El algodón de Colombia, una tradición por recuperar
Los gobiernos de Brasil y Colombia, en cooperación con la FAO, suman esfuerzos para apoyar la recuperación de la producción de este cultivo en el país, donde apenas se siembra una décima parte de las hectáreas que cultivaba hace 50 años.
“Es como si me quitaran parte de mi vida”, explica Lirys Vargas, artesana de Sampués, Sucre, cuando piensa en la posibilidad de que el cultivo del algodón desaparezca de la región Caribe en Colombia. No es un escenario que se le haya ocurrido de la nada. (Le puede interesar: Cacao y lácteos: el enfoque empresarial para el desarrollo territorial)
Según cifras de la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón), en los años 70 el país sembraba entre 350.000 y 400.000 hectáreas (ha). Hoy esa cifra apenas supera las 13.000 ha, sumando las dos zonas en las que tradicionalmente se siembra: la costa, que reúne a los departamentos de Córdoba, Sucre, Cesar, La Guajira y Magdalena, y el interior, en la que se encuentran Tolima, Huila, Cundinamarca, Cauca y Valle del Cauca.
La crisis empezó a causa de diversos factores, como los costos de producción y precios de venta que debilitaron a los agricultores frente a la competencia del mercado internacional. A esto se sumaron las limitaciones en el uso de maquinaria, al contar con equipos antiguos y con deficiencia tecnológica, generando un uso ineficiente de la energía y los recursos. También hubo un aumento de plagas como el picudo, que utiliza el fruto de la planta para depositar sus huevos, reduciendo las cosechas en cuestión de semanas.
Recientemente, los insumos requeridos en el desarrollo del cultivo, como las semillas y los abonos, han subido tanto de precio, que algunos han optado por dejar el algodón. Una bolsa de semilla certificada, explica Rodolfo Álvarez, secretario técnico regional de Conalgodón, puede costar $1’300.000, y alcanza para sembrar menos de dos hectáreas. Antes del Tratado de Libre Comercio, con el que llegaron las semillas certificadas, esa misma bolsa podía conseguirse en unos $350.000. (Le recomendamos: Frenar la pérdida y desperdicio de alimentos, una tarea de todos)
Sin embargo, muchos agricultores, como Álvaro Bocanegra, de Natagaima, Tolima, quien ha dedicado más de 40 años a esta labor, no tienen entre sus planes dejar de cultivarlo. Desde la costa hasta el interior, pequeños y medianos productores han pedido auxilio para conservar algo que, más que una actividad económica, es una tradición.
Apoyo a la agricultura familiar algodonera en Colombia
En 2017, una alianza entre el gobierno de Brasil, por medio de la Agencia Brasileña de Cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores; el Gobierno de Colombia, por medio del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), comenzó a apoyar al país en el fomento de una agricultura algodonera sostenible que pudiera contribuir a la mejora de las condiciones de vida de los agricultores y las agricultoras familiares colombianos.
El proyecto “+Algodón” busca el fortalecimiento del sector algodonero colombiano mediante la mejora de la competitividad de los sistemas de producción. Las acciones son desarrolladas en tres zonas de intervención: Caribe Seco, Caribe Húmedo e Interior, reuniendo a siete departamentos del país. (También puede leer: Expedición científica estudiará la bahía Tukakas, en el norte de La Guajira)
Inspirado en el modelo brasileño del algodón producido con tecnologías innovadoras y en experiencias de distritos como Paraíba, Pernambuco, Río Grande del Norte, donde los agricultores siembran algodón en asociación a cultivos alimentarios, en Colombia se espera contribuir para volver la cadena productiva del algodón más competitiva.
Además de garantizar un cultivo que genere rentabilidad y contribuya con la seguridad alimentaria de las familias agricultoras, se busca que sea amigable con el agroecosistema, los recursos naturales y la cultura de las comunidades. Para esto es clave la investigación e innovación tecnológica, la asistencia técnica y la extensión rural, integrada con los conocimientos de las comunidades que trabajan la tierra y conocen la tradición algodonera.
El sistema de algodón-alimentos en el cultivo es sencillo: por cada cuatro surcos o calles de algodón se siembran dos de maíz o de fríjol como complemento, cuenta Alfredo Ramos, cultivador de Cereté, Córdoba. De allí se desprenden varios beneficios que fueron testeados en los cultivos piloto entre 2017 y 2022. (Lea también: Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años)
El primero es que, al integrar cultivos asociados en las prácticas agrícolas, se generan agroecosistemas que permiten el desarrollo de insectos benéficos que disminuyen plagas del cultivo y se garantiza una mayor productividad por hectárea. Otro beneficio es que el cultivo asociado puede capturar nutrientes del ambiente, como el nitrógeno, y llevarlos al suelo, fertilizando el algodón.
