Economía de la biodiversidad: oportunidad para el fortalecimiento y protección de la Amazonia
Con más de 20 años de trabajo, el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI presentó los testimonios de modelos de bioeconomía en dos departamentos del país. El diálogo entre ciencia, innovación y saberes locales ha dado frutos que pueden escalarse para lograr modelos de producción sostenibles, que aportan a la protección de los bosques y la lucha contra el cambio climático.
Diálogo y concertación han sido las bases para construir iniciativas a partir de la bioeconomía en la Amazonia. Así se evidenció en el evento “Tejiendo el buen vivir: innovaciones para transformar la Amazonia colombiana”, organizado por el Instituto SINCHI y Bibo-El Espectador, con la participación del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Embajada del Reino Unido, la multinacional brasileña Natura&Co, el Departamento Nacional de Planeación, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, la Embajada de la Unión Europea, Procolombia, la Asociación de Productores Agropecuarios del Guaviare (Asoproagro) y la Asociación de Copoazú de Belén de los Andaquíes (ACBA), desarrollado en Bogotá el 24 de mayo. (Le puede interesar: Deuda por naturaleza, una propuesta beneficiosa para el ambiente y los países)
“La bioeconomía no puede reñir con la conservación”, apuntó Luz Marina Mantilla, directora general del Instituto SINCHI. Para lograr esto, en la Amazonia se han implementado proyectos participativos, por medio de los cuales se ha transferido tecnología a las comunidades para el uso sostenible de la biodiversidad a partir de la investigación científica. El diálogo entre la ciencia, los saberes locales y las instituciones ha dado lugar a sistemas bioeconómicos que podrían convertirse en un modelo para tejer el buen vivir a nivel nacional.
José Ibáñez, representante de Asoproagro, explicó que la construcción participativa se trata, entre otras cosas, de resolver las tensiones que surgen en el diálogo entre los actores. En conjunto con profesionales del Instituto SINCHI, se han logrado implementar sistemas de producción agroforestal, pero para llegar a esto se vivieron diferentes etapas.
La etapa inicial consistió en pensar desde las comunidades qué tipo de sistemas productivos podrían funcionar. Los primeros productos que pusieron sobre la mesa, contó Ibáñez, fueron los tradicionales: yuca, papa, plátano, entre otros. Allí vino la segunda etapa, que fue “reconocer el lugar en el que estábamos parados”. Por tratarse de la zona de amortiguación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, existen restricciones ambientales para el tipo de cultivos a partir de los cuales se puede producir. (Le recomendamos: Un video hizo que científicos piensen que los pulpos pueden tener pesadillas)
En este punto fue crucial la asistencia técnica y las mesas de discusión que se llevaron a cabo con el Instituto. Posterior a estas se identificaron cadenas de valor propias para la Amazonia sobre las que se pensaron los sistemas de producción para el buen vivir. Sacha inchi, copoazú, cacao o caucho fueron algunas de las propuestas por parte de los profesionales. Cultivos como el cacao o el caucho, aunque ya están consolidados en diferentes partes del país, tienen un problema cuando se empiezan desde cero: reducen los tiempos productivos de los sistemas agroforestales. En palabras de Ibáñez, “nuestros vecinos no pueden esperar tres años que se demora el cacao con el peladito llorando y con el estómago vacío”. Esto hace parte de las tensiones que debían resolverse. Así llegaron a un modelo agroforestal que combina al sacha inchi, el copoazú y los maderables en parcelas para la producción sostenible en Guaviare, bajo el cual se agrupan 60 familias productoras.
Para cada territorio se da un proceso diferente, de acuerdo con las características de sus ecosistemas y de sus comunidades. Ferney Vaquero, representante de ACBA, en Caquetá, explicó que el modelo agroforestal que se implementó en su comunidad ha incentivado a que, desde 2018, cuando se conformó la Asociación, se hayan unido 40 familias. Para él, además de la contribución de su comunidad para mitigar el cambio climático y la deforestación en la Amazonia, la bioeconomía se trata de tener un sustento para las familias con base en actividades sostenibles.
Estas experiencias, que involucran la innovación, la tecnología y la ciencia en la producción agrícola sostenible, también necesitan aliados comerciales que garanticen un mercado para lo que se produce. Ese ha sido el rol de Natura&Co en los diferentes procesos, a través de la compra de manteca de copoazú que se obtiene de la Amazonia. (También puede leer: La clave para evitar la extinción de un ave que solo habita en Colombia)
Pero, para consolidar acuerdos comerciales en este nivel, no basta solo con producir. Deben cumplirse diferentes estándares en los procesos de cultivo, cosecha, postcosecha, sostenibilidad de producción y garantizar la calidad de la manteca, una actividad respaldada con ciencia y tecnología del Instituto SINCHI. Para esto, además de la asistencia técnica, es necesaria la participación de las instituciones del Estado.
