lo que dificulta que puedan acceder a recursos necesarios para su supervivencia, por ejemplo.

En Colombia, las áreas con menor aislamiento están en el suroriente, en la región amazónica, mientras que algunas zonas del Parque Nacional Sierra Nevada de Santa Marta tienen un alto índice de aislamiento. Mientras, a nivel mundial, el estudio encontró nueve lugares con mayor conectividad entre sus sistemas de áreas protegidas: Canadá, Groenlandia, Egipto, Finlandia, Islandia, el archipiélago de Svalbard, Guyana, Guyana francesa y Suriname. (Le podría interesar: ¿Por qué es urgente que el próximo gobierno proteja la Amazonia?)

Para el científico de WWF, esta información puede ser de gran ayuda para la iniciativa 30x30, ya que los mapas que resultaron pueden servir como guías para orientar las prioridades de conservación en los siguientes años. Estas medidas de conservación, además, deben estar integradas también con el trabajo con comunidades que están en las áreas protegidas, opina Naidoo, pues, a diferencia de actividades humanas que afectan seriamente estos espacios como la ganadería, la minería o los cultivos de uso ilícito en el caso de Colombia, la manera como las comunidades locales y los pueblos indígenas gestionan estos territorios ha demostrado ser efectiva a la hora de conservar el planeta.

“Las áreas indígenas suelen ser las que están en mejor estado de conservación y esto tiene que ver con un uso amable de la biodiversidad”, dice. Es más, en una investigación diferente, llamada “El estado de las tierras y territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales”, se respalda esta visión, ya que encontró que el 91 % de los territorios de pueblos indígenas y comunidades locales están ecológicamente en buen estado. En su totalidad, cubren al menos el 36 % de las Áreas Claves para la Biodiversidad (ACB) del mundo.

Para Naidoo, el mensaje que arroja este nuevo índice es claro: también tenemos que mirar por fuera de las áreas protegidas, pues la conectividad es una variable clave para saber qué tan bien conservada está siendo la naturaleza que estos espacios albergan y que, sobre todo, se mueve entre ellos.

María Camila Bonilla

Por María Camila Bonilla

Periodista con intereses en las áreas de medio ambiente, movimientos sociales y democracia, y conflictos y paz.mbonilla@elespectador.com

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