Alejandro Polo cuenta que se trata de formar un sistema en el que también intervienen otros elementos, como la atracción de más polinizadores por la diversidad de flora, o de fauna benéfica que ayuda a controlar plagas menores y a oxigenar el suelo. “Se busca crear un ecosistema, porque los ecosistemas tienden a equilibrarse ellos solos”, explica.
Ramos le suma a esto que la productividad de sus cosechas ha sido mucho más alta, con una inversión similar a la del cultivo convencional. De una hectárea, en la que normalmente obtiene una tonelada de algodón como rendimiento, con el modelo le suma entre 400 y 500 kilogramos de maíz, o unos 300 de fríjol, dependiendo del cultivo que asocie. Aunque, asegura que puede asociar los dos a la vez. (Le puede interesar: Colombia: potencia forestal de América Latina)
El maíz y el frijol, además, pueden convertirse en una posibilidad de rotación. Como el cultivo de algodón solo puede hacerse una vez al año, cosechando durante el primer semestre en la costa y durante el segundo en el interior, hay un período de seis meses en el que la parcela queda disponible para sembrar algo diferente.
Innovación para recuperar el algodón colombiano
Asociando a entidades educativas como el Sena, “+Algodón” busca poner a disposición de pequeños y medianos agricultores la innovación tecnológica. Adriana Lucía Rodríguez, estudiante de agricultura de precisión en el Centro Agropecuario La Granja del Sena en El Espinal, Tolima, explica que sus conocimientos aplicados al agro ayudarán a los productores a optimizar el uso de recursos, como la cantidad de fertilizante necesario para su parcela, con el fin de no desperdiciar y disminuir costos. Esto se traduce en la posibilidad de tener una mayor rentabilidad.
También el uso de maquinarias que faciliten la ejecución de procesos, como la fertilización, la aplicación de agroquímicos o la recolección de cosechas, pueden alivianar el trabajo. Por ejemplo, un dron de aspersión recientemente donado por “+Algodón” al Centro Agropecuario del Sena La Granja, Tolima, podría contribuir a que los cultivadores del interior apliquen de manera rápida y precisa los fertilizantes que necesita el cultivo para su crecimiento. (Le recomendamos: ¿Cuáles son los avances y retos de la economía forestal sostenible en Colombia?)
Todos estos elementos buscan incentivar el cultivo de algodón para recuperar la producción que se tuvo en el pasado. Actualmente el país está produciendo unas 14.000 toneladas de fibra de algodón, según explica Orlando Jiménez, funcionario del centro de acopio de Diagonal, en Cereté. La fibra es el producto que resulta después de llevar el algodón semilla, que es lo que se cosecha, a una desmotadora para retirar su semilla y los residuos con los que llega. En total, de una tonelada cosechada se obtienen unos 400 kilogramos de fibra.
La industria de textiles en Colombia tiene hoy una demanda que supera las 30.000 toneladas de fibra, por lo que es necesario importar la mayoría, asegura Jiménez. Recuperar la producción de algodón a nivel nacional, de acuerdo con las metas establecidas por Conalgodón de llegar a 36.000 ha cultivadas en el 2025, podría darle al país la capacidad de satisfacer su propia demanda y de apostarle al mercado internacional para vender a otros países un algodón con valor agregado a través de la certificación.
También llevaría beneficios a mujeres como Lyris Vargas y las artesanas de Sampués, que han encontrado en la elaboración de sus productos una posibilidad de sustento y autonomía importante para sus vidas. “Si el hilo que utilizamos pudiera producirse con el algodón de la costa, podríamos comprarlo más barato”, asegura Vargas ante la posibilidad de aumentar la rentabilidad de su actividad. (También puede leer: El 22 % de la población de América Latina no puede acceder a una dieta saludable: ONU)
De acuerdo con José Nelson Camelo, coordinador del proyecto “+Algodón” en Colombia, la nueva fase se enfocará, a partir de 2023, en afianzar y ampliar la alianza institucional en torno a la cadena de valor del algodón. Así, se incluirá la industria de la moda, con énfasis en la réplica del modelo productivo validado, el impulso al uso de las TIC y el inicio de un proceso de certificación con miras a tener en el corto plazo un algodón sostenible colombiano que atienda la demanda de la industria y el mercado nacional.
