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Cada vez más, con el aumento generalizado de los efectos que el cambio climático está generando en el planeta, y los que se estima que produzca, empezamos a escuchar la jerga técnica sobre los procesos que se deberían adelantar en el mundo para mitigar estos impactos. Uno de ellos, quizás de los más importantes, tiene que ver con la descarbonización de la economía y la transición a fuentes no convencionales de energía renovable.
Pero ¿en qué consiste la descarbonización y por qué es importante hablar de ella? “Es un término que aparece en todo el tema del impacto de las actividades humanas en los patrones climáticos y en el aumento de las concentraciones de los gases de efecto invernadero en la atmósfera que generan el calentamiento global. Estas emisiones son principalmente de dióxido de carbono (CO2), del cual el carbono es el principal componente. Por eso hablamos de descarbonización, porque lo queremos reducir son las emisiones de carbono antropogénico en la atmósfera”, explica María Alejandra González, asesora de Política Regional para Plásticos de WWF y experta en temas de energía.
Se trata de un tema crítico para el futuro del planeta y de la población. Como lo ha advertido la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en los años más recientes, las emisiones de CO2 han aumentado pese a la pandemia por coronavirus, lo que indica que, para el fin de este siglo, la temperatura podría aumentar hasta más de 3°C, con las devastadoras consecuencias que este incremento significaría. Por eso es fundamental descarbonizar la economía del mundo.
Precisamente ese fue uno de los principales objetivos de la COP26 que se llevó a cabo hace un mes en Glasgow, Escocia, donde líderes mundiales, representantes del sector privado, de las ONG y de la sociedad civil, entre otros, se reunieron por dos semanas para acordar cuál debe ser el camino que debemos recorrer para que la temperatura del planeta no aumente más de 1.5°C hacia el fin del siglo.
Para González, en estos escenarios es fundamental centrarse en las actividades y sectores económicos más intensivos en carbono, como la energía, la cual es la responsable de las tres cuartas partes de las emisiones globales. Por eso es tan importante que los países también transiten hacia energías con un menor impacto climático.
Ahora, si bien el panorama general exige que los gobiernos, la industria y la ciudadanía se articulen para alcanzar los compromisos acordados, las realidades, retos y oportunidades difieren dependiendo del contexto. Para el caso colombiano, una investigación publicada por Ricardo Delgado, Thomas Wild, Ricardo Arguello y Leon Clarke, expertos de las universidades de los Andes, Ibagué y Maryland (Estados Unidos), a finales del año pasado en el Energy Strategy Reviews, encontró que “la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra, generan el 50% de emisiones, mientras que la energía, en la cual está incluida el sector del transporte, representa el 39%”.
Para la experta de WWF, si bien Colombia tiene una generación de energía eléctrica baja en emisiones, dado que alrededor del 70% se genera en hidroeléctricas, el gran reto proviene del consumo final de energéticos, ya que aproximadamente un 75% del total procede de combustibles fósiles, siendo el sector transporte el que mayor demanda genera con un 43%.
“Ahí nosotros sí tenemos una oportunidad de descarbonizar ese sector, porque el mundo ya ha avanzado en la tecnología para electrificar el transporte. ¿Qué es lo que nos toca garantizar? Que esa demanda de energía, por ejemplo, del sector transporte, provenga de fuentes no convencionales de energía renovable. De nada nos sirve electrificar un sector, o descarbonizar un sector como el transporte, cuando la energía va a provenir de generación térmica con combustibles fósiles”, agrega González.
Además de la electrificación de los vehículos, el paso a esta debe ser aún más rápido ya que Delgado y sus colegas estimaron que, para el 2050, el 64% del transporte público en el país funcionará con energías limpias, mientras que el 36% restante aún lo haría con base en combustibles fósiles, biocombustibles o gas.
Sin embargo, los principales desafíos para el país provienen de las emisiones producidas por el sector de la agricultura, la silvicultura, otros usos de la tierra y la deforestación. En este sentido, el presidente Iván Duque se comprometió a declarar el 30% del territorio nacional como área protegida, así como a alcanzar la cero deforestación para el 2050, además de sembrar 180 millones de árboles antes del 2022.
Para Delgado, ingeniero de la Universidad de los Andes y autor del artículo, los compromisos pueden ser aún mayores, como señaló hace un año para el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina (CODS). Por ejemplo, la densidad de ganado actualmente es de 0,8 cabezas por hectárea. Si esta fuera de dos cabezas, se podrían liberar 12 millones de hectáreas para otros usos agrícolas y para programas de reforestación.
Ahora, a diferencia del papel casi insignificante que Colombia desempeña en las emisiones globales, el país sí es un gran aportante en temas de degradación y pérdida de bosques, así como en la deforestación, según la asesora de Política Regional para Plásticos de WWF. Por eso es importante reconocer iniciativas como la de los gobiernos de Noruega, Alemania y Reino Unido, quienes se comprometieron en la COP26 a aportar 33,5 millones de dólares para la conservación de la Amazonia colombiana. A pesar de esto, González señala que el financiamiento es importante, pero que el principal reto es la implementación en el territorio.
En términos generales, González considera que Colombia tiene una oportunidad importante con la energía solar, dada su ubicación en el Ecuador, además de la energía eólica, por la velocidad de los vientos que se tiene en diversas regiones. Por eso la experta concluye: “Hay que aprovechar que Colombia es un país rico en recursos energéticos renovables, que las fuentes no convencionales de energía renovable son un complemento a la generación hídrica que ya tenemos. Esa gran oferta puede suplir la demanda de Colombia en el futuro, en la electrificación de la economía, que hace parte de la descarbonización de ese sector”.