Susana Muhamad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, aseguró que deben resolverse varias problemáticas. La primera es la distribución y propiedad de las tierras en el país, que es necesaria para que las personas puedan insertarse en el agro como productores y no como jornaleros. En segundo lugar, la ministra destacó la importancia del acceso a líneas de crédito diferenciales, que permitan potenciar los procesos productivos, así como generar una proyección a futuro de estos. Y en tercer lugar, el apoyo institucional en la búsqueda y apertura de mercados que garanticen cerrar con éxito la cadena de producción.
“Se trata de tener un paquete completo y las condiciones económicas para poder desarrollar una economía que incluye la tenencia de la tierra o las concesiones forestales de largo plazo, crédito que pueda generar capital para la inversión, la investigación y la bioprospección que hoy realizan los institutos de investigación del Sistema Nacional Ambiental”, aseguró Muhamad. Las acciones que se plantean desde este Gobierno para tejer el buen vivir están enfocadas en crear pactos con las comunidades, así como el establecimiento de acuerdos de pago por servicios ambientales mientras se establecen los sistemas agroforestales. “Que la gente empiece desde ya a conservar el bosque que será su activo”, puntualizó. (Le puede interesar: MacFrut 2023: Colombia fue protagonista en importante feria agrícola en Europa)
Otro actor fundamental en el establecimiento de estos proyectos es la cooperación internacional. George Hodgson, embajador para Colombia del Reino Unido, explica queresumió en dos puntos esenciales el papel de su país para lograr el establecimiento de la bioeconomía.“primero que todo, somos socios en la lucha contra el cambio climático y la protección de la biodiversidad del mundo. Es un asunto internacional. Pero tenemos algo más que aportar, además del dinero. Tenemos mercados. Estamos hablando de mercados internacionales, con grandes empresas para conectar productos y consumidores”, explicó.
Tanto Ibáñez, en Guaviare, como Vaquero, en Caquetá, son testimonios de la forma en la que se pueden implementar proyectos de bioeconomía en la Amazonia, con el compromiso de sostenibilidad que requiere el cuidado de los bosques. Sin embargo, como recalcó Susana Muhamad, la iniciativa no puede quedarse solo en proyectos, sino que debe escalarse a una estructura de bioeconomía a nivel nacional. “Tener estas iniciativas que nosotros hemos tenido durante estos años lo que nos ha enseñado es que tenemos que escalarlas. Eso significa que hay que transformarlos en una política pública que consolide lo que se está haciendo bien”, explicó Luz Marina Mantilla, añadiendo que de esta manera se pueden direccionar los recursos a los lugares en los que deben estar.
Las comunidades que han hecho parte de las iniciativas coordinadas por el Instituto SINCHI están convencidas de que es posible replicar sus experiencias en otros territorios. “No nos vamos a inventar lo que ya está inventado. Vamos a recoger todo ese conocimiento para ponerlo en funcionamiento”, añadió Ibáñez.
Diálogo y concertación han sido las bases para construir iniciativas a partir de la bioeconomía en la Amazonia. Así se evidenció en el evento “Tejiendo el buen vivir: innovaciones para transformar la Amazonia colombiana”, organizado por el Instituto SINCHI y Bibo-El Espectador, con la participación del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la Embajada del Reino Unido, la multinacional brasileña Natura&Co, el Departamento Nacional de Planeación, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, la Embajada de la Unión Europea, Procolombia, la Asociación de Productores Agropecuarios del Guaviare (Asoproagro) y la Asociación de Copoazú de Belén de los Andaquíes (ACBA), desarrollado en Bogotá el 24 de mayo. (Le puede interesar: Deuda por naturaleza, una propuesta beneficiosa para el ambiente y los países)
“La bioeconomía no puede reñir con la conservación”, apuntó Luz Marina Mantilla, directora general del Instituto SINCHI. Para lograr esto, en la Amazonia se han implementado proyectos participativos, por medio de los cuales se ha transferido tecnología a las comunidades para el uso sostenible de la biodiversidad a partir de la investigación científica. El diálogo entre la ciencia, los saberes locales y las instituciones ha dado lugar a sistemas bioeconómicos que podrían convertirse en un modelo para tejer el buen vivir a nivel nacional.
José Ibáñez, representante de Asoproagro, explicó que la construcción participativa se trata, entre otras cosas, de resolver las tensiones que surgen en el diálogo entre los actores. En conjunto con profesionales del Instituto SINCHI, se han logrado implementar sistemas de producción agroforestal, pero para llegar a esto se vivieron diferentes etapas.