“Es como si me quitaran parte de mi vida”, explica Lirys Vargas, artesana de Sampués, Sucre, cuando piensa en la posibilidad de que el cultivo del algodón desaparezca de la región Caribe en Colombia. No es un escenario que se le haya ocurrido de la nada. (Le puede interesar: Cacao y lácteos: el enfoque empresarial para el desarrollo territorial)
Según cifras de la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón), en los años 70 el país sembraba entre 350.000 y 400.000 hectáreas (ha). Hoy esa cifra apenas supera las 13.000 ha, sumando las dos zonas en las que tradicionalmente se siembra: la costa, que reúne a los departamentos de Córdoba, Sucre, Cesar, La Guajira y Magdalena, y el interior, en la que se encuentran Tolima, Huila, Cundinamarca, Cauca y Valle del Cauca.
La crisis empezó a causa de diversos factores, como los costos de producción y precios de venta que debilitaron a los agricultores frente a la competencia del mercado internacional. A esto se sumaron las limitaciones en el uso de maquinaria, al contar con equipos antiguos y con deficiencia tecnológica, generando un uso ineficiente de la energía y los recursos. También hubo un aumento de plagas como el picudo, que utiliza el fruto de la planta para depositar sus huevos, reduciendo las cosechas en cuestión de semanas.
Recientemente, los insumos requeridos en el desarrollo del cultivo, como las semillas y los abonos, han subido tanto de precio, que algunos han optado por dejar el algodón. Una bolsa de semilla certificada, explica Rodolfo Álvarez, secretario técnico regional de Conalgodón, puede costar $1’300.000, y alcanza para sembrar menos de dos hectáreas. Antes del Tratado de Libre Comercio, con el que llegaron las semillas certificadas, esa misma bolsa podía conseguirse en unos $350.000. (Le recomendamos: Frenar la pérdida y desperdicio de alimentos, una tarea de todos)
Sin embargo, muchos agricultores, como Álvaro Bocanegra, de Natagaima, Tolima, quien ha dedicado más de 40 años a esta labor, no tienen entre sus planes dejar de cultivarlo. Desde la costa hasta el interior, pequeños y medianos productores han pedido auxilio para conservar algo que, más que una actividad económica, es una tradición.
Apoyo a la agricultura familiar algodonera en Colombia
En 2017, una alianza entre el gobierno de Brasil, por medio de la Agencia Brasileña de Cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores; el Gobierno de Colombia, por medio del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), comenzó a apoyar al país en el fomento de una agricultura algodonera sostenible que pudiera contribuir a la mejora de las condiciones de vida de los agricultores y las agricultoras familiares colombianos.
El proyecto “+Algodón” busca el fortalecimiento del sector algodonero colombiano mediante la mejora de la competitividad de los sistemas de producción. Las acciones son desarrolladas en tres zonas de intervención: Caribe Seco, Caribe Húmedo e Interior, reuniendo a siete departamentos del país. (También puede leer: Expedición científica estudiará la bahía Tukakas, en el norte de La Guajira)
Inspirado en el modelo brasileño del algodón producido con tecnologías innovadoras y en experiencias de distritos como Paraíba, Pernambuco, Río Grande del Norte, donde los agricultores siembran algodón en asociación a cultivos alimentarios, en Colombia se espera contribuir para volver la cadena productiva del algodón más competitiva.
Además de garantizar un cultivo que genere rentabilidad y contribuya con la seguridad alimentaria de las familias agricultoras, se busca que sea amigable con el agroecosistema, los recursos naturales y la cultura de las comunidades. Para esto es clave la investigación e innovación tecnológica, la asistencia técnica y la extensión rural, integrada con los conocimientos de las comunidades que trabajan la tierra y conocen la tradición algodonera.
El sistema de algodón-alimentos en el cultivo es sencillo: por cada cuatro surcos o calles de algodón se siembran dos de maíz o de fríjol como complemento, cuenta Alfredo Ramos, cultivador de Cereté, Córdoba. De allí se desprenden varios beneficios que fueron testeados en los cultivos piloto entre 2017 y 2022. (Lea también: Recuperar los bosques y ecosistemas marinos, la tarea del país en los próximos años)
El primero es que, al integrar cultivos asociados en las prácticas agrícolas, se generan agroecosistemas que permiten el desarrollo de insectos benéficos que disminuyen plagas del cultivo y se garantiza una mayor productividad por hectárea. Otro beneficio es que el cultivo asociado puede capturar nutrientes del ambiente, como el nitrógeno, y llevarlos al suelo, fertilizando el algodón.
