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En tiempos de crisis ambiental, la contaminación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, están poniendo en riesgo el bienestar de la vida en el planeta. La Tierra está enferma, su metabolismo está cambiando, su cuerpo está indispuesto, sus músculos débiles y su alma extenuada de una enfermedad que parece pasar inadvertida en nuestro afán del día a día. Este paciente, que es nuestra casa, adolece de un chequeo médico constante, pocos signos vitales son monitoreados de manera permanente, el aumento de la temperatura promedio del planeta y la variabilidad climática son síntomas de una profunda enfermedad: la pérdida y degradación de nuestros ecosistemas.
En muchos casos, las soluciones que ofrecemos para atender la crisis ambiental, como los procesos de restauración de ecosistemas, los pagos por servicios ambientales, las soluciones basadas en naturaleza, la declaratoria de áreas protegidas; etc., son oportunistas y carecen de una línea base adecuada. Se implementan como recetando acetaminofén y se regresa al paciente a casa sin ningún tipo de examen para su seguimiento. Estas soluciones no cuentan con sistemas de monitoreo adecuado que nos permitan evaluar su efectividad. (Lea: Por la garantía del acceso, tenencia, gobernanza de la tierra y el desarrollo rural)
Los políticos y las entidades financiadoras deben comprender que los diagnósticos (líneas base) y el seguimiento médico (sistemas de monitoreo) son esenciales para comprender el impacto de las inversiones realizadas para la conservación de la biodiversidad. De la misma manera en que un equipo médico busca comprender el estado de un paciente en situaciones médicas complejas, quienes buscamos alternativas para conservar y restaurar nuestra naturaleza necesitamos conocer el pulso de nuestras especies, monitorear la salud de los ecosistemas y comprender las amenazas que enfrentan.
Para comprender las dinámicas biológicas y ecológicas, la ciencia se ha beneficiado de nuevas tecnologías: la percepción remota (satélites y drones) nos permite ver desde el espacio el cambio en los ecosistemas, la bio y ecoacústica nos permite escuchar las voces de la naturaleza más allá de lo audible en sus frecuencias ultrasónicas y las ómica (metagenómica y proteómica) exploran el metabolismo del planeta desde sus proteínas y genes. Estas herramientas nos permiten medir y monitorear dimensiones de la biodiversidad que escapan a nuestra percepción humana.
Los investigadores colombianos usamos estas herramientas en proyectos de investigación generalmente cofinanciados por grandes agencias internacionales que lideran su desarrollo; sin embargo, la información generada se encuentra dispersa, se queda muchas veces en los computadores de los investigadores o en sistemas de información extranjeros. Esta deficiencia impide que comprendamos completamente la vitalidad de nuestra biodiversidad. (Lea: Planes para fin de año: los cinco parques naturales que puede visitar este fin de año)
La falta de datos en biodiversidad es un eco silencioso que requiere atención urgente. Mientras aprovechamos las nuevas tecnologías para desentrañar los misterios de nuestros ecosistemas, debemos también desarrollar sistemas y políticas de información que permitan que los datos generados sean dispuestos en sistemas nacionales de monitoreo, resguardando la información y permitiendo dar diagnósticos más precisos de cómo está nuestro paciente. Alertas para saber si las soluciones para la conservación, donde se invierten dineros públicos y privados, están bien formuladas y están combatiendo la enfermedad.