La etapa inicial consistió en pensar desde las comunidades qué tipo de sistemas productivos podrían funcionar. Los primeros productos que pusieron sobre la mesa, contó Ibáñez, fueron los tradicionales: yuca, papa, plátano, entre otros. Allí vino la segunda etapa, que fue “reconocer el lugar en el que estábamos parados”. Por tratarse de la zona de amortiguación del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, existen restricciones ambientales para el tipo de cultivos a partir de los cuales se puede producir. (Le recomendamos: Un video hizo que científicos piensen que los pulpos pueden tener pesadillas)
En este punto fue crucial la asistencia técnica y las mesas de discusión que se llevaron a cabo con el Instituto. Posterior a estas se identificaron cadenas de valor propias para la Amazonia sobre las que se pensaron los sistemas de producción para el buen vivir. Sacha inchi, copoazú, cacao o caucho fueron algunas de las propuestas por parte de los profesionales. Cultivos como el cacao o el caucho, aunque ya están consolidados en diferentes partes del país, tienen un problema cuando se empiezan desde cero: reducen los tiempos productivos de los sistemas agroforestales. En palabras de Ibáñez, “nuestros vecinos no pueden esperar tres años que se demora el cacao con el peladito llorando y con el estómago vacío”. Esto hace parte de las tensiones que debían resolverse. Así llegaron a un modelo agroforestal que combina al sacha inchi, el copoazú y los maderables en parcelas para la producción sostenible en Guaviare, bajo el cual se agrupan 60 familias productoras.
Para cada territorio se da un proceso diferente, de acuerdo con las características de sus ecosistemas y de sus comunidades. Ferney Vaquero, representante de ACBA, en Caquetá, explicó que el modelo agroforestal que se implementó en su comunidad ha incentivado a que, desde 2018, cuando se conformó la Asociación, se hayan unido 40 familias. Para él, además de la contribución de su comunidad para mitigar el cambio climático y la deforestación en la Amazonia, la bioeconomía se trata de tener un sustento para las familias con base en actividades sostenibles.
Estas experiencias, que involucran la innovación, la tecnología y la ciencia en la producción agrícola sostenible, también necesitan aliados comerciales que garanticen un mercado para lo que se produce. Ese ha sido el rol de Natura&Co en los diferentes procesos, a través de la compra de manteca de copoazú que se obtiene de la Amazonia. (También puede leer: La clave para evitar la extinción de un ave que solo habita en Colombia)
Pero, para consolidar acuerdos comerciales en este nivel, no basta solo con producir. Deben cumplirse diferentes estándares en los procesos de cultivo, cosecha, postcosecha, sostenibilidad de producción y garantizar la calidad de la manteca, una actividad respaldada con ciencia y tecnología del Instituto SINCHI. Para esto, además de la asistencia técnica, es necesaria la participación de las instituciones del Estado.
Susana Muhamad, ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, aseguró que deben resolverse varias problemáticas. La primera es la distribución y propiedad de las tierras en el país, que es necesaria para que las personas puedan insertarse en el agro como productores y no como jornaleros. En segundo lugar, la ministra destacó la importancia del acceso a líneas de crédito diferenciales, que permitan potenciar los procesos productivos, así como generar una proyección a futuro de estos. Y en tercer lugar, el apoyo institucional en la búsqueda y apertura de mercados que garanticen cerrar con éxito la cadena de producción.
“Se trata de tener un paquete completo y las condiciones económicas para poder desarrollar una economía que incluye la tenencia de la tierra o las concesiones forestales de largo plazo, crédito que pueda generar capital para la inversión, la investigación y la bioprospección que hoy realizan los institutos de investigación del Sistema Nacional Ambiental”, aseguró Muhamad. Las acciones que se plantean desde este Gobierno para tejer el buen vivir están enfocadas en crear pactos con las comunidades, así como el establecimiento de acuerdos de pago por servicios ambientales mientras se establecen los sistemas agroforestales. “Que la gente empiece desde ya a conservar el bosque que será su activo”, puntualizó. (Le puede interesar: MacFrut 2023: Colombia fue protagonista en importante feria agrícola en Europa)
Otro actor fundamental en el establecimiento de estos proyectos es la cooperación internacional. George Hodgson, embajador para Colombia del Reino Unido, explica queresumió en dos puntos esenciales el papel de su país para lograr el establecimiento de la bioeconomía.“primero que todo, somos socios en la lucha contra el cambio climático y la protección de la biodiversidad del mundo. Es un asunto internacional. Pero tenemos algo más que aportar, además del dinero. Tenemos mercados. Estamos hablando de mercados internacionales, con grandes empresas para conectar productos y consumidores”, explicó.
Tanto Ibáñez, en Guaviare, como Vaquero, en Caquetá, son testimonios de la forma en la que se pueden implementar proyectos de bioeconomía en la Amazonia, con el compromiso de sostenibilidad que requiere el cuidado de los bosques. Sin embargo, como recalcó Susana Muhamad, la iniciativa no puede quedarse solo en proyectos, sino que debe escalarse a una estructura de bioeconomía a nivel nacional. “Tener estas iniciativas que nosotros hemos tenido durante estos años lo que nos ha enseñado es que tenemos que escalarlas. Eso significa que hay que transformarlos en una política pública que consolide lo que se está haciendo bien”, explicó Luz Marina Mantilla, añadiendo que de esta manera se pueden direccionar los recursos a los lugares en los que deben estar.
Las comunidades que han hecho parte de las iniciativas coordinadas por el Instituto SINCHI están convencidas de que es posible replicar sus experiencias en otros territorios. “No nos vamos a inventar lo que ya está inventado. Vamos a recoger todo ese conocimiento para ponerlo en funcionamiento”, añadió Ibáñez.