Alejandro Polo cuenta que se trata de formar un sistema en el que también intervienen otros elementos, como la atracción de más polinizadores por la diversidad de flora, o de fauna benéfica que ayuda a controlar plagas menores y a oxigenar el suelo. “Se busca crear un ecosistema, porque los ecosistemas tienden a equilibrarse ellos solos”, explica.
Ramos le suma a esto que la productividad de sus cosechas ha sido mucho más alta, con una inversión similar a la del cultivo convencional. De una hectárea, en la que normalmente obtiene una tonelada de algodón como rendimiento, con el modelo le suma entre 400 y 500 kilogramos de maíz, o unos 300 de fríjol, dependiendo del cultivo que asocie. Aunque, asegura que puede asociar los dos a la vez. (Le puede interesar: Colombia: potencia forestal de América Latina)
El maíz y el frijol, además, pueden convertirse en una posibilidad de rotación. Como el cultivo de algodón solo puede hacerse una vez al año, cosechando durante el primer semestre en la costa y durante el segundo en el interior, hay un período de seis meses en el que la parcela queda disponible para sembrar algo diferente.
Innovación para recuperar el algodón colombiano
Asociando a entidades educativas como el Sena, “+Algodón” busca poner a disposición de pequeños y medianos agricultores la innovación tecnológica. Adriana Lucía Rodríguez, estudiante de agricultura de precisión en el Centro Agropecuario La Granja del Sena en El Espinal, Tolima, explica que sus conocimientos aplicados al agro ayudarán a los productores a optimizar el uso de recursos, como la cantidad de fertilizante necesario para su parcela, con el fin de no desperdiciar y disminuir costos. Esto se traduce en la posibilidad de tener una mayor rentabilidad.
También el uso de maquinarias que faciliten la ejecución de procesos, como la fertilización, la aplicación de agroquímicos o la recolección de cosechas, pueden alivianar el trabajo. Por ejemplo, un dron de aspersión recientemente donado por “+Algodón” al Centro Agropecuario del Sena La Granja, Tolima, podría contribuir a que los cultivadores del interior apliquen de manera rápida y precisa los fertilizantes que necesita el cultivo para su crecimiento. (Le recomendamos: ¿Cuáles son los avances y retos de la economía forestal sostenible en Colombia?)
Todos estos elementos buscan incentivar el cultivo de algodón para recuperar la producción que se tuvo en el pasado. Actualmente el país está produciendo unas 14.000 toneladas de fibra de algodón, según explica Orlando Jiménez, funcionario del centro de acopio de Diagonal, en Cereté. La fibra es el producto que resulta después de llevar el algodón semilla, que es lo que se cosecha, a una desmotadora para retirar su semilla y los residuos con los que llega. En total, de una tonelada cosechada se obtienen unos 400 kilogramos de fibra.
La industria de textiles en Colombia tiene hoy una demanda que supera las 30.000 toneladas de fibra, por lo que es necesario importar la mayoría, asegura Jiménez. Recuperar la producción de algodón a nivel nacional, de acuerdo con las metas establecidas por Conalgodón de llegar a 36.000 ha cultivadas en el 2025, podría darle al país la capacidad de satisfacer su propia demanda y de apostarle al mercado internacional para vender a otros países un algodón con valor agregado a través de la certificación.
También llevaría beneficios a mujeres como Lyris Vargas y las artesanas de Sampués, que han encontrado en la elaboración de sus productos una posibilidad de sustento y autonomía importante para sus vidas. “Si el hilo que utilizamos pudiera producirse con el algodón de la costa, podríamos comprarlo más barato”, asegura Vargas ante la posibilidad de aumentar la rentabilidad de su actividad. (También puede leer: El 22 % de la población de América Latina no puede acceder a una dieta saludable: ONU)
De acuerdo con José Nelson Camelo, coordinador del proyecto “+Algodón” en Colombia, la nueva fase se enfocará, a partir de 2023, en afianzar y ampliar la alianza institucional en torno a la cadena de valor del algodón. Así, se incluirá la industria de la moda, con énfasis en la réplica del modelo productivo validado, el impulso al uso de las TIC y el inicio de un proceso de certificación con miras a tener en el corto plazo un algodón sostenible colombiano que atienda la demanda de la industria y el mercado nacional.